II.
La aglomeración de gente había crecido mucho más para cuando Drake y Marco hubieron salido de la habitación. Les pareció curioso que todos parecían estar en pequeños grupos de 3 o 4 personas, algunas muy similares entre sí, con rasgos muy característicos y extrañamente atractivos, tanto en hombres como mujeres.
—Cada vez hay más gente aquí —dijo Marco, mientras entraban al bar que anunciaba barra libre.
—Demasiada, ¿Cómo no nos habíamos enterado de esto?
—Eso es porque siempre la celebramos en diferentes lugares, y es más como una coincidencia que estén aquí —respondió una voz de chica, imponente. Marco la miró.
Debía tener casi la misma edad que ellos. Era una de esas bellezas salvajes de cabello negro y piel pálida, con labios increíblemente rojos y gruesos.
—Buen dato —agregó—: ¿Y por qué dices que es más una coincidencia que estemos aquí?
La mujer tomó un vaso lleno de un espeso líquido negro y bebió de él, desviando sus ojos hasta Drake. El joven tembló en su lugar. Se empezaba a encontrar más nervioso incluso que con la chica pelirroja.
—¿Te encuentras bien? —preguntó Marco, después de unos minutos de haber estado hablando con ella.
—Solo necesita otro trago. Donovan —llamó la mujer al bar tender. Drake se dio cuenta de inmediato de que era el mismo chico pálido y enfermizo de la recepción—. Por favor, prepáranos un hell shot.
—Claro, Selene —respondió el chico y se dispuso a hacer su trabajo.
—Acerca de que estén aquí, me refiero a que no hay otra forma de que se enteraran de esta reunión. Es muy exclusiva, y obviamente no están invitados, ni nunca lo estuvieron.
Marco tragó saliva.
—Al parecer soy la única que sabe que ustedes no son de aquí.
—Yo también lo he notado —agregó Donovan, poniendo los tragos sobre la barra, evitando el contacto visual.
—Creo que debemos ir a... —balbuceó Drake, siendo invadido por un pánico nacido de algún lugar de su cerebro más primitivo.
Había peligro. Se le había encendido una alarma interna. Era por eso que desde que entraron al pueblo se encontraba más nervioso de lo normal.
—No, ustedes no se van —habló Donovan, mirándolo con ojos extrañamente brillantes y oscuros. Mientras lo hacía no pudo evitar dejar escapar una sonrisa que brilló a pesar de la poca iluminación.
Selene rio también, tan fuerte, que alarmó a las personas que estaban en el bar. La risa se extendió por varios segundos, haciéndose cada vez más estridente. Marco sintió ponerse nervioso por primera vez en toda la estadía; era como si de un momento a otro entendiera la actitud incómoda de Drake. La mujer de un salto se paró sobre la barra. Drake no pudo evitar fijarse en cómo se le veía la ropa interior desde ese ángulo gracias a que traía un vestido.
—Bebe —murmuró Donovan, mirándolo fijamente. En su cara traía una expresión demasiado rara, con una sonrisa que jamás había visto en su vida; dientes afilados sobresaliendo de las comisuras de su boca.
—¡Tenemos invitados especiales esta noche! —gritó Selene, riendo y batiendo su shot mientras lo hacía.
Todos los presentes se encontraban atentos a ella. Incluso Drake pudo distinguir a la chica del cabello rojo entre la multitud, y estaba al lado del hombre toro.
Le hizo gracia su propia broma acerca del patán del pasillo.
—Bebe, bebe —insistió Donovan.
De inmediato agarró a su amigo del hombro e intentó arrastrarlo hacia la salida. Marco se dejó. Estaba tan asustado que no era capaz de hacer nada.
—Con ustedes... Humanos —agregó ella, señalándolos con su mano.
El silencio se plantó en la estancia. ¿Cómo nadie se había dado cuenta? Aunque lo más obvio es que no todos poseían gran habilidad para detectar a los tenían un origen diferente a ellos. Solo el par de vampiros lo habían descubierto, y por eso Donovan, uno de los vampiros, había dejado pasar a los humanos creyendo que sería divertido jugar un poco con ellos.
—Yo digo que les demos ventaja —propuso el chico del septum. Drake observó a la chica a su lado. La adorable pelirroja, que esta vez lo miraba con decepción.
Los amigos miraron a su alrededor, intentando identificar alguna cara aliada, pero todos parecían exudar un desprecio que parecía no tener razón de ser.
—¿Ventaja? —preguntó una mujer morena, que traía las uñas muy largas.
—Muchos de nosotros somos más rápidos que ellos... sería muy cruel que dentro de los primeros minutos de juego ya estuvieran partidos hasta la mitad.
Marco y Drake sintieron su piel ponerse de gallina.
—Corran —avisó Donovan con frialdad, mientras sus ojos se ponían totalmente negros.
Sin pensarlo dos veces, así lo hicieron. Salieron corriendo a través de los pasillos, los cuales empezaron a parecerles infinitos y sofocantemente iguales.
—¡Jake! ¡Haz los honores! —ordenó la mujer del vestido, y su voz llegó hasta Drake y Marco, que corrían.
Al fondo se oyó un aullido que retumbó por todo el lugar y golpeó los oídos de los jóvenes.
—El primero que los encuentre, se los queda.
Lo último que alcanzó a oír Drake antes de alejarse lo suficiente fueron aplausos y todo tipo de ruidos extraños, cosas rompiéndose y puertas abriéndose.
Anduvieron varios minutos de un lado a otro, huyendo de ruido. Entre más fuerte fuera el ruido, más cerca estaban.
—Maldita sea, vamos a morir —masculló Marco, llevándose las manos a la cabeza.
—No pienses en eso... debemos seguir buscando. Solo juegan con nosotros. Vamos —le ordenó jalando de su brazo, llevándolo a doblar una esquina.
Justo en ese momento, se encontraron con un grupo de personas que también iban doblando la esquina opuesta. De inmediato se devolvieron intentando evitarlos, pero lamentablemente por el otro lado también llegaba otro grupo de personas.
—Vaya, vaya... —rugió un hombre mitad bestia, muy alto y grande.
Drake y Marco lo observaron, aterrorizados. Sus ojos amarillos y los grandes colmillos de lobo que sobresalían de sus fauces, junto a la baba que caía en tiras transparentes, les hacía tener que aceptar que estaban a merced de un grupo enorme de bestias y seres que solo habían existido en los libros de fantasía. No era justo. La persecución no había durado nada, y la ventaja no había sido aprovechada o simplemente ellos no tenían la intención de dejarlos ir. Miraron a las chicas que también se acercaban. Algunas tenían grandes dientes y lo que parecían agallas a los costados del cuello; entre ellas Drake distinguió a la pelirroja, con el bello rostro deformado por una boca rasgada de la que sobresalían dientes puntiagudos y delgados, como los de un pez.
Estaban siendo acorralados y parecía que ya no tenían donde ir; era todo o nada.
—Corre. Corre con todas las fuerzas que tengas, Marco —le susurró.
Marco tomó aire, comprendiendo el plan de Drake. Momentos después arrancaron a toda velocidad en dirección a las muchachas, y a menos de un metro de impactar contra ellas, torcieron la espalda, poniendo su hombro adelante y cubriéndose la cara, pudieron pasar a través de ellas, como si fuera un juego de bolos y ellas fueran los conos. Siguieron corriendo sin mirar atrás, mientras oían las carcajadas de fondo y pasos de animal grande.
—Drake... Debemos separarnos.
—¿Qué? ¿Estás loco? —exclamó, arrugando la cara.
—Tenemos nuestros teléfonos, si alguno de los dos encuentra la salida, puede avisar y llamar a la policía o algo.
—¿En serio crees que la policía va a coger llamadas? ¡¿Has visto quienes nos persiguen?!
Marco se llevó las manos al cuello, estresado. Estaba cubierto de sudor y el corazón le latía en las orejas. Era verdad, sería improbable que la forma de salir de una situación así fuera tan sencilla. Pero es que no podía pensar en nada más. ¿Por qué tuvo que insistir en quedarse para ir a esa estúpida fiesta? Sentía la mirada de su amigo perforando su pecho.
—¡Te encontré! —dijo una voz gutural detrás suyo.
Las luces del pasillo reventaron, dejando todo en completa oscuridad. Una decena de ojos brillaron en frente suyo y unas manos lo tomaron de los hombros, arrastrándolo lejos de Drake.
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