Cocinero.

Día 17. 😏

El agradable aroma de algo cocinándose golpeó sus fosas nasales apenas entró a aquellas estancias.
Guiado por su curiosidad y, por supuesto, su hambre, Queen de Alraune, se adentró a la cocina cuya propiedad sabía era de Valentine.

Se detuvo en la entrada y tuvo que parpadear varias veces al ver a Valentine de cocinero. Su estómago gruñó con tal fuerza, que el de Harpy, lo volteó a ver con una sonrisa enigmática. En ese momento, Queen, ya no supo de qué tenía más hambre, sí de comida o de su compañero.

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Sylpheed, apoyó sus manos en la mesa y se dejó caer de cara sobre la misma, largando una sonora queja de hambre, misma de la que se arrepintió de lanzar, cuando algo metálico se estampó contra su cabeza. Se giró molesto para informarle a Lune que no estaba en el tribunal, que ya era tarde y tenía hambre.

Logró reprimir su lengua a tiempo cuando vio el semblante serio de Lune, mirarlo con diversión y luego pensó en la nota que le dejó esa mañana: «No te preocupes, que hoy cocino yo». Sylpheed tenía que aceptar que Lune, se veía muy bien de cocinero.

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Farfulló unas cuantas maldiciones en voz baja mientras terminaba de picar las verduras y las ponía en un tazón, dejándo el tazón aparte, se giró para asegurarse que lo que tenía en el horno no terminara hecho carbón. Aiacos, comenzó a sacar los ingredientes que necesitaba para una tarta de zarzamoras y volvió a maldecir en su mente a Minos, que lo había agarrado de cocinero personal.

Puso el plato delante de su compañero y miró con satisfacción la cara de deleite que ponía Minos al dar el primer bocado. Aiacos, sonrío, ¿a quién quería engañar? Adoraba cocinar para él.

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