16· Información confidencial
Eran más o menos las ocho y diez cuando el intendente Torello recibió nuevas noticias en su radio VHF. Para entonces, llevaba más de media hora con todas las estufas de su casa prendidas al máximo. Se encontraba bastante mareado, y le dolía la cabeza. Culpó de ello, con toda seguridad, al estrés de las últimas horas.
―Señor Torello, tenemos información ―emitió la radio―, cambio.
―Bueno, a ver, espere...
El intendente Torello refunfuñó, pues se acaba de meter en la cama, de nuevo, después de pasar al baño. Se sentó con las sábanas en el regazo, prendió la vela, y tomó un anotador y un lápiz. Activó los auriculares y se los puso en el oído.
―Muy bien, diga, cambio...
―Foxtrot, India, Lima, Echo, Tango, Oscar, Echo, Sierra, Tango, Alpha, Echo, November, Lima, Alpha, Sierra, Charlie, Lima, Oscar, Alpha, Charlie, Alpha, Sierra. Cambio.
―¡Agrr, ese Fileto! ―soltó el intendente, y revoleó los ojos, al terminar de anotar las mayúsculas del alfabeto militar en su anotador.
Ya le había parecido a él, cuando estaba haciendo pis en los azulejos del baño, a causa de su mareo y mala puntería, que el bidet le estaba cantando La Cumparsita, a capela con los agujeros del lavabo y el de la ducha. Había escuchado la versión de Gardel, esa que dice:
«Ya ni el sol de la mañana, asoma por la ventana...»
Su interlocutor continuó con el alfabeto militar:
―Tango, India, Echo, November, Echo, Uniform, November, Alpha, Bravo, Oscar, Mike, Bravo, Alpha. Cambio.
Más que preocuparle el hecho de que Fileto esté en las cloacas con una bomba, tratando con toda seguridad de solucionar, vaya a saber cómo, el problema por su cuenta ―consideraba al tío Fileto incapaz de cometer un acto de terrorismo―, lo que más le preocupada a Torello, en realidad, era que él y su idea de prender las estufas al mismo tiempo sería un fiasco total si Fileto le ganaba de mano.
Así que enseguida le dijo a su interlocutor:
―Hay que llamar a las autoridades militares, cambio.
Pero su interlocutor, cansado del alfabeto militar, le dijo:
―Ni modo, están todos atrapados, cambio.
―Grrr ―gruñó el intendente― ¡Entonces llame a las autoridades militares de los vecinos, y que nos echen una mano! ―le dijo, impaciente, al General encargado del cuartel de Gendarmería.
―Echo, November, Tango, Echo, November...
El intendente levantó los ojos hacia el techo.
―Ya está bien, detective. Cambio y fuera.
Luego se sacó los auriculares, apagó la vela y se volvió acostar. Dicen que un rato antes de dormirse le preguntó a su esposa:
―¿Vos crees, María Marta, que en África haya elefantes amarillos?
A lo que María Marta, somnolienta, luego de una larga pausa, le contestó:
―Para mí es totalmente posible.
Y cayeron en el profundo sueño que les producía ese gas, el monóxido de carbono, ahora tan abundante en su cuarto...
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