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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

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El sonido del agua de un grifo corriendo la despertó, se sentía agotada, tenía agujetas por todos lados. Podía rememorar cada caricia y beso que había recibido, incluso podía evocar el calor de la piel de Jagged y la de Alec.

Inspiró hondo y entreabrió los ojos. Descubrir que la persona que dormía a su lado era Alec la tranquilizó, eso significaba que si era capaz de levantarse tendría la oportunidad de hablar con Jagged a solas. Porque Jagged le había susurrado al oído que la quería, se lo había dicho por segunda vez.

Se giró en la cama, las agujetas la torturaron, pero logró levantarse. Caminó desnuda, se coló en el váter y al acabar abrió la puerta del baño sin molestarse en llamar, Jagged había llenado el jacuzzi y se había acomodado sin molestarse en encenderlo o echar sales de baño. Penny entró en el agua y él la miró.

—¿Puedo hacerte compañía?

—Es tu suite —susurró divertido—. Es tu jacuzzi.

»¿Estás bien?

—Sí, cansada.

—No me refería a eso.

—Sí, estoy bien —contestó relajada, el agua caliente le iba a sentar de maravilla a sus doloridos músculos—. Fue raro al principio, pero estoy bien, de verdad. No te preocupes más por mí.

Jagged le dedicó una sonrisa que Penny no logró descifrar. Supuso que tampoco se refería a eso.

—¿Era de verdad? —preguntó ella abrazándose las rodillas.

—¿El qué?

—Anoche me dijiste que me querías —murmuró, ella había querido contestarle, pero no había logrado el aliento suficiente para hacerlo—. ¿Era de verdad?

—No es la primera vez que te digo que te quiero, Penny, y siempre te lo he dicho de verdad. Hace mucho tiempo que estoy enamorado de usted, señorita Rolling.

—Jagged...

—No pasa nada, no tienes porqué corresponderme, está bien así.

—No, no lo está —contestó, estirando las piernas, más relajada—. Jagged, yo también te quiero.

—¿Por eso me has estado evitando desde lo del sofá?

Penny sonrió viéndose reflejada en sus palabras, cuando le encaró al día siguiente, avergonzada, había soltado que "lo del sofá" no volvería a repetirse y que lo sentía.

—Sí, por eso.

—Penny, somos dos adultos, podemos hacer lo que nos dé la gana sin que nadie pueda meterse con nosotros.

—Fue por Bob. —Jagged frunció el ceño sin dejar de mirarla a los ojos—. No quería cortar cualquier intento de algo contigo, pero me acorraló en el pasillo.

—¿De qué hablas?

—Me soltó que estabas de muy buen humor, que había hecho un buen trabajo acostándome contigo.

—Bob no tiene manera de saber qué hago cuando no está delante.

—Lo sé, pero me entró el pánico y cuanto más tiempo dejaba pasar más me costaba intentar acercarme a ti de nuevo.

Jagged le tendió la mano, Penny se la tomó y se dejó arrastrar hasta él con una risita, permitiendo que la refugiase entre sus brazos.

—Vamos a solucionar esto, ¿de acuerdo?

—Vale.

—Cariño, sé que el que trabajemos juntos puede ser un problema, pero siempre nos hemos entendido bien y creo que sabríamos evitar que lo personal se mezcle con los negocios.

—¿Sabríamos hacerlo?

—Tú seguro que sí, eres una adulta funcional y responsable.

—¿Y si no funciona?

La besó, haciéndola suspirar. Los besos de Jagged eran maravillosos, apasionados, intensos, pero dulces.

—¿Y si funciona? —susurró contra sus labios—. El riesgo me merece la pena, si tú lo quieres correr conmigo.

—Sí, sí que quiero, pero me da un poco de miedo.

—Tranquila, cariño. Tú consigues cosas que brillan y yo cuido de ti. —La mirada con el ceño fruncido hizo reír a Jagged—. No en modo guardaespaldas, yo no sirvo para eso.

—Jagged, tú eres mi familia, si no sale bien... ¿qué pasará entonces?

Esa era una buena pregunta. Pasaban tantas horas juntos que eran como una familia, tuvo un breve ataque de pánico, pero se recompuso.

—Saldrá bien, confía en mí.

Quería confiar, sin reservas. Tomó la iniciativa, robándole un tórrido beso, repartiendo caricias ardientes a las que Jagged replicó con entusiasmo.

—Sólo por estar seguro —jadeó sujetándola por los brazos, abriendo una leve distancia entre sus labios—. Esto no es por la fiesta, si no porque quieres intentarlo en serio, ¿verdad?

—Es porque te quiero, confío en ti y sí, quiero intentarlo.

Soltó sus brazos y la atrajo hacia su cuerpo de nuevo para poder continuar con los besos y caricias. Penny no necesitaba esforzarse demasiado para encenderle, ni siquiera necesitaba llegar a las caricias íntimas para lograr que desease hacerle el amor.

—Mataría por tener un condón —jadeó Jagged.

Penny rió y se apartó lo justo para mirarle a los ojos.

—Si me sueltas te conseguiré uno.

Rompió el contacto con su piel y la observó estirarse por encima del borde del jacuzzi para abrir la cajonera, hurgó en ella un instante y sacó una caja azul de condones.

—La gente suele guardar esto junto a la cama.

—Bueno, yo no soy "la gente" —repuso ella—. Hace siglos que no tengo tiempo para estar con nadie, así que los estaba dejando caducar fuera de mi vista.

—Eso sería una lástima, vamos a gastarlos.

Le observó mientras se ponía en pie y se colocaba el condón, se sentó en el bordillo del jacuzzi, Penny se acomodó sobre su erección. Las manos de Jagged se cerraron sobre sus senos, le hizo pegar la espalda a su pecho mientras los masajeaba.

Penny se movió con libertad, a su ritmo, disfrutando del modo en el que la cadera de Jagged la acompañaba y sus manos mimaban sus pechos. Echó la cabeza hacia atrás, jadeando y gimiendo, los labios de él recorrieron su cuello, ahogando sus propios gemidos en su piel morena.

—Te quiero —susurró en su oído.

—Y yo a ti, Jagged.

El modo en el que sus cuerpos respondían, el uno al del otro, era casi mágico. Penny se estremeció del placer mecida por las últimas embestidas de Jagged.

Se sentía acalorada, pero aceptó volver a sumergirse en el agua caliente del jacuzzi apagado, Jagged la refugió entre sus brazos llenando de besos su rostro.

—Quiero hacerte el amor hasta el último día de mi vida —le susurró al oído, Penny rió.

—Creo que podemos llegar a un acuerdo sobre eso.

—Cielo... es domingo. —Le miró con el ceño fruncido y entonces cayó en la cuenta, aquella fiesta para tres duraba hasta el martes a mediodía. Eso significaba que quedaban dos días y medio con Alec por allí—. No quiero parecer un cabrón, pero...

—No pasa nada, lo entiendo. Mientras Alec esté aquí todo sigue igual.

—No te cohíbas por mí, ¿entendido?

—De acuerdo, no lo haré.

—Puedes hacer con él todo lo que quieras —declaró con seguridad—. Eres totalmente libre para hacer lo que desees con quien lo desees.

Penny le sonrió.

—Que sí, lo he entendido. Tú también. Pero ¿no te molesta verme con Alec?

—Un poco —pronunció encogiéndose de hombros—, pero me pone ver cómo te excitas cuando te miro; mientras te haga disfrutar no me importa.

—Disfrutar...

—Ya me entiendes, complacerte sexualmente, es bueno divertirse.

—Hasta el martes a mediodía cuando volveré a convertirme en calabaza y en mujer de un solo hombre.

Jagged soltó una carcajada sincera estrechándola con fuerza entre los brazos.

—Penny, gracias por estar en mi vida.

—No me dejaste muchas más opciones, fue casi un secuestro.

Y el hecho de que hubiera sido así le hizo sonreír. Se había cruzado con Penny a la salida de una gala de premios, hablando por el móvil, con pinta de necesitar, urgentemente, unas vacaciones y su simple visión le había fascinado. No sabía a qué se dedicaba, ni qué sabía hacer, si es que sabía hacer algo, pero la necesitaba en su vida. Aquella conexión mágica que había sentido entonces seguía vigente. "amor a primera vista" lo había llamado Alec y, tal vez, hubiera sido eso exactamente, porque Jagged nunca había sentido aquello hacia absolutamente nadie.

La puerta del baño se abrió de golpe, Jagged no la retuvo cuando se incorporó para mirar al sonriente visitante.

—¿Hay hueco para mí o es una fiesta privada?

—¿Has visto algún cártel de "no molestar"? —interrogó Jagged revisando la caja de condones que había dejado Penny en el bordillo y que estaba casi completa.

—Genial, porque necesito que alguien se encargue de esto —musitó señalándose el pene erecto.

Penny le echó una breve mirada a Jagged que asintió invitándola a hacer lo que quisiera con libertad, tal y como habían hablado.

Alec se sentó en el bordillo del jacuzzi con la espalda apoyada en la pared, las piernas separadas esperando a quien tuviera ganas de darle un poco que cariño mañanero a su miembro. Penny gateó hasta a él, situándose entre sus piernas con una sonrisa inocente en los labios. Iba a agradecerle a Alec que la hubiese animado a hablar con Jagged, aunque no hubiese ocurrido de la manera esperada.

—¿Te has levantado hambrienta, princesa?

Penny rió y lo sujetó entre las manos.

—Sí, mucho.

Alec le echó una mirada sorprendida a Jagged que se limitó a sonreír y encogerse de hombros. Hasta el momento Penny se había movido entre la discreción y la timidez, dejándose arrastrar la mayor parte del tiempo, mostrando que, aunque se había relajado, seguía sintiéndose fuera de su elemento.

—Pues abre bien esa boquita, princesa, que se te va a enfriar el desayuno.

Obedeció pausada, torturándole tal y como había estado haciendo con ella, paseando la lengua lentamente, aplicando presión con los dedos en su base, succionando con delicadeza.

—Joder —jadeó.

—Sí, estoy de acuerdo contigo —declaró Jagged.

Se le daba de maravilla, era fantástica. Los dedos de Alec enredándose entre su pelo, jadeando, anunciando el inminente final. Penny soltó una risita divertida cuando Alec gimió y se retiró.

—Le has ensuciado la cara —pronunció Jagged—, límpiasela.

Alec paseó la lengua por su mejilla y aprovechó para robar besos apasionados de sus labios.

—Eres muy buena en esto, te mereces una recompensa por comérmela tan bien. Siéntate en mi regazo, princesa.

Se puso en pie procurando no resbalarse y tomó asiento sobre sus piernas con movimientos sensuales. Alec le hizo separar las piernas colocándolas a lado y lado de las suyas bajo la atenta mirada de Jagged.

—Me he dado cuenta de una cosa, princesa —pronunció con las manos resbalando por sus piernas abiertas, rozando su intimidad y ascendiendo por su abdomen encendiendo la piel a su paso—. No le hemos prestado suficiente atención a este par de tetas tan bien puestas que tienes.

Él no, pero Jagged sí, las había acariciado, besado, lamido, mordisqueado y estrujado mientras le hacía el amor.

—Le vamos a poner remedio ahora mismo.

Jagged se levantó, listo para más, con aquella erección preparada para ella. Alec le apretó los pechos juntándolos, los admiró apoyando la barbilla sobre su hombro.

—Meterla entre ellas debe de ser una pasada —susurró en su oído—. Tan calientes y blandas.

—Siempre puedes probarlas.

Alec se sorprendió por la respuesta y Jagged rió. Las mejillas se le habían encendido, pero no le importaba, ya no era la misma del viernes y si a Jagged le ponía verla disfrutar ella estaba más que dispuesta a regalarle un buen espectáculo.

—La hemos convertido en una princesa pervertida.

—El martes después de comer volverá a ser la Penny de siempre, no tienes de qué preocuparte.

Esperó a que Jagged tomase el reto de hacérselo con su canalillo, pero no lo hizo. Dejó la caja con condones al lado de Alec y se arrodilló entre las piernas abiertas de ambos. Su lengua se movió con maestría recorriendo los espacios que sabía le resultaban más placenteros, mientras una de sus manos se encargaba de Alec. Penny echó la cabeza hacia atrás disfrutando de la combinación de caricias de la lengua en su clítoris, las manos en sus pechos y el eventual roce en la entrada de su vagina de la mano de Jagged que estimulaba a Alec.

—¿Te gusta la lengua de Jagged?

—Mucho —contestó en un jadeo.

—Déjame decirte que tu lengua es mucho mejor que la suya.

Rió de manera entrecortada por la excitación y se concentró en el maravilloso torbellino de sensaciones que se sucedían por su cuerpo.

—Vamos a hacer un trato tú y yo —jadeó Alec a quien las caricias de Jagged le estaban devolviendo las ganas de jugar—. Cada vez que seas buena conmigo haremos que Jagged se te folle, ¿qué te parece?

Maravilloso. Le parecía maravilloso, aunque ahora sabía que no necesitaba complacer a Alec para que Jagged quisiera tocarla.

—O puede portarse bien conmigo y obtener todo lo que quiera cuando lo quiera —replicó Jagged—, sería más satisfactorio.

—También podría portarme bien con los dos —jadeó cuando la lengua de Jagged volvió a recorrerla con esmero—. Y tener doble recompensa, ¿no?

—Me gusta la nueva Penny. —Rió Alec—. Es aún más caliente que la de siempre.

Ella arqueó la espalda y emitió un gemido largo y sostenido anunciando el inminente clímax. Alec jugueteó con sus pezones erectos añadiéndole aún más leña a aquel fuego fuera de control que se desbordó en jadeos rápidos y entrecortados seguidos de un temblor que la recorrió de la cabeza a los pies, Alec le hizo coro.

—¿Vas a portarte bien con ella?

—Sí, pero ahora no —contestó Jagged—. Estoy muerto de hambre, quiero desayunar.

—Ahora que lo dices... yo también tengo hambre —musitó Alec frotándose el estómago.

—Llamaré al servicio de habitaciones —declaró Penny saliendo del jacuzzi para secarse—. Uno de vosotros debería de ir a deshacer las camas para cuando lleguen los del servicio de habitaciones.

—Y a dejar las toallas mojadas —añadió Jagged imitándola—, así conseguiremos unas cuantas secas y limpias.

—¿Vas a dejar que me cuele en tu suite?

Jagged frunció el ceño, no había nada que pudiera usar para exponerlo en una exclusiva, pero imaginárselo campando a sus anchas por su suite no le gustó.

—Yo me encargo de las toallas —replicó finalmente.

—Puedo hacerlo yo —se ofreció Penny, sabiendo que en ella sí que confiaba para quedarse a solas en su suite—. Y así no tienes que salir.

Lo sopesó. Asintió.

Penny encargó el desayuno para tres, se puso por encima un vestido y dejó la suite con las toallas mojadas en las manos.

—¿Le estás dando una pausa?

—He pensado que necesita unos minutos a solas —admitió Jagged.

—¿Para enfriarse?

—Para poner en orden cómo se siente.

—Que considerado —murmuró con sorna.

Alec asaltó sus labios, Jagged no dudó en corresponderle. Suponía que Penny no tardaría en regresar, pero aún y así, recorrió con los dedos la erección de Alec.

—¿Tú también te has despertado con hambre? —bromeó el presentador.

—Yo siempre tengo hambre.

Penny entró a la suite empujando el carrito con el desayuno acabando con el tonteo entre ambos. Se quedó quieta mirándolos.

—Lo siento, ¿interrumpo?

—Estábamos haciendo tiempo mientras nos traías el desayuno.

—Pues se acabó la espera.

La mujer empujó el carrito hasta frente al sofá.

—Hay algo en esta escena que está muy mal —murmuró Jagged moviendo ambas manos. Penny analizó el desayuno sobre el carrito con el ceño fruncido, estaba todo bien—. Es muy bonito, pero va contra las normas.

No se había quitado el vestido al entrar, se le sonrojaron las mejillas. Se plantó frente al carrito, justo frente al hueco vacío del sofá reservado para ella. Coló las manos por debajo del vestido y tiró de él con suavidad revelando su piel desnuda.

—¿Mejor?

—Mucho —respondió sonriendo—. Y ahora siéntate, vamos a desayunar.

Sintiéndose cómoda se sentó entre Jagged y Alec para devorar, con ansias, su desayuno. Estaba hambrienta y cansada, pero satisfecha y feliz. Había creído que aquella fiesta sería un desastre, sin embargo, le había dado la oportunidad de conocer los sentimientos reales de Jagged por ella.

—¿Crees que deberíamos volver a atarla a la cama? —inquirió Alec ganándose un par de miradas curiosas—. Por no haberse quitado el vestido hasta que se lo hemos dicho.

—Un castigo...

—Ya veo que eso de atar a la gente a la cama te va, Alec —murmuró Penny deseando que Jagged no lo aceptase.

—Me encanta, no lo niego.

—Podemos castigarla de muchas maneras —intervino Jagged—, pero se lo ha quitado sin protestar, no deberíamos tenérselo en cuenta por esta vez.

—Ya veo que no tengo respaldo en el método.

Devoraron el desayuno con hambre. Juguetearon un rato en el sofá antes de sacar al pasillo el carrito y regresar a la habitación. Entre Alec y Jagged cambiaron las sábanas y se estiraron casi en sincronía.

—¿Juguetes? —sugirió Alec.

—No quiero más juguetes ahora —musitó Penny.

—¿Y si haces todo lo que te pidamos?

—No sé si el rollo amo-esclava va mucho con Penny —soltó Jagged—. Pero si quiere hacerlo, adelante.

—¿Eso implica hacer cosas que no quiero?

—No, claro que no —contestó el presentador—, puedes negarte, pero te daremos órdenes.

Estaba acostumbrada a las órdenes de Jagged, pero las suyas nunca entraban en el plano sexual, le ponía un poco nerviosa. Asintió.

—De acuerdo, probémoslo.

—Si quieres parar en algún momento dínoslo.

»Muy bien, de rodillas.

Obedeció con calma, pero con curiosidad preguntándose qué iban a ordenarle, porque, aunque Jagged le parecía inofensivo, Alec no. Sólo esperaba que no se pasase y tener que decir que no, no quería tener que romper el buen ambiente.

—Mira a Jagged, creo que se ha quedado con ganas de que le des el mismo trato que me has dado a mí en el jacuzzi —pronunció dándole unas palmaditas en el trasero—. Sé buena y trágatela entera.

¿Era eso lo que quería? ¿Qué complaciera a Jagged mientras él los miraba? Eso no le parecía tan terrible y aún menos difícil de cumplir.

Gateó para alcanzar su objetivo, le echó un vistazo a Alec que había cambiado de posición para poder contemplar mejor la escena.

—Espabila —pronunció el presentador.

Penny regresó su atención a Jagged, paseó los labios por su vientre y obedeció la orden de Alec, los dedos de Jagged se enredaron en su pelo con suavidad.

—¿Este es tu plan? —preguntó en un jadeo.

—Uno de ellos. Me gusta ver cómo menea el trasero.

Sintió que se le encendían las mejillas, no se detuvo notando como se endurecía más dentro de su boca.

—Cuando acabe contigo pienso atarla, pero no a la cama.

—Tendrás que preguntarle si quiere.

Alec rió.

—Le gustará, ya lo verás.

Igual sí, pero Jagged quería protegerla de las ideas extrañas de Alec, porque Penny no era como Clara y había cosas que dudaba que se hubiese ni planteado que se pudieran hacer en una cama. Esperaba que mantuviera un perfil bajo con ella.

—Penny...

La manera en que Penny acompañaba las caricias de su mano con los paseos de su lengua y la delicada succión en su glande, era gloriosa. Le hacía perder la razón.

—Mira cómo le pones, princesa.

La hacía sentir orgullosa el saberlo y sentirlo, en su respiración, los movimientos de su cuerpo, las caricias en su pelo. No se resistió cuando Jagged empujó sus hombros con suavidad, apartándola en el último momento, ensuciando su piel.

—¿Vas a limpiarla? —inquirió Alec riendo, aunque pasó el dedo por su rostro y lo relamió.

—Ya lo estás haciendo tú.

—Bueno... ¿sabéis qué? Lo del rollo amo/esclava no me está entreteniendo, así que ahora voy a atarte otra vez.

—¿Tienes un fetiche con lo de atar a la gente?

—En parte sí —declaró con orgullo—. Lo encuentro divertido.

Penny observó cómo desenganchaba las muñequeras del cabezal de la cama, las manipuló con orgullo, enseñándoselas tanto a Jagged como a ella.

—Ven aquí, princesa —ordenó.

Se acercó a él con sigilo, se colocó en la posición que le pidió. Alec cerró las muñequeras con cuidado, colando el dedo entre el forro y su piel, tal y como había hecho Jagged la primera vez, y después repitió el proceso colocando las tobilleras por encima de los codos.

—Voy a poner las cadenas —le susurró al oído—. Será tu última oportunidad de decirme si te hace daño y quieres que lo afloje.

Le cruzó los brazos por la espalda, asegurando los anclajes de la muñequera con la tobillera del brazo contrario. Alec tiró con suavidad de sus brazos.

—¿Te aprieta o hace daño?

—No, aunque no sé si me gusta mucho tener los brazos atados a la espalda.

—Tranquila, princesa, te va a encantar.

Echó una mirada inquieta a Jagged que movió la cabeza buscando tranquilizarla.

—Cuando quieras parar, pararemos, ¿verdad, Alec?

—Sí, por supuesto.

Sentada sobre las sábanas, con los brazos inmovilizados a la espalda, tragó saliva nerviosa.

—¿Cuál es la finalidad de esto? —la pregunta escapó de sus labios.

—Hemos estado usando juguetes contigo —declaró Alec con calma—. Sobre todo al principio, y te han gustado mucho. Pero ahora tú vas a ser nuestro juguete, vas a ser una buena chica con nosotros y te recompensaremos por ello.

»¿Quieres estrenarla tú, Jagged?

—No, adelante, es toda tuya.

Alec vació la caja de condones sobre la cama, no quedaban demasiados, a Penny le sorprendió, era la segunda caja, no era consciente de haber gastado tantos.

«Y sólo es domingo por la mañana» pensó con un repentino vértigo. Había perdido la noción de las veces que lo habían hecho.

Los dedos de Alec rasgaron el envoltorio del preservativo y se lo puso con facilidad, tomó uno de los botes de lubricante.

—Ah...

—Tranquila, ya me dejaste claro que no quieres, tu trasero está a salvo. Es sólo por si lo necesitamos.

—No la asustes.

—Esa nunca ha sido mi intención.

Alec tiró de ella haciéndola perder el equilibrio, pero ayudándola a mantenerse de rodillas de espaldas ante él. Puso las manos bajo sus pechos, los empujó hacia arriba y apretó.

—Me gustan mucho —susurró en su oído—, son tan blandas.

Se los soltó y sus manos se deslizaron por su piel suave y oscura, mientras Jagged seguía sus movimientos con la mirada.

—A Jagged le pone mirarte, le daremos un buen espectáculo.

Acabó de bajar la mano para enterrarla entre sus piernas, Penny cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás. La acarició con suavidad y besó su hombro, la empujó con algo de brusquedad, obligándola a doblarse por la cintura, la sujetó por los antebrazos impidiendo que llegase a tocar el colchón.

—Alec —susurró nerviosa.

—Tranquila, no te dejará caer —declaró Jagged.

Guio su miembro hacia su entrada y presionó con suavidad, se abrió paso con cuidado tirando de ella por los antebrazos. La empujó y volvió a tirar de ella haciéndola jadear, marcó un ritmo lento acompasando el movimiento de su cadera con los tirones que pegada de sus antebrazos inmovilizados.

—¿Te gusta el espectáculo? —Penny tardó un instante en darse cuenta de que lo estaba preguntando a Jagged—. Su cara de placer, el bamboleo de sus tetas...

—Es un espectáculo interesante —contestó, paseaba la mano por su miembro que empezaba a endurecerse de nuevo—, pero esperaba más de ti.

—Aún no he acabado con ella.

Los movimientos de Alec se volvieron más rápidos y bruscos, el golpeo rítmico entre sus cuerpos. Penny trató de mover las manos para aferrarse a algún sitio sin éxito. Dejó escapar un gemido al tiempo que Jagged le dedicaba una sonrisa divertida, parecía estar disfrutando de aquel espectáculo de verdad.

—¿Estás disfrutando de las atenciones de Alec?

—Sí.

El presentador cambió el ritmo, saliendo muy despacio, hundiéndose fuerte y rápido. Penny se mordió el labio intentando ahogar los primeros gemidos, la mano de Jagged le sujetó la barbilla, su pulgar la obligó a dejar de morderse el labio y se coló en su boca, lo lamió con ansias.

—Quiero oír cómo te hace gemir. —Acató la orden de Jagged, liberando los breves gemidos sin dejar de mirarle a los ojos—. Buena chica.

—Te quejas de mi fetiche de atarte, pero no del de Jagged por oír cómo gimes mientras alguien te folla —declaró entre jadeos.

Si no lo hubiesen hablado en el jacuzzi, tal vez, le habría sorprendido o molestado, sin embargo, sabiendo que quería estar seguro de que disfrutaba no le parecía mal. Jadeó en protesta cuando los movimientos de Alec se volvieron imprecisos y erráticos al alcanzar el clímax.

Se retiró y la acompañó, sujeta por los antebrazos, hasta que su pecho tocó el colchón. Jagged acarició su espalda desnuda, su respiración era rápida, pero estaba lejos de la satisfacción.

—¿Te duelen los brazos o los hombros? ¿Se te han dormido las manos?

—No, estoy bien —jadeó.

—Muy bien, pues vamos a seguir.

Escuchó el crujido del envoltorio del condón al ser abierto. Jagged la incorporó, sin caricias previas o jugueteo, la sentó sobre su erección arrancándole un jadeo excitado. Le juntó los pechos con suavidad, volvió a soltarlos. Apoyó la mano sobre el colchón y se puso de rodillas sujetándole por el vientre con la otra mano.

—¿Estás cómoda?

—Ah... sí.

La sujetó por los codos flexionados, empujándola y tirando de ella del mismo modo en que lo había hecho Alec, acompasando el vaivén de su cadera con los movimientos impuestos. Penny dejó que sus gemidos fluyeran con libertad. Protestó cuando Jagged se incorporó arrastrándola con él.

—¿Se te han acabado las ideas y vas a imitarme?

El músico no contestó, pasó los brazos por debajo de los codos flexionados de Penny, sus manos sopesaron sus pechos y los apretó.

—¿No querías probarlas?

Sin perder un instante Alec se plantó frente a ella, usó una pequeña cantidad de lubricante, y deslizó su erección entre sus pechos. Se mordió el labio complacido.

Jagged reemprendió los movimientos y Alec le sujetó el rostro entre las manos.

—A parte de oírte gemir quiero verte esa carita tan mona.

Empujándola por los codos, embistiéndola con fuerza, con el miembro de Alec deslizándose entre sus pechos al mismo ritmo. Gimió con fuerza, con las piernas inestables, sujeta solamente por los brazos de Jagged bajo sus codos, el agarre en sus pechos y las manos de Alec bajo su mentón. Con gemidos cortos y la respiración entrecortada, Penny alcanzó el clímax, pero Jagged continuó embistiéndola hasta que Alec se corrió sobre sus pechos y él llegó también.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Estoy de vuelta al fin. Jagged y Peny se han confesado sus sentimientos y han acordado seguir adelante con la fiesta, porque divertirse siempre está bien. Nos leemos en unos días.

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