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Tema no. 6
¡Espíritu!
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꒰ ͜͡➸ Palabras: 1,690
꒰ ͜͡➸ Shipp [CRACK]: 2p!PanKraine
꒰ ͜͡➸ Personajes: 2p!Japón (Kuro), Ucrania (Katyusha), Rusia (Iván) y Bielorrusia (Natalia).
꒰ ͜͡➸ AU: Situado en el Japón antiguo, ninguno representa un país.
꒰ ͜͡➸ Nota especial: ¡Muchas gracias a Yaretzi por apoyarme con la idea!
Hacía mucho tiempo desde que Katyusha escapó de su país con su madre y sus hermanos. Las tierras de dónde venían se encontraban en una terrible guerra, su padre tuvo que ir forzosamente al ejército. Sin embargo, al poco tiempo de partir se enteraron de que desertó y fue ejecutado.
Su madre, temerosa de que ahora el ejército les buscara, tomó a sus tres hijos y escapó, lo antes posible, en un barco que transportaba personas ilegalmente. Así fue como llegaron a las distantes tierras del sol naciente. No fueron bien recibidos por la gente que allí; les echaron y apartaron del resto. Se vieron obligados a irse a una clase de comunidad que estaba a los pies de un monte que, se rumoreaba, estaba maldito por un espíritu malvado. Decían, que ese espíritu era una grulla que tenía los ojos rojos como un demonio y plumas tan negras como las profundidades de un pozo. Al volar creaba vientos azotadores, hasta el árbol más fuerte caía. El río se desbordaba y arruinaba los cultivos que alguna vez se pretendió hacer. La lluvia aparecía y no se retiraba hasta dentro de tres días si bien les iba, y en todo ese tiempo, el canto de una grulla hacía eco en cada rincón del monte.
No tenían otro lugar al cual ir, las personas que allí vivían eran otros marginados, estaban en la misma situación que ellos, así que no les atacaron. Durante sus primeras noches solo pudieron quedarse debajo de un árbol de abeto frondoso, poco a poco pudieron ir construyendo una humilde casa junto al resto de personas, y así transcurrieron los años. Su madre falleció a causa de una enfermedad. Katyusha tenía dieciséis años cuando se hizo cargo de sus hermanos Iván y Natalia —de doce y diez años respectivamente—. Todos los días iba a la ciudad para conseguir cualquier trabajo, y así fue hasta que sus hermanos propusieron vivir de la carpintería. Juntos hacían las cosas más hermosas con madera, desde pequeños juguetes complejos, hasta muebles hermosos que vendían por encargo.
De ese modo, el tiempo hizo lo suyo, parecían por fin vivir una vida tranquila solo los tres, hasta que, una noche todo cambió. Llegó a la puerta de su casa un hombre malherido de un brazo, pidiendo posada en medio de una tormenta. Había sido rechazado ya por algunas casas, pues al ver los ojos rojos que portaba, temían que fuera un demonio y le echaban, ignorando que la lluvia se hacía cada vez peor.
Fue Katyusha quien le dejó pasar a su casa, advirtiendo a sus hermanos que tenían un huésped y con cuidado le limpió la herida. Le prestó ropas que su hermano dejó de usar varios años atrás, y le permitió usar el sofá para dormir después de haber compartido la poca comida que tenían.
A la mañana siguiente, la lluvia se había detenido.
Cuando el hombre despertó, miró que en una silla junto a la ventana estaba la mujer que le recibió, dormida con un tejido entre las piernas. Pensó que ella era la mujer más extraña que alguna vez hubiera visto. Ella despertó después, y explicó que a causa de la lluvia anterior no pudo secar su ropa, pero le pidió que no se fuera hasta que su herida hubiera sanado. El hombre se sorprendió por el generoso corazón de la mujer, pues nunca nadie tuvo tantas atenciones con él, y aunque al principio se negó, terminó por aceptar su petición.
Sin embargo, nunca imaginó que al aceptar, se enamoraría tan perdidamente de esa mujer.
Mucho tiempo después Katyusha se casó con él. Se quedaron en el pueblo de los indeseados, pues ninguno quería ir a la ciudad con la gente malvada que allí vivía. Tuvieron su propia casa y fueron felices juntos. El espíritu que alguna vez acechó el monte parecía haberse ido volando. Sin embargo, alguna vez un grupo de bandidos irrumpió en el pueblo y saqueó las casas, destrozó cultivos y robó el poco dinero que poseían las personas. Fue a partir de ese momento que Katyusha notó que cosas raras pasaban con su esposo.
El día en que él juró matar a esos bandidos, fue el mismo en el que desaparecieron, como si la tierra se los hubiera tragado. Nadie los volvió a ver, ni vivos, ni muertos.
Pero al haber sido saqueados, ya no tenía como mantenerse la comunidad. Entonces Kuro partió al monte, diciendo que iría a trabajar a un pueblo que estaba al otro lado. No pasaron menos de veinticuatro horas cuando finalmente regresó, con los bolsillos llenos de monedas de oro, brillantes y hermosas. Y así siguió siendo, cada vez llegaba con más monedas, llegando incluso a traer sacos llenos de ellas. Cada vez que Katyusha preguntó de dónde conseguía tanto dinero, su esposo solo respondía que trabajaba. No daba más detalles al respecto, se enojaba si ella insistía, así que Katyusha no lo hizo.
—¿De verdad no te asusta que tenga tanto oro? —cuestionó Iván alguna vez que fueron a desayunar con su hermana.
—Él es muy trabajador, por supuesto que no me molesta que le vaya bien. Debe de estarse esforzando mucho.
—¿Y en qué trabaja? —interrogó Natalia con su forma brusca de hablar—. ¿Cómo sabes que no es un bandido? De esos que alguna vez nos asaltaron a nosotros. O peor aún, ¿qué te asegura que no es un asesino?
—¡Hermana! —exclamó Katyusha horrorizada de sus palabras—. ¡No vuelvas a hablar así de Kuro! Es mi esposo, por amor a Dios, debería darles vergüenza a ambos. —Los miró con desaprobación, con su rostro molesto y nostálgico—. Son mis hermanos, deberían alegrarse de que bien me esté yendo, no atacarme.
—Claro que nos alegramos —explicó Iván, triste, pues no le gustaba que su hermana se enojara—. Pero estamos preocupados por ti. Tú sabes tan bien como nosotros que el dinero justo es transparente, pero el dinero maligno es tan opaco como el humo. Por favor entiende nuestro miedo, no queremos que nada te suceda.
—La próxima vez que tu esposo suba al monte, sigue sus pasos y averigua qué es lo que hace. Entonces quizás podamos estar tranquilos.
Katyusha no quería al principio, pero las palabras de sus hermanos no la dejaron tranquila. De manera que cuando su esposo volvió a irse, le siguió con discreción por el monte. Tenía miedo, nadie nunca se había atrevido a entrar allí, se decía que los espíritus que vivían en ese lugar atacaban a los intrusos. Sin embargo, esa preocupación pareció encogerse cuando se hizo de noche. Su esposo se paró frente a una cascada pequeña. Ella se ocultó detrás de un árbol, y miró, con mucho asombro, como a la luz de la luna Juro se transformó en una grulla negra, con ojos rojos brillantes, y cantó alto, haciendo eco. Entonces el agua de la cascada quedó pausada, Katyusha no había visto nada igual antes en su vida. La grulla voló a través del agua y ella rápidamente le siguió.
Al otro lado había un mítico lago. El agua brillaba de un color azul frío. Habían luciérnagas por los alrededores. Todo era hermoso, casi mágico. Ella no sabía que había llegado al lago de los espíritus, el corazón del monte.
La grulla entró en el agua y comenzó a bañarse. Cada vez que se sacudía, el agua que salpicaba se convertía en brillantes monedas de oro. Katyusha, emocionada y conmovida por saber la identidad de su esposo, llamó su nombre, haciendo que la grulla viera con miedo como ella corrió hacia él. Rápidamente se convirtió otra vez en hombre para tratar de detenerle, pero era demasiado tarde, ella había puesto sus pies en el agua.
Los humanos tenían prohibido entrar allí.
Por los pies de ella comenzó a subir una sensación petrificante. Con temor, trató de avanzar a su esposo, que a su vez, corrió hasta ella y la sostuvo entre sus brazos.
—Idiota... ¿qué haces aquí? —interrogó el hombre con dolor, sintiendo como el cuerpo de su esposa se endurecía en sus brazos, sabiendo que no había nada que pudiera hacer para salvarla.
—¿Por qué no me dijiste quien eras? —preguntó su esposa con la voz moribunda, temblando mientras poco a poco perecía.
—¿Cómo decirte que soy un monstruo? Me temerías...
—Yo jamás te he tenido miedo, amor —aunque su corazón le quemaba, estiró una mano para poder sujetar el rostro de su esposo y le miró, con las lágrimas rodando por sus mejillas. Temblaba en su lugar mientras poco a poco dejaba de sentir sus piernas, sus muslos, su cadera. Lo último que podía sentir era a su marido aferrándose a ella, viéndose reflejada en sus ojos rubí que brillaban por las lágrimas que le albergaban—. No eres un monstruo, eres el amor de mi vida... —inhaló profundo, no queriendo gritar por todo el dolor que experimentaba. Miró su expresión melancólica, así que le sonrió, para que esa fuera la última imagen que viera de ella al saberse que ya no tenía tiempo, que finalmente, moriría. Tomando un último aliento, le dedicó sus últimas palabras a la persona más importante de su vida—: Te amo.
Luego de eso, Kuro ensordeció, no escuchó nada más que las palabras de su mujer haciendo eco en su cabeza. Ni los grillos, ni el agua, ni un solo movimiento logró hacerle salir del trance. Miró con los ojos bien abiertos que su esposa se había convertido en una estatua de oro en su totalidad. Tocó su rostro, estaba fría. Se alejó con lentitud de ella, mirando como tenía su mano izquierda sobre el pecho, y la derecha la tenía estirada al igual que cada uno de sus finos dedos. Su sonrisa seguía allí, así como su forma tan amorosa de mirar. Sin embargo, ella ya no lo estaba.
El dolor del espíritu fue tanto, que las tormentas regresaron al monte y alcanzaron al pueblo de los indeseados. Los ríos se desbordaron e inundaron sus calles. Los relámpagos más grandes que alguna vez se avistaron, golpearon la cima de aquella tierra. El canto de muchas grullas hicieron eco, todo aquel que rondaba por allí podría escucharle.
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N/A
Aaaaaahhh no puedo creer que aunque traté de escribir brevemente terminé haciendo más de mil palabras QuQ
Espero que les haya gustado, tenía mucho que no mataba a nadie, temía haber perdido el toque(?) ¡Nos veremos en el siguiente apartado! <3
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