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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

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Penny jamás habría imaginado, ni en su fantasía más loca, hacerle una felación a Alec mientras Jagged la penetraba. Nunca. Jamás. Pero había ocurrido y se sentía increíblemente poderosa porque los había hecho correrse a ambos. Jagged se había derrumbado sobre su pecho y Alec a su lado.

De acuerdo, era raro, no podía decir lo contrario, pero en la vida se había sentido más satisfecha que en ese momento. No había sentimientos allí, o al menos no muchos, estaban los suyos por Jagged, esos eran los únicos y mientras siguiesen dentro de ella no habría ningún problema. Aquello no iba de amor, iba de placer.

Sólo sexo. Sexo caliente y alucinante. Ahora que había logrado relajarse y perder parte de la vergüenza se sentía bien, tal vez no del todo cómoda, pero mucho mejor que el viernes a las cuatro.

Con la cabeza de Alec reposando sobre su estómago y la suya descansando sobre los muslos de Jagged se sintió a gusto al fin. Sus manos dibujaron un camino desde los labios de Jagged hasta su ombligo, acariciando con suavidad su piel combinando el roce de sus yemas con el de las uñas.

—Me encanta eso que haces.

—No hago nada especial —murmuró divertida.

—Pues sigue con eso nada especial que haces.

Con una risita observó como el miembro de Jagged se contoneaba con suavidad en respuesta a sus caricias. Era hipnótico y fascinante. Lograr que se le endureciese con algo tan inocente como unas caricias en la barriga, parecía irreal, casi como un sueño absurdo.

—Nuestra princesa tiene unos dedos maravillosos —susurró Alec recibiendo con gusto la atención de la otra mano—. Toda ella es una delicia.

—No me toméis el pelo.

—Aún hay muchas cosas deliciosas que quiero probar contigo —continuó el presentador.

—Tenemos mucho tiempo todavía —murmuró Jaggged—. No llevamos ni veinticuatro horas con esto.

Era cierto, Penny tomó consciencia de ello, apenas era sábado por la mañana y aquello duraba hasta el martes a mediodía, así que aún quedaban tres días de desnudez y sexo sin compromisos. Estaba agotada, ¿podría aguantar tantos días? Igual si se alargaban los ratos como aquel, de caricias suaves y conversaciones simples, lograría reponerse lo suficiente hasta el siguiente asalto.

—¿Pretendes seguir torturándome con los juguetes? —preguntó con curiosidad.

—Un poco, pero sobre todo quiero probar ese trasero.

—¿Qué?

La risita de Alec la puso nerviosa y las caricias cesaron.

—Ya me entiendes, un poco de sexo anal. Seguro que Jagged también se muere de ganas de hacértelo.

Penny le miró como si con ello pudiera leer la respuesta en sus ojos, Jagged desvió la vista a Alec.

—¿No lo has hecho nunca?

—No, nunca —respondió incómoda—. No sé si quiero hacerlo.

—No tienes que hacerlo si no quieres, sin justificarte —le recordó Jagged—. Estamos aquí para divertirnos, no para pasar un mal rato.

Sin embargo, se había puesto tensa. No podía culpar a Alec por proponer hacer algo que le apetecía, pero no había elegido el mejor modo de hacerlo y no debería de haber continuado al ver que se ponía nerviosa. Tendría que haberlo propuesto entre caricias íntimas y jadeos, en un momento en el que estuviera más predispuesta a planteárselo, no en frío. Alec nunca había sido muy oportuno eligiendo los momentos para soltar las cosas, y Jagged sintió que debería de haberlo previsto.

—Estoy seguro de que se divertiría mucho.

—Es decisión suya, no nuestra, déjala.

Alec captó el mensaje y el leve tono de amenaza que había aflorado en la voz de Jagged. Le sonrió con inocencia y se incorporó para besar sus labios con candidez.

—No temas, princesa, no te voy a hacer nada que tú no quieras —susurró paseando la lengua por su labio inferior—. Siento haberte puesto nerviosa.

—No pasa nada, estoy bien.

Pero seguía tensa; a Jagged le frustraba que Alec hubiese acabado tan de repente con el delicioso placer que le habían estado otorgando las inocentes caricias de Penny sobre su abdomen, que hubiese roto aquel delicioso contraste entre la mujer apasionada y la mujer inocente de un modo tan abrupto.

Jagged se movió, dispuesto a ayudarla a relajarse de nuevo. Acarició su muslo con suavidad, repartiendo besos delicados, arrancándole un suspiro. Penny respondía bien a aquel tipo de atenciones y caricias, a la inocencia del primer contacto, al ritmo lento y pausado, a la promesa velada de mucho más. Él le daría cualquier cosa que desease, cuando lo desease y tanto como lo desease, siempre.

—Eres lo más bonito que he visto nunca.

Penny se rió, Jagged adoraba el modo en que se reía cuando soltaba alguna cursilada, ya fuese dirigida a ella o a cualquier otra persona, incluso a Fang, porque eso no encajaba en su papel de rockero rebelde, porque la gente creía que era incapaz de sentir algo real por nadie.

—No te rías —musitó con falsa ofensa—. Te abro mi corazón y te ríes de mí.

—Deberías castigarla, Jagged —pronunció Alec que había guardado silencio mientras Jagged obraba su magia y le devolvía la calma.

La torturó con una caricia sutil, un débil roce en la ingle que la encendió al instante.

—No debería, voy a hacerlo.

El movimiento de Jagged la obligó a levantar la cabeza de su muslo y a buscar un equilibrio precario apoyando el codo sobre el colchón. La erección de Jagged chocó con la punta de su nariz cuando él enterró la cara entre sus piernas dispuesto a hacerla volar de nuevo. Apenas necesitó rozarla con la lengua para robarle un breve gemido excitado. Empujó su pierna, Alec se la atrapó contribuyendo a que aquel precario equilibrio se convirtiera en una preocupante inestabilidad.

La erección de Jagged volvió a chocar con la punta de su nariz cuando paseó la lengua por su humedad. Se dejó caer en el colchón incapaz de mantener el equilibrio y jadeó perdiéndose en el ritmo de su lengua. Podría quedarse allí inmóvil disfrutando de mimos, pero ya no era la misma mujer muerta de vergüenza y fuera de lugar que les había dejado entrar en su suite, tampoco a la que habían atado al cabezal para el juego de confianza. Besó la base del pene de Jagged con afecto, sujetando sus testículos con la mano, y paseó su lengua por su envergadura. Jagged jadeó en respuesta, haciéndola chocar otra vez con la punta de su nariz.

—Muy bien, divertíos sin Alec —protestó el presentador cuando Penny lamió con esmero el glande de Jagged. El rockero abandonó su tarea un momento para alargar la mano hacia a él y atrapar su erección para acariciarla—. Oh, vale, bien.

Los mimos a tres bandas subieron de intensidad mientras se sucedían los jadeos y gemidos. Penny dedicó caricias largas y delicadas con sus dedos, hundiéndolo en su boca, paseando su lengua por cada milímetro con los sonidos que escapaban de la garganta de Jagged como guía, sintiéndole moverse excitado, buscando el fondo de su garganta. Penny dejó que le salpicara en los labios y ensuciase su mejilla. Sintiendo la falta de aliento buscó los labios de Alec con urgencia. La lengua de Jagged se tomó una pausa, el sonido de un vibrador al ponerse en marcha le hizo mover la cadera buscando su contacto encontrándolo con facilidad. Los labios de Alec abandonaron los suyos y pasearon por su cuello, resbalaron por su clavícula y se entretuvieron con sus pechos compartiendo la atención con sus manos.

Cuando Jagged paseó el vibrador por la humedad entre sus piernas, Penny, se dio cuenta de que Alec tenía su muslo atrapado. Había respondido al placentero contacto tratando de entrecerrarlas, encontrándose con que la mano de Alec tiraba de ella obligándola a mantenerlas abiertas para Jagged. Dejó escapar un gemido trémulo y se retorció un poco buscando otro modo de controlar la respuesta de su cuerpo. Movió las caderas buscando más que un juguete rosa vibrando, pero sin encontrarlo.

—¿Quieres que Jagged te lo haga?

—Sí —jadeó deseosa.

El músico soltó una risita excitada.

—No, no, esto es un castigo —declaró apoyando la punta del vibrador en su entrada—. No voy a darte lo que quieres, Penny, aunque me lo supliques.

»Pero vamos a hacer que grites de placer para nosotros, no te preocupes.

Alec abandonó sus pechos y buscó otro vibrador, el aparato ronroneó en su mano y emitió un sonido húmedo, que la hizo sonrojar más, cuando lo embadurnó de lubricante. El presentador lo acercó a su entrada y el sonido húmedo fue más intenso que el producido por el lubricante, escuchó una risita, aunque no supo de cuál de los dos era y jadeó y se contorsionó mientras la penetraba con él a un ritmo tan lento que era casi como una tortura.

—Cariño, estás tan mojada —jadeó Jagged preguntándose si sentir celos de un estúpido juguete rosa no debía de ser síntoma de alguna patología sexual extraña—. Acabamos de empezar, ¿podrás aguantarlo?

Oh, por Dios. No sabía si iba a aguantarlo, si no la matarían de placer antes de darse por satisfechos. Estaba a punto de volverse loca, incluso estaba más que dispuesta a que Alec hiciera con ella cualquier cosa que desease, lo que fuera, sin límites.

—Seguro que lo intentará, es una valiente.

Alec deslizó el vibrador lentamente hasta sacarlo casi por completo y volvió a enterrarlo hasta el fondo a un ritmo tan lento que Penny sentía como sus músculos se contraían a su paso. Jagged seguía paseando el otro por cada rincón sensible de entre sus piernas, la combinación era tan increíble que no podía más.

—Ay, Dios mío —jadeó aferrándose a las sábanas con fuerza—. Madre mía.

—Diría que ninguno de los dos está ahora mismo en esta cama, cariño —susurró Jagged dejando un pacífico beso en su ombligo—. Pero puedes decir nuestros nombres si lo deseas.

El ritmo lento y tortuoso marcado por Alec la hizo estremecer de placer, la mano de Jagged le impidió mover las caderas para acelerar el contacto o volverlo más profundo.

—No, no, no. Ahora manda Alec.

—Alec... —gimió, pero no pudo continuar.

Jagged liberó su cadera y Alec soltó su pierna, permitiendo que se enroscase sobre sí misma, moviendo las caderas de manera espasmódica. Dejaron de torturarla con los vibradores, dándole margen para recuperarse, compartiendo besos y caricias entre ellos.

—La princesa se ha dormido.

El jadeo de Alec en su oído le hizo mirarla. Con las mejillas encendidas y hecha un ovillo, respirando pausada, se habían estado empleando a fondo con ella, asegurándose de que disfrutase al máximo de cada caricia, beso o penetración, así que no le sorprendía que estuviese agotada.

—Déjala dormir un rato —contestó acariciando la erección de su compañero—. La despertaremos para comer.

—¿Vas a jugar ahora conmigo?

—Para eso estamos aquí.

Alec soltó una risita en su oído.

—Yo estoy aquí para tirarme a la mujer a la que quieres.

—Pues tendrás que conformarte conmigo, porque está dormida y nadie va a tocarla mientras lo esté.

—¿Vas a follarme como lo has hecho con ella?

Jagged le empujó sobre el colchón, Alec le miró relamiéndose los labios, esperando su siguiente movimiento. Le dejó colarse entre sus piernas, besarle con pasión y acariciarle con descaro. A veces sentía que odiaba a Jagged por ser capaz de provocarle tanto con tan poco. Otras, deseaba que fuera su amante habitual, para poder disfrutar siempre de todo aquel despliegue y pasión. Pero no se podía tener todo en la vida y le tocaba contentarse con los encuentros como aquel, calientes y esporádicos, algo que aquella fiesta para tres parecía estar amenazando seriamente.

El contraste del frescor del lubricante con el calor de su cuerpo le hizo tener un escalofrío, Jagged dejó escapar una risita mientras se hundía en él.

—No te rías, esa cosa está helada.

—No recuerdo que ella se haya quejado.

—Ella es una valiente —replicó con un jadeo—. Yo no.

—Pues vamos a hacerte entrar en calor, hombre no valiente.

No era difícil dejarse arrastrar por él, sus movimientos rítmicos e intensos. A Alec le hacía perder la razón, también cuando era brusco con él, porque incluso entonces se esmeraba en complacerle.

—Joder, me pones a mil —soltó olvidándose de que había una mujer agotada durmiendo a su lado.

Jagged acarició su erección mientras le embestía con fuerza, marcando un vaivén intenso y rápido con las caderas. Jadeó, acoplándose a su ritmo, ayudándole a llegar más al fondo entretanto su mano seguía masturbándolo con maestría. Aquel glorioso polvo sólo podría mejorarse si fuese la boca Penny la que estuviera atendiendo a su erección. Soltó un gemido al imaginárselo, tendría que proponerlo, tenían que hacerlo.

—¿Ya? ¿Tan pronto? —inquirió Jagged con un punto de malicia en la voz al verle retorcerse y eyacular.

—Cállate y sigue.

La fantasía de tener a Penny atendiéndole le había calentado demasiado rápido. Cuando se despertase iba a asegurarse de obtener un poco de su magia.

—Mierda, joder —gimió de manera entrecortada—. No te pares o voy a matarte.

La risita excitada de Jagged le hizo contorsionarse buscando aún más profundidad. Se dejó girar dócil, disfrutando del choque entre sus cuerpos y de cada sonido que se escapaba de la garganta de Jagged, cada vez más cerca de alcanzar el clímax. Se deleitó con el gemido en su oído, del beso sediento en sus labios y de los últimos movimientos erráticos e imprecisos que anunciaban que él también había acabado.

Alec procuró regular su respiración.

—Hacía tiempo que no me follabas así. —Sus encuentras sexuales se había reducido a cero en el último año, aunque Alec sabía que no había dejado de atraerle sexualmente—. ¿Es por ella?

—¿Por qué me preguntas eso?

—Recuerdo que a la anterior le ponía el saber que te lo montabas conmigo —murmuró acariciando con calma el pelo salpicado de morado de Jagged—. Teníais un jueguecito muy interesante montado.

—Teníamos una relación abierta —declaró echándole un vistazo a la mujer que dormía ajena a todo a su lado—. Nunca fuimos en serio.

—Ella no me parece de ese tipo. Ella es el único motivo coherente que se me ocurre para que hayas dejado de acostarte con gente que te atrae cuando se te pone a tiro.

—Lo dices como si me acostase con cualquier cosa que respire.

Alec rió y la miró también.

—Sé que tampoco te ves con Clara y sé lo mucho que te ha puesto siempre esa mujer.

—Clara debería aprender a estar callada.

—A veces nos vemos —pronunció comprobando que a Jagged no le sorprendía que lo hiciera—, y suele quejarse porque ya no le haces caso. Se siente abandonada.

—No la he abandonado porque nunca he estado con ella.

—Menudo gilipollas eres, no te das cuenta de nada,

Jagged le atizó un manotazo en el centro del pecho que le hizo soltar todo el aire de golpe.

—Fue Clara la que me metió la mano en los pantalones, le dejé claro que no sentía nada por ella —farfulló molesto—. Cada vez que ha pasado algo entre nosotros me he asegurado de que quedase claro. Así que no me vengas con esas.

—Vale. Eso no cambia el hecho de que desde que la akumatizaron has cortado con las relaciones esporádicas —pronunció señalándola, dejando claro que era ella quien le había hecho cambiar—. Porque a ella no creo que le guste compartirte con otro si tenéis una relación.

—A lo mejor estoy cansado de relaciones vacías.

—¡Claro que sí! —exclamó con tono sarcástico—. Por eso mismo estamos aquí los tres jugando a las casitas entre polvo y polvo.

—Es un regalo de Penny.

—Nada sugerido por ti en un momento de estupidez de macho alfa.

—Gilipollas —espetó Jagged apartándose de él, para estirarse al otro lado de Penny como si quisiera usarla a modo de barrera entre ambos—. Vamos a acabar despertándola.

Alec sonrió, no le preocupaba despertarla, lo que le molestaba era que se hubiese dado cuenta de que aquel cambio a hombre formal era por ella, que estaba haciendo méritos para que ella le considerase como alguien digno para estar en su vida.

Jagged deslizó con cariño la yema de sus dedos por la clavícula de Penny que se desperezó y fue sorprendida por un par de besos, uno en la frente, el otro en el hombro. Sonrió ubicada.

—Lo siento, me he dormido.

—Tranquila, estás muy mona cuando duermes.

—Alec tiene razón. Y creo que necesitabas un descanso.

Buscó los labios de Jagged recibiendo un beso lento, después buscó los de Alec encontrándose con su lengua preparada para explorar su boca.

—¿Por qué no charlamos un rato y así nos conocemos más?

—Cuidado, Penny, Jagged quiere conocer todos tus secretos.

—No tengo muchos y los que tengo son aburridos —respondió aún adormilada—. Así que no hay mucho en lo que hurgar.

—Vamos, ¿la mánager de Jagged Stone tiene una vida aburrida? —Rió Alec plantando la mano sobre el estómago de Penny—. Aunque sólo sea por todo lo que te hace correr arriba y abajo debes de tener un montón de anécdotas divertidas que contar.

—Sólo le hago buscar cosas con brillos —intervino Jagged—. No es tan emocionante como parece.

Penny le miró con una sonrisa en los labios, lo que acababa de decir Jagged era lo que decía ella cuando le soltaba que le exigía demasiado.

—Vale, pues cuéntanos alguna intimidad. ¿Has salido con muchos chicos?

—¿Estamos en el insti?

—Ni de coña, odiaba el instituto —se quejó Alec—. Pero quiero saberlo.

—Pues... en realidad no. Soy un desastre en las relaciones, tampoco es que haya tenido nunca mucho éxito en ese campo.

—Déjame decirte que son unos idiotas —protestó Jagged—. Y que necesitan graduarse la vista con urgencia, porque eres preciosa.

—Peor para ellos, se han perdido a una gran amante.

Sintió sus mejillas encenderse, agradeció los cumplidos con besos y caricias suaves.

—Hace tiempo que no tengo una relación seria con nadie —continuó sin abandonar las caricias—. El último me dejó porque trabajaba demasiado.

Alec le echó una mirada a Jagged que acababa de fruncir el ceño.

—¿Hablas de aquel idiota que siempre estaba pegado a su teléfono móvil? —preguntó Jagged con tono molesto.

—Sí, ese mismo.

—¿Él podía pasarse el día pegado a su teléfono y tú no podías trabajar?

—Bueno...

—Pues déjame decirte que no necesitas a ese tipo de gente de mierda en tu vida. Puedes hacer lo que quieras, Penny, eres una mujer, no el adorno colgando del brazo de un gilipollas.

—Veo que no te caía muy bien —musitó Alec divertido.

—No, nunca he pretendido lo contrario.

—Tú tampoco le caías bien —declaró ella.

—Fantástico, lo contrario me hubiera preocupado.

Si su teoría era acertada, a Jagged no le gustaba aquel tipo porque estaba con ella, y al tipo en cuestión no le gustaba Jagged porque debía intuir que Penny podía acabar fijándose en él. Las giras, la vida emocionante acompañando a una estrella del rock, un tipo aburrido no podía luchar contra eso, era evidente que Penny no era el tipo de mujer dispuesta a convertirse en una ama de casa que se limita a esperar el regreso de su marido con la cena caliente sobre la mesa. Era el tipo de mujer aventurera e independiente.

—Por cierto, ¿qué edad tienes? —cambió de tema Alec repartiendo besos por su clavícula.

—Treinta y cuatro ¿por qué?

—Eres la más joven de esta cama y Jagged el más viejo.

—Oye, no soy tan viejo, tú no eres precisamente un crío tampoco.

—No soy yo el que le saca casi diez años.

Jagged era ocho años y pico mayor que ella, lo sabía y no le importaba en absoluto. Incluso creía que no se notaba demasiado.

—Si llego a saber que ibas a meterte con mi edad hubiera invitado a ese presentador tan guapo del telediario —farfulló Jagged molesto—. Seguro que es alucinante en la cama y menos tocapelotas que tú.

—Pero a mí me conoces y sabes que trataré bien a tu princesa, que puedes confiar en mí.

—Dejad de pelearos —rogó Penny—. Parecéis un par de niños en el patio del colegio.

—Eso te convierte a ti en nuestra sexy profesora, ¿vas a castigarnos?

Le pareció excitante, estaba a punto de contestar con un "sí" cuando su teléfono, el de mánager, resonó por la habitación.

—Pensaba que esa cosa estaba apagada —se quejó Jagged.

—No puedo apagarlo, ya lo sabes —replicó ella levantándose para cogerlo—. Dejé aviso de que no me llamasen a menos que fuera una urgencia, así que debe de ser algo importante.

—¿Más que nosotros tres? —preguntó ofendido.

La llamada se cortó antes de que pudiera descolgar, en la pantalla se encontró con un nombre: Bob.

—Mierda.

—Ya te dejarán el mensaje en el contestador.

—Es que era...

El móvil volvió a sonar, el nombre de Bob llenó la pantalla y ella se lo mostró.

—Ni hablar, no le contestes —ordenó el músico.

—No dejará de llamar hasta que lo haga, lo sabes de sobras.

Odiaba a Bob, nunca le había caído especialmente bien, ni al principio; de hecho, no sabía ni porqué había firmado con su productora ni porqué le había dejado decidir sobre su carrera durante una temporada. Le odiaba y sabía que Penny tenía razón, que seguiría llamando sin descanso hasta lograr que le contestase.

—Vale, descuelga —refunfuñó.

—Hola, Bob. ¿Pasa algo? —Penny frunció el ceño y suspiró—. Es que no estamos en el hotel, no te han engañado.

El chico del servicio de habitaciones había dicho que pediría que dijeran que no estaban. Apreciaban lo suficiente a Penny como para enfrentarse a aquel cabrón y sus gritos. Se sentó en la cama y gateó para sentarse entre los dos.

—¿Me tomas el pelo? —soltó moviendo la mano bruscamente—. ¿Es que no te has enterado? ¡Claro que no estamos en el hotel!

Alec la miró sorprendido por el tono molesto y firme que acababa de emplear.

—¿Que dónde estamos? ¿Me lo estás preguntando en serio? —Jagged frunció el ceño, no sabía cómo iba a escaparse de uno los interrogatorios de acoso y derribo de Bob—. En el infierno, ahí estamos, o al menos yo lo estoy. ¿Es que no lees las noticias?

»Se plantó ayer en mi puerta y me dijo: te voy a llevar a un sitio genial, Penny, te lo pasarás bien —murmuró como si estuviera a punto de romper algo contra una de las paredes—. Y como soy idiota, pensé: oh, vale, vamos a ese sitio genial, Jagged, claro que sí. Fantástico, pasármelo bien para variar será maravilloso.

»Y no, esto no es nada fantástico ni maravilloso. Estamos en Toulouse en una convención de banjos, laudes, ukeleles o yo que sé qué instrumento de cuerda —soltó y suspiró—. Y ¿sabes qué? Que llevo media hora encerrada en el lavabo de un bar porque si tengo que escuchar una canción más voy a estrangular a alguien. Ojalá pudiera estar en el sofá comiendo helado y viendo alguna peli, eso sí que sería genial. Y mira, voy a colgar ya, porque si sigo aquí más rato llamarán a los bomberos para que me desalojen. Adiós Bob.

Jagged ahogó la risa contra la palma de la mano mientras ella colgaba.

—¿Convención de banjos? —preguntó Alec riendo—. Menuda imaginación.

—Si lo busca en internet sabrá que le has engañado.

—Técnicamente no lo he hecho. Hay una, de ukeleles creo. Tengo una amiga a la que le encantan esas cosas.

—Eres ágil montando excusas —la alabó Alec.

—Sí, bueno, he perfeccionado la técnica en el último año.

Jagged supo que era a causa de él, porque en el último año había empezado a sentirse especialmente molesto por tener que trabajar con Bob y era a ella a quien le tocaba dar la cara y enfrentarlo.

—¿Qué tipo de helado? —inquirió Jagged—. Has dicho que preferirías estar comiendo helado.

—Mi favorito es el de chocolate belga con galleta, si me dejas a solas con el contenedor me lo puedo comer entero.

Alec soltó una carcajada.

—En serio, no sé dónde metes lo que comes —le dijo.

—Me paso el día corriendo arriba y abajo —pronunció y se encogió de hombros—. Creo que lo quemo antes de llegar a digerirlo.

—Lo siento, te exijo demasiado.

—Sólo busco cosas que brillan, no es para tanto.

Jagged le echó un rápido vistazo al reloj en la mesilla de noche de Penny y suspiró.

—Tengo que ir a abrirle la puerta a la canguro de Fang.

—¿Existen canguros para cocodrilos?

Penny rió, ella sabía quién era la canguro de Fang y también que le entretendría durante un buen rato en su suite, también que era probable que le sometiese a un intenso interrogatorio.

—Mi madre —contestó como si fuera lo más obvio del mundo—. No le gusta mucho, pero nunca se ha negado a cuidarle cuando es necesario.

»Comportaos mientras no os veo.

Jagged se vistió con pereza y descalzo abandonó la habitación dejándolos de nuevo a solas.

—¿Su madre? —inquirió con una carcajada.

—No suele tener que hacerse cargo de él a menudo. Créeme, no es fácil encontrar un hotel de mascotas que acepte a un animal que podría zamparse al resto sin inmutarse.

—Supongo que has tenido que buscar alguna vez.

—Sí y fue un desastre. A Fang no le gustó nada el lugar, logró escaparse —explicó como si hubiese sido una aventura dramática—, se puso a buscar a Jagged por la calle y casi acaban abatiéndolo a tiros. Una vez y no más.

»Si a ese animal le hubiese pasado algo Jagged no lo habría superado. No sé cómo acabaron juntos, pero se adoran mutuamente.

—Es un animal extraño, no se comporta como un lagarto gigante.

—Lo sé, es hasta adorable, como un perrito que puede arrancarte el brazo de un mordisco.

Alec le acarició el brazo con suavidad. No quería seguir hablando del cocodrilo mimado de una estrella del rock, quería seguir con su labor periodística y hurgar un poco más en los sentimientos compartidos de esos dos idiotas.

—Igual la cago con lo que estoy a punto de decir —murmuró Alec dándole un toquecito con el dedo en la punta de la nariz—, pero voy a soltarlo igualmente.

»Estás enamorada de Jagged.

—Yo no... te equivocas.

—Es evidente, cómo le miras, cómo le tocas. Es obvio.

—No es... —Penny soltó un suspiro y le miró agobiada—. No se lo digas, por favor.

—No voy a hacerlo, pero deberías de hablar con él y decírselo.

—No puedo, Alec. Si Jagged se entera será un desastre. Trabajamos juntos, soy su mánager, él no...

—Ahora mismo te estás acostando con él, bueno con los dos, ¿qué diferencia hay? —preguntó moviendo la mano—. Sabes que lo que estamos haciendo aquí va a cambiar vuestra relación de un modo u otro. Compartir sentimientos no va a suponer un cambio tan drástico.

—Los sentimientos lo cambian todo.

Alec le acarició el pelo con afecto.

—No cambiarían gran cosa y creo que puedes intuirlo sin mucho esfuerzo.

—¿A qué te refieres?

Se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa juguetona.

—Mira cómo te está cuidando, cada vez que te digo algo que no te gusta tiene ganas de echarme a patadas. Piensa un poco y encontrarás la respuesta tú solita.

—Creo que se siente culpable por haberme metido esto en la cabeza, por eso se preocupa por mí.

—Ajá, claro, eso debe de ser. Mi consejo para el día de hoy es que te sientes con él y habléis de verdad. Dile que le quieres.

Le pareció más dispuesta a salir huyendo del hotel desnuda que a decirle a Jagged lo que sentía.

—Necesito una ducha —declaró Alec—. ¿Te duchas conmigo?

—Sí, yo también necesito una.

—¡Fantástico!

El presentador se levantó de un brinco y la ayudó a levantarse haciendo que soltase una breve maldición a causa de las agujetas, la entendía perfectamente, él empezaba a tenerlas también.

Penny abrió el grifo y reguló la temperatura del agua, se dejó empujar bajo en chorro mientras Alec la besaba de manera apasionada. No dejaba de sorprenderla el hecho de que acabase de pedirle que le confesase sus sentimientos a Jagged y ahora estuviera comiéndole la boca entretanto le acariciaba los pechos.

«Tú insististe en esto —se recordó a sí misma—. Un trío con Jagged y Alec, cuatro días de sexo sin compromiso con los dos. Sin sentimientos.»

Era una estupidez esperar que Alec no buscase contacto íntimo con ella por mucho que hubiera descubierto que estaba enamorada de Jagged. De hecho, si hubiese cambiado su actitud se habría molestado con él.

Le permitió explorar su piel con total libertad y ella hizo lo mismo, sin manías ni remilgos, sin que los sentimientos entorpecieran el excitante reconocimiento del cuerpo de un hombre que le había atraído desde el momento en el que le conoció. Sin preocuparse de nada que no fuera el placer propio y el ajeno.

—Cómo me pones —susurró Alec en su oído—. Es una lástima no ser yo quien te gusta porque podría pasarme el día entero mimándote.

—Entonces acabarías arruinado, porque se necesita un trabajo para vivir bajo un techo.

Le revolvió el pelo empapado.

—Tú eres el cerebro del equipo, es evidente.

—Tampoco aguantaría este ritmo durante mucho tiempo —musitó, ni con él ni con Jagged—. Estoy agotada y no han pasado ni veinticuatro horas.

—Puedes seguir con las breves siestas, nadie te culpará por ello.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola! Quinto capítulo con Alec hurgando en los sentimientos de Penny por Jagged.
El ritmo de actualización pasa de semanal a quincenal, porque pronto empieza el Fictober, después el NaNoWriMo y tengo que ir planificándolo y, también, porque tengo que estudiar.

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