Día 4: "Loca del pueblo"
¡Hola! Hoy vengo a compartirles para el cuarto día del Fictober una adelanto no tan adelanto de Halloween (?). Llego un día tarde, perdón, pero hoy tienen dos capítulos!!!!
Quien me conoce sabe que amo a estos dos niños con locura, pero esta vez quise darle un enfoque a Boruto un tanto curioso y divertido (?), vayan a leer para descubrirlo.
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Tabla: Espiritual
Fandom: Boruto NNG
Prompt: Conexión de almas
Shipp: BoruSara (Boruto x Sarada)
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⚠️Advertencias:
🍂 No contiene spoilers del manga, se hace alusión al ambiente y características canónicas del mundo shinobi y los personajes, aunque tiene añadidos.
🍂 Historia narrada desde la perspectiva de Boruto como narrador y testigo.
🍂 Pequeño guiño al MitsuBoru (?)
🍂 Con todo respeto, se tocan temas alucivos respecto a los rituales, magia, costumbres antiguas de dioses paganos, etc.
NOTA IMPORTANTE:
Lo plasmado en este escrito se basa en historias referentes a Mexico y sus pueblos, la verdad de las cosas son un enigma y no debe tomarse literal.
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Por más que lo intentaba, Boruto no podía dormir.
Giraba de un lado, retornaba y acomodaba su cuerpo en posiciones incómodas y graciosas. Incluso llegó a aventar la manta que lo protegía de la helada noche, y seguía sin poder cerrar los ojos.
Pestañeó y recordaba palabras, pestañeó y recordaba acciones, pestañeó y recordaba la profecía.
¿Por qué tendría que creer y pensar tanto en una profecía que decía la «loca del pueblo»?
No quería sonar grosero, pero todos en la aldea la conocían de esa forma, de hecho, si no hubiera seguido el consejo del carpintero al que debían ayudar como misión, tal vez ahorita estaría en el mejor de los sueños efímeros de viaje.
Pero no, el hombre se burló de él y lo retó a acudir con la «loca del pueblo» si no le temía a los rituales y alegorías zodiacales y espiritístas del mundo oculto. Bakemon, nombre del shinobi retirado que ahora era un brillante y moderno carpintero de jutsus, le contó que podrían decifrarle su futuro, en todo tipo de aspecto.
Y ese había sido el problema, pues cuando Boruto arribó a la extraña carpa, y la mujer lo miró, sus ojos se agrandaron del susto y lo abrazó pidiéndole perdón infinidad de veces, más no se tomó la molestia de contarlas.
El rubio restregó con sus manos los ojos cansado, bostezando en el acto mientras se incorporaba. Sentado en el futón de dormir, miró a su equipo durmiendo plácidamente, hasta que sus ojos azules se detuvieron a analizar la cómoda y preciosa postura de su compañera de equipo.
Oculta entre las cobijas, Boruto determinó que Sarada era de aquellas chicas que dormían de lado, con la intención de abrazar la almohada. Su rostro lucía tan relajado, que intuyó dormía profundamente. Parte de sus cabellos caían sobre la parte izquierda de su cabeza, bordeando los ojos y casi tocando sus labios, nulamente abiertos.
—¿Te gustaría ser esa almohada?
Boruto dió un brinco, y de alguna forma dió gracias a que Mitsuki actuara primero y le tapara la boca para ahogar el grito de horror que él mismo le había metido. Su corazón latió con frenesí, y supo que no era del todo por el inesperado susto, sino por las palabras de esa anciana rebobinándose una y otra vez en su cabeza, además de la relación que estas tenían con las intencionales y cínicas palabras del peliazul cizañoso.
—¿Qué te ocurre? —escuadriñó el albino interesado, dejando atrás sus traviesas palabras.
Boruto rascó su nuca nervioso, si no es que confuso de lo que el mismo no podía explicar. Había visitado ese lugar por no perder su orgullo ante otro hombre, pero al final no supo si había sido lo mejor.
La euforia de la anciana, moviéndose de un lado a otro, con ramos de palmas bailando con ella, era una clase de imagen que el Uzumaki quería borrar a toda costa, pero el afán de palabras albureadas al aire, atenta a las fumarolas de la gigante leña que daba pie a una fogata de gran tamaño, no era algo tampoco usual de ver.
El rubio se sintió atrapado en ese lugar, por no decir que la señora lo había amarrado con ramas de Abedúl y amenzado con clavarle espinas de rosas.
Así que, tal vez, por su propia seguridad e integridad, decidió quedarse involuntariamente en ese lugar.
—¿Ritual del destino? —el viento despeinó el cabello de ambos shinobis, quienes decidieron charlar afuera.
—Sí, te parecerá tonto, pero no se que pensar...
Suspiró lo suficientemente fuerte para formar una neblina con su vaho frío perdiéndose en el cielo nocturno. Los ojos caramelo de Mitsuki se posaron sobre el con curiosidad, por no decir que estudiando sus gestos y posturas corporales para descifrar sus penas.
El Uzumaki se tumbó sobre las ramas del árbol que sostenían su cuerpo como barandales, y estando en dicha posición, miró al cielo vacío nocturno e inició su relato, comenzando por el extraño interés de Bakemon de llevarlo a la dichosa carpa y proponerle un reto como aquél. Mitsuki intuyó que todo era a propósito, por no decir que montado con astucia.
Fuera del primer susto de la anciana y su extraño lenguaje con la fumarola de colores de la fogata, su semblante cambió radicalmente a uno de paz, como si después de la tormenta existiese el cielo y la paz. Sus amenazas se disiparon tan pronto lo liberó, no sin antes hacerle alguna clase de limpia con hierbas y chorros de agua fría.
—¿¡Pero que diablos le pa-
—¿Te gustan los niños? —le interrumpió con curiosidad.
—¿Q-Qué?
Boruto no sabía que era peor, si el agua fría congelándole los huesos en plena madrugada, o la repentina pregunta con esa intensa mirada carcomíendolo lentamente.
Como si la situación no fuera más incómoda, la mujer se acercó repentinamente a el, pareciendo atacarlo. Boruto tropezó cayendo de sentón asustado, cortándose una porción de sus manos, donde la sangre afloró rápidamente.
—¡Déjame ver eso! —y sin preguntar, lamió las heridas del pobre niño traumado por su acto —¡¡¡lo sabía!!! —anunció con euforia, comenzando a saltar nuevamente, como la loca desquiciada que era.
Hablando en un idioma que desconocía totalmente, y muerto de miedo por otra parte, Boruto solo recordó que la anciana nombró dos clanes importantes; el suyo en primera instancia, dibujando sobre la pared el símbolo del remolino perfectamente trazado, y después, utilizó
la sangre del Uzumaki para dibujar sobre el mismo remolino a un reconocido símbolo para ellos, y eso no tenía sentido.
—¿Traslapó el símbolo Uchiha con el del Uzumaki? —cuestionó el albino incrédulo, o más bien levemente preocupado.
—¡Y con mi sangre! —chilló el rubio, tumbándose otra vez sobre las ramas, nervioso.
—Mencionó algo de los dos clanes, ¿cierto? —inquirió con astucia, mirando al contrario con atención.
—Pues...
El ritual de la mujer continuó por unos minutos más. Boruto deseaba tanto escapar y perder su orgullo, pero en cada intento de huida, la mujer lo amenzaba con una mirada afilada, además de un instrumento que parecía un arma hecha de huesos, que no quería saber de quienes eran, y el fétido olor de una asquerosa bebida servida en hojas de palma mojadas en lodo.
El rubio aseguró que jamás entraría a lugares así, ni volvería a pisar la dichosa aldea de las Tierras Mojadas, jamás.
—¡Puedo verlo!— gritó la mujer acercándose al chico que tembló nervioso —¡la conexión de sus almas unidas, a través del linaje, la historia de guerras mortales y sangre inocente derramada! —aquello no era un buen augurio —¡la lucha eterna de sus reencarnaciones añorando convivir en armonía, hasta que el amor surja! ¡¡¡Es fascinatemente maravilloso, espléndido, alucinante!!!
La mujer lo tomó de las manos y lo arrastró con ella hasta el mural donde los dos símbolos yacían iluminados por la furiosa flama del fuego, y obligándolo a tocarlos con sus manos, la anciana arrancó un par de cabellos del chico y los arrojó con fiereza al fuego, aumentando su potencia calórica, Boruto sintió quemarse.
—Oye niño, —Boruto la miró consternado, por no decir que con miedo —¡tienes un futuro aterrador y grotesco!
Bien, aquello no era algo que ya hubiera descartado. Después de todo, las palabras de Momoshiki aprisionando su cuerpo y restándole vida eran la evidencia de ello. Pero fuera de las supersticiones de horror que se verían a través de sus preciosos ojos azules, también había algo de esperanza.
—¡Si sobrevives a ello, tu futuro será bueno, lleno de amor, exageradamente!
Antes de ser soltado por la mujer, esta le extendió y colocó sobre sus palmas una hoja roja, de aquellas que el otoño arrastra consigo con sus vientos desde la lejanía del extranjero. Dicho material vegetal no tenía nada de especial, al menos no a simple vista, pero las palabras de «cuídala», de alguna forma, lo obligaban a tratar con cariño dicha hoja otoñal.
Después, Boruto escapó. Llegando tarde a la reunión de guardia, y sin poder dormir de todos modos, hasta ese momento.
En pleno otoño, una profecía fue emitida, otra más a su sentenciada vida siendo tan joven.
—¿Le das alguna coherencia a todo lo que te dijo? —mumuró Mitsuki interesado, Boruto resopló en respuesta.
—Nada nuevo que no me hayan dicho ya, creo. —manifestó indiferente, aunque el empuñamiento de sus manos reflejó lo contrario.
Mitsuki propusó ser el nuevo cambio de guardia, mandando a Boruto a dormir tras verlo bostezar con mayores creces.
En cuanto arribó al lugar, se percató de que su futón estaba repleto de hojas rojas, idénticas a las que esa mujer le otorgó. Por no asustarlo más, al desviar su mirada, el futón de Sarada estaba repleto de las mismas hojas, aunque amarillas.
Y en las manos de la chica descansaba otra hoja peculiar, pues el patrón de sus venas de clorofila segmentada eran idénticas a las de un remolino, y un color amarillo tan peculiar como el de su cabello.
Las coincidencias comenzaban a aterrarlo, especialmente cuando figuró la especie de abanico en la hoja que descansaba en su palma.
Sin duda era una broma de mal gusto.
—Imposible que estemos destinados por cosas así, ¿no crees, Sarada?
Claramente lo inisuó, más tampoco tuvo la voluntad de reírse y negarlo del todo. Sus mejillas ardieron levemente, arrugó la boca incómodo y escondió las manos nerviosas en los bolsillos de su chaqueta avergonzado. Tomó las cobijas y las alzó con fuerza para lanzar al aire las hojas rojas cayendo, como lluvia otoñal.
—No me importaría ser esa almohada... creo... —balbuceó nervioso, mirándola de soslayo antes de darle la espalda y ocultarse en las cobijas tratando de conciliar el sueño.
Lo que Boruto no sabía, es que Sarada había sido interceptado por otra anciana mujer en plena misión, quien le regaló la dichosa hoja amarilla, informándole de la conexión que tenía con Boruto, y que debía de luchar por él, por ese futuro juntos.
Pero se trataban de rituales espiritístas, no es como que la conexión de almas se afirmara por ellos, tal vez.
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Los pueblitos en Mexico (ojo, no todos, es solo una alusión a la preservación de ciertas costumbres prehispánicas) relacionan mucho lo de "la otra mitad, el amor verdadero, lo destinado, o el futuro" con rituales como el aquí plasmado.
No deben tomarse nada literal, háganle como Boruto, que dudó de todo jaja. Lo importante era sólo compartirles un poquito de las maravillas de acá.
¿Que les ha parecido? No enfoque directamente a la pareja, pero fue divertido investigar y plasmar algo así, después de todos hablamos de temas espiritistas en este Fictober, al menos en su mayoría jeje.
Mis preciosos amores, temari05nara_ y GabyJaeger sé que la pareja no es del todo su gusto, pero yo prometí etiquetarlas y dedicarles todo, así que aquí están de nuevo ❤️🤭✨.
Gracias por leer, nos vemos mañana con un fic interesante 🤭.
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