Día 8: Entre realidades

¡Hola, tercer y último escrito para este maratón de actualizaciones atrasadas!

En esta ocasión quise jugar un poco con el "Canon" de la historia de TR, no lo tomen literal porque esta historia aplica como un "What if...?" de una realidad alterna al canon divergente de TR y sus personajes.

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Tabla: Espiritual
Prompt: Viaje al futuro
Fandom: Tokyo Revengers
Shipp: MaiTake (Mikey x Takemichi)
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⚠️Advertencias:
🍂 Se MENCIONAN SPOILERS del manga, por lo que si no lo has leído, es mejor abstenerse de leer para no recibir spoilers.
🍂 Se puede considerar una historia de canon divergente con cambios en la trama original para beneficio de la historia.
🍂 Aunque hay explicación, podría considerarse Ooc de los personajes debido a un cambio de personalidades.
🍂 Se tocan temas sensibles como: tortura, muerte, disparos, sometimiento.

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El pequeño e inocente papel que yacía en sus manos revoloteaba por culpa del viento.

Bajo el clima amenazante de tormenta eléctrica y vientos fuertes, sus ojos solo eran capaces de captar toda su atención en ese papel.

Impreso, y de textura brillosa, aquel papel contenía la delicada topografía de haber sido impresa en maquinaria especial de relieve. Eso lo supo al percibir las gigantes letras, con los nombres de los protagonistas, escritos en letras doradas y brillosas, con un relieve perceptible al tacto, y a la vista de todo.

Tachibana Hinata y Hanagaki Takemichi.

Después, las letras negras de caligrafía emitían la apreciable invitación al evento de gala y celebración, de nada más que de su boda. La famosa boda de gala y de renombre.

Los protagonistas fueron los reyes de la fiesta, tras compartir el lazo, unidos a un anillo de oro que enlazó sus almas para siempre; sus anfitriones, fueron los cómplices y testigos de su amor marital.

Por si fuera poco, el gasto de tinta de color daba a conocer la belleza del palacio donde fue la fiesta, un gigante recinto decorado como en los antiguos tiempos, donde el oro lo era todo. Y agregando a la ecuación de saturación de ese papel doblado, como un tríptico de grueso poro, la imagen central de los próximos reyes de la noche que se presentó a toda luz.

Esa chica sonriente, con la brillante luz de su aura emitida por su gigantesca sonrisa y el baile de sus cabellos rojizos combinados con el marrón, su pequeño lunar, cercano a sus labios, le seguía dando el matiz de inocencia, apaciguada por la belleza de sus ojos, un tono parecido al cobre radiante que combinaban perfecto con el labial color durazno que los aviva a grandes creces.

Era un ejemplo de mujer, una belleza sin igual. Fue la modelo de esa noche y la estrella de cine, siendo fotografiada todo el tiempo, estaba seguro de ello. Internamente, debía reconocer que la chica emitía una aura cálida y amorosa a donde quiera que fuera, era una lástima que la muerte la siguiese todo el tiempo.

Y por otra parte, Hanagaki Takemichi fue el nuevo modelo de esa noche, el príncipe que arrebató alientos a más de una mujer por su belleza natural, pese a ser un ingenuo muchacho. De cabello negro y ondulado, revuleto si no se peinaba; la tez blanquecina resaltaba a juego, gracias a las brillantes irires azules que tenía.

No pudo evitar poner énfasis en su mirada sobre los labios impresos del joven, medianamente abiertos, tratando se surcar una sonrisa alegre ante la cámara. Sus labios, levemente resecos, húmedos por la emoción de la foto, y levemente rosados al ambiente natural. Nadie debía saber como sabía eso.

Pese a ello, aferró sus dedos a la invitación de grueso espesor, y acercando sus labios a la fotografía de los novios, trató de insertar sus labios sobre los impresos del joven príncipe, añorando sentirlos en vivo.

—Jefe...

Gruñó en silencio ante la interrupción, o más que eso, la falta de espacio ante el acoso de su subordinado, teniéndolo casi encima suyo. Antes su paciencia era mucha, exageradamente demasiada; y debería agradecerse o ya habría girado el arma de su cintura y habría aventado el plomazo perforando su cabeza. No tenía remedio.

Él sabía que su subordinado no estaba de acuerdo con su plan, pero al prometerle serle fiel como un perro, no tuvo alternativa de seguirlo hasta allí, a pesar de lo mucho que le molestara su obsesión con «alguien más».

—Ojalá ese añoro de tenerlo en sus brazos, de desearlo con tantas creces, fuese para mi, jefe.

Las irises negras finalmente lo miraron, con todo el desprecio del mundo. Si una mirada fuera capaz de asesinar, entonces ese sujeto yacería en el suelo sin vida hace segundos.

Tronó los dedos en cuanto empuñó su arma y la apuntó en dirección a su frente, justo en esa posición donde la víctima yacía de rodillas suplicando plegarias silenciosas, sin borrar la estúpida sonrisa que comenzaba a fastidiarle.

—Sabe que deseo su felicidad ante todo, jefe. —alegó con cizaña, sonriéndole sínicamente.

—Entonces cierra la boca, y sigue mis órdenes sin ladrar.

Su voz emperante retumbó por el lugar con fuerza, su orden asustaría a cualquiera que temiera por su vida, el hombre solo asintió sin chistar, quejándose en silencio. Se tomó el atrevimiento de acomodar sus rebeldes cabellos rosados por detrás de la oreja, mientras se relamía los labios inquieto, entonces se atrevió a tocar a su jefe.

Los dedos traviesos circundaron por el caído flequillo del joven de cabellos blancos, de plata alumbrada por la luna. Entre roces molestos, enredó en sus manos uno que otro mechón y los acomodó desordenamente sobre la cabeza del otro, una forma de molestarlo al invadir su espacio.

Pese al cañón apuntándole en puntos vitales de su cuerpo, no se limitó a parar sus juegos, realmente disfrutaba del peligro al máximo.

—¿Cuánto tiempo esparará solo aquí? —le interrogó bajando las caricias por el rostro helado del joven, sintió su cuerpo erizarse, aunque se contuvo de demostrarlo.

—Él vendrá. —respondió, y pronto levantó la mano para dar el perfecto manotazo que lo obligó a retroceder adolorido —te pedí que cerraras la boca, y aléjate 5 metros de mí.

Sanzu tomó aquello como un reto, uno donde se obligaba a sonreír nuevamente cada que la pistola lo miraba con enojo, una furia imponente de querer golpearlo con una bala asesina. Alzó las manos entre risas como un maniático atrapado cometiendo locuras, pero su fascinación por su precioso muñeco albino lo obligaba a querer romper todas las reglas.

—Solo un rato más, jefe...

Dió pasos lentos, pequeñas pisadas que se volvían evidentes con el tronar de las maderas. Su risa se convirtió en un horrosos eco en el baldío lugar, tan molesto era que obligó a su preciosa prese a cubrir sus oídos, sin dejar de mirarlo.

Sano Manjiro no sabía como había caído tan bajo para ser presa de un repugnante demonio como Sanzu.

Antes no lo había devorado uyyy Ku y lo i lo Moo Ku vivo, porque sabía que Mikey era el único que podía vencerle, o tal vez no.

Con el baile de sus cabellos blancos, sintió el frío recorrerle por la espalda y nuca, allí donde el tatuaje del dragón pareció cobrar vida. Pero temía que esos escalofríos fueran más por sentirse acorralado, sentirse débil, pese a estar armado y tener la armadura de hierro de su cuerpo y patadas entrenadas, pero estaba indefenso ante los ojos de ese maniático hombre.

—¡No te acerques! —ordenó con impotencia, apuntando con las dos manos el arma directo al centro de su cabeza.

—Pero, jefe...

Vaya mierda. ¿Qué tan ingenuo debía ser Manjiro para sentirse acorralado por un desquiciado mental? Era patético.

Paso tras paso, arrastre de los pies en la madera, las gotas de sudor caían de su frente sin motivos, pese a que el miedo lo exponía. De alguna forma, parecía que el mismísimo Mikey el invencible podía sentir miedo, y no a la muerte, sino a los demás, personas fuera de su trance como aquél supuesto perro dosmesticado que se hacía pasar como subordinado.

Y se detuvo, tan pronto el rugido de un choque detonador retumbó en el lugar, ensordeciendo a los presentes.

Ocurrió en un santiamén, de pasos, el hombre pasó a arrastrarse de rodillas; queriendo alcanzar al albino cuando, detrás de su sonrisa, la salida de saliva con sangre hizo evidente la herida causada por el anterior disparo.

—Te pidió que te alejaras, imbécil.

Las clases de puntería, autodefensa, y hasta la introducción del morboso vocabulario; fueron indicios para Manjiro de que su aprendiz captaba y aprendía con rapidez, más de lo que hubiera esperado.

A final de cuentas, su preciado héroe de ojos azules siempre llegaría a salvarlo. Takemichi era así.

El joven de negros cabellos sopló la boquilla de su pistola con desgano, asesinando con la mirada al hombre de rosados cabellos que se arrastraba por el suelo herido. Portando ropas negras y ajustadas, un cinturón con cientos de herramientas, la capucha que anteriormente lo protegía en la oscuridad y guantes de grueso latex, se acercó parsimoniamente al albino.

Manjiro esta orgulloso de verlo, secretamente, su obsesión con el joven chico lo llevó a los límites de introducirlo en un mundo mucho más oscuro que cualquier pandilla. Ahora el inocente era un experto asesino a sangre fría, ya no era un llorón.

—¿Y bien? —le interrogó con traquilidad, tomándose el atrevimiento de enroscar sus brazos detrás de la nuca del chico y arrebatarle un beso casto, una perfecta forma de recompensarle por quitarle al molesto perro de encima.

La inocencia del chico se había esfumado. Por ello, no era de sorprenderse que, repentinamente y con grandes libertades, arrinconara a su jefe y lo sometiera a sus encantos, correspondiendo los gestos de pulcridad y agradecimientos innecesarios. Después de todo, solo le servía, seguía sus órdenes.

—Otra rata muerta silenciada, —respondió en cuanto su ritual de veces se vió interrumpido por la falta de aire —las apariencias siguen en su máximo punto, como era de esperarse. —el desgano de su voz propició la mueca cizañosa del peliblanco.

A pesar de la encantadora boda de hace un mes, donde el joven relució como el rey de la ciudad, la caída de máscara para el beneficio de la prensa era desgastante, fingir ser alguien que no era. Lamentablemente, en ese juego bailaba la pobre pincesa de cobres orbes, quien rogaba día con día que el trabajo de su esposo no lo matase, sin saber la realidad realmente.

—Engañar a tu princesa no te hace del todo leal, Takemicchi —su burlón comentario fue algo parecido a un ronroneo con doble sentido, y eso el ojiazul lo sabía.

—De quien es la culpa, mi rey. —contraatacó defensivo, acorralando al peliblanco con fervor, ansioso de someterlo.

Pero ese no era el plan de la noche, tendría que esperar.

—Jefe...

Los ojos profundos de Takemichi miraron al intrépido esclavo arrastrado, no pudo evitar formar la sonrisa burlona de gozar su dolor, sus fallidos intentos de tocar con sus asquerosas manos el trofeo de cuerpo de su jefe, algo que solo a Hanagaki le pertenecía, y a nadie mas.

—¿Podemos cerrarle la boca de una vez?

Era curioso cuanto había cambiado el joven que alguna vez luchó por todos. La paciencia se recortó a segundos que lo hacían crujir los dientes y empuñar las armas con ansiedad, el fulgor en sus ojos eran flamas ardientes que carbonizan de apenas tocarlas. Ni hablar de la pésima idea de confrontarse con el joven en palabras, pues podría destruirte con facilidad.

Mikey hizo un perfecto trabajo arrastrando a Takemichi al mundo oscuro, más solo fue el punto cúlmine de ello, todo había iniciado con los errores en las decisiones de sus viajes, donde la oscuridad lo embargó ante las catastróficas experiencias y los eventos que lo corrompieron en ser quien era ahora.

—Si, mejor cuanto antes.

No tuvo que esperar confirmación, simplemente alzó en un ángulo perfecto el arma. Asegurándose de que su mano enguantada se aferraba a la fría mano de su jefe, soltó del gatillo cuando la risa del otro trató de enojarlo mas.

El disparo retumbó por segunda vez, con la bala caída manchándose en el charco de sangre de un esclavo más.

El futuro sería incierto, pues ciertamente ya habían perdido mucho en su presente, modificando todo su pasado.

Descubirir el secreto de los viajes en el tiempo fue la llave para terminar con algunos errores de la injusticia, entablar relaciones que favorecieran su supervivencia, y en malos términos, silenciar a los aliados que prefirieron traicionarlos, jugar con los sentimientos de ciertas personas.

Pese a todo, sus manos permanecieron unidas todo el tiempo, con o sin sangre, con o sin mentiras.

El mundo de oscuridad del presente parecía uno favorecedor en el presente.

Se dieron cuenta de ello cuando sus ropas cambiaron, el departamento de ambos era elegante y con miles de lujos de millonarios que no se comparaba en nada a los suburbios de la calle. La atención de primera clase fue otro factor determinante, y leales súbditos como Koko e Inui fueron la evidencia del cambio para el bien de su futuro.

Lo mejor de ese futuro, era que sus dedos eran adornados por las sortijas de plata y la pila de regalos en su habitación con el letro de "felicidades", les propicio el buen augurio de que acababan de tener la mejor noche de bodas sin saberlo.

—¿Finalmente están consientes?

La sorpresa de ambos se desvió al gigante hombre de una trenza, con el tatuaje de dragón iluminándose junto al saol queriendo traspasar la cortina cerrada de la habitación, el hombre los miró con una sonrisa cómplice, de alegría. En otro futuro aquello no habría sido posible.

—¡No vuelvan a tomar de esa manera, nos dieron un gran susto! —se quejó risueño, golpéandoles el hombro.

—¡Curioso que ni me acuerde de ello! —rió el pelinegro de ondulado cabello, retomando esa personalidad conocida por todos.
—Sé mas cuidadoso Takemicchi, antes no te asesinó Mikey por coquetear a Hinata estando casada.

Vaya, al menos fue un alivio saber que no usaban a la propia chica para sus intereses, dejarlo en un "coqueteo" era algo que Mikey podía pasar en ese mundo nuevo.

Las risas del trío no se hicieron esperar, entre las burlas y los golpes entre hombres. En ese mundo no tenían porque portar armas, tampoco ponerse máscaras ni borrar su inocencia, eso estaba bien.

Inesperado se les hizo saber que su famosa noche de miel viajarían a Filipinas, completamente solos.

Sus almas podían descansar de alguna forma. Pese a ser los grandes líderes de gigantes pandillas a su mando, eran libres de la policía y crímenes de asesinatos y robos; su limpio trabajo les permitía andar por ahí sin cubrirse ni esonderse de nadie.
Es así que, tras arribar y tener la apasionada noche de gemidos y calor en la habitación, por la mañana del día siguiente decidieron tomarse el tiempo de recorrer el campo de flores, parecido a los lirios de grandes tallos y pétalos tan blancos como la nieve. Hanagaki fue el primero en tomar asiento, sentándose de rodillas mientras admiraba el precioso paisaje natural ente sus ojos, forzándolo a inhalar el natural aroma de las flores, y sentirse pleno.

—Es un gran futuro... —señaló el joven de cabellos negros mirando su alrededor.

—Lo es. —respondió al mirarlo, sonriendo mientras palmaba sus rodillas como invitación a su regazo.

Manjiro no tardó en acatar la orden y se recostó sobre el fresco pasto de la pradera, recargando su cabeza sobre las rodillas del chico, tomándose la libertad de admirarlo desde abajo, su bonito perfil de joven llorón y valiente que tanto amaba, mientras se sentía dopado por el aroma floral del campo.

—Es un gran futuro... —repitió el joven, cortándose su voz mientras miró las lágrimas caer de sus ojos.

El pelinegro lo miró y le sonrió comprensivo. De alguna manera, Manjiro agradecía que Takemichi fuera el que conoció la primera vez. Si bien es cierto que disfruto de ser la presa y ser sometida por la bestia en que lo convirtió en el presente, la empatía, cariño y sentimentalismo que emitía en su débil valentía diaria era lo que más le atraía de el.

—Realmente lo es, Takemicchi... —enfatizó sincero, alzando su mano para limpiar las lágrimas que seguían bordeando sus mejillas —estamos juntos, sin ningún mal de por medio, eso es perfecto. —declaró satisfactorio, victorioso de alguna forma.

El ojiazul se obligó a sonreír estando de acuerdo. Posiblemente aquél era el desenlace de su lucha constante de viajes, experiencias y golpes de muerte, fatales decisiones y cambios de personalidad bruscos.

Hoy yacía tranquilo, con su alma en plena tranquilidad como el viento haciendo bailar a las flores, secando el viento sus lágrimas en una caricia de comprensión. Su cuerpo agradeció finalmente poder descansar, al igual que su mente.

Probablemente la resolución a sus problemas era saltando en el tiempo, directo al futuro. Su deber debió ser comprender dichos poderes, antes de intentar arruinar y arreglar las líneas de tiempo, solo así, todos merecerían lo que debían tener.

Paz o sufrimiento, vida o muerte, justicia o castigo. Siempre se debieron juzgar las acciones según la nobleza del corazón.

Eso ambos lo supieron, y por ello, entrelazaron las manos, donde los anillos brillaron, y se sonrieron mutuamente;  asegurándose un perfecto y ansiado final juntos, después de tanta lucha de dolor inncesaria.

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¡Admito que fue todo un reto escribir esta historia! Primero que nada porque ansiaba escribir a un Take malvando (?) 🤭 y segundo, por que mi excusa fue lo del futuro, y tercero, Take bottom 😳.

Que no se note que no me gusta el personaje de Haruchii
En fin, ¿consideran que la historia se tergiversó demasiado? 🤔 o tal ve ¿se vió de golpe el cambio en los personajes? Háganmelo saber para mejorar, me he dado cuenta que escribir historias de TR es bastante complicado y complejo.

No puedo irme sin etiquetar a los amores y diosas de mi vida y alma 🛐💗🥹 temari05nara_ GabyJaeger , mis amores, este escrito es nuevamente sobre el MaiTake desde otra perspectiva (creo que ver BNA me está afectando jaja) ¿que les ha parecido mi final feliz? 🥺❤️

Muchas gracias a todos por su apoyo, nos veremos (si todo sale bien) con una actualización dura 🤭❤️.

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