12
Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.
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Se habían quedado los tres tumbados boca arriba sin rozarse lo más mínimo. La respiración de Penny había regresado a la normalidad hacía un rato. E, incluso Alec, estaba en silencio.
—¿Sigues vivo? —inquirió Jagged apoyándose sobre el codo para poder mirarle por encima del cuerpo desnudo de Penny.
—Oye, no me entierres todavía. Estaba pensando.
—¿En qué? —preguntó esta vez Penny.
—En lo aburrida que será mi vida en poco más de veinticuatro horas.
—Seguro que encuentras con quien entretenerte —soltó Jagged—. Clara, por ejemplo, ella nunca te diría que no y apuesto a que incluso Nadja aceptaría.
—Mira con Clara sería un placer, pero de Nadja paso.
—¿No te cae bien?
—No es eso, Penny. Es que es un poco... cargante. Y trabajamos juntos, no quiero que crea que tengo algún interés romántico en ella.
—Penny y yo trabajamos juntos, prácticamente convivimos las veinticuatro horas del día de lunes a domingo —farfulló Jagged.
—Penny te está regalando sexo por tu cumpleaños, no es lo mismo, además, vosotros dos... —Alec movió las manos en el aire de manera imprecisa entrechocando un par de veces los dedos índice—. Ya me entendéis.
—Lo cierto es que no —replicó Jagged.
—¡No importa! —soltó incorporándose de golpe lleno de entusiasmo—. ¿Ya estás recuperada, princesa?
—Sí, estoy bien.
Alec se pegó al cabezal de la cama, jugueteó con la cadena que unía las muñequeras de cuero hasta lograr lo que fuera que intentaba.
—Jagged tenía razón en una cosa. Me encanta tenerte con el culo en pompa e indefensa.
—¿Quieres atarme otra vez?
—Es lo que voy a hacer. Anda, ven aquí, a Jagged también le encanta tenerte así.
—En realidad —murmuró el músico—, no tengo ningún fetiche con esto de atar a la gente. Aunque me parece adorable cuando intenta tocar algo sabiendo que no puede.
Penny se acercó a él dispuesta a estirarse entre los cojines, sin embargo, Alec la dirigió para que quedara mirando la pared y cerró las muñequeras de cuero en torno a sus muñecas para después asegurarse de que no le apretaban demasiado. La sujetó por la cintura y con un delicado tirón la dejó en la posición que quería. Arrodillada e inclinada hacia adelante, con la cadena tan tensa que no podía separar las manos del cabezal más que un par de centímetros. Indefensa. De hecho, si Jagged no estuviera allí, estaría forcejeando con las ataduras para librarse de ellas. Pero estaba allí y él no dejaría que le pasase nada, no permitiría que Alec sobrepasase el límite.
—Qué preciosidad —la alabó Alec—. ¿Quieres que Jagged te dé un poquito de cariñito?
El tono le hizo pensar en que había trampa, aún y así contestó:
—Claro que quiero.
—¿Porque te gusta mucho que te la meta?
—Sí —contestó, aunque, evidentemente no era sólo por eso—. Me encanta.
—Lo hemos notado, te pone tan caliente que saldrás ardiendo —replicó soltando una risita—. Vamos, calienta a la chica, quiere que la toques y que se la metas.
—¿Tienes que ser siempre así de desagradable?
—Puedo hacerte una mamada para parecerte más agradable.
Jagged soltó un bufido, aún sin verlo Penny sabía que acababa de poner los ojos en blanco exasperado.
—Hablo en serio, Alec.
—Vale, vale. Lo he entendio. Anda, enséñame a calentarla para que me desee tanto como a ti.
Jamás llegaría a desearle como deseaba a Jagged, daba igual lo que hiciera porque lo suyo no era sólo algo carnal.
Las manos de Jagged acariciaron su cintura con delicadeza, el contacto le provocó un suave escalofrío.
—Caricias inocentes —murmuró Alec moviendo la mano como si estuviera tomando notas en una libreta—. Lo tengo.
Jagged le ignoró, recorrió con la yema de los dedos su piel, esquivando con maestría cualquiera de los puntos que la encendían. Eso que tanto obviaba Alec y que la hacía desear que sus dedos se desviaran y la tocasen. En realidad, aquello era mucho más eficaz para que le desease que cualquier otra cosa. Penny jadeó y curvó ligeramente la espalda tratando de lograr una caricia íntima que él no le concedió.
—Separa un poco más las piernas, cariño. —Ella obedeció mientras él la sujetaba suavemente por la cintura para que no perdiera el equilibrio—. Buena chica.
Sus manos recorrieron la cara interna de sus muslos robándole un delicado jadeo excitado, rozaron su ingle y volvieron a bajar por sus muslos. Al escalar de nuevo acariciaron sus nalgas, ella respondió con aquel delicado balanceo de caderas buscando más.
—Tienes que aprender a ser más paciente, princesa —murmuró Jagged. Se dio cuenta de lo irónico que era decirle aquello, porque era Penny quien siempre tenía que decirle que fuera más paciente—. Alec quiere aprender a hacer que le desees.
Penny se mordió el labio tragándose un «que le den a Alec» y jadeó cuando la erección de Jagged se pegó a su piel. Él, inclinado hacia adelante, apoyado con delicadeza en su espalda rodeó sus costillas para poder acariciar sus pechos. Lamentaba no estarle prestando más atención a aquel bonito punto de su anatomía, a su forma redondeada que parecía totalmente ingrávida, a su firmeza y a los sensibles pezones de los que tiró con suavidad para hacerla jadear de nuevo. Ella buscó el punto máximo de movilidad que le otorgaban las muñequeras para presionarse contra su erección y mecer las caderas buscando autosatisfacerse. Jagged tenía margen para echarse hacia atrás e impedirle continuar, pero el castigo había acabado y quería que participase de manera activa, porque Penny seguía yendo a remolque la mayor parte del tiempo. Así que, la autosatisfacción le parecía perfecta.
—Mírala. Tu toqueteo funciona, está deseando que se la metas otra vez con tan poca cosa.
No le contestó, acompañó el movimiento de su cadera ejerciendo mayor presión, ella gimió complacida y susurró su nombre. Se apartó de ella para ponerse un preservativo y la penetró con suavidad, torturándola con un ritmo lento y superficial.
La melodía de un móvil resonó por la habitación. Jagged soltó un bufido, pero no se detuvo.
—No fastidies —protestó Alec bajando de la cama—. Es el mío. Tengo que contestar.
Salió del dormitorio cerrando la puerta tras él.
—Al fin paz —farfulló Jagged haciéndola reír—. ¿Bien?
—Sí, bien.
—Genial, vamos a aprovechar el tiempo a solas.
Una parte de ella quiso pedirle que la desatase para poder disfrutar mejor del tiempo que estuvieran a solas, pero las palabras se evaporaron en su garganta cuando la penetró hasta el fondo.
—Ay Dios, no pares.
Jagged rió, no tenía intención de parar. Quería complacerla al máximo, empujando las horas hasta que se acabase la fiesta y volvieran a ser sólo ellos dos.
El teléfono de Penny sonó y vibró en el tocador como si envidiase al de Alec.
—Ignóralo —jadeó Jagged en su oído.
Penny dejó escapar un gemido al ser embestida con fuerza, con el quejido del cabezal chocando con la pared haciéndole eco.
—¿Y si es importante? —inquirió de manera entrecortada.
—Que vuelvan a llamar.
Jagged quería aprovechar que Alec estaba en el salón hablando por teléfono para disfrutar un poco de ella en solitario. Empezaba a estar cansado de tener a Alec por en medio, hablando como un imbécil, tocándola y robándole besos y orgasmos.
—Jagged...
—¿Qué?
El móvil dejó de sonar. Ella jadeó.
—Te quiero.
—Y yo te quiero a ti.
—No pares.
La puerta se abrió, Jagged le maldijo en secreto, ojalá su conversación telefónica hubiese durado un par de horas y no cinco miseros minutos.
—Que delicia de hilo musical —musitó oyéndola jadear—. Tengo a Clara al teléfono, no se cree que estoy en una fiesta guarra.
Jagged dejó de moverse, Penny aprovechó para regular su respiración y evitar así llegar al clímax tan rápido.
—¿Y qué quieres que haga yo? Aquí estamos ocupados.
—¿Os importa si le dejó escuchar un par de minutos el festival de gemidos?
—Oír, no gravar, audio, no vídeo —murmuró Jagged—. ¿Penny?
Le pareció ridículamente excitante que alguien pudiera oírla por teléfono, también sintió un poco de regocijo al pensar que sería Clara quien lo hiciera, porque alguna vez había jugado a restregarse contra Jagged estando ella delante, asegurándose de molestarla. Además, quería comprobar si realmente tenía un lado exhibicionista como había parecido en el sofá.
—De acuerdo.
—Seguid, voy a por el móvil.
—Te estamos convirtiendo en una pervertida —murmuró moviéndose de nuevo—. Y no puedo decir que no me guste.
—A lo mejor ya lo era.
Ni lo era entonces, ni lo era ahora. Sólo estaba experimentando con libertad con dos personas que no iban a juzgarla y eso era bueno. A Jagged le gustaba que se hubiera soltado y se divirtiera.
Cuando Alec volvió a entrar en la habitación lo hizo con el móvil en la mano.
—Voy a poner el manos libres para que oigas bien el ruido ambiente.
El golpeteo rítmico del cabezal, los suaves jadeos de Jagged y los gemidos amortiguados de Penny contra los cojines.
—¿Quiénes son?
—El señor A y la señorita B. El señor A tiene atada a la señorita B al cabecero de hierro de la cama —explicó acariciando su propia erección deseando poder meterse entre medio y recibir un poco de amor—. La tiene con el culo en pompa y se la está follando con muchas ganas.
Penny soltó un gemido intenso levantando la cara de los cojines.
—¿Has oído esa maravilla de gemido? Me encanta como gime la señorita B, aunque cuando está a punto de correrse es mejor aún.
Le sorprendió no sentirse avergonzada con lo que decía Alec, también por sentirse cómoda mientras Clara la oía gemir y jadear a través del teléfono, incluso más excitada.
—¡Qué envidia! ¿Por qué no me has invitado, Alec? —protestó la voz de Clara desde el teléfono en manos libres.
—La fiesta guarra no es mía, soy un simple invitado. ¿Quieres escuchar algo genial?
—¡Claro que sí!
Alec se movió con el teléfono en la mano, Jagged no protestó cuando lo acercó a ellos. Sabía qué era lo que quería que oyera Clara, el sonido húmedo del cuerpo de Penny.
—Es una delicia —declaró Alec acercándose el teléfono a la boca—. Sin una pizca lubricante artificial.
—Me encantaría estar ahí y enterrar la lengua en esa humedad.
Penny gimió, oírla decir eso la había excitado aún más. Nunca se había sentido atraída por otra mujer y seguramente sólo era por la situación, pero no le importaría que lo hiciera.
—La señorita B es tímida, pero le encanta que se la follen con fuerza, rápido y bien hasta el fondo cuando está cachonda.
El ritmo de Jagged aumentó arrancándole toda una sinfonía de gemidos cortos y excitados.
—El señor A se está empleando a fondo para que se corra para ti. —Alec la obligó a levantar la cara de las almohadas sujetando su barbilla con suavidad. Los gemidos se esparcieron con claridad y fuerza, Clara lo celebró con un suave gritito de euforia—. La señorita B se está intentando contener, con las mejillas sonrojaditas, pero conozco esos gemidos y no va a durar mucho, el señor A tampoco por cómo se está moviendo y jadea.
Ella reajustó su posición cerrando los dedos en torno a las filigranas metálicas del cabecero, quería retener aquel momento un poco más, disfrutar de tenerle dentro, aunque sólo fuera unos segundos más. Se tragó el jadeo en el que quería convertir su nombre y permitió que sus gemidos huyesen con libertad, directos al micrófono del móvil de Alec.
—Vamos señor A, haz que se corra como una diosa —pidió sentándose en la cama con el móvil en la mano bien cerca de la cara de Penny—. Hay una señorita al otro lado ansiosa por oírla correrse.
Alec volvió a sujetarle la barbilla cuando el primer gemido que anunciaba el inminente final se dejó oír, no quería que los amortiguase contra una almohada o su brazo.
—Señor A ya es tuya, dale duro.
Penny sentía sus mejillas arder, los gemidos huían de su garganta descontrolados, mientras el nombre de Jagged pugnaba en su garganta por ser liberado. Iba a fundirse de placer.
—Está a punto de correrse, así que no pierdas detalle, Clara.
Y ella se dejó llevar, con el cuerpo tembloroso y la respiración acelerada. Ofreciéndole a Clara uno de los gemidos más largos y satisfechos de su vida.
—¡Me encanta como gime! Quiero saber quién es ella, quiero invitarla a mi próxima fiesta y hacer que gima así para mí.
—Bueno se lo diré —replicó quitando el manos libres, se llevó el móvil a la oreja—. Es mi turno, así que tengo que dejarte, porque la tengo más dura que nunca. Voy a follarme a la señorita B a tu salud.
—No sabía que os habíais hecho tan amigos —murmuró Jagged cuando colgó abandonando el móvil sobre la mesilla de noche.
—A veces me llama y echamos un polvo. Lo normal.
—Lo normal —repitió Penny con la respiración agitada.
—¿Nunca has quedado con un amigo sólo para follar un rato? —preguntó Alec con un leve tono de burla en la voz.
—No es el tipo de cosas que hago con mis amigos.
—¿Eso significa que no somos amigos? —Se subió a la cama dispuesto a rematar la faena de Jagged—. Porque creía que lo éramos, al menos un poquito.
Penny se tragó la réplica porque lo eran, pero eso no cambiaba en nada que no fuera algo que hiciera con sus amigos habitualmente.
—Voy a follarte como a la diosa que eres.
Se sorprendió al sentir su lengua paseando en vez de su miembro enterrándose en ella.
—Qué mojada estás, menuda delicia.
Jagged se estiró a su lado con la espalda apoyada en la pila de cojines y los ojos cerrados.
—¿Y vas a conformarte con eso? —preguntó con altanería—. ¿O es que eres incapaz de mejorar mi labor?
—Puedo hacerlo mucho mejor que tú, artista del año.
Penny no pudo evitar dejar escapar una suave risita, eran como dos críos peleándose en el patio del colegio. Ya se había acostumbrado, pero no dejaba de parecerle gracioso.
Alec rompió el contacto con su piel, se levantó de la cama y regresó en apenas unos segundos.
—Te lo vas a pasar de maravilla —declaró. El dedo de Alec empujó con suavidad la primera bola de aquel juguete que parecía haberse convertido en su preferido—. Cuando acabe contigo no vas a poder ni caminar de lo mucho que van a temblarte las piernas.
—Oh, juguetes, ¿en serio?
—Cierra la bocaza.
Sintió como la segunda bola resbalaba hasta hundirse en ella, Alec las puso en marcha, vibraron con suavidad contra sus paredes produciéndole un agradable cosquilleo.
—Te gusta, ¿eh?
Alec sabía que así era, el cambio en su respiración le confirmó que sí. Subió un punto la intensidad robándole un jadeo trémulo. Su lengua volvió a pasear con dedicación, lamiendo cada milímetro del aquel espacio húmedo y sensible. De nuevo dejó de tocarla, buscando algo por la cama después el bote de lubricante emitió aquel sonido húmedo y obsceno que ya formaba parte de la banda sonora de aquella suite.
—Si te hace daño dímelo y lo sacaré. —Su respuesta murió convertida en un gemido—. O dame un golpe con el pie si no puedes hablar.
El objeto húmedo y frío rozó su piel y resbaló con suavidad hasta su ano y después sintió la presión. Se puso tensa un instante en el que Alec se detuvo observando como modificaba su posición para continuar cuando le pareció relajada.
—¿Duele?
—No, sigue.
Subió un punto más la potencia de las bolas y movió el vibrador fino, sacándolo hasta la punta y hundiéndolo de nuevo con delicadeza unas cuantas veces hasta que estuvo seguro de que no se estaba haciendo la fuerte y fingiendo que todo iba bien. Lo encendió dejándolo vibrar descontrolado y con libertad en su interior mientras se hacía con algunos cojines sobre los que apoyar la espalda. Ella gimió sintiendo que el ritmo de ambos aparatos incendiaba su cuerpo amenazando con abrasarla.
—Estás a punto de correrte, ¿princesa? Pero si esto no ha hecho más que empezar.
Tumbado con la cabeza entre sus piernas. Sujetó el vibrador con una mano recuperando el control de sus movimientos, penetrándola con parsimonia con él, con un dedo de la otra enterró de nuevo las bolas que amenazaban con caer sobre su pecho, manteniéndolas bien adentro.
—Alec...
—¿Qué pasa, princesa? ¿Quieres que te folle?
Penny gimió varias veces, con los dedos fuertemente cerrados sobre los barrotes del cabecero.
—Sí, quiero que me folles —jadeó muerta de la vergüenza, pero sabiendo que así lo haría.
—¿Fuerte y rápido?
—Sí, Alec.
El presentador soltó una risita, no iba a obligarla a decirlo todo porque apenas tenía aliento, además, no iba a darle lo que quería aún. La lamió con esmero, jugueteando con su clítoris, desatando una tempestad de gemidos y jadeos que no tardaron en desbordarse.
—Alec...
—¿No te estás divirtiendo?
—Se está divirtiendo —contestó Jagged observando como sus puños temblaban aferrados al metal del cabecero. Libre como un pajarillo, disfrutando de atenciones sexuales que muchas envidiarían—. Pero podría pasárselo mejor, si la escuchases más.
—¿Quieres que me la folle para ti? ¿Quieres ver otra vez cómo se la meto bien hasta el fondo? ¿Quieres que la empotre con fuerza contra la pared?
Jagged soltó un bufido. Si estuviese más atento a su respiración y a sus jadeos y menos en fastidiarle a él sabría exactamente qué hacer para complacerla de verdad, pero Alec, al parecer, se contentaba con simplemente hacer que se corriera para él.
Penny dejó escapar un gemido largo y trémulo, su cuerpo entero tembló presa del éxtasis. Jagged buscó el mando de las bolas y las apagó, mientras Alec seguía penetrándola analmente con el dildo que vibraba incansable, impidiendo con el dedo que las bolas resbalasen de su interior.
—¿Quieres que te folle ahora, princesa?
—Sí, hazlo —jadeó entrecortada.
Se levantó de los cojines, soltó el vibrador que tembló descontrolado en su interior y dejó que las bolas resbalaran cayendo empapadas sobre las sábanas, mientras ella continuaba gimiendo y jadeando aferrada con pulso tembloroso al cabezal. Se puso un condón y, finalmente, sacó el vibrador apagándolo antes de dejarlo caer sobre la cama, aunque habría preferido dejarlo allí, no quería hacerle daño, ella no era Clara.
—Te voy a echar el mejor polvo de tu vida.
A ella le bastaba con que apagase el incendio que había encendido con tanto esmero, que la dejase fundirse de nuevo sin tener que suplicar, sin pequeñas torturas. La penetró de aquella manera brusca y profunda tan característica haciendo que todo el aire huyese de sus pulmones, gimió tras tomar aire. Sincronizó su respiración con las fuertes embestidas de Alec, jadeante, aferrada con fuerza al cabezal ignorando el chirrido del metal contra la pared. La mano de Jagged sujetó su barbilla para que dejase de ahogar sus sonidos contra las almohadas. El gemido de éxtasis de Alec sonó muy por encima del de Penny que pegó la mejilla al frío metal cuando salió de ella. Sentía su piel arder, incluso el aire en sus pulmones parecía arder.
—¿Bien? —le preguntó Jagged a lo que ella asintió sentándose sobre sus propias piernas—. Necesitas una pausa.
La desató, aún respiraba de manera entrecortada y rápida y quién podía culparla por ello.
—¿Qué te ha parecido? Tócala, está bien mojadita y muy caliente.
—¿Estás compitiendo conmigo?
—Has sido tú quien me ha retado —replicó con sorna—, vamos tócala, mira esas deliciosas gotas resbalando por su muslo, lámelas.
—Penny. —Ella le miró con las mejillas encendidas y los ojos nublados por el placer—. ¿Por qué no elegiste al presentador del telediario? Seguro que era menos gilipollas que Alec.
Rió relajada, cómoda y agotada derrumbándose sobre los cojines.
—A él no le conozco, a Alec sí.
—Me partes el corazón, Penny, yo creía que te gustaba y que te ponía, pero sólo me has elegido porque me conoces —protestó con aire teatral.
—¿Habrías elegido a Penny antes que a Clara? —le lanzó Jagged.
—Seguramente sí, ya sabes que me pone desde el primer día en que la vi. Aunque Clara... me las quedo a la dos.
—No puedes quedártelas a las dos.
Penny no entendía muy bien de qué iba aquella conversación, pero no quería entrometerse. No quería preguntar por el pasado en común de los dos, no sabía qué tipo de relación habían mantenido, le daba un poco de miedo y vergüenza preguntar.
—Sé a quién elegirías tú —replicó Alec—. Desde el primer día, desde el primer segundo en que os vi juntos.
—¿Tiene eso algo de malo?
—Bueno, depende.
—¿Quieres que le diga que la quiero?
Penny se sobresaltó, ¿estaban hablando de ella como si no estuviera delante? ¿O Alec se estaba refiriendo a Clara?
—¿Tienes suficientes cojones como para hacerlo?
—Pénélope —murmuró tomando el desafío, a pesar de que ya se lo había dicho en el jacuzzi—: te quiero, eres la única persona a la que quiero en mi vida y en mi cama, aunque tenga que aguantar a Alec unas cuantas horas más.
A Alec se le encendieron las mejillas, no esperaba que Jagged se atreviera a decírselo delante de él, no tan directo y abierto. Penny se levantó de los cojines, rodeó su cuello con los brazos y le besó con intensidad. Aún estaba completamente encendida, a pesar de acabar de hacerlo con Alec, buscó a tientas un condón que Jagged le arrebató de entre los dedos y se lo puso para dejarla aplacar su propia necesidad.
Sintiéndose libre, tras aquella confesión en abierto, se sentó sobre su erección y se movió con decisión. Las manos de Jagged se cerraron sobre sus nalgas, apretándolas y alzándolas, pero sin entorpecer sus movimientos. Le daba igual si Alec veía amor en sus gestos, porque ya no tenía que fingir que entre ellos sólo era sexo, así que acarició su barba y le besó ahogando los jadeos en su boca. Meciendo las caderas rozando la satisfacción que no había alcanzado atada al cabezal; con el fuego descontrolado de su cuerpo amenazando con extinguirse al fin.
Aunque deseaba intercambiar las posiciones, Jagged, no lo hizo. Penny había tomado el mando de manera definitiva, era ella quien había tomado la iniciativa y era ella quien estaba buscando la satisfacción propia cuando más la necesitaba. Rodeó su cintura cuando se estremeció y la sostuvo, jadeante y sudada. Podría seguir, pero no lo hizo porque ella había llegado al punto que necesitaba y eso era lo que importaba en ese momento.
—Joder, menudo espectáculo habéis dado.
—Ya tienes lo que querías, ¿satisfecho? —inquirió Jagged acariciando los cabellos de Penny.
—Bastante. Aunque en realidad, no cambia mucho las cosas —murmuró encogiéndose de hombros—. Ahora me la tiraré con más ganas, para darte envidia.
—Eres gilipollas.
—No me insultes, tengo el corazón roto, necesito un poco de consuelo.
Jagged puso los ojos en blanco.
—Penny, cariño, consuélalo un poco, anda.
Ella rió, pero se recostó en la cama para poder alcanzar la palpitante erección de Alec y enterrarla en su boca. Iba a consolarlo a base de bien.
Continuará
Notas de la autora:
¡Hola! Al principio había pensado en dejar que Jagged se declarase delante de Alec en el penúltimo capítulo, pero Jagged tenía su propio plan y ha elegido este capítulo para hacerlo.
Cuando estuve abocetando esta historia y eligiendo qué quería poner y qué no, pensé en hacer algo que empezase y acabase y punto. Sin embargo, al llegar a este punto empezó a tentarme la idea de hacer una segunda parte, aunque no me decido a cómo hacerlo y no sé si llegaré a hacerla. Mi antigua beta reader y buena amiga, me sugirió meter a Clara en la dinámica, ya que al principio la nombro —y sale de manera pasajera aquí—, pero manejar a cuatro personajes en este tipo de tesitura con caracteres tan diferentes no sé cómo se me daría. Así que, por ahora seguiré pensando en qué hacer.
En unos cuantos días más.
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