Día 13: Significado de colores

¡Hola! Vengo con otra actualización tratando de ponerme al corriente con los días jeje en el Fictober.

En esta ocasión les traigo mi obsesión por uno de mis tríos favoritos de TR ❤️.

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Tabla: El lenguaje de las flores
Prompt: Dalia - gratitud
Fandom: Tokyo Revengers
Shipp: TakeInuKoko
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⚠️ Advertencias:
🍂 Se mencionan spoilers del manga, incluyendo a personajes que no han salido, por lo que se recomiendo no leer si no se lee él manga ora evitar los spoilers.
🍂 Se tocan a las dalias y su significado como tema central de la historia.
🍂 La trama gira entorno a los personajes de Inui y Kokonoi, Takemichi sigue siendo el mismo, solo que alguien más relajado.
🍂 Pese a ser un trío, no se tocan temas indecentes, simplemente se centra en el tema de la "lealtad" como antesala.

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El viento logró arrancar un pétalo amarillo de aquella flor.

Las manos enguantadas trataron de protegerla de los fuertes vientos del otoño, temiendo que le arrebastase más vitalidad a la pobre flor amarilla, tenía que llegar íntegra a su dueño.

Una vez arribó a la gigante casona, limpió con toda la pulcridad del mundo los zapatos, que dejó reposando en la entrada, antes de adentrarse por el pasillo sigilosamente.

Inui Seishu acomodó con paciencia lo recién horneado sobre la bandeja de plata. Los humeantes platillos calientes perfumaron el ambiente a tocino y huevos refritos, acompañados de la fresca fruta tropical del día. El chocolate caliente no podía quedar atrás, entre más chocolatoso y espumoso, mejor sabor tendría.

Con cautela, escondió en el bolsillo de su uniforme blanco, la nota pegada en el horno de la cocina, y con la mayor suavidad que sus pasos pudieran permitirle, inició la caminata en dirección a la gigante recámara del fondo.

La tranquilidad de la mañana se vió levemente interrumpida por el tarareo en la habitación del gigante portón. Una melodía contagiosa que solo llevaba la letra «la» como coros, altos y bajos. El perfume de rosas también comenzó a olerse conforme se acercaba, Inui intuyó, entonces, que Koko se le había adelantado.

Tras mover con fuerza la puerta, la cálida penumbra del cuarto lo envolvió prontamente. Una habitación llena de decoraciones de dragones y utensilios de oro, una cama tan grande como lo podía ser un escenario, cortinas cayendo en cascada que oscurecían la habitación, y muy en el fondo, las puertas blanquecinas del color de perlas.

—Buenos días, mi señor. —anunció conforme se acercaba a la gigante cama, teniendo a su vista la silueta del chico sentada en ella, quien lentamente bajó el tono de su melodía hasta callarse.

—No es necesario que me llames así, Inu.

El mencionado sonrió ante la empatía del chico, contando esta ocasión, debía ser la centésima vez que decía esa frase desde que habitaban esa casa.

Rápidamente hizo la reverencia estando de frente, siempre debían emitir la señal de respeto por la de mirar el rostro ajeno. Y en cuanto escuchó el movimiento de las cobijas, se enderezó para fungir como apoyo.

De cabellos rubios bastante rizados, en un corte despeinado y caído con flequillo, el chico aceptó su mano y se impulsó para poder bajarse de la cama. Sus pies descalzos tocaron la alfombra rojiza, acolchonada y gruesa que no enfrió su piel; a sí mismo, dejó que Seishu reacomodora la bata de baño que portaba, de tela fina y aterciopelada de un color azul, muy idéntico al de sus ojos.

—Su desayuno está listo. —sus palabras fueron acompañadas con el acto de extender la bandeja cerca de la mesada en el rincón de la habitación, el chico asintió.

Hanagaki Takemichi era su nuevo líder a seguir. Tanto para Inui como Kokonoi, Hanagaki era un símbolo de esperanza en la destrucción misma, sus palabras eran el fármaco dopante para quedarse dormidos, tanto como el insintivo de moverse por órdenes suyas. Ambos le pidieron seguirlo, como siervos leales, mas el chico mostraba una empatía fuera de lo común con ellos.

—Inui, te pedí que sirvieras tu desayuno junto al mío... —a eso se referían con la empatía exagerada en su dios.

Takemichi era joven, inocente y torpe. Pero el aura que transmitía era de una nobleza exageradamente pura. Su corazón era capaz de impartir amor y cariño por igual, incluyendo a sus fervientes enemigos, por lo que, muchas veces, los miembros de aquella pandilla se cuestionaban porque los había elegido por sobre otros.

—Hoy salí temprano, por favor, coma usted.

El rubio no emitió otra queja, simplemente tomó asiento y dejó que el chico de doblado cabello rubio lo atendiese como si fuera de la mas alta realeza. La toma de sus cubiertos fue algo espectacular para Inui, quien siempres se quedaba a observar el mejor espectáculo ante sus ojos, la existencia en el actuar de lo común de Hangaki Takemichi.

Los minutos eran largos para alguien que podía admirar la belleza de un ser brillando sin descanso, como el bailar de una flor en primavera o la caída de las hojas en otoño. Así que, cuando fue su turno de tomar acciones, se levantó de la cama para asear al chico y recoger toda indumentaria; ese día habría reunión con el resto, debían prepararse.

—Rey, —le llamó en cuanto lo vió dirigirse al baño, el chico volteó —permítame ofrecerle esta flor como prueba de la fidelidad que le tengo a su persona.

Una bonita flor comprensa de color amarillo fue depositada en las manos del chico, que sonrió de antemano. Olfateó la misma y se embriagó del aroma natural de la misma, rozando los pétalos firmemente unidos al tallo, solo uno se había caído. La flor de 30 centímetros era perfecta para acomodarla en el florero del buró de su cama, y verla todos los días.

—Te lo agradezco Inui, —comentó pacíficamente, suspirando cuando recibió el beso de lealtad en el dorso de su mano —te veré en un rato.

El joven asintió, permitiéndole seguir su camino en dirección al baño, lugar donde el otro plebeyo lo esperaba pacientemente. Inui recogió las cosas, y antes de marcharse de la habitación, dejó la nota de su bolsillo sobre la mesada con un nuevo mensaje para el otro remitente.

Takemichi entró al vestidor del gigante baño, que mas bien parecía un gran spa de aguas termales. Con el cuerpo limpio y aseado por el anterior baño de burbujas entre pétalos de rosa, sus ojos enfocaron directo a la presencia del joven que terminaba de acomodar los utensilios y ropa con perfección.

—Buenos días mi señor, ya está listo su conjunto del día.

Hajime Kokonoi era el otro plebeyo en juego. Sirviente leal al chico desde que fue salvado por el y sus palabras ante crítica situación de muerte. El asombro hacia un simple chico lo obligaba a permacer a su lado y brindarle todo lo que pudiera darle como prueba de gratitud exagerada.

—Koko, no es necesario que me llames así.

Hanagaki se acercó con una sonrisa, y dándole la espalda al joven, permitió que el chico lo desvistiera de la bata de seda azul cayendo al suelo. La exposición de su cuerpo había dejado de ser un problema tabú para el chico, pues ambos plebeyos lo habían endiosado con palabras anteriormente.

Bailando al son que el pelinegro le hacía entrever con sus gestos, Hanagaki alzaba los brazos, dejando que la camisa blanca de algón resbalara y se pegara a la piel de su pecho. Ayudó con los dedos a abrochar los pantalones de vestir negros, mientras se dejaba arreglar el cuello de la camisa por los dedos fríos del pelinegro.

El sentido de moda de Hajime era inusual y perfeccionista, por ello, se encargaba de elegir los conjuntos de ropa planchada y perfumada para el rubio, además, tenía la maña de arreglar cualquier arruga formada al vestirse, y de acomodar el cuello y las mangas de la camisa que sería oculta con la gabardina negra con el estampado de dragón blanco.

Una vez  vestido, Koko se inclinaba lo suficiente para acomodar los botines que entraron con perfección a los pies descalzos del ojiazul, como zapatillas de cristal, formando nudos perfectos y abrochando las correas. Posteriormente, guió al chicó al rincón del espejo, donde se encargaría de peinar y acicalar su cabello para mantenerlo esponjoso.

—Por favor, tome esto mientras termino.

Las manos enguantadas del pelinegro extendieron hacia su pecho una bonita flor blanca, una Dalia de color blanco como la nieve misma. Hanagaki la recibió en sus manos, realizando el mismo ciclo que la anterior flor amarilla recibida, sonriendo de soslayo por el signficado de la misma.

La seducción se consideraba algo immpuro e insano, pero reflejado en una flor blanca, era como quebrar el tabú y amor sin repudios mediante cortejos inocentes y asertivos, otros de gran índole.

Tanto Hajime como Seishu tenían sus modos de seducir su atención hacia ellos, eso Takemichi lo sabía.

Cuando ambos salieron del baño, Koko se adelantó para recoger la nota puesta en la mesada, y tomando la iniciativa de guía, esperó con paciencia que el ojiazul acomodara la flor en su florero, junto a la amarilla, y salieran juntos de la habitación en dirección a una reunión.

Como el nuevo líder de representativa pandilla, ganarse el respeto era algo que había sido sumamente sencillo, gracias a sus leales plebeyos. La postura de Hanagaki no iba más allá de la paz y tranquilidad, algo que quebrantaba los lemas salvajes del resto de pandillas de Japón, o de sus anteriores generaciones, más sus fieles seguidores nunca chistaron, al contrario, lo elogiaron como a un Dios.

—¡Mi señor! —el líder de ojos azules enfocó su atención en el resto de los sublíderes de la pandilla —¡tome esto como muestra de nuestro agradecimiento hacia usted por salvar nuestro presente y futuro!

Pequeños ramillos de dalias color malva fueron expuestas frente a él. El ojiazul estiró sus brazos, y con las manos enguantadas, los recogió hasta juntarlos en un gran ramo de los flores, parecidas al color de la lavanda, con un olor espectacularmente exquisito.

—¡Alzen sus rostros, y forjen la nueva generación de los Black Dragons!

El público aulló con un eufórico «sí» mientras alzaban los puños, para posteriormente hacer una reverencia y marcharse por los alrededores. Takemichi esperó paciente, no solo por esperar, sino por disfrutar el clima frío de la temporada de otoño acercándose. Las hojas de los árboles comenzaban a despintarse y bailar con el viento, pronto caerían.

—¿Listo para irnos?

Takemichi desvió su mirada en dirección a los chicos, ambos cargaban con una preciosa flor de tonos violetas. Las Dalias violetas eran el reflejo de un amor duradero, aquél que sin importar el tiempo, permanecería intacto, y eso era parte de la lealtad misma que reflejaba su color intenso, mientras las flores bailaban en los chicos que emitían precisamente eso.

—Vámonos.

Su actitud tranquila había arribado en cuanto decidió quedarse con ellos. No se reprochaba de abandonar a la Tokyo Manji, pues sabía que con el nuevo poder lideral podía hacer muchas cosas que cambiarían el futuro. Por ello, cuando recibió las flores con un beso como compañero por cada uno, se confirmó que había hecho lo correcto.

Probablemente Takemichi se sentía dopado de su nuevo puesto como líder de una gran pandilla. A veces, se juraba que alucinaba con los nuevos tratos recibidos de un rey sin pedirlo, otras veces se aprovechaba de la lealtad de sus súbditos y se ofrecía a guiarlos por el camino correcto, aquel donde su cama era el punto de encuentro.

Ambos le siguieron los pasos, profanaron con sus juegos y rompieron las reglas de castidad ante el deseo. La injusta relación de 3 personas consistía en el sometimiento de dos contra uno; lo que nadie entendía, era que las órdenes se cumplían incluso en la cama, con los cuerpos desnudos y el sudor escurriendo sin pudor.

Si Takemichi exigía besos al punto de ahogarse por parte del pelinegro, este debía hacerlo. Todo mientras la orden de las caricias ardientes del ojiverde se paseaban por los lugares mas tentadores de la piel.

Después, existía el cambio de roles, donde ahora Inui devoraba la boca del rubio mientras este era sometido por las estocadas del pelinegro en un ambiente silencioso.

Al final, Takemichi era quien los sometía sin siquiera tocarles. Los ojos azules disfrutaban con creces el doloroso castigo de sus súbditos resitiendo las ganas de someterlo por completo, devorarlo y marcarlo como suyo, pero el chico era listo.

Y pedirles detenerse en los momentos críticos, era como sentenciarlos al infierno mismo.

—¿Qué tienes para mí, Inui?

El mencionado se vió en la necesidad de levantarse de la gigantesca cama, gateando como infante, hasta el oculto ropero, lugar donde escondió una preciosa Dalia rosada, misma que le extendió con cariño al ojiazul, mientras le era recompensando con una caricia en el rostro.

—Es preciosa, —confesó mientras le sonreía en respuesta, Inui se sonrojó por inercia —no hay necesidad de que lo dudes, hoy, con toda tu atención y lealtad, puedo saber que me harás feliz sin importar el costo. Ambos lo hacen.

El ojiverde asintió, y se acercó ante el movimiento del dedo de su amo pidiéndole acercarse. Dejándole a propósito su cuello descubierto, volvió a acariciar los cabellos hasta el mentón, donde lo incentivó a romper la distancia entre ambos.

Seishu no esperó, tan pronto fue soltado, arrastró dominante con sus manos el rostro del joven al suyo para besarlo con fugacidad, un sentimiento hilarante de pasión y necesidad en el jugueteo de sus bocas y las caricias de por medio.

—¿Y t-tu, Koko? —el chico suspiró al recuperar el aire, mirándolo de soslayo,  antes de volver a ser apresado.

Hajime remedó los movimientos que Seishu había hecho con anterioridad. Deslizándose por la cama, abrió el ropero y divisó la nota arrugada de la mañana, y también, la preciosa flor roja descansando en el taburete.

Sonrió con picardía cuando releyó por quinta vez en el día la nota: «Hoy me toca a mí este color, ahora es mi turno», y sin remedio, resopló derrotado antes de tomar la flor y acercarse nuevamente a la escena.

La mano libre de Takemichi se estiró lo suficiente para tomarla y olfatearla una vez se alejó Seishu de su boca; un olor penetrante, tanto como el profundo color rojizo de la flor, era hechizante, con un signficado ambiguo que —sabía —compartían los dos chicos por el.

—Koko, Inui... —los miró a ambos expectantes de sus palabras —no es necesario pelear por el color de las flores...

Ambos chicos se sonrojaron, sintiéndose atrapados por la travesura de la nota arrugada que evidenciaba sus actos del día. Takemichi acomodó la flor rosada y roja en el jarrón de su mesita de noche, y mirando todos los colores que la adornaban, desvió su vista de nuevo en ellos y palmeó con gentileza los cabellos de ambos.

—Los amo y amaré siempre, por eso decidí quedarme con ustedes.

Inui se permitió esperar su turno, y dejó que fuera Koko quien ahora le arrebatara el aliento a su amo, sometiéndolo a su manera, entre suspiros y gemidos ahogados en los besos del rudo jugueteo de sus lenguas. Las manos libres de Takemichi rasguñaron la espalda del pelinegro, antes de ser tomadas por las del ojiverde, depositando besos en cada nudillo.

La lealtad podía plasmarse de diferentes maneras, mientras otros eran para el mal, ellos lo fungieron para el bien.

La esperanza en los ojos azules fue el incentivo para seguirlo, enamorándose en el proceso.

La obtención del poder no hizo dominante a Takemichi, al contrario, lo hizo más empático; recibiendo muchas veces un significado de colores.

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La verdad me gusta la dinámica entre estos tres, culpen a los fanarts por amarlos de esta manera jaja.

Las dalias son unas de mis flores favorito, técnicamente son Mexicanas pero ya pueden verse en muchas partes ❤️ así que tenía que escribir algo sobre ellas si o si.

Estas son las dalias por si no las ubican:

Y según su color pueden significar:
- Blanco: seducción
- Amarillo: fidelidad
- Rosa: hacer feliz
- Malva (tono morado): agradecimiento
- Violeta: amor duradero y leal
- Rojo: querer/amar por siempre

A mis dos grandes amores y diosas de la vida 🥹💕🛐✨ temari05nara_ Y GabyJaeger les dedico este escrito, cúlpenme por amar a este trío pero no puedo jaja, estoy emocionada de ya verlos pronto en el anime 🤭❤️.

Gracias a los demás y por la paciencia en la actualización ✨.

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