Día 9: Príncipe

¡Hola, un poquito tarde pero vengo con el escrito del día!

Hoy toca un fandom relativamente nuevo, de deportes y sobre patinetas. Bueno, la verdad es que me enamoré cañon de los personajes y su shipp 🤭❤️, entonces tenía que escribir sobre ellos si o si.

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Tabla: Espiritual
Prompt: Marcas de vidas pasadas
Fandom: SK8 the infinity
Shipp: Renga (Langa x Reki)
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⚠️Advertencias:
🍂 NO se hace mención de spoilers del manga.
🍂 La historia gira en torno a la perspectiva de Reki.
🍂 Se hace alusión al recuerdo de la trascendencia de mentes/recuerdos/almas, una alegoría a ser poseída por un ser idéntico a ti de hace años, muchos atrás.
🍂 El cuento que aquí se relata es ficticio, y solo hace juego con lo que se quería plasmar en la obra.
🍂 Se hace mención de: maldiciones, congelamiento, trascendencias.

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Reki no sabe porque, pero todos los días siente el deseo de llorar.

El principio de los copos de nieve cayendo en la calurosa Okinawa era, sin duda, el radical cambio de estación.

Las pistas de patinaje se volvían difíciles para las ruedas de la patineta, derrapar era un mayor desafío, antes que montarse en ella, evitando caerse. Los pequeños montones de nieve aparecían como obstáculos, tomando el lugar de los conos anaranjados en sus pistas de entrenamiento.

Pronto la nieve les impidió patinar, y eso sería por un buen tiempo.

De alguna manera, esa era una de las razones por las que Reki odiaba tanto el invierno.

Perdía su hobbie, y debía enfrascarse en otro, más aburrido que estudiar.

—¿Y ahora, qué hacemos?

Aunque se había olvidado de un pequeño detalle. Todos los años se la pasaba solo, fuera de los horribles exámenes finales del semestre y de las fiestas navideñas, ahora tenía a alguien más. Finalmente tenía un amigo.

Langa lanzaba su vaho a los cielos nevados, creando la fumarola fría extensa y fina de su aliento efímero. Pese a todo lo contrario en su cuerpo, el chico de cabellos celestes estiraba sus manos, abiertamente y sin guante alguno, recibiendo la caída de la nieve del cielo en su piel, meramente blanquecina.

Su aliento se esparcía alrededor de cada minuto, y si Reki no había dejado de admirarlo por casi media hora, probablemente llevaría la cuenta de 30 exhalaciones al viento, perfectamente sincronizados.

Copo por copo reposaban en su mano, antes de perder su perfecta geometría y deshacerse en silencio.

Reki recordó, entonces, que Langa venía de las tierras de la nieve, de la lejana Canadá.

Mientras él odiaba la caída de la nieve, Langa la apreciaba tanto como el recuerdo de su hogar.

—¿Qué solías hacer en Canadá? —preguntó curioso, escondiendo sus manos en el grueso abrigo rojo.

—¿Eh?

Los ojos celestes lo miraron sorprendido, Siempre brillaban tanto, pero Reki se odiaba por admitirlo en secreto, por lo que se obligó a pensar que era debido al leve reflejo del, apenas saliente, sol contra la nieve.

Las manos del peliazul deshicieron por completo la nieve rezagada en sus manos, y tras una agitación de las mismas, las resguardó en su abrigo blanco. Un atuendo nada adecuado para patinadores en entrenamiento, pero al chico lo hacía ver más que elegante, guapo era un término que le quedaba muy —bastante —corto.

—Sí, allá siempre neva ¿cierto? —indagó asertivo, el chico asintió en un desliz retardado —¿hacías alguna actividad que podamos replicar ahora?

Bien, entre querer tener un nuevo hobbie y pasarlo con el, era su idea, más se preguntó si el cosquilleo de verlo formaba parte de ello. El peliazul lo pensó al desviar su mirada a los montículas de nieve mucho más grandes. Había cientos de actividades que podían hacerse con la tierra fría, pero no estaba del todo seguro de poder replicarlas.

El recuerdo de su padre avivaba cada que un copo de nieve cruzaba frente a sus ojos, por lo que no sabía como sentirse.

En tierras ajenas, nuevas y desconocidas en cuanto a la nieve, como lo eran las niponas, se preguntó si podía iniciar de nuevo, como lo había hecho hasta entonces.

Reki estaría ahí, con él, así que no debía de preocuparse.

—Armaba castillos de nieve junto a mi padre, —Reki tragó saliva —jugábamos a que el me rescataba de los monstruos de hielo y de la reina de hielo, que era mi madre. —sonrió para sí mismo, era un buen recuerdo, tanto como doloroso —Después de su muerte, sentí que me asfixiaba la nieve, y realmente lograba morirme al congelarse mi corazón.

"El hechizo de congelar el corazón, efectivo y doloroso, es perfecto para un alma sin emociones".

—¿Eh?

Reki se tocó por inercia la cabeza, confundido y asustado, de escuchar repentinamente palabras neutras a su alrededor, como si alguien hubiese hablado a sus espaldas.

Pero no había nadie, estaban solos.

—¿Reki?

"Si el cúmulo de amor es suficiente para trascender sobre el hielo y el tiempo, que se vuelva tu maldición."

Debía de estar siendo afectado por la nieve, probablemente se estaba congelando sin darse cuenta, peor aun, dándole una hipotermia que lo hiciera alucinar lentamente. Sus ojos enfocaron la silueta de un preocupado Langa llamándolo repetitivamente, mientras le estiraba la mano por inercia, teniendo la extenuante necesidad de alcanzarlo.

"Mientras tanto, dejemos que el príncipe resbale como escarcha ante el sol, tu eres el culpable sol de su martirio".

—Nos vamos a casa. —confirmó al atrapar su cuerpo y recargarlo sobre el suyo, Reki solo asintió, completamente mareado.

¿Qué fue todo eso?

Agradeció que Langa estuviera presente cuando su madre comenzó a interrogarlo de su pésima situación; después, solo se dedicó a mimarlo con golosinas, chocolate caliente y un montón de cobijas gruesas.

Aceptando la petición de Langa de dormir un rato, cerró sus ojos y añoró responder a las interrogantes de su cabeza.

Mas no supo si lo que vió al dormir era una horrible pesadilla, porque palpablemente dolía como si fuera real.

Las rápidas e integrantes escenas corrieron tanto, que no fue capaz de analizarlas con profundidad.

Era un gigante palacio, lo supo por los amplios salones de baile, decorados con la más fina plata y el más rebuscado oro de la época pasada; además, los platillos se servían con tal perfeccionismo que supo que era una gala de lujo, de aquellos empoderados ayeres de personas millonarias y de gran poder.

La gente giraba a su alrededor, bailando entre danzas de giros y brincos, provocando el alzar de los largos y robustos vestidos coloridos de hermosas mujeres, arregladas como diosas. Además, los colores neutros y opacos acompañaban las siluetas de los hombres, quienes bailaban con experiencia tomando las manos de las mujeres.

El sonido de los tacones, aplausos y murmullos apenas y era audible, a costa del retumbante sonar de los instrumentos de viento y las teclas del gigantesco y viejo piano.

Aquello era una fiesta, de mucha gala por cierto, pero desconocía el porque él solo era expectador del cambio radical de un baile, al de un suplicante rogar de un destruído lugar.

Su alrededor se convirtió en escombros, perdiendo todo el lujo las gemas y metales preciosos codiciados. Sintió el frío recorrerle el cuerpo insensible, nieve era todo lo que había a su alrededor, mas el suelo no era del tono blanquecino característico, tristemente, fue teñido del carmín de sangre fresca.

Pronto su escenario volvió a transformarse a uno radicalmente diferente. Las botas que portaba, limitaban la gigante piedra cristalina y fría ante el; sus manos tuvieron la inercia de tocar el cristal, añorando percibir la vitalidad de la persona detrás de el, pero le fue imposible.

—Esta bien, me uniré a su ritual, y te buscaré hasta descongelarte.

Copos de nieve envolvieron su cuerpo, fue una llovizna que pronto arribó como una tormenta que lo envolvió cruelmente. Sintió su respiración perderse, tanto como la movilidad de su cuerpo, mínimamente sintió las lágrimas caer de sus ojos, antes de cerrarlos y sentir la muerte abrazándolo.

¿Acaso acababa de morir en su sueño?

Reki despertó de golpe, sentándose en la cama con el sudor en la frente, completamente asustado.

¿Qué había sido eso?

Percatándose tardíamente, se dió cuenta que el peliazul dormía a su lado, recostado de manera incómoda sobre el suelo, con la cabeza apoyándose en los cruces de sus brazos y manos, su perfil era admirable, incluso dormido, le encajaba perfecto el término de «príncipe»,
con el que solían llamarlo en su salón.

"Mi amado príncipe, espera por este plebeyo, en tu eterno sueño que despertaré."

Arrugó la boca inconforme con lo que fuera que haya soñado, pero al parecer, las voces seguirían atormentándolo.

Entonces, desvió sus ojos al libro abierto en su cama, ese arrugado libro de pastas que plasmaban dibujos metafóricos de hadas sonrientes y bailarines duendes. Era el libro de cuentos de sus hermanas.

Lo hojeó con curiosidad, enfocando su vista en el gigantesco título en letras doradas y cursiva graciosa, «El príncipe en su prisión de hielo», enigmático cuento que le interesó enseguida, seguro de nunca haberlo leído.

"Había una vez, Érase una vez, Hace mucho tiempo..." Aun se preguntaba como no se había cansado ya de leer las mismas palabras de inicio cada noche.

Mas aquella historia inició diferente, abrumadoramente atrapante desde el principio, leyó "Ocurrió en una noche...", y supo que la historia no sería mágica ni con un final feliz.

Relataba la historia de un viajero plebeyo, quien viajaba con su fiel corcel, de colores idénticos a los de las avellanas. Juntos, embarcaron un viaje a las lejanas tierras de la nieve, territorio poblado por la nieve y gente de noble porte, una clase social con poder, sin dejar atrás los sentimientos.

Su visita al reino fue bien recibida por los pueblerinos, quienes lo trataron como un joven de clase alta. Lo impresionante de su historia, radicaba en los paseos que daba en los límites entre el palacio y el gigantesco mercado, allí, donde las praderas eran cubiertas de escarcha, pero permitiendo el afloramiento de flores de nieve, coloridas y blancas.

Y no fue hasta el tercer paseo, que tuvo un encuentro con el inesperado joven de cabello de plata y preciosos ojos celestes. El castaño cabello del viajero se removió con el viento invernal que los envolvió en un abrazo, cálido y efímero; que los hizo tener ese primer contacto visual, un choque entre las orbes mielinas y las celestes.

Después de su tercer encuentro a la misma hora, ambos tuvieron su primer contacto, un apretón de manos que se deslizó en una caricia efímera y sutil, con todo el respeto que se debía tener a un príncipe real. El caballero, como lo nombró el príncipe, besó la mano de su majestad estando de rodillas, sonriendo cuando se miraron de frente.

Y su respuesta fue la invitación al baile conmomerativo de su próximo cumpleaños. El caballero aceptó.

Lo que Reki leyó después, lo discolocó por completo. Las escenas que su mente trazaba, de acuerdo a lo que sus ojos leían, eran misteriosamente idénticas a su sueño, aquél donde el era espectador de un baile de gala en un palacio de oro.

Su respiración se entrecortó momentáneamente mientras iba entrelazando las piezas entre el sueño y el cuento escrito.

"Es todo un placer para mí, acompañarlo en esta velada, mi adorado príncipe"

El corazón de Reki dió un vuelco ante la imagen que sus ojos plasmaron, ese dibujo decorativo y que, en evidente color, plasmaba la escena del castaño caballero tomando la mano del majestuoso y joven príncipe peliplata.

Sus miradas se perdían en el otro, de hecho, era perceptible el brillo decorando sus irises, mientras el mundo a su alrededor se esfumaba.

"Es todo un placer para mí, aceptar su compañía en esta velada, mi noble caballero."

Los diálogos quedaron en el olvido en cuanto ambos bajaron de la escalera, y comenzaron la danza en el centro del salón. El relato transmite, en profunda narrativa, la emoción del corazón de ambos bailando entre pasos sincronizados, perfectos y musicalmente iguales a la melodía de tonos melancólicos sonando al fondo.

El libro lo describe como lealtad a su situación social mutua, pero Reki puede sentir el amor que emanan al bailar y mirarse.

El libro describe la mágica velada fiestera, pero Reki lo interpreta como un ritual de cortejo oculto en un baile real.

El libro describe su encuentro como algo predestinado de la época, pero Reki lo interpreta como la unión de almas perdidas.

Si el libro menciona eso, entonces, tal vez, sea juzgador del amor entre ambos protagonistas; o por el contrario, Reki tegiversa la historia e implanta, a la fuerza, el deseo de amor entre ambos.

Y no existe nadie, más que el hechicero de nieve, que le confirma su teoría.

Su arribo trae consigo la destrucción parcial del precioso palacio, orillando, entre gritos de horror y desesperación, a los presentes de huir; el caballero trata de proteger a su príncipe.

Su monólogo de villantía no es de importancia para Reki, pasa rápidamente las hojas cada vez que le toca leer un diálogo suyo, hasta que el texto «...y entonces decidió maldecirlo...» lo hizo detenerse abruptamente.

Con toda la furia de la naturaleza de su alma, atrajo consigo la oscura nieve que nace de su báculo deforme y negro, y como si fuesen actuales balas, golpea directo en el pecho de sus víctimas, hombres y mujeres que fallecen con el impacto, dejando sus cuerpos a merced de la nieve cayendo del cielo, portando elegantes ropas.

Los aullidos de dolor y frustración siguen siendo la nueva canción de la historia, misma donde es el grito del príncipe se convierte en el nuevo coro que eriza la piel de Reki, pues siente su dolor al imaginar la escena de sus padres siendo asesinados, bajo el ciclón de nieve y hielo penetrante que los empala sin perdón.

El caballero hace lo que Reki no puede, abraza por la espalda al prínicipe y trata de arrastrarlo fuera de escena, mientras le explica, una y otra vez, que su prioridad es que viva. Mas la suerte se acaba en cuanto el hechizero los encuentra, y con el odio circundando en espinas a su alrededor, lanza una ráfaga que saca volando, con heridas, al caballero.

Ha cortado el lazo entre el caballero y su príncipe al separar sus manos. Reki sabe que ahora viene lo malo.

La risa del villano retumba en las altas montañas, y como una avalancha, impone su maldición ante el rechazo del príncipe a seguir su camino. Entonces, el báculo se ilumina, y la luz verde que emana lanza un disparo directo al corazón del joven peliplata, quien comienza a ver su cuerpo escarchándose lentamente.

"Si no caminas al lado de mi poder de la nieve, entonces que sea la misma quien te castigue. El hechizo de congelar el corazón, efectivo y doloroso, es perfecto para un alma sin emociones. Y usted, mi amado príncipe, será la víctima esta vez de semejante maldición."

El corazón de Reki se oprimió, a tal grado que empuñó la camisa que portaba, cercano a su corazón, con impotencia, como si el frío calante del hechizo también lo hubiese golpeado a el.

El viajero estiró su mano tratando de alcanzarlo. Más fue tarde su arribo cuando el cristal frío envolvió el cuerpo del peliplata, quien lo miró segundos antes de ser aprisionado eternamente. Sus ojos emitieron esa súplica y gratitud por igual, tal vez de amarlo, quizás por estar en sus últimos momentos.

"Si su amor es tan grande, entonces libéralo. Trasciende con las luces de la montaña, viaja como es tu profesión, búscalo en la nieve y quema la escarcha para liberarlo."

Reki liberó lágrimas, porque conocía el desenlace de la historia. El viajero se negaba al principio, y cansado de esperar, aceptó el ritual y emprendió el viaje para buscarlo, con el único objetivo de salvarlo.

Si aquello no tenía al amor como sentimiento de por medio, entonces Reki entendió mal la historia.

Surcó una sonrisa tambalente, pues las lágrimas no le permitían, del todo, mirar con enfoque su alrededor, ni tampoco entender el porqué de sus acciones.

El pelirrojo se bajó de la cama descalzo, y arrastró los pies frente al dormido joven peliazul, en su profundo sueño. Sus manos sintieron la inercia de tocarlo, una dolorosa sensación de sentir la suavidad de su tez blanquecina; las caricias de sus dedos entornaron el área debajo de sus ojos, además de las mejillas, y su paseo final radicó en la comisura de los labios entreabiertos.

El corazón de Reki sintió un vuelco bastante parecido al que sintió aquél viajero, cuando la cercanía entre el y su príncipe podía ser nula si besaban sus labios. Reki se acercó con sigilo, temiendo arrepentirse de algo que no sentía culpa realmente, era como el atrayente deseo de consumar ese deseado afecto que los protagonistas no pudieron.

Si él lo hacía en secreto, ellos no tendrían por que molestarse, ni Langa enterarse.

La caricia en la mejilla fue su impulso para besar los labios ajenos contra los suyos, un roce entre la parte superior e inferior de ellos, que se abrazaron con sigilo; un tacto que le hizo saber el sabor de sus labios, la suavidad de los mismos, el arrullante aroma de su aliento.

Langa era un príncipe, pero también podría ser un gran besador.

Su otra mano traviesa despeinó los cabellos celestes que caían sobre la frente del dormido chico. Sedosos y largos, más suaves de lo que Reki alguna vez se imaginó que serían. Y así describió los cabellos platinados del príncipe, también.

—Mi amado príncipe... —susurró por inercia, como si se sintiese poseído por alguien que lo obligara a decir aquello —despierta, finalmente te encontré...

Otro fugaz beso fue un detonante que rompió la ensoñación de Reki, alejándose nervioso cuando los ojos celestes lo miraron. Dió un salto de huída, tratando de controlar el manojo de locura de su corazón.

Era consiente de todo lo que hizo y dijo, y que seguramente no estaba alucinando, sino que estaba loco.

—Reki... —el chico emitió un aullido agudo que preocupó al otro al ladear su cabeza —¿aún te sientes mal?

—N-No...

El ardor en sus mejillas dejó entrever que estaba avergonzado, apenado por la supuesta valentía que tuvo, y ahora quería refugiarse y rezar porque Langa jamás se enterara de sus acciones, sus intenciones amorosas secretas, trascedentales con el tiempo.

Probablemente el viajero también se había enamorado del príncipe, pero el no pudo corresponderle.

Si había roto la maldición, probablemente podrían estar juntos. Pensó en locuras, como que Langa se pareciera tanto al príncipe, pero debía ser una locura; una alegoría fantasiosa, pese a ser un cuento triste y palpable.

—Anda, —se vió atrapado contra el cuerpo de Langa, alzando su mirada apenada —ve a dormir.

Le besó la frente con cariño, un gesto que nunca antes había hecho. Langa le sonrió, con sinceridad y amor, pues dejó las caricias en su frente tras alzarle el revoltoso cabello rojo de su flequillo.

Si el viajero murió tras aceptar la maldición, entonces Reki también moriría, pero por ser correspondido de alguna forma.

Se largó a dormir, escondiéndose en las cobijas, tratando de detener la bomba de tiempo de su corazón. Estaba feliz, y creyó que ese invierno sería interesante, pues ahora ya no podía ver la nieve de la misma forma.

Tal vez comenzaría a llamar a Langa «príncipe» sin darle explicaciones, solo lo haría y ya.

Así, el viajero le agradecería en secreto, y el príncipe sonreiría mas seguido.

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¡Es una de las historias más largas que he escrito! 🤭❤️ pero cuando se trata de relatar cuentos o hacer algo similar, tiendo a explayarme mucho.

Bueno, la verdad es que yo estoy enamorada de Langa, y me encanta el headcanon de que es un príncipe de la nieve 🥹❤️, por ende tenía que plasmarlo de esa manera.

Además, como dato curioso, días antes de escribir esto, vi la película de "Anastasia" y me dieron muchas ganas de escribir algo similar/referente a ella, tal vez ahora entiendan algunas cosas (?) 🤭❤️.

Mi esposa hermosa temari05nara_ 💕🛐, tú conoces mi debilidad en cuanto a este niño, y ahhh!!! Me emociono escribir una historia donde no sea Langa el protagonista, o medio jaja, tú me entiendes.

Mi vida preciosa GabyJaeger 🥹💕, seguramente no conoces el fandom, pero aún así tengo la espina de que te enamorarás de ellos cuando los conozcas 😍❤️, aún así, te etiqueto porque este libro es para ti ❤️.

Gracias a todos por su apoyo. Esta semana espero no atrasarme más que unos días debido a un seminario que debo presentar 😳, después me verán por aquí. Nos vemos ✨.

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