XV. "Nunca."
XV.
"Nunca"
— Aro, Caius, Marcus, La Guardia— comenzó Alice para luego dudar en el último nombre—. E Irina.
— Hija, ven aquí— le ordenó Bella a su hija para sostenerla de forma protectora.
— ¿Por qué? — preguntó Carlisle.
— ¿Qué vio Irina en los bosques? — le preguntó Edward a quienes acompañaron a Renesmee.
— Estábamos caminando— respondió su esposa.
— Ness pescaba copos de nieve— aclaró Jake.
— Entiendo, Irina cree que Renesmee es un niño inmortal.
— Los niños inmortales eran muy hermosos— comenzó a explicarles Jade a Bella, Jacob y Paul, quienes no entendieron de qué hablaba Edward—. Eran encantadores, estar con ellos era amarlos, pero su desarrollo se congelaba a la edad en que cambiaban, descontrolados, desobedientes. Un sólo berrinche destruía una ciudad entera.
— Los humanos oyeron sobre la devastación, corrieron los rumores— siguió Carlisle—. Los Volturis tuvieron que intervenir y como los niños no podían ocultar nuestro secreto debían ser destruidos. Sus creadores estaban muy apegados y pelearon para protegerlos. Se quebraron acuerdos de hace mucho tiempo, muchos humanos fueron masacrados. Tradiciones, amistades, incluso familias perdidas, incluidos los Denali.
— ¿La madre de los Denali creó un niño inmortal? — preguntó Bella.
— Sí, y pagó el precio.
— Pero Renesmee no es como esos niños. No la mordieron, ella nació de mí, ¡crece cada día!
—¿No pueden explicárselo a Los Voluri? — preguntó Jacob.
— Hay suficientes pruebas en los pensamientos de Irina— habló Ed.
— ¡Hay que pelear!
— Sus armas son muy poderosas, nadie puede contra Jane— explicó Jasper.
— Alec es peor— agregó Jade, recordando su encuentro hace unos años, provocando que Paul frunciera el ceño ante tal confesión.
— Entonces los convencemos— dijo inocentemente Bella.
— Vienen a matarnos, no a hablar.
— Tienes razón, no nos escucharán— habló Edward—. Pero tal vez hay otra forma, Carlisle tenemos amigos en todo el mundo.
— No les pediré que peleen.
— No pelearán serán testigos, si suficiente gente sabe la verdad podríamos convencer a Los Volturis.
— Nuestros amigos harían eso— le dijo Esme a su esposo, quien asintió aceptando.
— Yo llamaré a mi familia, sé quiénes nos ayudarán— aclaró Jade, ya que sabía que su abuelo Gerard no movería ni un pelo por unos vampiros.
Paul quien no habló en toda la conversación se encontraba realmente preocupado, no quería que si hubiera una pelea Jade participara, aunque sabía que nada la detendría por lo que debía protegerla a toda costa. Sin embargo, algo lo alertó aún más.
Iba a conocer a la familia de su prometida.
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Jade bajaba sus maletas por la escalera del porche con dificultad, aunque no duró mucho, ya que Paul al verla inmediatamente subió para bajarlas por ella, ganándose un beso de la castaña.
Edward se encontraba en la calle frente a la casa en su auto porque los llevaría hasta al aeropuerto. Este le hizo una seña a Jade para que se acercara y de esa forma hablar a solas con ella.
— Realmente aprecio lo que estás haciendo por nosotros, no tenías por qué hacerlo.
— Eddie eres mi familia, todos son mi familia y amo a Nessie, nunca dejaría que le hicieran daño.
— Lo sé y gracias por eso.
— Siempre.
Edward la abrazó con fuerza, aunque siempre evitando romperla controlando su fuerza.
— Sé que estas comprometida con Paul, aunque no lleves el anillo— susurró en su oído—. Recuerda que puedo leer tu mente.
— Por favor, evita que todos lo sepan, no quiero armar un revuelo ahora que todo esto está sucediendo.
— Tranquila, de quien realmente me preocuparía es Alice, sólo pregúntale a Bella— pero luego de que las palabras salieran de su boca se desanimó.
— Hey, ella volverá— trató de animarlo Jade sujetando su rostro.
Alice y Jasper habían desaparecido, sólo dejando una pequeña nota que no informaba mucho, dejando a todos decepcionados y tristes.
— Las manos dónde pueda verlas, Nosferatu.
Jade río estruendosamente por la referencia de Paul hacia Edward quien también río y dejó de abrazarla al escucharlo.
— Gracias— le agradeció Jade por llevar las maletas, dejándole un beso en su barbilla por no alcanzar sus labios.
— ¡Ya era hora de volver a mi Paris hermosa! — gritó Katherine subiendo al auto vestida como toda una parisina.
— Si sigue así por el resto del viaje, mátame por favor— rogó Felix para luego subir en el asiento del acompañante.
Ambos rieron subiéndose en el asiento trasero junto a Kat y de esa forma comenzaron su camino hacia el aeropuerto, dónde se despidieron de Edward e iniciaron su vuelo.
Paul nunca había viajado fuera de su país, por lo que nunca había subido a un avión provocándole unos nervios incontrolables o eso pensó hasta que Jade comenzó a repartir besos en su cuello para calmarlo.
Luego de las nueve horas de vuelo, finalmente aterrizaron en Paris y pagaron un taxi hasta el hotel dónde se hospedarían una única noche.
No pasaron ni treinta minutos cuando la familia Argent ya se encontraba allí en la habitación, Paul veía como entraban uno por uno examinándolos, la mayoría de ellos era de cabello oscuro al igual que Jade. Primero entró un señor mayor, que imponía respeto por dónde pasaba, dejando claro que él era quien mandaba en la familia, luego entraron tres adultos, un hombre de ojos claros de la mano de una mujer pelirroja, aunque claramente teñida, de cabello corto y una mujer castaña con facciones parecidas a las de Jade.
Pero quienes más le llamaron la atención fueron los que parecían ser los padres de Jade y Kat, los cuales se veían realmente jóvenes, lo que le hizo pensar que su madre debió quedar embarazada en temprana edad. Y supo que eran ellos ya que fueron los primeros en abrazar a sus hijas, mientras que los padres de Felix no se encontraban. Jade lo presentó a su familia como su novio, no su prometido, lo cual a Paul no le molestó, ya que sabía que Jade no quería que haya un revuelo.
— ¡JADE! — el grito de una niña de aparentemente cinco años lo alertó y vio como la pequeña corría a los brazos de su chica, para luego hacer lo mismo con Kat y Felix—. ¡Los extrañé muchísimo!
— Y nosotros a ti, Allison.
— Allison, ven conmigo, deben hablar de algo importante— le dijo Kat sujetando su mano.
— Pero quiero estar con ustedes.
— Y lo estarás, pero primero nosotras iremos por un helado.
La pequeña niña aceptó y ambas salieron de la habitación, provocando un silencio incómodo en esta. Los segundos pasaban y nadie se atrevía a decir nada. Paul sentía la mirada penetrante del padre de Jade en su mano la cual se encontraba en la cintura de su hija por lo que lentamente la sacó de allí. Jade al notarlo, bufó.
— Papá, basta.
— ¿Qué? Debería estar a tres metros de ti.
— Will...— lo retó su esposa, provocando que rodara los ojos al igual que Jade lo hacía.
— Dinos, pequeña— comenzó su abuelo—. Para qué requieres nuestra presencia.
Jade comenzó a contarles lo sucedido a su familia, sobre Reneesme y los Volturi, al terminar la cara de su familia se encontraba sin expresión.
— ¿Estás diciéndonos que quieres que peleemos contra Los Volturi por una niña inmortal? — preguntó su tía Kate.
Pero entes de que ella pudiera contestar, Felix lo hizo por ella.
— Jade ya te lo explicó, tía. Reneesme no es una niña inmortal, crece cada día y no pelearemos con Los Volturi, solo seremos testigos.
Una risa estruendosa y tosca sonó por toda la habitación captando las miradas de todos.
— ¿En serio creen que Los Volturi no pelearán? ¿Qué tan idiotas creen que somos?
— Abuelo...— murmuró Jade a la vez que su madre decía "Papá".
— No, Elizabeth. Ella debe dejar de fantasear, debe dejar de creer que todo es arcoíris y todo irá como ella quiere— su madre se quedó callada dejando que su abuelo continuara—. Los vampiros no son tus amigos, no le debes nada a esa niña y los hombres lobo no son confiables— terminó separando cada palabra de la última oración viendo específicamente a Paul.
— Si te refieres a Paul, él no es un hombre lobo, es un metamorfo.
— Oh, ¿en serio? Y hasta cuando crees que podrá controlarse frente a ti, hasta cuando crees que se controlará de marcarte como suya. Por qué querida, lo noto a kilómetros, este chucho está imprimado de ti y no hay nada que evite que un día te lastime o peor te mate.
Paul sabía que Gerard sólo quería provocarlo para probar su punto, pero en el fondo sabía que cada palabra era verdadera, especialmente que ella era su impronta y no iba a dejarla sola.
Nunca.
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