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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
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Penny salió del baño con la piel húmeda, el pelo mojado y las muñequeras y tobilleras en las manos. Le habían liberado de las ataduras para que pudiera ir sola. Se sentó en la cama y le ofreció las piezas de cuero a Alec y Jagged, entre los dos volvieron a inmovilizarle los brazos a la espalda sin que ella se opusiera.
—Sabía que iba a acabar gustándote —soltó Alec, tirando de sus brazos con suavidad para comprobar que no le apretaba demasiado.
—No es que me apasione.
—¿Has oído eso, Jagged? Deberías de hacer algo con ella.
Con el condón bien puesto, Jagged la obligó a sentarse en su regazo con las piernas a lado y lado.
—¿No te estás divirtiendo, cariño? Porque recuerdo haberte estado oyendo gemir.
—No es eso —replicó con las mejillas teñidas de rojo—. Me gusta poder tocaros.
—Aún puedes hacerlo, aunque sin usar las manos. —Las manos de Jagged se cerraron sobre sus caderas, presionándola contra su erección—. Ahora me estás tocando.
Se frotó contra ella hasta que la hizo jadear y entonces se detuvo.
—¿Quieres que siga o aún no te apasiona?
—Yo creo que no quiere —bromeó Alec.
—¡Venga ya! No me puedes dejar así —se quejó, quiso mover las caderas, pero las manos de Jagged la sujetaban de tal modo que no podía hacerlo—. ¿Quieres que te suplique?
—Yo sí quiero que nos supliques —murmuró Alec—. Me pone a mil que lo hagas.
Jagged la empujó con suavidad, haciéndola levantar el trasero, él no necesitaba que le suplicara, aunque iba a torturarla un poco con un juego que a Alec le encantaría. Dirigió su erección hasta su entrada y la hizo sentarse, enterrándose en ella robándole un jadeo.
—¿Es esto lo que quieres?
—Sí...
Paseó los labios por su cuello, la empujó con suavidad por los codos flexionados, marcando un ritmo lento, pero permitiéndole mover las caderas a placer. Penny jadeó disfrutando de las sensaciones mientras Jagged lo hacía de aquella cara de placer y su respiración. Soltó sus codos de repente haciendo que su erección se hundiera hasta el fondo, se detuvo sorprendida y le miró.
Tiró de sus brazos rompiendo su equilibrio, manteniéndola inclinada hacia atrás con las manos sosteniéndola a la altura de las costillas. En aquella posición no podía moverse, si lo intentaba caería de espaldas, Jagged lo sabía, contaba con ello.
—¿Estás cómoda?
—Cómo iba a estarlo —musitó intentando mover una pierna para buscar estabilidad sin lograrlo.
—Tranquila, no voy a dejar que te caigas.
Aquella posición tampoco era la mejor ni la más cómoda para él, pero le permitía moverse lo suficiente como para complacerla. La embistió con suavidad haciéndola jadear de nuevo, acercándose, lentamente, a un orgasmo. Continuó hasta que algunos gemidos escaparon de su garganta y se detuvo.
Con cuidado la tumbó de espaldas sobre el colchón, entre sus piernas. Jagged la miró con una sonrisa divertida.
—¿Te has quedado a medias, cariño? —Penny frunció el ceño, como si no lo supiera más que de sobras, lo había hecho a propósito—. Toda tuya, Alec.
—Me gusta cuando me la dejas caliente, mojada y dispuesta.
Estaba un poco incómoda, tumbada de espaldas con las hebillas de las correas calvándosele en la piel. Alec coló las manos por debajo de sus caderas y la alzó unos segundos mientras Jagged ponía un cojín a la altura de sus riñones, cuando la soltó la presión en sus brazos se había reducido hasta dejar de ser molesta.
—Aún no estás tan mojada como me gusta —murmuró penetrándola despacio, Penny cerró los ojos y se mordió el labio—. Te gusta, ¿eh?
Cruzó la mirada con el músico entendiendo el nuevo juego. Durante las primeras horas, el viernes por la tarde, le habían regalado tantos orgasmos como había podido aguantar, ahora iban a dejarla al borde hasta que Jagged se aburriera. Le gustaba ese juego, era al que quería haber jugado al principio, hacer que les deseara, así que entró de cabeza en él, dispuesto a disfrutarlo.
Alec buscó un ritmo cómodo para él, pero no tanto para ella.
—Más rápido —pidió jadeando.
—¿Quieres que te lo haga más rápido y fuerte?
—Sí, Alec.
—Pídemelo.
Penny dejó escapar un suave gemido.
—Alec, más rápido, más fuerte, por favor.
—Suplícamelo, señorita Rolling.
—Te lo suplico, por Dios, Alec, te lo suplico.
Sin embargo, no cambió el ritmo. Pensó en Clara y en su manera de suplicar y hablar las veces que habían jugado a aquello con ella, no se parecían en nada, pero iba a divertirse un poco con ella.
—Dime: Alec, te lo suplico, fóllame más fuerte y más rápido.
—Alec —jadeó buscando su mirada—, te lo suplico, fóllame más fuerte y más rápido.
—Quiero que me folles como un salvaje.
—Quiero que me folles como un salvaje —repitió incómoda.
—¿Has oído lo que quiere, Jagged?
—La he oído.
El presentador detuvo sus embestidas, salió de ella y la miró con una sonrisa casi infantil a la que ella replicó con un sonido de protesta.
—Lástima que hayas tardado tanto en pedírmelo, porque ahora le toca a Jagged.
El rockero tomó su lugar, la incorporó con un poco de brusquedad y le dio un beso corto en los labios.
—¿Alec no quiere atender tus súplicas? —La respuesta era evidente, la había obligado a hablar de aquella manera para nada—. Mi pobre, princesa.
La movió de una manera tan rápida y brusca que se sintió desubicada por un momento. En el tiempo en el que le había estado hablando, Alec, había colocado otros dos cojines apilados sobre la anterior, Jagged la tumbó boca abajo, con la pila de cojines bajo las caderas. Se sintió como si estuviera de nuevo atrapada sobre el brazo del sofá, con la diferencia que tenía las rodillas apoyadas sobre el colchón y los brazos atados a la espalda. La hizo separar más las piernas y deslizó el índice entre ellas.
—Estás muy mojada, Penny.
—No puedes quejarte —murmuró Alec revolviéndole el pelo corto y púrpura—. Mira que calentita y dispuesta te la he dejado.
—Voy a calentarla más.
Jagged la penetró con suavidad, el sonido húmedo la hizo sentir una súbita vergüenza que se desvaneció cuando la embistió siguiendo el ritmo por el que le había suplicado a Alec. Jadeó con suavidad acercándose poco a poco al punto en el que la había abandonado tras suplicarle.
—Jagged —gimió deseando que aquel juego de dejarla a medias hubiese acabado al fin—. No pares.
—Tranquila, no voy a hacerlo —declaró cambiando el ritmo rápido por un uno lento, ella jadeó en protesta—. Creía que te gustaba lento.
Ojalá tuviera los brazos libres para poder apoyarse y buscar el ritmo y profundidad que deseaba, porque Jagged no sólo había bajado el ritmo sino que, además, había salido casi por completo de ella torturándola.
—Dile qué es lo que quieres, suplícaselo.
—Jagged...
—No lo hagas, princesa, porque a mí no me gusta que me supliquen como a Alec —la cortó, porque si le suplicaba le daría exactamente lo que quería y el juego se acabaría—. Me gusta oírte jadear, eso es lo que quiero, te voy a hacer jadear hasta que me aburra.
—Por Dios, ¿por qué os gusta torturarme?
Alec soltó una carcajada.
—Es que eres adorable, haces esos ruiditos tan monos —declaró Alec disfrutando de como su respiración había bajado de ritmo de nuevo—. Eres muy sensible, te mojas tanto con tan poco...
—Nos gusta oírte —apoyó Jagged que la embistió con fuerza y de manera profunda arrancándole un gemido antes de volver a salir casi por completo—, como ese gemido tan dulce.
—No es justo.
Jagged hizo oídos sordos a su protesta, siguiendo un ritmo lento y cómodo que para ella debía de ser tortuoso. Jadeaba y de vez en cuando soltaba algún gemido cuando él, durante unos segundos, le daba lo que quería. Se retiró ignorando su jadeo frustrado.
—Tuya, Alec.
No la hizo cambiar de posición, se limitó a tomarle el relevo a Jagged, presionándose contra su entrada sin llegar a penetrarla disfrutando del sonido húmedo de su cuerpo y su respiración anhelante.
—Alec...
—¿Vas a suplicarme, princesa?
—Te lo suplico.
—Puedes hacerlo mejor, di las dos frases mágicas y te daré lo que tanto quieres.
Murmuró algo ininteligible entre dientes, avergonzada, no podía estar segura de que cumpliera con ello, aún y así se llenó los pulmones de aire.
—Alec, te lo suplico, quiero que me folles rápido y fuerte —susurró muerta de vergüenza—. Quiero que me folles como un salvaje.
—Eres una buena chica. Muy bien, si es lo que quieres, lo tendrás.
Dejó de juguetear con ella, penetrándola con fuerza hasta el fondo, sujetando sus antebrazos para poder controlar mejor la fuerza y los movimientos. Penny jadeó complacida, disfrutando de cada embestida fuerte y rápida, de la manera en la que tiraba de sus brazos y la empujaba de nuevo, dejó escapar un primer gemido excitada, lo siguió otro y uno más antes de que Alec detuviera sus movimientos.
—Alec... sigue —rogó frustrada.
—Pídemelo bien.
Jagged movió la cabeza instándolo a seguir, a acabar con el juego de dejarla al borde del orgasmo. Alec asintió con una sonrisa en los labios.
—Dime: Alec, fóllame hasta que me corra.
—Alec —susurró pensando que si la obligada a decir aquello y volvía a dejarla a medias iba a estrangularlo de verdad—, fóllame hasta que me corra.
—Me encanta ese tono tan tímido. Tranquila, te voy a dejar bien satisfecha.
Recuperó el ritmo, la fuerza y la profundidad. Escuchó con deleite los gemidos de su compañera que anunciaban que no iba a tardar mucho en llegar al clímax. Sintió la tentación de obligarla a suplicar por algo más, pero se contuvo al oír su respiración tan agitada y aquellos adorables gemidos cortos antes del largo y sostenido. Alec soltó una risita.
—Ahora deberías decirme algo como: Alec, me has follado como un Dios, has hecho que me corra como una reina.
—Alec, eres un idiota —jadeó derrumbada sobre los cojines.
Jagged soltó una carcajada, se lo merecía por obligarla a decir cosas que la incomodaban. Ahora le tocaba a él compensarla por la tortura.
—¿Rápido o lento? —le preguntó adentrándose en ella con suavidad.
—Rápido.
—Tus deseos son órdenes, cariño.
Se aseguró de que estuviera cómoda, en una posición estable. Siguió el ritmo que le había pedido, se movió como sabía que le gustaba, atento a su respiración.
—¿Más rápido? —jadeó en su oído.
—Sigue así, no te pares.
Ojalá tuviera las manos libres para poder tocarle, lo deseaba tanto. Gimió complacida con cada embestida de Jagged, la respiración en su oído y la mano que le acariciaba con suavidad oculta de la mirada de Alec tras los cojines. Alcanzó el clímax y esperó a descubrir qué pensaban hacer, si seguirían turnándose o harían una pausa.
Las manos de Jagged desataron sus brazos, Alec la ayudó a incorporarse y entre ambos comprobaron que estaba bien, que no le dolían los brazos ni se había mareado por estar tanto rato en la misma posición.
Penny se estiró bocarriba, Jagged la imitó acariciando con suavidad su piel.
—¿No tenéis hambre? —preguntó el músico.
—Muchísima.
—Voy a por el móvil —pronunció Alec levantándose de la cama.
Jagged la besó en el cuello y acarició con suavidad su mejilla.
—¿Estás bien?
—Sí...
—¿Enfadada?
Penny buscó su mirada.
—No, ¿por qué?
—Por la pequeña tortura a la que te hemos sometido.
—Podría haberos pedido que paraseis —susurró acariciando sus hombros—, y no lo he hecho.
—Así que, en el fondo, te ha gustado.
—Pero no quiero que lo repitáis.
—Muy bien, fingiremos que no te ha gustado ni un poquito —declaró besando sus labios con suavidad—. Dejaremos ese juego para nosotros dos solos.
—Me parece bien.
Alec se tiró en plancha sobre la cama con el móvil en la mano. Jagged y Penny se olvidaron de los arrumacos para concentrarse en la pantalla del teléfono y el menú del hotel, ella hizo el pedido.
—¿Una ducha mientras esperamos? —sugirió Jagged.
—Sí, por Dios, la necesito.
—Estoy de acuerdo con la princesa. La necesitamos los tres.
Los tres bajo el chorro de agua caliente se lavaron y tocaron sin pudor alguno, compartiendo besos y risitas. No se parecía a la primera ducha a tres que habían tomado, ya no se sentía extraña ni incómoda. Se secaron y cambiaron la habitación por la sala, Alec entreabrió la puerta de la suite y se asomó al pasillo donde el carrito con la comida les esperaba. Soltó un resoplido al ver a Jagged y Penny acomodados en el sofá de nuevo, llevó el carrito hasta ellos.
—Lo vuestro con el sofá no es ni medio normal.
—Tienes una bonita mesa allí —farfulló Jagged apuntándola—, con sus sillas. Toda disponible para ti.
—Eres un borde —replicó poniendo los ojos en blanco.
—Siéntate aquí, Alec —susurró Penny acariciando el hueco vacío a su lado—. Vamos a comer.
—¿Si lo hago serás buena conmigo?
—Si lo haces no me comeré tu postre.
Jagged soltó una carcajada que se le contagió a Alec.
—De acuerdo, adorable pozo sin fondo, voy a sentarme para salvar mi postre de tu apetito sinfín.
Penny sacó un tema de conversación neutro y tranquilo con el que aderezar la comida, compartieron alguna caricia y, al acabar, se trasladaron de nuevo a la cama. Tras algunos besos y caricias se quedaron dormidos, Alec le abrazaba por la espalda, Jagged la refugiaba con afecto en su pecho. Dormir con ellos era cómodo y agradable.
Se despertó relajada, notó el calor de ambos extenderse por su piel, suspiró sintiéndose a gusto. Sonrió al ver a Jagged dormido, con aquella expresión tranquila, sin su maquillaje, vulnerable. Movió el brazo hacia tras y tanteó aquel fabuloso trasero de gimnasio de Alec.
—Si quieres que te folle sólo tienes que pedírmelo —susurró apretándose contra ella—. El sexo medio dormido también me gusta.
—Idiota —contestó ella con tono divertido.
—Te encuentras bien, ¿verdad?
—Sí, todo bien.
—No nos hemos pasado contigo, ¿verdad? Sé que puedo ser un poco desagradable a veces.
—Tranquilo, todo está bien.
La mano de Alec pasó por encima de ella y acarició con suavidad el hombro de Jagged, se movió buscando más contacto con la piel de Penny.
—Parece que tiene ganas de que le des un poquito de tu magia.
—Vete a la mierda, Alec —farfulló Jagged enterrando la cara entre sus cabellos.
Jagged recorrió su cuerpo con la yema de los dedos haciéndola suspirar.
—¿Te duelen los brazos? —preguntó adormilado.
—No, ni un poquito.
—Bien.
—No me digas que vas a volver a dormirte teniendo a una mujer preciosa desnuda frente a ti.
—Déjame en paz.
Penny acarició su cintura, deslizó los dedos con suavidad hasta su trasero que, a diferencia del de Alec, era blando.
—Tú dormido y ella animada.
—No estoy dormido, te estoy ignorando.
Alec acarició las nalgas de Penny, coló la mano entre sus piernas y empujó su muslo hasta de dejarla reposar sobre la cadera de Jagged.
—Pues mientras me ignoras, nosotros nos divertiremos un poquito.
Deslizó la mano por su vientre hasta llegar a su intimidad. Se mordió el labio al sentir sus dedos recorrerla con suavidad, la agradable sensación le robó un suspiro que hizo que Jagged buscase sus labios para besarlos.
—Las veces que fantaseé contigo nunca me imaginé que algún día acabaríamos así —confesó Alec hundiendo los dedos en ella.
—¿Fantaseabas con ella? —le preguntó Jagged abandonando los labios de Penny permitiendo que sus jadeos fluyeran libres.
—Muchas veces, desde el día en que apareció a tu lado con cara de estar a punto de colapsar.
—Menuda imagen —murmuró ella de manera entrecortada.
Alec rió. Dejó que la mano de Jagged entrase en el juego de caricias.
—La verdad es que, a pesar de parecer a punto de colapsar, tenías un aire muy sexy con los pantalones ceñidos marcando ese bonito trasero.
—¿Con qué fantaseabas? —preguntó con curiosidad ahogando un gemido en el hombro de Jagged.
—Alguna fantasía la hemos cumplido ya. Me gustaba imaginar que me suplicabas bien mojada y caliente —declaró sin rastro de vergüenza—. Con días de sexo sin límites. Torturarte con juguetitos hasta dejarte sin aliento.
—No sé por qué tanta afición a los juguetes —murmuró Jagged—. Tienes manos y lengua para juguetear.
—Pero el juguete no se cansa. Además, le gustan los juguetes, ¿verdad, Penny?
—Sí —logró articular.
—Alguna vez también había fantaseado con compartirte con Jagged —admitió sintiendo como su cuerpo se estremecía con delicadeza mientras trataba de contener sus gemidos—. Convertirte en nuestro juguete, un poco lo que estamos haciendo ahora.
»Admito que me he masturbado muchas veces mientras pensaba en ti.
Penny lamentó no poder moverse, apretujada entre los dos, incapaz de tocarlos y devolverles un poco del placer que le estaban regalando.
—Seguro que Jagged también ha fantaseado contigo muchas veces.
Jagged besó los cabellos de Penny. Si Alec supiera que sus fantasías con Penny eran, en su mayoría, inocentes se moriría de la risa. Porque la mayor parte del tiempo le gustaba imaginar que formaban una familia juntos, Penny había removido su lado más romántico e inofensivo.
—¿No quieres saber qué fantasea Jagged cuando piensa en ti?
Penny murmuró un sí decorado con un par de gemidos que animó a Alec a mover los dedos más rápido.
—Cuéntaselo, Jagged.
—Nunca he fantaseado con compartirla —soltó sin hacerse de rogar—. Pero sí con hacerla desearme.
A Penny le habría gustado poder contestar que eso lo llevaba haciendo casi desde el primer día, lo habría hecho si Alec no hubiera estado allí.
—Creo que te desea bastante.
—Hacerlo con ella en el backstage.
—¿Tras las cortinas o en el camerino? —inquirió Alec con curiosidad genuina.
—Donde pudieran pillarnos con facilidad, tras una cortina, con la puerta abierta, en cualquier rincón...
—Creo que podrías convencerla para hacerlo en un lugar público. A mí también me gustaría tirármela en un lugar público.
Y allí estaba ella, perdida de nuevo, mientras aquellos dos hablaban de hacérselo en un lugar público. Jagged la besó ahogando sus gemidos, la mano de Alec dejó de tocarla y abrió de nuevo el espacio para permitirle moverse.
—¿Te acuerdas de aquella vez que nos lo montamos en la Torre Eiffel? —Rió Alec, Penny se preguntó cuándo había ocurrido aquello y dónde demonios estaba ella—. Casi nos pilla tu productor.
—Habría sido un buen espectáculo —contestó Jagged—. Seguro que hubiera aprendido algo.
—¿La Torre Eiffel?
—Fue antes de que aparecieras —aclaró Alec.
—El rodaje de "estrellas emergentes" —continuó Jagged.
Así que esos dos hacía muchos años que se conocían y tenían encuentros sexuales.
—Cerraron la Torre Eiffel para que pudiéramos grabar sin interrupciones ni fans. —Alec le revolvió el pelo—. Jagged estaba en la parte más alta con el guión entre las manos.
—Y Alec apareció a medio vestir.
—Llevaba la camisa desabrochada, pero él iba sin pantalones —aclaró Alec—. Y le pregunté: ¿no sería increíble montárselo con París a nuestros pies?
—Y te dijo que sí —aventuró Penny.
—¡No! Me miró con una ceja enarcada —soltó riendo—. Le dije: tengo un bote de lubricante y condones.
»Logré que se levantase, con esos horrendos calzoncillos amarillos y que me empotrase contra las rejas de protección.
—Querías ver París mientras te lo hacían y te dejé hacerlo.
—Sigue siendo mi polvo preferido.
Penny no dijo nada, se sentía como una novata entre ellos, lo más similar que había hecho había sido hacerlo con un desconocido en los baños de una discoteca.
—Bien, Penny. ¿Has fantaseado tú alguna vez con nosotros?
Había tenido la esperanza de librarse de tener que hablar de esos, pero no había tenido suerte. Jagged la besó animándola a hablar.
—Alguna vez —admitió con timidez.
—Compártelo con nosotros, mujer.
—Pues... no, es un secreto.
—Eres una chica muy, muy mala y cruel —susurró el presentador—. Muy bien ¿por qué no nos recompensas por lo bien que te hemos satisfecho?
Penny sonrió más cómoda con eso, se incorporó y le miró con aquella mezcla de inocencia y sensualidad.
—¿Qué puedo hacer por ti, Alec?
—Trágatela enterita, siempre me ha gustado imaginarte comiéndomela y, ahora que sé lo bien que lo haces, me parece un buen pago.
Le dio un último beso a Jagged y se acomodó entre las piernas abiertas de Alec, medio estirada para estar más cómoda, le dio un beso en la punta y paseó la lengua hasta la base y de nuevo hasta la punta antes de introducírselo en la boca.
—Daría todo lo que tengo para que me hicieras esto cada día.
—Antes de darlo tendrías que saber si Penny querría hacerlo.
Ella soltó una suave risita contra la punta de su miembro, pero no dijo nada, continuó con su labor haciendo jadear a Alec.
—Quizás podamos llegar a un acuerdo.
Jagged decidió ignorarle, se movió para poder repartir besos por la espalda de Penny, desde sus hombros hasta sus caderas, y su mano acarició la piel sensible de la cara interna de sus muslos; Penny reajustó su posición para poder disfrutar mejor de aquellas caricias siempre deseadas mientras de la garganta de Alec surgían los primeros gemidos.
Las manos de Jagged dejaron de tocarla, se obligó a contener las ganas de protestar y a no detenerse para ver qué estaba haciendo, porque le oía trastear con las cosas desperdigadas sobre las sábanas y no quería más juguetes, no si era con Jagged.
—Joder, joder —jadeó Alec—, qué maravilla.
La mano de Jagged volvió a entrar en contacto con su piel mientras Alec gemía y enredaba los dedos entre su pelo, le alzó la pierna, manteniéndola sujeta por la pantorrilla obligándola a reajustar la posición de su cuerpo girando la cintura lo suficiente como para apoyar la cadera en el colchón.
—Si te hago daño, dímelo —musitó Jagged penetrándola despacio.
No sabía si era la posición, la excitación o que hacía poco que le habían regalado un buen orgasmo y estaba sensible, pero tras un par de embestidas la embargó un intenso placer. Agradeció que los gemidos de Alec se intensificaron anunciando que estaba a punto de correrse, porque sentía que necesitaba más aire con urgencia. Dejó que resbalara fuera de su boca y continuó con las caricias enterrando la cara contra su pelvis. Le salpicó en el pelo y el hombro, pero Penny no se detuvo, ella también podía jugar a aquel juego de la sobreexcitación.
—Joder, Penny.
—¿Vas a suplicarme? —inquirió jadeando divertida.
—Quiero metértela bien hasta el fondo —gimió Alec.
—Ahora mismo estoy ocupada con Jagged —susurró, aunque no sabía cuánto tiempo más aguantaría sin ponerse a gemir y llegar al clímax—. Tendrás que... esperar.
—Mira qué cosas le estás enseñando —murmuró Jagged—. Ahora tendrás suplicarle cada vez que quieras algo de ella.
—Cállate —protestó jadeante.
Quiso seguir con el juego, pero un par de gemidos escaparon de su garganta. Acarició a Alec más rápido satisfecha al sentir cómo se endurecía de nuevo.
—Alec, ¿te estás divirtiendo? —soltó Jagged.
—Joder, no sabes cuánto.
—¿Y tú, Penny, te estás divirtiendo?
—Mucho.
—Bien.
Alec y Penny gimieron al unísono, Jagged les hizo coro, aunque él aún estaba lejos de acabar. Alec volvió a salpicarle el hombro y la espalda sin que Penny se detuviera, a pesar de que sus caricias empezaban a ser erráticas. Con deleite la escuchó gemir presa del orgasmo, pero continuó embistiéndola con fuerza hasta que él hubo acabado también.
—Joder... —repitió Alec una vez recuperó el aliento—. Buena chica, me has dejado seco.
—No has aguantado tanto como esperaba —replicó ella incorporándose, con la respiración agitada.
—Eso es porque es un fanfarrón.
El semen de Alec resbaló por su espalda, no hizo nada por limpiarlo ni aliviar el leve cosquilleo como si ni siquiera notase que estaba allí. A aquellas alturas ya no iba a ser escrupulosa ni tiquismiquis, ya se ducharía y volvería a estar limpia en un santiamén.
—Eres un cabrón —protestó, aunque su tono era tranquilo—. ¿Por qué no se la comes a él ahora? A ver cuánto aguanta.
—¿Vuelves a competir conmigo?
Jagged sonrió con sorna con la espalda perfectamente apoyada en la montaña de cojines como si fuera el amo observado a su harem, después de haber lanzado el condón anudado a la papelera sobre una de las mesillas de noche.
—Adelante, no te reprimas si quieres hacerlo.
Ella le sonrió, claro que quería hacerlo y se moría por hacerlo cuando se quedasen al fin a solas, sin todas aquellas bravuconadas y testosterona batallando. Se acomodó entre las piernas abiertas y flexionadas de Jagged, sujetando su miembro con delicadeza con la mano izquierda y paseó la lengua con cariño.
—Pero cómesela bien, no le des ventaja, princesa.
Aunque Alec no lo hubiera dicho no pensaba reprimirse.
Alec se sentó a observar cómo lo hacía y como, poco a poco, la respiración de Jagged pasaba de serena a acelerada para desembocar en jadeos excitados salpicados con algún breve gemido.
—Es buena, ¿eh?
—Penny...
—Parece que mister Rock'n'Roll está a punto de caer.
Alec se movió. Penny empezaba a conocerle lo suficiente, en aquel campo, como para saber qué iba a hacerla levantar el trasero para penetrarla, aún y así, esperó a la palmadita en el trasero para alzarlo y ofrecérsele. Sintió sus dedos acariciándola, comprobando cómo de mojada estaba antes de decidirse a penetrarla con fuerza. Alec era brusco, pero, de algún modo, lograba no lastimarla. La embistió con fuerza, haciendo que casi se atragantase con el pene de Jagged y la bocanada de aire que trataba de introducir en sus pulmones. Contuvo el aliento buscando sincronizarse con su ritmo, permitiendo que su empuje fuera el que marcara cuando entraba y cuando se retiraba, aprovechando esos segundos para respirar. Sintió su cuerpo vibrar al borde de perderse de nuevo, lista para abandonarse otra vez, pero Alec se detuvo y el vaivén que satisfacía a Jagged lo hizo también. Penny se sintió vacía cuando Jagged salió de su boca, aunque sabía que pretendía que recuperara el aliento.
—Penny —jadeó Alec—. ¿Puedo hacértelo por detrás?
Supo que había esquivado a propósito la palabra "anal" porque la primera vez se había puesto tensa, pero desde entonces su confianza en él, en ambos, había crecido y ya no la asustaba que lo de parar si no le gustaba no fuese de verdad.
—Si no te gusta o te duele pararé. ¿Puedo?
—Sí, de acuerdo —jadeó nerviosa.
Jagged le pasó el bote de lubricante a Alec que lo tomó con decisión.
—¿Es tu primera vez?
—Sí —contestó con sencillez, sabiendo que mentir sería absurdo.
—Tendré cuidado —declaró embadurnando el condón, aunque ya estaba lubricado gracias a la propia Penny. Presionó con suavidad dejando que su dedo corazón se deslizase en su interior—. Al principio te molestará, puede que te duela un poco.
»Si no te gusta o te duele, dímelo y pararé.
—De acuerdo.
Su dedo no la había lastimado ni molestado, aunque la sensación era extraña. Procuró estar relajada. El dedo se retiró, sintió la presión de su erección, soltó un breve quejido cuando empezó a abrirse paso en ella, seguido de unas respiraciones cortas y tensas hasta que Alec se hundió por completo en ella.
—¿Me puedo mover?
Con la respiración trabajosa Penny murmuró un sí y asintió para darle más firmeza a sus palabras.
Alec se movió despacio, buscando un ritmo suave y cómodo para ella, saliendo casi por completo volviendo a hundirse en sus profundidades. Estaba tensa, no se estaba relajando ni una pizca, iba a acabar haciéndole daño.
—Voy a salir, ¿de acuerdo?
Penny no contestó, aunque su respiración aliviada lo hizo por ella. Volvería a intentarlo en otro momento.
Jagged reclinado en la cama, con la espalda apoyada en la multitud de cojines que evitaban que el metal del cabezal pudiera dañar a quien quedaba atado a él, le tendió la mano.
—Penny, ven.
Reprimió el impulso de enroscarse entre sus brazos y lamentarse. Se había animado a intentarlo y había sido un fracaso, Alec estaría decepcionado igual que lo estaba ella. Jagged la acomodó sobre sus piernas, haciendo que pegara la espalda a su pecho, sintió su erección animada en sus nalgas y se mordió el labio.
—Abre las piernas, cariño —ronroneó en su oído—. Vamos a hacer que se te olvide el mal rato.
Penny lo hizo preparándose para una nueva ronda de juguetes forrados de rosa, sorprendiéndose al sentir la mano de Jagged acariciarla con suavidad, encendiéndola con maestría al instante. Relajándola casi al momento.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Siento la irregularidad con las actualizaciones, pero voy fatal de tiempo a causa del trabajo.
En unos cuantos días más.
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