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Tema no. 30
¡Deslizarse!

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͜͡➸ Palabras: 1,530
͜͡➸ Shipp: NyoKraiPol (Nyo! Ucrania y Polonia)
͜͡➸ Personajes: Polonia (Feliks), Nyo Ucrania (Dimitri), Italia (Feliciano), Letonia (Raivis), Lituania (Toris)
͜͡➸ Menciones: Rusia (Iván) y Estonia (Eduard/Eddie). Ucrania (Katyusha), Prusia (Gilbert), Alemania (Ludwig)
͜͡➸ AU: universitario. Es uno en donde todos estudian para ser los representantes de sus países
͜͡➸ Nota: iba a escribir algo de España y Francia, pero a la mera hora lo cambié sin motivo ¯\_(ツ)_/¯
͜͡➸ Nota 2: Iván y Dimitri son primos


Por fin, después de mucho tiempo, por fin octubre había llegado. Eso abrió la brecha a que los estudiantes de la academia mundial hicieran una gran fiesta de disfraces para celebrar. Feliks y Feliciano fueron los de la idea, querían divertirse antes de la graduación el año siguiente. Así, pues, se encargaron de reunir a todos sus amigos y convencerlos, hasta el cansancio, de asistir. Pues sabían que algunos personajes eran reservados, como los dos mejores amigos del italiano, por ejemplo.

Al final, la fiesta tuvo una excelente recepción. Muchos estudiantes fueron, algunos disfraces eran muy buenos, otros eran despampanantes. Feliciano y Feliks se disfrazaron del cisne blanco y el cisne negro respectivamente, se llevaron la atención de muchas personas.

A eso de las doce de la noche, ya varias personas estaban algo tocados por el alcohol. Fue cuando todos entraron en calor y la fiesta tuvo un mejor ambiente. El único que parecía no divertirse del todo, era Dimitri, el estudiante que sería el próximo representante de Ucrania, que estaba sentadito en una silla viendo a todos con su sonrisita adorable. Feliciano se acercó a él, todo lindo, le tomó suavemente de la manga de su abrigo de Frankenstein, y llamó su atención al tirar suavemente de ella.

—¿Ucrania, no te estás divirtiendo?

—No es eso, Italia, es solo que pensaba en mi hermana mayor.

Feliciano inmediatamente supo lo que eso significaba. Katyusha fue la hermana de Dimitri, la antigua Ucrania. Ella, lamentablemente, había fallecido por una enfermedad hace casi cinco años. Era por eso que Dimitri quería estudiar lo mismo que ella, la extrañaba mucho y sentía que debía continuar con su legado. Era un caso muy parecido al de Ludwig, su amigo alemán, que entró por circunstancias similares a esa carrera, al igual que su difunto hermano Gilbert.

—Oh, ya veo. ¿En qué estabas pensando, era algo bueno? —preguntó, esperando no sonar insensible. No era bueno en situaciones complejas como esa.

Dimitri asintió suavemente y suspiró. Sacando de su abrigo una botella de vodka que ya iba por menos de la mitad. Se la había bebido él solo, y la sacó para finalmente acabar con el líquido restante.

—Ella era muy resplandeciente, estoy seguro que se habría alegrado por mi al haber venido aquí. Me pregunto qué tan feliz fue en la universidad.

—Ucrania, vamos a divertirnos con los demás. ¿Dónde está Rusia? —preguntó al ver alrededor. Creyó que quizás no era lo mejor para él pensar en algo tan triste en un momento así.

—Mi primo se fue hace un rato con Eduard. Deben haber ido a alguna habitación, no lo sé.

—¡Oh, en ese caso vamos con Feliks!

Dimitri enrojeció ante semejante propuesta. Cierto era que entre él y el polaco había algo, pero no podían ser nada oficial, ya que en primer lugar, sus carreras desde ese punto les tenían prohibido tener relaciones amorosas. Más que nada por la imagen pública y política del país al que iban a representar. Si iban a relacionarse, debía de ser debajo del agua. En el caso de Iván y Eduard, solo estaban enterados sus amigos y familiares. Definitivamente nadie iba a delatarlos, aunque el ucraniano debía reconocer que, quizás, el alcohol había llevado a su primo a actuar de forma tan arriesgada, y evidenciar de esa manera, que algo tenía con Estonia.

La segunda razón por la que no podían oficializar nada, era porque el polaco y el ruso no estaban en buenos términos. No quería problemas entre ellos dos, así que por eso, sus interacciones con Feliks eran sumamente discretas.

Feliciano logró llevarse a Dimitri con los chicos eslavos. Tal parecía ser que estaban jugando algo llamado siete minutos en el cielo. Feliks al apenas ver qué Dimitri llegaba, se unió al juego guiñándole un ojo. Dimitri entendió esa clase de indirecta, así que se unió en el pequeño círculo de la habitación. Giraron la botella un par de veces para elegir a quienes encerraban en el armario. Tras dos rondas, fue el turno de Dimitri y Feliks. Entraron en el armario, Feliciano les advirtió que en siete minutos los sacarían, y les encerraron.

Una vez la puerta se cerró, y ambos quedaron a oscuras, Dimitri se sintió claramente cohibido, pues no sabía qué hacer, ni tampoco, lo que el polaco quería hacer con él adentro. Es decir, fue él quien le pidió —a su manera—, jugar a eso.

—Por fin podemos estar solos —fue el más bajo quien rompió el silencio. Suspiró, parecía muy tranquilo, y mucho más sobrio que el resto de chicos allá afuera—. Ahora tenemos algo de privacidad. ¿No lo crees?

—Tienes razón, mi solecito —de alguna forma, el tono de voz tan tranquilo del polaco le relajó.

Sintió cómo le tomaba de la mano, cariñoso, y después se acercó a abrazarlo. Al Feliks ser más bajito, su cabeza le llegaba al pecho de Dimitri. Éste le acarició el cabello con una mano, y con la otra, rodeó su pequeño cuerpo para corresponder a aquella muestra de afecto. Cuando estaban a solas, Feliks era muy cariñoso con él, le hacía sentir querido, y siempre sabía qué hacer para despejar sus turbulencias internas, aquellas emociones caóticas.

—Te quiero mucho. Quería decírtelo sin toda la música y la cacofonía de allá afuera.

—Yo también te quiero —dijo con la voz un poco quebrada. Seguía triste de pensar en su hermana, especialmente cuando bebía. Siempre le costaba hablar de cosas que le entristecían, cosas que le molestaran o algo así. Le era muy incómodo hablar de sus incomodidades.

—¿Qué tienes, cariño? Como que, te he notado un poco distante. ¿Hay algo en lo que estés pensando?

—Solo en mi hermana. Pero no es importante.

—Claro que es importante, amor —Feliks se separó un poco, y aunque casi no veía bien por la oscuridad, encaró a su pareja para dar a entender que le ponía atención—. Si eso te hace sentir extraño es muy importante.

—No es nada, en verdad. Así está bien.

Feliks no dijo nada. Quería ver si el silencio hacia que Dimitri hablara más al respecto, pero no lo consiguió. A veces se sentía un poco triste, porque en situaciones como esas, en las que no era capaz de animarlo, veía a su pareja como un cajón cerrado bajo mil llaves. Tan solo volvió a suspirar, recuperando su voz suave.

—Está bien, si no quieres hablar de eso lo entiendo. Pero quiero que sepas que aquí estoy, y siempre voy a estarlo cuando me necesites. ¿Si?

—Sí, solecito, gracias.

Aún cuando le decía ese apodo cariñoso, sentía que fallaba. No quería desperdiciar sus siete minutos en el cielo con una conversación que no llevara a ninguna parte, ni incomodar al más alto, pero tampoco quería sentir que no estaba haciendo nada al respecto. Sabía que Dimitri amó mucho a su hermana, pero no sabía cuánto la extrañaba ni qué pululaba en su corazón cuando pensaba en ella.

—Ella estaría muy orgullosa de ti. Lo sabes. ¿Verdad?

Dimitri se giró a su pareja, viéndolo un poco intrigado, pues no sabía que fuera lo que pudiera decir al respecto.

—¿Por qué lo estaría?

—Porque eres extraordinario, tienes los sentimientos más hermosos del mundo, y también, eres muy fuerte. Si yo soy capaz de amarte una centésima parte de lo que ella lo hacía, entonces te puedo decir, con total certeza, que veo lo mismo que ella veía en ti.

Dimitri sonrió, agradecido por sus palabras, y le tomó dulcemente, haciendo que el polaco posara la mano sobre la suya.

—Gracias, solecito.

—No me agradezcas.

—¿Cuánto nos queda antes de salir?

—No lo sé. No ha de ser mucho. —Tras una pausa silenciosa e incómoda, añadió—: ¡Ay, cariño, acércate! Tengo un secreto que contar.

El Ucraniano se inclinó para que le contara su secreto, pero en su lugar, Polonia le dió un suave beso en los labios. Corto, a decir verdad, e inocente. Feliks sintió como su novio suspiraba al sonreír, juntó sus frentes un momento, soltando una risilla, y después volvió a besarle. Esta vez fue más prolongado su contacto. Feliks terminó posando sus manos en los hombros del más alto, y siguieron así, hasta que el polaco se separó repentinamente algo agitado.

—Dimitri, amor, sentí algo deslizarse entre mis piernas.

—¿Qué?...

—¡Hay algo entre mis piernas! —comenzó a alterarse, pues evidentemente, cualquier persona normal se asustaría—. ¡Llévatelo, no me gusta!

El polaco comenzó a moverse por el reducido espacio, haciendo un poco de ruido. Le estaba dando demasiado miedo semejante sensación.

—¡Espera, solecito, no te muevas tanto! —trató de calmarlo pero no tuvo éxito.

—¡Me lastima, está peludo! —claro, fuera lo que fuere eso que estaba en el mismo armario que ellos, tenía una clase de garras que estaban rasguñando las piernas del polaco, jalando también de su disfraz de cisne.

—¡Amor, tranquilo, ahorita lo saco!

—¡Sácalo ya! ¡No me gusta!

Por supuesto, aquella conversación se estaba escuchando afuera del armario, seguido de todo el ruido que hacían al moverse allí adentro. Los chicos afuera solo veían la puerta con caras pasmadas, atónitas.

—C-creo que ya pasaron siete minutos, ve...

—¿Deberíamos abrir? —preguntó Raivis mientras miraba con sus ojitos llorosos a Toris, quien tenía una expresión igualmente sorprendida.

—No creo que realmente queramos ver qué está pasando allí adentro.

Al final, Dimitri atrapó al gato que había empezado a jugar con el disfraz de su pareja, y que nadie miró cuando se metió al armario.

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N/A

Le quiero dedicar este texto a Ale, mi novia, en nombre del bonito rol que tenemos con estos dos. Son unos rolecitos de canela y merecen amor.

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