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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

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Penny pasó todo el jueves con Jagged y esquivó la fiesta de cumpleaños de la noche. A Jagged no le molestaba que evitase todo aquel jaleo, entendía que le resultaba molesto y le valía con que cumpliese con aquella tradición de comer juntos y las felicitaciones privadas. Se metió en la cama temprano y se topó con una agenda vacía al despertarse. La mañana del viernes pareció alargarse, sin más llamadas que una de Jagged que apenas duró treinta segundos, se encontró dándole vueltas y más vueltas a lo que estaban a punto de hacer.

Estaba a punto de acostarse con dos hombres, con los dos a la vez. Iban a tirársela los dos a la vez.

—Por Dios, Penny, ¿en qué estabas pensando?

La respuesta era fácil: no estaba pensando realmente. Ella no tenía ni idea de cómo funcionaba aquello, tampoco de qué se suponía que tenía que hacer. Quería estar con Jagged, quería hacer algo especial por él. Sabía más que de sobras que aquella idea nunca habría cruzado su mente si Jagged no la hubiera soltado. Y era idiota, porque podría haberle dicho a Jagged que quería que aquellos días estuvieran los dos solos, mimándose, queriéndose, desnudos... y que a él le habría parecido fantástico. Pero no, se había obstinado en lo del trío y ahora estaba a punto de entrar en pánico como una cría sin experiencia.

Penny se metió en la ducha después de comer, mientras se secaba se miró en el espejo de cuerpo entero, desnuda y con la piel húmeda, se preguntó si su cuerpo les gustaría. Su cintura era estrecha, eso era algo que la había acomplejado durante años. Y sus pechos que su primer novio había etiquetado como ridículamente pequeños, pero el último como demasiado grandes, a ella siempre le habían parecido de un tamaño normal, aunque no sabía realmente si lo eran o no. Soltó un suspiro, tenía una cantidad ridícula de complejos estúpidos que deseó no se manifestaran durante aquellos días. Sacudió la cabeza y empezó a vestirse tratando de mantener los nervios a raya.

Cuando Penny acabó de arreglarse el pelo le echó un vistazo al reloj que colgaba de la pared, quedaban cuatro minutos para la hora acordada. Inspiró hondo y dejó escapar el aire en un bufido entre los dientes.

—Ponte algo fácil de quitar —le había dicho Jagged y ella había tenido que vaciar todo su armario para dar con algo que cumpliese con esa petición. Encontró un vestido de color crema, sin tirantes, que se anudaba bajo el pecho y cuya falda era corta y estrecha. Se lo había comprado con el primer sueldo como mánager de Jagged, su tono hacía que resaltara el de su piel y eso había bastado para quedárselo, aunque si se paraba a pensarlo se lo habría puesto dos veces.

Penny se miró en el espejo y tiró de la falda hacia abajo, estaba ridículamente nerviosa. Nadie la había obligado a aceptar aquella locura de meterse en la cama con Jagged y Alec, había sido decisión suya. Iba a acostarse con los dos y estaba batallando con una falda por si se le veían las bragas blancas de encaje.

—Cálmate —se ordenó a sí misma—. Todo va a ir bien, es lo que querías —se dijo, aunque no era del todo así, porque lo que quería realmente era pasar aquellos días desnuda con Jagged.

Dos toquecitos sobre la puerta de su suite la sobresaltaron, inspiró hondo y sintió la boca seca por los nervios. Era idiota. Dio un último tirón a la falda.

—Por Dios, parece que vuelvas a tener dieciséis y sea tu primera vez.

Y se sentía justo así, aunque era un tipo diferente de "primera vez". Sujetó el pomo e inspiró hondo de nuevo antes de abrir la puerta. Jagged estaba apoyado en el marco como si llevara media vida esperando a que le abriera y estuviera cansado y Alec, detrás de él, le sonrió calmado.

Bien, la única al borde de un ataque de nervios era ella.

—¿Podemos pasar o acampamos en el pasillo?

—Lo... lo siento, pasad —tartamudeó abriendo del todo y echándose a un lado para que pudieran entrar—. ¿Queréis tomar algo?

Alec soltó una risita, Penny supo que acababa de hacer una pregunta ridícula por culpa de los nervios.

Jagged dejó las dos enormes bolsas que cargaba en el suelo, la agarró por la muñeca y la llevó hasta la otra punta de la suite, lejos de Alec.

—Penny, estás a tiempo de cancelarlo.

—¿Por qué iba a hacerlo? —preguntó mirando los pies de Jagged, estaba descalzo.

—Porque estás temblando.

Penny se miró las manos dándose cuenta de que era verdad, se sintió estúpida por ello y todavía más por el hecho de que Jagged se hubiera dado cuenta.

—Estoy bien, sólo un poco nerviosa —susurró deseando que su voz sonase firme—. Es la primera vez que hago esto, estoy bien.

—Repetir cien veces la misma mentira no la va a hacer verdad.

Vio a Alec que los observaba con curiosidad desde la distancia. Suspiró.

—Quiero hacerlo —insistió con determinación—, aunque puede que me cueste un poco arrancar.

—De acuerdo —concedió el músico—. Penny, si en algún momento quieres parar dímelo, ¿entendido?

—Te lo prometo.

Y, aunque Jagged no parecía muy convencido, la llevó de vuelta junto a Alec que les sonrió.

—Hay dos normas —soltó Jagged—. Lo que pase en esta suite jamás saldrá de aquí, no lo hablaréis con nadie, ni amigos, ni familia, ni prensa.

—Ya sabes que no lo haré —contestó Alec. Penny recordó de repente el día en que se los encontró montándoselo en el suelo, sabía que no la habían visto, pero habrían oído el portazo que dio al huir avergonzada.

—No diré nada —secundó ella.

—Segunda norma: si Penny no quiere hacer algo no se hace.

Alec la miró con curiosidad, pero asintió con firmeza.

—No hay problema.

—Eso significa que te niegues cuando quieras, Penny, ¿lo has entendido?

—Lo he entendido.

—Fantástico, pues vamos a empezar.

Penny no se movió cuando Alec alargó la mano para tocarla, pero se sintió extraña cuando Jagged se metió entre medio impidiendo que lo hiciera. El tórrido beso que compartieron frente a ella le encendió las mejillas.

«Ay, Dios mío» pensó mordiéndose el labio inferior, nerviosa, pero con una leve excitación que se enredaba en su estómago. Se imaginó que la besaban de aquella manera y se le cortó la respiración.

Las manos de Jagged se colaron con soltura y sin vergüenza bajo la camiseta de Alec y se deshizo de ella sin sutilezas. La prenda arrugada en el suelo captó la atención de Penny durante unos segundos, los que tardó Alec en jadear y devolverla a la escena que se desarrollaba frente a sus ojos. Las manos de Jagged no habían perdido el tiempo y habían desabrochado el botón y la cremallera del pantalón de su compañero de besos y, su derecha, se movía con maestría sobre aquella erección oculta por los calzoncillos negros.

Penny sintió ganas de que aquellas manos la estuvieran tocando a ella, pero no se movió, con la cara ardiendo dejó escapar un suave suspiro cargado de deseo.

Las manos de Alec buscaron a tientas el borde de la camiseta de Jagged y, entonces, Penny se movió. Si había alguien en aquella habitación que fuese a quitarle la ropa a aquel músico caprichoso sería la persona que pasaba horas buscando las prendas extrañas que pedía y, esa persona, era ella.

La mano de Penny se coló entre ellos, tirando de su barbilla obligó a Jagged a girar el rostro hacia a ella rompiendo aquel beso. Asaltó sus labios, poniéndose de puntillas, Jagged la pegó a su cuerpo con fuerza y aquella mano, la que había estado acariciando a Alec, corrió por su muslo hasta su trasero levantando la falda, le apretó la nalga y Penny jadeó en su boca.

Penny tiró con determinación de aquella camiseta amarilla que le había comprado hacía unos meses hasta deshacerse de ella, abandonándola junto a la de Alec.

Aquella mano, la que presionaba las cuerdas sobre los trastes, le masajeó el trasero, Penny jadeó deseando que se olvidase de masajes, la empotrase contra la primera superficie firme que encontrase y le hiciera el amor como un salvaje mientras Alec les miraba. Sin embargo, Jagged no lo hizo. El músico movió la otra mano, la que acariciaba las cuerdas con mimo durante las baladas, retirándola de su nuca y alejándose de su piel, supo adónde había ido a parar en cuanto sintió a Alec pegarse a su espalda y su erección presionarse contra su trasero. Penny jadeó de nuevo en la boca de Jagged cuando su mano se movió en una suave caricia por su muslo para perderse entre sus piernas y la tocó sobre la tela de las braguitas.

—¿Bien? —preguntó Jagged contra sus labios.

—Sí —jadeó.

Su cuerpo se movió en reacción a aquella placentera caricia, arqueó las caderas hacia atrás y separó un poco las piernas para facilitarle los movimientos, Alec reajustó su posición, frotó su erección contra su trasero remangando más su estrecha falda. Los labios de Jagged abandonaron los suyos y buscó los de Alec por encima de su hombro, el sonido húmedo de aquel beso la puso a cien, casi tanto como lo hacía la mano de Jagged entre sus piernas o el ritmo en el que Alec frotaba su erección contra el espacio entre sus nalgas. Jadeó excitada, lamentando no tener ninguna boca que besar. Las manos de Alec se plantaron en sus caderas, ascendieron por su cintura y se afirmaron sobre sus pechos.

Pensó en cuanto deseaba que la mano de Jagged se colase por debajo de las bragas y la tocase directamente cuando se dio cuenta de una cosa. Jagged la estaba tocando a ella, Alec se autosatisfacía restregándose contra ella mientras le tocaba los pechos, pero nadie estaba haciendo nada por Jagged. Se armó de valor para salir de aquel rol pasivo que la vergüenza le había hecho adoptar y desabrochó sus pantalones. La erección de Jagged se movió bajo el tacto de sus manos, respetó aquella barrera de tela que ninguno se había saltado. Jagged jadeó, Penny supo que era por lo que estaba haciendo cuando movió la cadera hacia a ella y continuó, adelante y atrás al ritmo de sus caricias. Alec fue el primero en acabar con un jadeo largo y sostenido, le siguió ella de manera irremediable y un poco ridícula al oírle y, finalmente Jagged que se pegó con fuerza a su cuerpo.

—Espero que el vestido no sea muy caro —murmuró Alec jadeando—. Te lo he manchado.

—Da igual —contestó refugiada entre los brazos de ambos—, no es más que un vestido.

—Te compraré otro igual —declaró Jagged.

—No lo uso nunca, no importa.

El músico los besó a ambos en los labios y rompió aquel abrazo a tres que compartían, con aquella sonrisa de estrella traviesa paseó la mirada por ambos.

—Alec, quítate los pantalones.

El presentador se quitó las deportivas y se deshizo de los pantalones y calcetines, dejándolos arrugados junto a las dos camisetas. Jagged le imitó y Penny se encontró entre dos hombres en calzoncillos, unos negros, los otros rojos.

—¿Por qué no jugamos un poquito con Penny? —inquirió Jagged mirándola divertido.

—¿Jugar conmigo?

—Me encantaría jugar con Penny —admitió Alec.

—Confías en mí, ¿verdad? —le preguntó recortando la distancia con ella.

—Sabes que sí.

—Si no quieres algo dímelo —le susurró de nuevo al oído.

Penny asintió y Jagged le robó un suave beso que contrastaba con los que habían estado compartiendo hasta aquel momento.

—Muy bien, Alec, mantén entretenida a nuestra princesa mientras preparo algunas cosas.

Alec asintió y recibió con gusto el beso de Jagged, el músico susurró a su oído como había hecho con ella y desapareció por la puerta de la habitación cargado con las dos bolsas. El presentador se le acercó despacio con aquella sonrisa seductora estampada en los labios, esta vez no se quedó petrificada rodeó su cuello con los brazos y tomó la iniciativa para besarle, enredándose con su lengua y permitiendo que sus manos vagaran por su torso desnudo.

Jagged le había susurrado que ni se le ocurriese quitarle la ropa a Penny, que podía tocarla cuanto ella quisiera, pero nada de quitarle la ropa. Alec no podía decir que se sintiera especialmente sorprendido por ello porque, Jagged, estaba coladísimo por ella, aunque no lo dijese abiertamente. Lo que sí que le sorprendía era que la hubiese dejado a su cargo.

Alec tiró de ella y la sentó en el borde del sofá, Penny, con la falda remangada y el resto del vestido amenazando con desmontarse le miró desconcertada con un punto de timidez que le aceleró el pulso. Penny era muy bonita y le gustaba mucho, pero ella no sentía aquella misma atracción irrefrenable hacia a él, aún y así pensaba aprovechar aquello al máximo. Empujó con delicadeza sus hombros obligándola a apoyarse en el respaldo en un equilibrio precario, deslizó las yemas de los dedos por su cuerpo disfrutando de la diferencia de tacto entre su piel y la suave tela del vestido, recorrió sus muslos y se detuvo sobre sus rodillas. La miró. Penny se mordía el labio con las mejillas ruborizadas sin rastro de algún tipo de miedo. Con un gesto preciso la hizo abrir las piernas y se arrodilló entre ellas. Jagged le había dicho que no podía quitarle la ropa, pero no que no podía apartarla un poco.

Alec recorrió con la lengua la cara interna de sus muslos haciéndola jadear, aprovechó el momento en el que alzó levemente las caderas para colar el dedo índice entre las bragas y su piel para tirar con suavidad lo justo para que la tela dejase de estar tensa sobre su intimidad y le permitiese juguetear sin incumplir la orden de Jagged. Había sido a penas un roce, pero un gemido se abrió paso entre sus labios, Alec se sorprendió, porque no esperaba que hubiese llegado tan rápido a aquel punto de necesidad.

—Ahora empieza el entretenimiento de verdad, princesa —declaró echando a un lado la tela de las bragas.

Penny sintió su respiración chocando con sus labios y casi al momento su lengua dibujando círculos. Suspiró complacida, jadeó cuando succionó su clítoris y soltó un breve gemido cuando al jugueteo de su lengua se le unieron un par de dedos que se colaron en ella sin encontrar resistencia.

Alec podría escribir un libro con todas las veces que había fantaseado con esa mujer, que la tocaba, que lamía cada milímetro de ella, que la hacía gemir su nombre y que le hacía el amor. También que Penny le amaba a él, pero en la vida real no era así, apostaba a que le atraía Jagged, pero no estaba seguro. No podía olvidarse de eso, tenía la oportunidad de retozar con ella porque quería hacerle un regalo especial por su cumpleaños, aunque, como le había dicho a Jagged, no iba a reprimirse por él.

Penny arqueó la espalda y jadeó excitada.

Iba por buen camino, lo sabía, el ritmo de su respiración había cambiado. Se esmeró en complacerla con su boca, también en el ritmo y la fuerza con la que metía y sacaba los dedos de ella. Estaba mojada, cada vez más, iba a ser el primero en lograr que se corriera y le daba igual Jagged.

Penny soltó un gemido, perdida en el ritmo de Alec, el placer la envolvía en una cálida caricia que extendía el calor desde su entrepierna al resto de su cuerpo. Se movió, giró la cara reajustando su posición y le vio. Jagged estaba allí de pie mirándola mientras Alec seguía lamiendo cada rincón de su entrepierna, le pareció molesto por un momento como si se sintiera traicionado.

Penny soltó un gemido mordiéndose el labio, la mirada de Jagged, la lengua y los dedos de Alec... alargó la mano hacia Jagged que se la sujetó con afecto. El músico se movió sin soltarla, colocándose a su altura detrás del respaldo para poder besarla con intensidad. Enredó las manos tras la nuca de Jagged, balanceó las caderas. Sus gemidos se ahogaron en la boca de Jagged, deseó que la tocase, pero él no lo hizo, se limitó a besarla tragándose sus gemidos como si no quisiera que nadie más pudiera escucharlos.

Respiró de manera entrecortada, derrumbada en el sofá sin atreverse a mirarlos a ninguno de los dos directamente, excitada y muerta de vergüenza.

—Está todo listo —declaró Jagged acarició sus cabellos mientras recuperaba el aliento—. Podemos empezar.

—Genial. —Alec se relamió y se puso en pie—. Ha sido un tentempié delicioso.

Jagged la tomó en brazos como si no pudiera caminar por sí misma, la estrechó con fuerza como si quisiera darle algún tipo de consuelo a lo que Penny respondió con un delicado beso en sus labios.

—Estoy bien —susurró anticipándose a su pregunta—, de verdad.

—Muy bien, porque vamos a jugar un poquito contigo.

Penny seguía preguntándose qué demonios quería decir con eso de "jugar con ella". Refugiada entre sus brazos cruzaron la puerta que separaba la sala del dormitorio, analizó el espacio que había cambiado desde que se había levantado por la mañana. Las sábanas eran diferentes a las del hotel, había un par de muñequeras de cuero sujetas con una cadena al cabezal de hierro de la cama, una montaña considerable de cojines, juguetes sexuales de tres colores diferentes desperdigados por la cama, varias cajas de condones apiladas en su mesilla de noche y botes de lubricante. Penny tomó consciencia de que aquello iba muy en serio.

—¿Qué has hecho con mis sábanas?

—He pensado que no podrías explicarles las manchas a los del servicio de limpieza sin acabar sonrojándote —declaró, le sorprendía que pudiese ser tan inocente a veces—. Cuando se ensucien tiraremos estas, pondremos otras y listo.

—No lo había pensado —admitió.

—Me veo en la obligación de recordarte que puedes negarte a cualquier cosa que no quieras —murmuró Jagged dejándola sobre la cama con la espalda apoyada en los cojines—, ya sea porque no te gusta, porque te hace sentir incómoda, porque te hace daño o porque no quieres y que no tienes que justificarte. Si dices que no es que no, sin condiciones.

—¿A mí no me lo recuerdas? —preguntó Alec con sorna.

—Tú sabes más que de sobras cómo funciona —replicó atrapando sus muñecas en aquellas muñequeras de cuero, coló el dedo entre el forro y su piel para comprobar que no le apretaban—. Tampoco recuerdo que te hayas negado nunca a nada.

»Penny, si en algún momento no puedes hablar tendrás que golpear al que sea de los dos tres veces seguidas con el talón, ¿de acuerdo?

—De acuerdo.

La mujer los miró a ambos sin saber qué pensaban hacer con ella. A ambos sólo les quedaban puestos los calzoncillos, los de Alec de color negro, los de Jagged de un intenso color rojo, mientras que ella seguía vestida, aunque con la falda remangada y las bragas de encaje lo suficientemente bajas como para que le resultaran incómodas y dejasen entrever su piel.

—Alec, si...

—Si Penny no quiere no se hace —pronunció con calma—. Lo sé, pararé cuando ella quiera que pare.

Jagged asintió satisfecho, se deshizo de los calzoncillos rojos. Alec le imitó y se sentó junto al cabezal de la cama y le acarició el pelo a Penny con tanta candidez que parecía una persona diferente de la que la había hecho correrse en el sofá. Y es que Alec no pensaba entrometerse durante un rato, ya se había cobrado su venganza por la ley del silencio a la que le había sometido Jagged robándole aquel primer orgasmo en solitario de su "princesa"; además, era su regalo de cumpleaños, sería descortés no dejar que fuera él quien le quitase la ropa y la disfrutase como quería.

Jagged se sentó en la cama también, en el lado contrario a Alec. Se inclinó para poder besarla, Penny quiso acariciar su pelo, pero apenas logró separar las manos del cabezal, se dio cuenta de que no podría tocarle a menos que él se lo permitiera. Le pareció excitante.

Penny jadeó cuando Jagged abandonó sus labios y su boca vago por la piel de su cuello, besando y lamiendo sin ningún tipo de vergüenza hasta que llegó al punto en el que su piel se ocultaba bajo la tela del vestido. La miró a los ojos buscando algún signo de que no quería seguir, porque en cuanto le quitara la ropa aquello pasaría a ser real y no un tonteo entre tres; sin embargo, ella no dio ninguna muestra de no querer que continuara.

Acarició sus pechos sobre la tela, los apretó con suavidad, Penny no llevaba puesto sujetador y era perfecto porque odiaba los malditos sujetadores. Sus dedos tiraron de uno de los extremos de la lazada que mantenía cerrado el vestido y la tela se aflojó al instante. Se sintió como un crío a punto de desenvolver el regalo de cumpleaños que llevaba esperando toda la vida.

Coló los dedos por debajo de la tela y la hizo resbalar por su piel oscura hasta dejar su torso completamente desnudo. Recordaba aquellos pechos perfectos, firmes y turgentes, suaves y cálidos. También aquella cintura estrecha que siempre se escondía bajo la amplia cazadora de cuero.

—Tienes un cuerpo precioso —declaró Alec.

A Penny se le encendieron las mejillas. Jagged estaba de acuerdo era una persona preciosa, envuelta por un cuerpo precioso y era muy triste que no fuera consciente de ello.

Jagged se concentró en aquel amplío espacio de piel que había liberado de la tela. Dejó un beso entre sus pechos, acarició su estómago con la mano, dibujando la forma circular de su ombligo con la punta del dedo. La miró para comprobar que no estaba asustada ni incómoda, ella le devolvió una mirada cargada de deseo. Se acomodó entre sus piernas abiertas. Lamió sus pechos, los apretó entre las manos, mordisqueó sus pezones desatando un sinfín de jadeos excitados. Penny movió las caderas debajo de él, frotándose con su erección.

—No, no —musitó Jagged—. No te estás portando bien, eres una chica muy desobediente.

Alec soltó una breve risita, quién podría culparla por buscar más que unos mimitos mientras la acariciaba de aquella manera.

—Vamos a jugar contigo.

Penny no quería que jugara, quería que le hiciera el amor.

—Levanta las caderas para mí. —Jagged deslizó la estrecha falda, bajándola por sus caderas y haciéndola resbalar por sus piernas—. Buena chica.

»Unas bragas preciosas, ¿las has elegido para nosotros?

—Sí, lo he hecho —jadeó.

—Me gustan mucho.

Pero le interesaba más lo que dejaban entrever. La acarició bajo la tela, disfrutando del tacto húmedo, el trémulo jadeo de Penny le aceleró el pulso. A la mierda lo de ir despacio, se deshizo de las bragas, resbaló por su vientre repartiendo besos y se detuvo entre sus piernas. Penny rememoró el encuentro que habían tenido en el sofá en cuanto su lengua la acarició dibujando un placentero camino, la manera en la que lo hacía era perfecta, casi como si estuviera dentro de su mente y supiera exactamente lo que quería y cómo lo quería. Sus dedos se colaron en ella acompañando a su lengua en una caricia deliciosa, dejó escapar un gemido sin hacer nada por evitarlo, quería que tuviera claro que lo que hacía le encantaba y que la ponía a cien. Penny sintió que iba a fundirse. La lengua y las manos de Jagged... estaba a punto de volverse loca. Gimió fuera de control, moviendo la cadera acompasada con las caricias de él. Jagged la tocaba, Alec la miraba, todo aquello le parecía de lo más excitante y no quería que parase. Sin embargo, Jagged, se detuvo.

—Más. Sigue. Por favor —rogó mirándole.

—Aún no —susurró Jagged—. Antes tenemos que jugar un poquito más, además, Alec se aburrirá si no le prestamos atención.

—No os preocupéis por mí, acabo de descubrir que me encanta verla perder el control —soltó con descaro—. Seguro que Penny me lo compensa después. ¿Si Jagged te da lo que quieres me lo compensarás después?

—Haré lo que quieras —declaró alzando las caderas en una muda invitación—. Haré todo lo que queráis los dos, lo que sea.

—No la hagas suplicarte, no es elegante —continuó Alec desprecintando una de las cajas de condones y ofreciéndole uno—. Además, te mueres de ganas de hacérselo.

Jagged la miró. Era verdad se moría por hacerle el amor de nuevo, llevaba seis largos meses muriéndose por hacerlo.

—Jagged —jadeó ella.

A la mierda con Alec, cogió el condón que le ofrecía, lo abrió y se lo puso con precisión. Penny volvió a jadear su nombre y lo gimió cuando la penetró, quiso alcanzarlo con las manos encontrándose con que las ataduras no se lo permitían.

Penny movió las caderas acompasándose con sus movimientos, pidiéndole más, porque sabía que no se lo estaba dando todo.

—Jagged...

Si Penny volvía a pronunciar su nombre en un jadeo entrecortado acabaría echando a Alec de aquella suite para quedarse a solas con ella los quince días que tenían libres en la agenda.

Se reclinó sobre ella para poder besarla, hundiéndose hasta el fondo, las piernas de ella se enredaron en su cintura con fuerza. El cabezal protestó cuando movió las manos tratando de abrazarle, odiaba aquellas muñequeras que le impedían tocarle, quería fundirse con él, agarrarle con fuerza y que aquello no se acabase nunca. Trató de retrasarlo, pero el orgasmo la golpeó con fuerza. Jagged la besó con cariño mientras su respiración se acompasaba de nuevo y se retiró con cuidado. Las mejillas de Penny estaban adorablemente teñidas de rojo, aquella cara de placer era la que querría ver cada día.

Alec le tomó el relevo en los besos. Jagged tenía claro que no iba a quedarse en segundo plano durante mucho rato, que aquello había sido una concesión porque era el regalo de Penny para él, porque sabía que la quería, aunque nunca lo dijese en voz alta. Pero la tregua se había acabado y Alec pensaba cumplir sus propias fantasías siempre que ella se lo permitiera.

—Has dicho que harías todo lo que quisiéramos si Jagged te lo hacía.

—Ah, sí. —Lo había dicho, habría dicho cualquier cosa para que ocurriera, incluso habría metido la cabeza dentro de la boca de Fang cuando estuviera hambriento—. Lo que sea.

—Entonces nos dejas jugar contigo, ¿verdad?

—Sí.

—Penny, no tienes que hacer nada que no quieras, da igual lo que has dicho antes —pronunció Jagged clavando una mirada de advertencia en Alec.

—Lo sé.

—¿Qué probamos primero? —Alec trasteó con los juguetes desperdigados por el colchón—. ¿Tienes alguna preferencia?

Penny miró avergonzada el dildo que tenía en las manos.

—¿Y tú, Jagged? ¿La tienes?

—Empecemos con esto.

Alec sonrió y cogió el juguete que le ofrecía, un vibrador delgado forrado de silicona rosa. Lo encendió y tembló en su mano. Entendió a lo que se refería con lo de "jugar con ella", iban a probar los juguetes con ella y a ver cómo reaccionaba, por eso le habían atado las manos. Jugar con ella.

—Te lo pasarás bien —le aseguró el presentador.

No le preocupaba aquello, sólo le daba vergüenza pensar que la mirarían mientras la ponían a mil con los juguetitos.

Alec le plantó el vibrador sobre la boca, el cosquilleo le hizo entreabrir los labios, sacó la punta de la lengua para humedecerlos y jadeó. Aquel gesto le pareció de lo más erótico, en cuanto acabasen con el jugueteo pensaba probar lo que podía hacer aquella preciosa boca. Paseó el vibrador por sus pechos en un agradable masaje, bajó por su abdomen, continuó por su vientre y la torturó paseándolo por su ingle. Jagged cogió otro de aquellos vibradores de color rosa, mucho más grueso, lo puso en marcha, él no iba a torturarla.

—Aguafiestas —farfulló Alec al verle pasear el juguete de la manera adecuada para satisfacerla.

De acuerdo, si el plan de Jagged era que se corriera una y otra vez sin llegar a desearles entonces seguiría su plan de aguafiestas. Penny estaba tan mojada que no iba a necesitar el lubricante con aquel juguete, tal vez por eso lo había elegido Jagged como algo con lo que empezar. Lo deslizó con facilidad hasta lo más profundo de ella, movió las caderas a modo de respuesta jadeando. Jugueteó con el vibrador, lo sacó dejando que vibrase descontrolado en su entrada y volvió a hundirlo hasta el fondo, lo repitió fascinado por la cantidad de sonidos que huían de su garganta. Jagged abandonó el vibrador y asaltó sus labios para besarla mientras llegaba al clímax. El presentador con una sonrisa juguetona apagó ambos vibradores y esperó su turno para robarle besos.

El jugueteo con juguetes, lenguas, manos y lubricante prosiguió durante largo rato. Le daban el tiempo suficiente para recuperar la respiración, beber algo y dijera que estaba bien y vuelta a empezar. Penny perdió la cuenta de las veces que la habían hecho llegar al orgasmo, atada al cabecero, abrazada por los cojines amontonados y deseando que, el que fuera de los dos, se lo hiciera de una vez. Les había observado compartir besos húmedos, masturbarse y meterse mano mientras la dejaban respirar. Estaba pegajosa por la mezcla de lubricante sintético, natural y el semen de ambos.

Alec la observó morderse el labio, con las mejillas encendidas, intentando, una vez más, contener los gemidos que batallaban en su garganta, liberándolos de golpe. Jagged la besó. Jagged siempre la besaba cuando tenía un orgasmo, no era que le molestase, pero no le importaría que le dejase hacerlo a él de vez en cuando, disfrutar de aquellos besos intensos cargados de deseo y adrenalina. Alec tenía claras dos cosas: que aquellos dos se entendían a la perfección y que ella era increíblemente sensible.

Observó las dos tobilleras de cuero abandonadas a los pies de la cama y tuvo una idea, hasta el momento sólo habían jugado a darle placer a Penny y a ayudarla a sentirse cómoda y segura, sólo les había hecho parar una vez porque le molestaba el juguete, había comprobado que podía confiar en ambos, que no la forzarían a hacer nada. Tal vez ya era hora de empezar a subir el nivel y dejarla participar un poco. Buscó entre las sabanas las dos cadenas que debían acompañarlas, con su botín entre las manos sonrió. Cerró las tobilleras sin que Penny mostrase preocupación alguna por ellas mientras Jagged seguía comiéndole la boca.

—Jagged me estorbas —protestó asegurando la cadena en la argolla de una de las tobilleras—. Quiero probar algo diferente para cerrar este juego.

»Creo que Penny tiene ganas de participar un poco, ¿verdad?

—¿Vais a desatarme?

Alec se encogió de hombros y le sonrió descarado.

—No, un último rodeo antes de eso, si es que a mister Cumpleaños le parece bien.

—¿Verla correrse otra vez? —inquirió con tono travieso—. Creo que podré soportarlo.

El presentador le pasó la segunda cadena que Jagged aseguró a la tobillera mientras él enganchaba la suya a la muñequera, aunque lo correcto habría sido hacerlo a la anilla central del cabecero. Jagged le había dicho que era su primera vez en una situación así, había podido comprobar lo nerviosa que estaba al principio, por lo que supo que era cierto, así que sobreexponerla no sería bueno. Jagged aseguró su cadena a la muñequera y aguardó para descubrir su plan.

Habían probado casi todos los juguetes de color rosa, con algunos incluso habían repetido un par de veces. Alec no quería repetir de nuevo, quería algo diferente. Paseando la mirada por las sábanas arrugadas y manchadas dio con un par de bolas chinas forradas de rosa que vibraban y se controlaban con un mando a distancia. Le pareció el juguete perfecto para mantenerla entretenida, encontró el mando que tenía cinco velocidades diferentes.

—¿Lo ponemos al máximo o será demasiado para nuestra princesa? —preguntó embadurnando las bolas con una buena cantidad de lubricante sintético, como si ella no estuviera ya lo suficientemente lubricada de manera natural.

—No te burles de mí, Alec —protestó desde aquella posición que la dejaba expuesta y vulnerable.

—No lo hago, hay que ser muy valiente para meterse en esto.

Valiente no, idiota.

La boca de Jagged interrumpió su charla, Penny jadeó al sentirle lamer y succionar con diligencia encendiéndola de nuevo. Cogió el juguete embadurnado de lubricante sintético, lo deslizó hasta lo más profundo de su vagina y la miró excitado.

—Si necesitas que te soltemos tres golpes con la mano a cualquiera de los dos —le recordó antes de poner en marcha el juguete—. Tú primero, Jagged. Abre la boca, Penny —ordenó, ella dejó de morderse el labio y obedeció. Porque era el regalo de cumpleaños de Penny para Jagged y era lo justo.

El rockero se arrodilló junto a la montaña de cojines, Penny se movió lo que le permitían las ataduras para recibirle en su boca. Los dedos de Jagged acariciaron su pelo mientras se movía en su boca; Penny deseó de nuevo tener las manos libres para poder tocarle y complacerle, no tener que limitarse a que Jagged se moviera.

Alec subió un punto la vibración de las bolas, Penny jadeó sorprendida echando la cabeza hacia atrás, Jagged se quedó quieto, sin salir de su boca esperando unos golpecitos que no se produjeron y volvió a moverse acompasándose con su respiración. Salió de su boca, se corrió sobre sus pechos, la besó en la frente con ternura.

—Ábrela para mí —pidió Alec tirando de su barbilla sin darle tregua—, yo también quiero probar esa boca tan deliciosa.

La sujetó por la nuca, volvió a subir la intensidad del juguete, dos puntos de golpe. Penny soltó un gemido, se coló en su boca con brusquedad.

—Vas a hacer que se atragante, gilipollas —protestó Jagged.

—Que antipático, no digas palabrotas delante de nuestra chica.

Alec modificó el ángulo y la profundidad, buscó el compás con su respiración y lo siguió, aunque era diferente al que su cuerpo le pedía. Dejó que Jagged le arrebatase el mando y modificase la potencia de la vibración de las bolas. Se concentró en la sensación de su lengua al moverse tratando de tomar el control. Salió rápido de su boca manchándole los labios y la mejilla.

Continuará

Notas de la autora:
¡Hola!
Entramos de cabeza al lemon con una pequeña sesión de ataduras y juguetes sexuales.

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