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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

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Penny puso en la pantalla del móvil el menú del día del hotel y las cabezas de Jagged y Alec se pegaron a la suya para poder leerlo. Rebuscaron en la carta algo a parte que pudiera parecerles más apetitoso, pero finalmente se decidieron por los menús. Hizo el pedido a través del teléfono de la suite, dio instrucciones para que lo dejaran en la puerta y pensó en algún tema de conversación mientras lo dejaba en su lugar.

—Tengo que salir a hacer una llamada —murmuró Alec levantándose del sofá para vestirse—. Espero no tardar demasiado.

—Primero Penny, ahora tú. ¿Es que no sabéis desconectar?

—Los adultos tenemos responsabilidades, Jagged.

A Penny le dio la sensación de que era una excusa, que no tenía que llamar a nadie, que los iba a dejar a solas a propósito, pero no dijo nada. Alec le guiñó un ojo mientras cruzaba la puerta de la suite y entonces estuvo segura de que quería dejarlos solos para que hablasen y se confesase.

—Jagged... —susurró, pero no continuó.

Aunque Alec la había animado a decirle lo que sentía no se atrevía. A pesar de haberles dejado a solas, no tenía valor suficiente para decírselo.

—¿Quieres que paremos? —preguntó él malinterpretando su ansiedad—. Ya te dije que podemos dejarlo cuando no quieras seguir.

—No, no es eso.

—¿Te hemos hecho daño? —Sujetó su rostro entre las manos y la miró con preocupación—. ¿Es eso? ¿Te hemos hecho daño?

—No, Jagged, estoy bien —contestó atrapando su cara, acariciando aquella barba suave y bien cuidada—. Tengo agujetas, pero estoy perfectamente.

—¿Necesitas tiempo? ¿Nos hemos pasado?

—Estoy perfectamente —repitió en un susurro—. No era nada importante, yo sólo... quería pedirte perdón por ser tan torpe en esto.

—¿Torpe? Eres extraordinaria. Si vuelves a menospreciarte de ese modo te ataré a la cama de nuevo y dejaré que Alec te torturé con todos los juguetes a su alcance.

Penny le robó un primer beso, lento y afectuoso, él le devolvió uno apasionado, pero sin exigencias. Le siguieron varios cada vez más encendidos y exigentes aderezados con las suaves caricias de Penny en su pecho. Jagged no era uno de aquellos hombres de musculatura perfectamente definida, de pectorales esculpidos y abdominales de piedra, tal vez por eso le gustaba especialmente recorrer su piel.

—Penny, ¿puedo hacerte el amor? —susurró en su oído, aprovechando para morder su lóbulo con delicadeza.

Se le erizó el vello de la nuca. No había usado verbos como "follar", "tirar" ni el simple y frío "hacértelo" o el brusco "echarte un polvo", había dicho "hacerte el amor" como si fuera especial, como si tras la fachada se escondiese un amor profundo y romántico con el que a veces se atrevía a soñar.

—Soy toda tuya —respondió—. Puedes hacer conmigo cualquier que quieras.

Los besos de Jagged migraron de sus labios a su cuello, la recorrió un agradable escalofrío. Penny se movió para sentarse sobre sus piernas sintiéndole duro contra ella, le fascinó que estuviera tan duro con solo unos besos.

—Penny, eres una delicia.

Soltó una suave risita.

—Si me sigues diciendo ese tipo de cosas me lo acabaré creyendo.

—Hazlo —jadeó directo a su oído—. No hay nadie mejor que tú.

Quiso buscar sus labios, besarle en agradecimiento, pero no los encontró. Las manos de Jagged empujaron sus nalgas hacia arriba, arrodillada en el sofá con las piernas de Jagged entre las suyas le lanzó una mirada entre la curiosidad y la sorpresa.

—Relájate, voy a encargarme de ti.

Resbaló por el respaldo del sofá para quedar a la altura correcta. Besó su vientre robándole una suave risita por las cosquillas de la barba, se deslizó por su piel hasta alcanzar su objetivo, escuchó satisfecho el primer jadeo y siguió el hilo de su respiración mientras su boca se movía con maestría y sus manos le masajeaban las nalgas.

—Jagged...

—¿Mmm?

Se aferró con fuerza al respaldo del sofá, las manos de Jagged la sujetaron por el trasero ayudándola a mantener el equilibrio.

—Dios mío, no pares.

Dejó escapar una breve risita, no tenía ninguna intención de hacerlo, iba a aprovechar al máximo el tiempo que tuvieran a solas, iba a regalarle mucho más que sexo. Tal vez Penny no le correspondiera y que aquella fiesta para tres hubiera sido como un añadido de su lista de caprichos, pero al menos le dejaría claro que era un buen amante.

La dejó sentarse en su regazo cuando las piernas dejaron de sostenerla, repartiendo besos por su hombro dejando que recuperase el aliento. Penny atrapó su cara entre las manos y asaltó sus labios con ansia.

—¿Te quedan fuerzas para más? Porque aún no he acabado contigo.

—Sí, sigue.

Jagged sacó un condón de la caja, se lo puso dándole un poco más de tiempo para recuperarse y devoró su boca, acarició aquel precioso par de pechos firmes robándole un jadeo excitado.

—Cada milímetro de ti es magnífico —susurró pegado a sus labios—. El color de tu piel. Cada curva de tu cuerpo. Cada sonido que escapa de tu garganta. Eres arte.

—¿Es de una canción?

Rió, acariciando su pelo corto y rizado teñido de púrpura, robándole un beso corto.

—Sí, de una que estoy escribiendo.

Envidiaba a la persona que la hubiera inspirado. Aunque Jagged no tenía por costumbre escribir canciones de amor, cuando lo hacía, eran mágicas y preciosas. Ojalá aquellas palabras fueran de verdad para ella.

La mano de Jagged se escurrió por su piel, se enterró entre sus piernas haciéndola jadear excitada. La acarició con suavidad acelerándole de nuevo la respiración, logrando que moviera las caderas buscando un contacto más profundo. Jagged dirigió su erección hacia su entrada y ella, de un movimiento preciso, dejó que se hundiera con facilidad.

—¿Rápido o lento?

Penny le miró a los ojos.

—Lento.

Se movió para estar más cómodo, para tener más libertad para acompañar el vaivén de sus caderas.

—Penny, me vuelves loco.

Él sí que la volvía loca, desde el primer día y no necesitaba ni tocarla para hacerlo, le bastaba con hablarle o mirarla.

—Pues acabo de empezar.

Se concentró en seguir sus movimientos, atrapó sus pechos, jugó con ellos; tocándolos, lamiéndolos, mordiéndolos, apretándolos, mientras ella le cabalgaba con movimientos delicados y fluidos.

Cerrando los ojos se preguntó qué iba a ser de él cuando aquella fiesta para tres acabase, ya no podría volver a tocarla, ni hacerle el amor a menos que ella le diese pie a ello, algo que, conociéndola, era poco probable que ocurriera. Se tragó el "te quiero" que amenazaba con abandonar su garganta, porque allí no había sentimientos, sólo sexo sin compromiso.

—Jagged...

El modo en el que jadeaba su nombre le erizaba la piel. Nunca había amado a nadie como lo hacía con ella y eso le abrumaba y aterraba a partes iguales.

—Vuelve a decirlo —susurró atrapándola en un estrecho abrazo.

—Jagged —jadeó en su oído y emitió una suave risita entrecortada.

Penny se estremeció, ahogó un gemido en la boca de Jagged disfrutando de aquellos últimos movimientos imprecisos.

—Cariño, la manera en la que dices mi nombre me hace perder la razón.

—¿Por qué? —preguntó con una inocencia desconcertante.

—Lo conviertes en algo sexy y caliente.

—Me estás tomando el pelo —musitó abriendo un poco de distancia con él y apoyó las manos sobre su pecho—, para que me sienta mejor o algo así.

—Si esa fuera mi intención no necesitaría recurrir a eso —susurró como si estuviera a punto de explicarle un secreto—. Me bastaría con hacer esto.

Sus dedos rozaron su mejilla, se deslizaron por su cuello y dibujaron su clavícula haciéndola suspirar.

—Si mi intención fuera que te sintieras mejor, esto es lo único que tendría que hacer —murmuró y dejó que su dedo resbalara entre sus pechos hasta su ombligo—. Porque esto te hace sentir bien, ¿verdad?

«Mucho». Asintió con las mejillas sonrojadas.

—Y podría continuar bajando —declaró mirándola a los ojos con descaro. Movió la mano cumpliendo con sus palabras—. Acariciarte con suavidad.

—Jagged...

—¿Quieres que pare? Dímelo y dejaré de tocarte.

Sin embargo, lo último que quería era que parase. Enredó la lengua con la de Jagged, igual que ocurrió seis meses atrás deseó que en aquello pudiese leer sus sentimientos.

—Me encanta la manera en que cambia tu respiración cuando te toco, ojalá pudiera oírlo cada día.

—Lo oirás cada vez que quieras hasta el martes.

—Es cierto —musitó con un tono que le pareció de decepción—. Hasta el martes voy a disfrutar de esto cada segundo que pueda.

Aunque ojalá pudiera seguir haciéndolo. Acabó de bajar la mano y la paseó entre sus piernas, acariciándola con suavidad.

Sí, amaba el modo en que respiraba, la manera en que apoyaba los antebrazos sobre sus hombros y enredaba las manos tras su nuca. Sus labios entreabiertos, sus mejillas ruborizadas y sus ojos se empañaban por el deseo.

Ojalá Alec decidiera volver a su casa y pudieran convertir aquello en una fiesta para dos; pero no iba a pasar porque Alec estaba encantado de poder tocar y acostarse con Penny. Bien, no podía culparle, pero ojalá se largase.

Se deleitó con su jadeo, sus dedos se perdieron en su humedad dispuestos a desatar cada uno de aquellos sonidos que la convertían en su canción favorita. Penny cerró los ojos abandonándose a sus expertos movimientos.

El sonido de la puerta la hizo abrir los ojos y volver a la realidad, Alec entraba empujando el carrito con la comida y volvió a cerrar la puerta sonriendo al oírla gemir por las caricias de Jagged.

—Me encanta el hilo musical de esta suite —soltó quitándose la ropa—. Es caliente y excitante.

Jagged dejó de acariciarla, sacó los dedos empapados y le dio una palmadita juguetona en el trasero. Sujetándola con cuidado se incorporó con ella en brazos.

—¿Vas a dejarme así? —protestó, la había dejado al borde del tercer orgasmo, empapada, caliente y jodidamente excitada.

Ignorando como su propia humedad le resbalaba por el muslo siguió la dirección que señalaba el índice de Jagged topándose con el miembro de Alec preparado para un nuevo asalto.

—Tranquila, princesa, voy a hacer que te olvides hasta de tu nombre —declaró el presentador yendo hasta a ella.

Alec tiró de su mano, apartándola de Jagged, guiándola hasta el extremo del sofá, la besó con ardor masajeando sus pechos. La obligó a darse la vuelta con la mano apoyada en su vientre y soltó una risita excitada en su oído.

—Te voy a echar el mejor polvo de tu vida, Penny.

Se dejó reclinar boca abajo, con el vientre apoyado en el brazo del sofá y el cuerpo sobre el asiento, incapaz de tocar el suelo con la punta de los dedos de los pies.

—Estás muy mojada —declaró Alec fascinado.

No necesitaba que lo dijera, lo sabía más que de sobras, había una gota descarada resbalando por su muslo para demostrarlo.

Un gemido huyó de su garganta cuando sus dedos la rozaron. Jagged la había dejado muy sensible y jodidamente excitada. Porque Jagged le había dado un primer orgasmo con su boca, un segundo con su erección y la había dejado preparada para un tercer orgasmo de la mano de Alec.

—No sé si comérmelo o follármelo, ¿qué prefieres, princesa?

Penny movió la cadera de manera torpe, cuando Alec hablaba así la sacaba un poco de sintonía, ya sabía que no iba a cortarse eternamente, que las primeras horas había esperado a que se sintiera cómoda y tranquila, que las concesiones se habían acabado tras la primera penetración. «No hay sentimientos, sólo sexo» se recordó a sí misma, que Jagged hubiese dicho "hacer el amor" no significaba que Alec fuese a comportarse de la misma manera.

—Puedes hacerle las dos cosas —murmuró Jagged regresando del cuarto—. ¿Por qué elegir?

—Nunca me lo he montado con una mujer que estuviera tan mojada —declaró acariciando la línea húmeda, dejando resbalar el dedo índice en su interior arrancándole un jadeo entrecortado—. No necesitaríamos lubricante para jugar los dos con ella.

Se relamió el dedo y cogió un condón.

—Voy a hacer que mojes hasta el suelo.

La perspectiva le pareció maravillosa. Cerró los ojos mientras se adentraba en ella y dejó escapar el aire en un suspiro complacido. El sonido húmedo de su propio cuerpo al ritmo de los movimientos de Alec le encendió las mejillas.

—Alec, no te pares ahora —rogó cuando se detuvo y salió de ella, era la segunda vez en menos de quince minutos que la dejaban al borde del clímax.

Jagged le plantó frente a los ojos tres juguetes azules. Frunció el ceño, ella no quería más juguetes, quería... No eran de color rosa, no eran para ella.

—¿Cuál prefieres, Penny? —Alargó la mano para tocar uno que se parecía a las bolas chinas con las que la habían estado haciendo perder la razón—. Buena chica, toma el mando.

—Ya veo, vas a dejar que se vengue de mí —pronunció con una indignación tan falsa que la hizo reír—. Ya me extrañaba que me la dejases tan caliente, mojada y deseosa así sin más.

Desde la posición en la que se encontraba no podía verlos, la única manera que tendría de hacerlo sería rodar por el brazo del sofá y rezar para caer al suelo de un modo poco patético. Así que se quedó quieta esperando, analizando el mando de cinco velocidades mordiéndose el labio, deseando que volviera a penetrarla y cumpliera con su promesa de hacerle mojar el suelo.

Unos dedos traviesos se adentraron en ella con suavidad alzando aquel sonido húmedo, se pasó la lengua por los labios ansiosa por algo más que unos dedos jugando con ella, jadeó excitada, sin perder de vista cada movimiento de Jagged mientras se sentaba en el sofá junto a ella, con aquel pene duro, alzándose orgulloso, apuntando a su ombligo, preparado para más como una bestia salvaje e insaciable.

Gimió mientras Alec la penetraba de manera brusca y profunda, se movió entrando y saliendo con fuerza, cortándole la respiración cada vez que se enterraba con un golpe seco contra sus posaderas.

—¿Te has olvidado del mando? —preguntó Jagged con una risita.

Penny lo miró, sí, se había olvidado por completo. Pulsó el botón una vez y escuchó con deleite un leve gruñido excitado huir de la garganta de Alec, era absurdo, pero se sintió la dueña de su voz y placer. El ritmo fuerte y constante de Alec empezaba a saberle a poco, presionó el botón de nuevo oyendo el ronroneo del juguete acompañando al de la humedad de su intimidad.

—Joder —jadeó Alec.

Estaba a punto de preguntarle si el juguete le hacía daño cuando su ritmo cambió. La embestidas fuertes y más rápidas la hicieron gemir complacida, aumentó otro punto la potencia logrando que Alec se moviera buscando enterrarse aún más adentro. Gimió extasiada, disfrutando de los movimientos cada vez más erráticos de su compañero, del golpeteo amortiguado de sus cuerpos, de los gemidos propios y ajenos, de los sonidos de ambos, del roce del brazo del sofá en su vientre y caderas, de lo profundo que llegaba y lo duro que estaba. Estaba segura de que si Jagged no la hubiese dejado tan mojada los movimientos de Alec la estarían lastimando, pero los estaba disfrutando de lo lindo. Jagged tomó su mano cuando alcanzó el clímax con un gemido amortiguado contra su brazo.

—Joder, Penny, eres jodidamente sexy.

Sus manos se cerraron sobre su cintura, se encorvó sobre ella intentando retrasar el momento un poco más, incapaz de lograrlo, embistiéndola una última vez antes de derrumbarse sobre ella jadeante.

Jagged le arrebató el mano para apagar el juguete que seguía vibrando incansable.

—¿Os habéis divertido?

—Como nunca —jadeó Alec.

—Sí, mucho —añadió ella.

—¿Queréis seguir adelante?

Penny se mordió el labio cuando salió de ella con suavidad.

—¿Hay algo en mí que te haga pensar que no quiero seguir? —inquirió Alec dándole una palmadita en el trasero a Penny.

—Estoy bien, quiero seguir —contestó ella preguntándose si había hecho algo que le hubiera hecho pensar lo contrario.

—¿Quieres parar, Stone? —interrogó el presentador.

—No. Pero nunca habíamos alargado un encuentro de este tipo a más de unas pocas horas —respondió relajado—. Dentro de poco se cumplirán las primeras veinticuatro horas, por lo que entendería que estuvierais cansados o incluso que no quisierais seguir.

—A ti lo que te preocupa es la princesa de tu reino.

Penny deseó que alguien la ayudara a bajarse del brazo del sofá y pudiera recuperar la verticalidad.

—Es su primera vez en un encuentro así, sí, me preocupa —contestó con sinceridad acariciándole el pelo con cariño—. Y me seguirá preocupando hasta que acabemos.

—Estoy bien, Jagged —musitó con cierta timidez—. Tranquilo.

—Voy a darme una ducha rápida antes de comer, así podréis hablar tranquilos.

»Fíjate —exclamó con una risita—. Hemos mojado el suelo al final.

Se le encendieron las mejillas, deseó de nuevo que alguien la ayudara a bajar de allí y evitar así el ridículo de rodar por él y arriesgarse a caer de manera patética. Jagged tiró de ella con cuidado, ayudándola a abandonar el brazo del sofá, como si le hubiera leído la mente, y a acomodarse exhausta a su lado.

—¿Quieres darte un baño y descansar un poco antes de comer?

Estaba empapada en sudor, sus muslos estaban pringosos y sí, le convenía una ducha y dormir un rato, pero disintió. Se repitió a sí misma que ya no era la misma mujer del viernes a las cuatro, que podía ser decidida y tomar el control, que podía hacer cualquier cosa que desease. Aún deseaba un poco más de Jagged Stone, porqué él había empezado para abandonarla a merced de Alec. Buscó la caja de condones con aire decidido, sacó uno y lo desprecintó.

—¿Aún quieres más, princesa? —preguntó divertido.

—De ti sí —contestó sintiéndose más valiente que en toda su vida—. Mucho más.

Le puso el condón con gesto delicado y paseó la lengua por sus labios, no estaba segura de si aguantaría mucho rato, entre Jagged y Alec la había llevado más allá de lo que se habría imaginado nunca.

—Pues toma todo lo que quieras de mí, cariño, la comida puede esperar.

Penny se entregó a él de nuevo dispuesta a ser ella quien le complaciera esta vez, con besos, caricias y el movimiento suave de sus caderas.

Alec se los encontró enredados, jadeando y sudando, comiéndose a besos. Los observó divertido, aunque Jagged estaba preocupado era evidente que ella estaba dentro de aquel juego y que no se arrepentía de ello.

Calentó la comida en el microondas mientras ellos compartían una rápida ducha. Comieron en el sofá, charlaron de trivialidades. Penny agradeció la tranquilidad porque necesitaba una pausa, ella y su cuerpo, esperaba que ellos también porque así se alargaría un poco más el descanso. Compartieron besos tranquilos y cambiaron el sofá por la cama para dormir un poco.

Cuando Penny abrió los ojos era casi la hora de cenar, maldijo mientras se levantaba y los observó dormir desnudos. No pudo evitar preguntarse si Clara les habría observado dormir también, si se habría sentido afortunada como ella de compartir cama con ellos. Creía que Clara estaba enamorada de Jagged, así que seguramente valoraba el tenerlo a su lado, pero... ¿por qué estaba pensando en eso?

—Idiota —susurró yendo a buscar el móvil olvidado en la mesa frente al sofá.

Si seguía pensando en Clara acabaría deprimiéndose. Pensar en Clara no iba a llevarle a ningún lado. No podía competir con Clara.

—Pensaba que habías huido.

Penny le sonrió a Alec, se sentó en la cama y abandonó el móvil sobre las sábanas.

—El único sitio al que podría huir ahora mismo es la suite de Jagged.

—O la mía, tienes la llave de todas las de la planta, ¿no?

—Cierto —susurró—, pero no tengo intención de ir a ningún lado.

Alec le dio un beso de recompensa.

—Creía que eras tú la que estaba más cansada, pero parece que lo es él. Será la edad.

—No digas eso —musitó dándole un suave empujón—. Jagged tiene problemas para dormir, a veces se pasa la noche en vela.

—¿Forma parte de tu trabajo saber si duerme?

Los dedos de Penny acariciaron con suavidad la pierna de Jagged.

—A veces, cuando no puede dormir me llama, hablamos un rato y cuelga.

—Pues parece que acurrucándote a su lado se le cura el insomnio.

—Alec, ¿qué sientes por él?

—¿Quieres la verdad? —Ella asintió despacio—. Le quise una vez, pero él a mí no. Me atrae, es evidente, tiene ese algo especial que te atrapa. Y, joder, es el mejor amante que he tenido nunca.

—Entiendo.

—Vamos a despertar al príncipe azul, antes de que nos pongamos a hablar de cursilerías.

Alec no quería seguir hablando de ello. Penny le siguió el juego, estirándose junto a Jagged para poder besar su mejilla y acariciar su pecho, Alec a su vez se decidió por algo menos inocente, paseando la lengua por su vientre. Jagged se desperezó.

—Si vais a despertarme siempre así os cambiaré por ese maldito chisme atronador que me amarga las mañanas. —Se mordió el labio inferior cuando el presentador descendió para atender zonas más sensibles—. Mucho mejor que cualquier despertador.

Resultaba que cuando a Jagged se le despertaba con aquel tipo de atenciones respondía con fervor. La cama se convirtió en un torbellino de besos y caricias confusas, hasta el punto de que Penny no tenía claro quién la tocaba a ella ni a quién estaba tocando, la única certeza era que la respiración en su oído era la de Jagged.

Hambrientos dejaron que Penny encargase la cena, compartieron ducha mientras esperaban y devoraron cada plato, sin dejar de meterse mano, antes de volver a la cama.

Se tocaron sin pudor alguno, entregados al placer, sin filtros. Se sucedieron las caricias, los besos, los juguetes, el lubricante y los condones.

Jagged la besó con tanta intensidad que la cabeza le dio vueltas. Alec se había quedado fuera de combate, desnudo, pringoso y espatarrado a los pies de la cama, Penny le miró con un poco de aprensión.

—Olvídate de él —jadeó Jagged en su oído—. Ahora estamos solos los dos.

Y no podía decir que no le pareciese maravilloso, pero tener a Alec dormido al lado era extraño.

—¿Prefieres que vayamos al sofá?

—No, aquí estamos bien —susurró porque la idea de que aquella mano dejase de tocar su piel le parecía terrible—. No haré ruido, lo prometo.

—¿Estás segura de poder cumplir con esa promesa?

Dudaba poder cumplirla, porque Jagged parecía saber qué hacer exactamente para hacerla fundirse de placer, pero asintió con las mejillas encendidas esperando a que volvieran los besos y las caricias pasaran a ser íntimas y ardientes.

—Si estás incómoda avísame.

Se preguntó si iba a atarla de nuevo a la cama, sin embargo, Jagged la tumbó en el colchón con delicadeza. La cubrió de besos y suaves caricias como las que le había dado en el sofá seis meses atrás, tan maravillosas y cálidas, respondió con cariño igual que había hecho en el sofá de la suite de Jagged. Y tenía que admitir que le daba miedo, porque sentirse tan amada durante un rato para después volver a la realidad era doloroso.

—¿Estás bien?

—Sí, muy bien.

—Estás tensa —susurró—, si estás cansada...

Le interrumpió con un beso en los labios y enredó las piernas en su cintura.

—Perdona, tenía la cabeza en otra cosa. Sigue.

—¿En Alec?

Ella disintió con suavidad, aunque no podía decirle la verdad.

—Pensaba en que nunca me habría imaginado haciendo algo como esto y menos contigo.

—¿Por qué trabajamos juntos?

—Eso es. —No era del todo cierto, pero tampoco era mentira, por lo que podía tener la conciencia tranquila—. Se acabó lo de pensar en cosas raras.

—¿Solos tú y yo?

—Solos tú y yo.

La sonrisa de Jagged se dibujó lentamente, como si fuera un crío que acaba de recibir el regalo que más deseaba. Enredó los dedos en su pelo que caía lacio y suave y respondió con facilidad a los besos de Jagged.

Las caricias la hicieron suspirar y soltar una risita excitada, le correspondió con seguridad intentando cumplir con su promesa de no hacer ruido, sabiendo que no podría cumplirla se tapó los labios con la mano.

Acompañó sus movimientos con su cadera y se perdió en aquel ritmo perfecto. Ahogó los gemidos en la boca de Jagged disfrutando del tacto de su piel, de la tensión de sus músculos y del roce entre sus cuerpos. Le miró a los ojos mientras se estremecía, desearía decirle tantas cosas, tal vez si tuviera aliento suficiente lo haría.

—Te quiero, Penny —jadeó en su oído.

Penny gimió y articuló un sonido indefinido sin aliento. Continuó embistiéndola con ritmo constante hasta que acabó, la sujetó con fuerza entre los brazos y le acarició el cabello con afecto mientras recuperaba el aliento. Jagged le sonrió, le dio una palmadita en el trasero y la dejó ir al baño.

Cerró la puerta tras de sí y se sentó en la taza exhausta. Le había dicho que la quería, se lo había vuelto a decir y no había podido contestarle. La primera vez, seis meses atrás, no se había atrevido a decirle que ella también le quería, quizás por miedo a que decirlo rompiese la magia y se acabase todo, mientras hacían el amor en el sofá había deseado que lo sintiera a través de sus caricias y besos, en el vaivén de sus caderas y tejido en cada jadeo y gemido que arrancaba de su garganta o en el modo en que su cuerpo se estremecía bajo el suyo. Y ahora, la segunda, en mitad de una fiesta para tres, decidida a decirle que le quería se había quedado sin aliento y con las palabras atascadas en la garganta. Tenía que decírselo de una vez, aunque rompiese la magia, aunque pudiese perderle o descubrir que, en realidad, él no la quería y que aquellas dos palabras no significaban nada para él.

Cumplió con aquella norma no escrita de que quien pasaba por el baño lo hacía también por la ducha, y regresó hacia la cama.

Alec estaba dormido hecho un ovillo mirando hacia la ventana. Jagged también dormía, panza arriba y espatarrado. Se subió a la cama y se acurrucó apoyando la cabeza en su pecho.

—Yo también te quiero, Jagged. Ojalá lo digas de verdad porque no soportaría que me mintieras en eso.

Sería la única mentira que no podría perdonarle nunca, que le dijera que la quería para después decirle a la cara que era cosa del calor del momento.

—Te quiero. Mucho.

Y la magnitud de aquel sentimiento la sobrepasaba.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! La semana pasada no pude actualizar porque estuve liada buscando muebles para mi casa, pero aquí os traigo el sexto capítulo.
Parece que los sentimientos empiezan a entrometerse en la fiesta privada para tres.

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