Día 29. Un poco de esto, un poco de aquello.

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Se dejó caer derrotado sobre el sofá de su templo sin intención de detener las lágrimas que corrían libres por sus mejillas. Manigoldo, se había ido.

Shion, apretó sus puños con fuerza. No podía creer que ya no estaría para incomodarlo con sus tonterías, que ya no habría besos furtivos. Cerró los ojos en un intento de mitigar el dolor.

Manigoldo, había dado calidez y luz a su vida y ahora que se había ido, su muerte representaba el solsticio que daba paso al invierno que convertía sus días en largas noches frías.

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Aioria, miró con nostalgia el paso del día. La nieve se acumulaba en las afueras de su templo. Aquel día, era el solsticio de invierno. La época favorita de su vecino.

Recordó que Death Mask, siempre que podía liberarse de sus responsabilidades como santo, se daba tiempo para jugar con él en la nieve, cuando nadie más lo hacía tras el asesinato de su hermano. Nunca supo por qué y él, jamás tuvo el valor de decirle cuánto aterosaba esos momentos.

Una bola de nieve se estrelló en su rostro. Se volvió hacia su agresor.

—Deja de soñar y enfréntate a mí —retó Death, con una bola de nieve en su mano. Aioria, sonrió y aceptó el desafío. Tal vez, ese día, se animara a confesarse.

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—Estúpidas flores —se quejó Dohko.  Suikyō, rio divertido mientras le tendía un pañuelo.

—No puedes culpar a las flores de que seas tan sensible.

—Puedo, ¿sabes? Son las responsables de esto —señaló su nariz roja a causa del polen y los constantes estornudos.

—Mala suerte —Suikyō, sonrió—, el solsticio de primera es hoy, lo que significa una larga jornada al aire libre —Dohko, hizo un puchero.

—¿Estás seguro de qué me quieres? Cualquiera diría que te gusta verme sufrir.

—Porque te quiero, es que me gusta verte sufrir —explicó —así puedo mimarte más tarde.

Dohko se quedó sin palabras y con un nuevo ataque de estornudos.

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¡Gracias por leer!

Después de esto, necesito un oneshot con Manigoldo y Shion.