Día 5: Nuestro rey

¡Hola! Ya me atrase un montón de días 😭💔 es que se me complica mucho editar y subir y aghhh jaja, pero ya estoy aquí.

Mañana si o si tendremos un maratón 😌, así que espérense unos 3 capítulos en cuanto regrese de la Uni.

Ahora si, vayamos a lo importante, a lo prohibido ❤️😍, está historia tiene de contexto un culto a un Dios japonés, y cómo dice la prompt, pues no se sorprendan de lo que lean, ni de la shipp.

🍁✨🍂🍁✨🍂🍁✨🍂
Tabla: Espiritual
Prompt: el más allá
Fandom: Tokyo Revengers
Shipp: TakeInuKoko (Takemichi x Inui x Kokonoi) ya era hora de un trío 😂❤️.
🍁✨🍂🍁✨🍂🍁✨🍂

⚠️ Advertencias:
🍂Si la shipp no te gusta, abstente de leer. Yo ando obsesionada con los tríos de TR.
🍂⚠️ Se hace mención de spoilers del manga, ya que aún no aparecen los personajes. Si no quieres recibir spoilers, no leas.
🍂 Se hace mención de un evento del manga canónico, pero se hace una modificación para cuestiones de la historia.
🍂 Se menciona, con todo respeto, el culto al dios Amida, dios japonés relacionado con la guía de almas antes y después de la muerte.
🍂 Se tocan temas como: deidad, almas, muerte, trío amoroso, sin escenas explicitas.

~~~~~~~~~

Los Black Dragons habían perdido, lo sabían, en ese juicio.

El arma apuntándole a la víctima atada,  era algo que no debió importarles mucho.

Pero lo hicieron. Cuando un simple desconocido los defendió y protegió en una batalla de palabras, argumentos entre lágrimas y enojo, que lo hacían removerse como gusano.

Sus ojos avivaron la esperanza perdida de una vida pandillera en batallas de violencia y golpes.

Por eso no dudaron en reclamar, contra remeter en respuesta, con el arma, ahora, apuntándoles.

Estando en el límite de la vida, sus ojos solo pudieron mirarlo a él, por última vez.

Hanagaki Takemichi.

La altisonante bala resonó en cuanto fue lanzada del arma, sin represalia.

El aullido de su llanto fue efímero, celestial y esperanzador, pese a que el chico se desgarró la garganta en culpa.

Definitivamente, ambos le serían fiel en esta vida, aunque ahora mismo solo vivieran dentro de la oscuridad misma de un nubloso ambiente frío y de muerte.

Podrían esperarlo en la siguiente vida, eso sin duda. Pero la espera no era algo que los caracterizaba realmente, aunque tendrían que hacerlo mientras flotaban, mirándolo desde arriba en completo silencio y sin poder tocarlo.

El problema es que no lo concían, al pobre ingenuo muchacho que acudió al templo Yedo, postrado de rodillas, realizó su gesto de petición a los dioses pidiendo perdón por el sacrificio de ambos.

El chico era demasiado noble, exageradamente tonto, ingenuamente adorable.

—Inui Seishu, Kokonoi Hajime. Disculpen mi cobardía e ingenuidad de que con palabras pude haberlos salvado.

Las lágrimas cayeron sobre la madera del suelo brillante, gracias a la luz de la luna que parecía iluminarlo con obsesión.

Los ojos azules enfocaron con culpa la gigantesca deidad que montaba un terrible caballo de 7 cabezas, dios que si tenía la etiqueta de haber sido todo un guerrero, no como el.

—Podrías perdonar sus almas, dios Amida, ¿por favor? —juntó sus manos con ese gesto de rezo mientras se inclinaba nuevamente, forzando a sus ojos a cerrarse —Si alguien tiene la culpa, soy yo. Perdónalos a ellos, y aplica tu poder contra mí.

Cualquiera pensaría que el joven estaba loco, por muy creyente que la gente de los templos fuera, pero al chico no le importó.

Arribar allí solo, a plena madrugada, con heridas ensangrentadas y una que otra parchada, era la prueba de su inquebrantable voluntad de agonía y culpa de mirar una escena como esa.

La vivió con Chifuyu tras regresar a su línea, y se odió por ello. Ahora habían sido el pobre rubio y el pelinegro, atados a las sillas, las víctimas de estar con él cuando el disparo les arrebató la vida.

Cayendo derrotado ante el dolor de sus heridas, Hanagaki no fue capaz de mirar el asentimiento de cabeza por parte del dios, ni de las luces que circundaron a su alrededor, como si el pequeño fuego azul jugueteara entre sus ropas sin quemarlo. Su rostro inconsciente fue iluminado por las fugaces luces celestiales que parecían abrazarlo, curarlo, admirarlo.

Y ante un juicio emitido en lo recóndito del mundo del «más allá», dos almas bajaron con las mismas siluetas azules, flotando y sin sentir la fría madrugada que azotaba las tierras niponas.

Sus ojos solo fueron capaces de enfocar a su víctima, su terrible deseo de poseerlo.

Alguien tan frágil como Hanagaki Takemichi estaba a expensas de dos grandes cazadores, celestiales e inmortales, que ansiaban devorarlo con fervor, aumentando esas creces pecadoras de lujuria que el mismo Amida les sentenció.

"Sólo si él se los permite, podrán romper las reglas. Es su mayor condición."

Tanto los ojos verdes, como los ojos negros, tuvieron que aceptar sin remedio. El primero bifurcando su boca en una mueca de molestia, el segundo con un trueno en la boca disgustado, ambos cruzados de brazos.

Asintieron, y casi al instante, fueron rodeados de las mismas luces azules que los envolvieron en un remolino que los arrastró a «esa vida», vida que habían perdido hace unas horas.

Estaban de regreso, pero no con vida.
Estaban de regreso, pero sentenciados.
Estaban de regreso, pero cumplirían su promesa.

Takemichi comenzó a abrir sus ojos lentamente, sintiendo la pesadez de sus párpados como cortinas de hierro tratando de alzarlas, además del punzante dolor de su abdomen, allí donde yacían la marca de moretones de fuertes golpes.

Se removió con dolor, ahogando un grito adolorido lo mejor que pudo, mordiéndose los labios y acariciando sus heridas con frenesí.

Y la calma arribó repentinamente cuando sintió un toque suave —además de bastante frío —en su mejilla, una caricia que lo obligó a abrir sus ojos como gigantes omoplatos azules que enfocaron con sorpresa la preciosa silueta brillante de un hombre, entre parpadeo y pestañeo, sus irises solo fueron capaces de enfocar las preciosas orbes esmeraldas.

Su cuerpo se tensó en cuanto un segundo toque obligó a su piel brincar. La suavidad —y nuevamente fría —caricia sobre su herida piel, cercana a las costillas, era una especie de cosquilleo, un toque efímero y precipitado que pareció calmar el dolor de su cuerpo en un santiamén. Desviando la vista como si fuese un búho, preciosas orbes negras aparecieron en su visión.

De alguna manera, el rubio de irises azules se sintió atraído a esas preciosas gemas, tan contradictorias entre sus tonos, pero tan brillantes por naturaleza, una perfecta mezcla de ángeles entre el verde y negro.

Siendo un humano, se obligó a demostrar lo dócil y manejable que podía ser ante dichos toques, caricias que comenzaron a arrullarlo pese a no tener sueño.

Sus ojos seguían tan encismados en seguir el patrón de direccionarlos, de un lado a otro, a sus preciosas gemas favoritas. Temía tanto perderlas en la nubosidad de la niebla mañanera que envolvió el recinto.

—No se vayan... por favor...

La súplica fue emitido como el gemido de un niño temeroso, llenando su rostro de lágrimas inconscientes, junto al temblor de su cuerpo. El interior de Hanagaki estaba en crisis, queriendo entender la razón del extraño comportamiento de su cerebro de hacerlo actuar como si estuviera dopado, adormecido por culpa de la más fuerte drogra que lo destruyese.

Pero no. ¿Entonces cual era el motivo de sentirse atraído a algo que su cuerpo le tenía miedo?

Su cerebro estaba loco, sin duda. Probablemente un fuerte golpe en la cabeza era la causa.

—Estamos contigo, nuestro rey.

Si. Definitivamente Takemichi se había vuelto loco. Ahora resulta que escuchaba la más nítida y ronca voz de un ángel susurrándole cerca del oído, estremeciendo su cuerpo con los nuevos toques y ahogando su voz de la sorpresa.

Si el cerebro había dejado de funcionarle, no le sorprendió que la boca también lo hiciera. Podía percibir la ansiosa necesidad de salivar, de escupir y toser como si sintiese asfixiarse, pero no. La lengua le revoloteaba tanto como las cosquillas reprimidas en la amnesia de su cuerpo dormido, erizándose en pequeñas creces, sin poder evitarlo.

Atento a las irises que lo miraban con obsesión, el percibía auras diferentes naciendo de ellas, junto al resplandor que envolvía su figura humana y no los dejaba ver. Probablemente si eran ángeles, y ante celestiales criaturas, alguien tan mortal y un cobarde humano como el, no era digno de mirarles.

Ya era un logro obsesionarse con la fugacidad de sus orbes mientras seguía adormilado en tan frenético sueño.

Lo más que pudo sentir, fue el hormigueo de sus manos, los dedos forzándose a extenderse, deseando tocar la capa celestial de luz y atravesarla para ver que había mas allá. Sintió su boca entreabrirse, una pequeña abertura con la que fue capaz de aspirar más aire ante su inconsciente sofocación.

—Y te seremos leales, toda la vida.

Sus ojos se expandieron tan pronto el aire le fue arrebatado de forma precipitada. Su aliento fue succionado a través de la unión de su boca con —probablemente y si no se equivocaba —la del ángel de esmeraldas relucientes.

El aroma a menta era perceptible, pero pronto sintió difuminarse con cientos, miles de especies herbolarias que lo adormecieron, la perfecta droga que lo obligó a inclinar la cabeza por órdenes silenciosas del ángel.

—Cierra tus ojos...

Lo hizo. Los cerró al escuchar la última palabra, sintiendo el nuevo arrebato de su aliento en una posición como si flotase, con la cabeza caída como si fuese cargado de su pecho para abajo, una posición de debilidad en la que estaba siendo amarrado en silencio, sin ser consiente de su realidad.

Hanagaki podía percibir como cada suspiro del ángel emitía un nuevo aroma herbolario, una nueva droga que lo hacía excitarse en secreto, dormirse cada vez mas, soñar con verle la cara.

—Levanta tu cadera...

Mas su cuerpo no se quedó atrás. La ronca voz emitió su orden en un susurro, y siendo víctima de los constantes besos de boca robados, obligó a su cuerpo a levantarse, sintiendo como era cargado en una pose parecida a la de una princesa en brazos de su caballero salvador.

Con las manos entrelazándose a esa piel suave y fría, erizándose ante los toques en su piel desnuda.

¿En donde había quedado su ropa? Que mas daba ahora.

La saliva escurrió de su boca en cuanto pudo safarse de la sofocante delicia de sus labios mordidos, atajados en la cárcel de un ser celestial. Era una sensación rara, excitantemente deliciosa también.

La niebla del recinto comenzó a dispersarse, y pronto, sería capaz de mirar los afamados rostros de su prisionera excitante tortura.

—De-Déjenme verlos... por favor...

Su cuerpo comenzó a responderle, justo a tiempo. Paseó sus manos por su cuerpo, y se sorprendió de que las heridas anteriores estuviesen curadas, y se percató —torpemente —que aún tenía sus ropas.

Sus ojos pestañearon en un ciclo de 3 veces seguidas mientras limpiaba el rastro de saliva cayendo de su boca, volvió a pestañear, tratando de enfocar a los seres frente a sí, pese a la brillante luz que lo cegaba.

—Hanagaki Takemichi, nuestro rey...

—Te seremos siempre fieles...

Pestañeó de nuevo, y al fin los vió.

Las gemas verdes y negras finalmente tuvieron cuerpo, uno humano. Uno que él ya conocía.

Las lágrimas retomaron el desbordamiento del cauce de sus ojos y propiciaron su llanto. Portando sus respectivos uniformes blancos, con ese famoso y emblemático dragón negro a sus espaldas, ambos le miraron con fervor, lealtad y cariño.

Extendió cada uno su mano para limpiar la mejilla del joven.

—No llore por nosotros, que lo hemos decidido.

El remitente alzó los ojos para verlos, alzando sus manos para tocarlos por inercia. Y generando un cierto gesto de confusión y emoción en su rostro, parpadeó nuevamente emitiendo una suave fisura, parecida a una sonrisa.

—Cuidaremos de usted por siempre.

Parpadeó nuevamente, sorprendido al sentir que sus manos eran atrapadas en los dedos de ambos y la acercaban a sus bocas para emitir ese beso detonante de lealtad. Entonces volvió a sonreír.

Hanagaki se había convertido en un rey, y ahora poseía dos fervientes y leales súbditos en su nuevo reinado de paz y esperanza.

Con el puño alzado, miró a la gigante figura del Dios Amida, y prometió vengar por la paz, atacar por la justicia, errar por el mejor futuro para todos.

Tal vez, su próximo viaje en el tiempo le ayudase a salvar a Inui y Kokonoi. Aunque si aquello friccionaba la lealtad que le habían prometido, se lo pensaría mejor.

Aunque dudaba de ello, pues el seguimiento de ambos, como espíritus circunando a su alrededor, espantó a varios criminales que buscan dañarlo, ayudó a sus amigos en batallas y curaron sus heridas de gravedad; una prueba infinita de lealtad.

Pero toda ayuda requiere su recompensa, y por ello, tuvo que tomar la manía de refugiarse en los bosques, templos ocultos en las madrugadas; para que ellos volvieran nuevamente a someterlo y el se dejara adormecer con todo gusto y placer voluntario.

Después de todo, le había vendido su alma a Amida por el perdón de ellos, ya pensaría en el presente que haría.

~~~~~~~~~

¡Que no se note que estoy obsesionada y re enamorada de este trío! 😍❤️ es que ufff, los fanarts pudieron conmigo y me encanta la relación de estos tres jaja.

Ahora si, ¿entendieron el contexto de la situación y lo que hizo el Dios Amida? Espero que si, lo escribí de rápido 🥺 y no sé si todos captaron el mensaje. Si tienen dudas háganmelo saber.

Mi amada esposa temari05nara_ sabe de mi obsesión con esta shipp jaja, así que te la dedico porque me emocioné demasiado escribiendo esto 😍❤️ que opinas?

Mi bella y mi preciosa GabyJaeger , ahora conoces uno de mis secretos ocultos jaja. Espero que este capítulo te guste también ❤️.

Muchas gracias a todos por el apoyo y la espera, no olviden que mañana hay maratón jaja. Nos vemos ✨.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top