12· Un discurso de Torello

«Señores y señoras ―así empezaba el discurso de radiodifusión del intendente Torello a eso de las once de la noche, con una marcada voz de angustia―... Señores y señoras, hoy ha sido un día negro en la historia de nuestro pueblo. La junta concejal, junto a un nutrido grupo de vecinos, nos hemos reunido por la tarde en el palacio Municipal para analizar la problemática que nos había circunscripto y abarcado, concluyendo, al finalizar la reunión, que la opción de crear una masa de aire caliente para elevar la pelota de harina y maicena era la idea más efectiva y sofisticada... A mi pesar, y como Gran Líder ―se sentía un rey egipcio o algo así―, me veo en el compromiso de admitir el error y brindar una descripción somera de lo que aconteció después...»

El discurso fue bastante más largo.

A pesar de admitir su error, por haber dado la orden, su oratoria parecía decir todo lo contrario: la culpa había sido de todos los demás. También incluía una orden de movilizar a las fuerzas de seguridad, pero estas estaban atrapadas a sus respectivos cuarteles, por lo que la orden fue en vano.

Dicen las malas lenguas, que las paredes de los pueblos escuchan ―o quizá solo sus radioaficionados― y que esa misma noche Torello recibió el llamado del Centro Meteorológico en su radio VHF a batería, a las cuatro y cuarenta y cinco de la madrugada. Dicen, también, que al intendente le costó muchísimo levantarse, pese a ser un avezado noctámbulo. Se debe haber sacado el antifaz de dormir, puesto los auriculares de la radio y tomado el micrófono, que siempre dejaba junto a su mesa de luz.

Entonces escuchó al meteorólogo por los auriculares:

―Señor Torello, el gato despertó de repente y, aunque un poco mareado, como yo ―aclaró el meteorólogo―, empezó a limpiarse la pata derecha con ahínco, apuntándola hacia arriba, cambio.

―Bueno, a ver, espere...

El intendente se sentó en la cama, pensó con lentitud, y encendió enseguida una vela en su mesita de luz. Buscó entre los papeles del maletín un folletín que le habían entregado en la municipalidad un tiempo atrás sobre el gato que predice el clima, en una de sus visitas oficiales al edificio municipal. En él podían verse varias ilustraciones del muchi en sus diferentes posiciones junto a sus respectivos significados...

―Pata derecha... ¡viento!

Con seguridad su mujer habrá pensado que su marido estaba hablando dormido. Solía decir sandeces mientras dormía, como asimismo de día, despierto...

La intensidad con la que el gato hacía su limpieza indicaba la fuerza del fenómeno, y la dirección en la que apuntaba su pata, el origen. Era todo un reloj suizo. Pero el gato no era suizo, era más bien criollo, y le gustaban las tortas fritas.

―¿Y qué más? ―le preguntó Torello, impaciente―, cambio.

La pata izquierda marcaba la temperatura. Así pues, el meteorólogo estaba a la espera de la lectura de temperatura... El gato cambió de la pata derecha a la izquierda y, al parecer, hizo su limpieza con igual ahínco, pues el científico soltó enseguida:

―Aire cálido... tenemos vientos de aire cálido en la estratosfera, señor, cambio.

―Muy bien, déjeme pensar.

Torello encontró en todo ello una excelente oportunidad para redimir su error ante la comunidad... Si el gato no estaba equivocado, entonces él podía ordenar una segunda cruzada contra la pelota. Si lograba sacársela de encima, quedaría tan bien ante la opinión pública que... hasta quizá podría montar su tan anhelado monumento de diez metros de altura de su persona, que quería colocar en la plaza y que los concejales se rehusaron a aprobar.

―¿A qué hora todo esto? ―le preguntó Torello―, cambio.

―Y, mire, el gato dio tres vueltas antes de acostarse... cambio.

Torello observó el reloj: las cuatro y cincuenta, casi las cinco.

―¿A las ocho está bien?, cambio.

―Más que bien, señor Torello, cambio.

―Hasta entonces. Cambio y fuera ―dijo el intendente con apuro.

Torello cambió la onda hertziana de su VHF y se comunicó con las radios de los pueblos aledaños, las cuales tomaron el parte y comenzaron a retransmitir la información poco después en la onda AM, más célebre entre la gente que la VHF.

Luego se quitó los auriculares, puso el reloj en hora, apagó la vela de un soplido y se metió a la cama. Dio una vuelta entre las sábanas y así como quedó durmió.

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