Día 20. Seguimos con el tema de jalogüin (?).

Advertencia: aquí, va a correr sangre.

El primer y último drabble están conectados y son un U.A. En el segundo, al fin pude esbozar un poco de lo que creo es la personalidad de Afrodita y Milo.

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Un olor pútrido se instaló en su nariz nada más abrir la puerta del lugar; cubrió su nariz con un pañuelo que llevaba, pues el aroma que desprendía de las paredes era realmente asqueroso.

Las patrullas y el constante sonido de las sirenas no perturbaron más su calma de lo que lo hacía aquel lugar. Káiser, se dispuso hacer su trabajo.

Elevó una ceja en sorpresa y una maldición salió de sus labios, Izō, se le había adelantado. Las cortadas presentes en el cuerpo de Vermeer, se lo confirmaban. Llamó al forense. Al menos, ahora, había un asesino menos en la ciudad.

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Milo, vio la sangre que manchaba el suelo de aquel templo con indeferencia, al igual que al cuerpo que parecía florero insertado a la pared. Las rosas habían hecho tales cortes, que de él, ya no solo manaba sangre. Para cualquiera, el cuadro hubiera resultado asqueroso, pero no para él, que estaba habituado a ese tipo de escenarios. Se giró hacia Afrodita.

—¿Por qué no lo matas y te invito pasear al pueblo? —preguntó ante el notable aburrimiento de su pareja.

Afrodita, de inmediato se levantó con una gran sonrisa, lanzó una última rosa y tomó la mano de Milo, dispuesto a disfrutar de ese paseo.

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Shura, hizo un mohín de disgusto cuando su vista se posó en el cuerpo que le tocaba examinar. ¿Cuerpo? Pensó con ironía, sí aquel amasijo de sangre y vísceras parecía cualquier cosa menos un cuerpo, observó.

En momentos como ese, lamentaba profundamente el haber elegido ser médico forense del área criminal. Le resultaba asqueroso contemplar cadáveres desmembrados  y cuerpos deformados por un exceso de violencia.

Se inclinó sobre el cuerpo de Vermeer para inspeccionarlo. Sonrió. Sin duda, Izō, sabía como emplear una espada.

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¡Gracias por leer!