Día 28. Plateaditos en acción.

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Los labios se curvaron en una traviesas sonrisa en cuanto le vio aparecer por el coliseo. Babel, calculó el momento en el que Misty estuviera cerca de él y lanzarle pequeñas bolas de fuego contra él.

Sabía que era una molestia para su compañero, sobre todo, por lo cuidadoso que era con su apariencia y que, en cuanto alguien le hiciera notar el estado en el que había dejado su capa saldría corriendo a cambiarla.

Lo qué Babel no entendía, era el por qué Misty no lo confrontaba, cada mañana, para él, era un vano intento por obtener un poco de su atención.

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Algol, rodó los ojos al ver qué, Asterion, se había vuelto a quedar atrás, distraído por algún puesto de frutas del pequeño mercado de la Ciudad y tuvo que llamarlo para que se diera prisa.

—Lo siento, es que recordé que no llevamos fruta —señaló la bolsa que llevaba en la mano.

—Bien, pero démonos prisa —respondió con molestia —se nos hace tarde para preparar la cena.

—Sí tienes hambre —comentó Asterion batiendo las pestañas en gesto inocente —te puedes comer una —señaló una ciruela.

Algol, negó con una sonrisa y lo abrazó sin creer lo tonto que podía ser.

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¿Sabía que estaba mal? Sí. ¿Lo iba hacer de todos modos? Por supuesto. Orfeo, se ocultaba tras una de las puertas del juzgado que, ese día, estaba a cargo de Lune.

Sonrió con malicia cuando vio que el espectro se quedaba solo en el tribunal y comenzó a tocar su lira lo más fuerte posible. Hubo respuesta de inmediato.

Lune, se levantó con un gesto de molestia y se acercó hasta donde se ocultaba el santo de plata.

No tuvo tiempo a reaccionar, Orfeo, se avalanzó sobre él plantando un sonoro beso en su mejilla y huyó del lugar lo más rápido posible.

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