Avanzada.

D. Puesto militar.

Día 18. Aquí es donde empiezan las parejas «raras».

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La noche caía silenciosa, la luna, oculta tras los nubarrones que anunciaban tormenta, la hacían oscura y fría para los que vigilaban en la avanzada que resguarda los límites del Santuario. Sin embargo, eso no impidió que una sombra se escabullera con gran sigilo hacia el bosque que servía de frontera natural entre el Santuario y el resto del mundo.

Shaka, avanzó con seguridad por aquella fila de árboles hasta una pequeña gruta que se abría dentro de una pared rocosa oculta por la maleza. Sonrió al hombre que lo esperaba, Radamanthys, le devolvió la sonrisa al tiempo que lo estrechaba en sus brazos.

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El café se servía con prontitud en aquella fría mañana de otoño. Kanon, vigilaba que todo marchara en orden en la avanzada principal del Santuario Submarino, sin perder de vista a su pequeño compañero que planeaba pasar desapercibido. Con gesto serio, se acercó hasta Sorrento, que pegó un respingo al ver a su superior delante de él. Lo miró temeroso.

—Se han avistado espectros de Hades cerca —comentó—. ¿Sabes algo?

Sorrento abrió de par en par sus ojos y sus mejillas adquirieron un intenso escarlata, ¿cómo le diría que se había estado viendo con Pharao de Esfinge?

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Ikki, paseaba por la torre que le tocaba custodiar —junto a su hermano ausente —en aquel puesto de avanzada que tenía por objetivo vigilar los movimientos de los marinas. Se llevó una mano a la cara en señal de frustración.

—Vaya forma de vigilar al enemigo —se reprochó—, permitiendo que mi hermanito se entreviste con uno de ellos.

Pero al recordar la sonrisa de Shun, por poder estar un rato en compañía de Eo de Scylla, siente que cubrir el turno de su hermano, vale la pena.

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