Dunas.

Día 11. Debo decir que los drabbles de hoy fueron sacados de una historia que tengo en proceso creativo.

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Aioria, bajó la velocidad de su montura, embelesado ante el paisaje que se extendía ante él —sí bien para muchos podía ser desolador—, contemplar aquel paisaje desértico con sus hermosas dunas blancas dándole la bienvenida, no pudo más que agradecer a la Orden del Temple por confiar en él para emprender aquel viaje.

Recordó a Marín, que lo esperaba en Barcelona, con una sonrisa. También ella había influido en su viaje. En las dunas, sus preciosos ojos se dibujaban.

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Shura bajó de su corcel azabache, una viento meció sus cabellos y no le importó la arena que se estrellaba contra su cuerpo. Contempló fascinado la majestuosa obra que se escondía entre las dunas. Abandonar la cruzada albigense y emprender camino a Tierra Santa, sin duda, era la mejor orden que Shion le pudo dar.

Hasta unos meses atrás, pensaba que ser templario era lo mejor que le había pasado, pero ahora sabía que era la tercera. La primera: los ojos celestes que estaban a su lado y la segunda: contemplar aquella magna obra arquitectónica.

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Milo, sonrió satisfecho ante lo que tenía delante, finalmente habían llegado a su destino, lo que significaba que pronto volvería a la acción luego de semanas de vagar por aquellas interminables blancas dunas. No había abandonado la pasividad de la Encomienda en el Rosselló para ir tras una reliquia sagrada, eso se lo dejaba a Shura. Él, prefería la espada.

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¡Gracias por leer!

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