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Tema no. 21
¡Borroso!

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꒰ ͜͡➸ Palabras: 1,422
꒰ ͜͡➸ Shipp [CRACK]: SuGer (Suecia y Alemania)
꒰ ͜͡➸ AU: No naciones, escolar(?) O algo así.
꒰ ͜͡➸ Personajes: Suecia (Berwald), Alemania (Ludwig), el resto de países nórdicos.
꒰ ͜͡➸ Nota: en el apartado anterior se me olvidó hacer la aclaración de que, lo más probable, sea que la mayoría de trabajos aquí tengan alguna shipp crack como la principal. También es probable que se haga uso de personajes secundarios poco vistos. No sé porqué, solo me nace hacerlo así. Si no les gusta lo crack o no lo toleran, por favor no me tiren hate y retirense de mi libro. La mayoría de mi contenido es de este estilo y no me gusta atender pedidos de parejas populares. Si deseas algo como Gerita o Usuk, ten por seguro que ya tienes mucho material existente en todos lados, incluso en el canon.


Berwald había perdido sus gafas en una pelea que tuvo con su hermano mayor. En realidad, era su primo, pero Berwald y todos sus primos habían crecido juntos, que ya eran hermanos. Unos que discutían todo el tiempo, pero a veces también podían pelear.

—¡No puedo creer que tan grandes y se sigan peleando como perros! —se quejó Tino, el segundo más joven de los cinco, mientras miraba como Mathias recogía los pedazos de las gafas de Berwald—. Les he de comprar collares para pulgas o correas, a ver si de ese modo dejan de actuar como animales.

Esos eran problemas, bastantes, pues Berwald tenía una visión terrible. Veía todo borroso sin importar la distancia, aunque este detalle se acrecentaba entre más cerca estaban las cosas. Pronto se graduaría del bachiller, tenía que estudiar si quería entrar a la universidad con Mathias. De manera que, aprovecharía que tenía un día libre para ir por sus gafas nuevas. Sus hermanos Lukas y Emil lo llevaron a la parada del transporte; ya que ninguno podía manejar aún y probablemente Berwald se accidentaría si lo intentaba; más tarde Mathias le alcanzaría en la tienda para pagar las gafas nuevas, dado a que, por su culpa, se rompieron las anteriores.

Sin embargo, no fue tan fácil como parecía. Lukas y Emil no le pudieron acompañar en el transporte, pues ambos debían ir al bachiller. Viajaba solo, de pie, con la vista borrosa, su cabeza le empezó a doler y se mareó entre cada parada y el ruido del lugar. Todo se estaba volviendo insufrible para Berwald, hasta que, pudo distinguir como una mancha rubia se ponía de pie frente a él.

—Siéntate aquí, por favor —le pidió con su voz grave y gruesa, en un tono cortés y educado.

Berwald accedió, haciendo un "hmp" de agradecimiento, y se sentó en el asiento que le cedió el desconocido. En su lugar, trató de distinguir las facciones de aquella persona amable, pero todo seguía borroso a su alrededor.

Al cabo de un tiempo, el individuo que estaba junto a él se bajó en la siguiente parada. Berwald notó que la persona amable estaba en su celular, aún de pie, así que le picó suavemente un par de veces el brazo. La persona amable levantó la vista, y al ver que le ofrecía el asiento a su lado, agradeció y le tomó la palabra.

Transcurrió un rato en silencio entre ambos. A Berwald le dolían mucho los ojos, decidió cerrarlos y apoyarse en el respaldo del asiento, cubriéndose el rostro con su gran mano y trató de no concentrarse mucho en los ruidos del transporte y el motor.

—¿Estás mareado? —preguntó la persona amable, a lo que Berwald, un poco extrañado, se quitó la mano del rostro y se giró en dirección donde escuchó su voz, asintiendo lentamente aunque no podía distinguir bien las facciones de su interlocutor.

La persona amable pareció buscar algo en su mochila, y entonces le ofreció una caja de chicles.

—No masco —explicó algo abrumado.

—Creeme, te sentirás mejor si lo haces. No son muy fuertes, son de hierbabuena.

Sin más, le entregó la caja, y Berwald tomó dos chicles.

—¿Por qué estás siendo tan amable conmigo?

—Mi hermano también se marea en el metro. Me recuerdas un poco a él; también frunce el entrecejo a menudo y parece enojado.

Estiró sus labios un poco, lo que suponía ser una sonrisa de su parte. No era muy bueno en sus expresiones faciales.

—¿Cuál es tu nombre?

—Berwald.

—Bien, encantado. Por favor discúlpame, pero en esta parada me bajo.

Berwald le ofreció entonces la caja de chicles, a lo que la persona se negó al levantar suavemente su diestra.

—Puedes conservarlos. Compraré otros en el autoservicio.

—¿De verdad está bien?

—Totalmente.

—¿Cómo te llamas?

Entonces, ya no aguantó más, cerró sus ojos otra vez, ignorando por un momento todos los ruidos a su alrededor y, solo prestando atención, cuando escuchó las últimas palabras que le dedicó esa persona.

"Ludwig"

Transcurridos los días, el joven continuó con su vida. Logró reemplazar sus gafas, estudió apropiadamente y pudo entrar a la universidad que deseó para tomar la carrera de energías renovables. Pero habían veces en las que se preguntó qué habría sido de ese chico, de Ludwig. Era una lastima que no pudiera recordar ni siquiera su rostro, todo lo que pudo rescatar de su encuentro, era el nombre y la voz de esa persona —esto porque, posteriormente, Mathias robó la caja de chicles y la botó a la basura luego de repartir su contenido con sus amigos del club deportivo—.

Berwald continuó estudiando, casi no poniendo atención a sus compañeros de clase sino a los maestros. Eso, claro, sin contar una pequeña excepción; se trataba de un joven alto, rubio, corpulento, de ojos azules muy hermosos que había notado desde el primer día de clases. No hablaba mucho, o no en voz alta, de manera que nunca había escuchado su voz. Pero irremediablemente se sentía atraído por él.

—¿Por qué no le hablas tú primero? —aconsejó alguna vez Tino cuando le habló vagamente de ese joven—. Quizás es tímido. Podrían hacerse amigos.

Pero Berwald jamás había sido bueno para tener amigos. Nunca. Sus únicos amigos eran sus hermanos. Todos los demás se asustaban por ver su cara, las miradas incómodas de todo el mundo le hacían cohibirse, entonces prefería no decir nada y guardaba silencio, de manera que todos lo percibían como alguien misterioso y aterrador.

Bueno, todos excepto Ludwig.

Se preguntaba si ese chico del que se había encaprichado también le tendría miedo. Desde el fondo de su corazón esperaba que no, le dolería mucho que lo juzgara solo por su apariencia. Berwald jamás le haría daño a nadie, por más difícil que fuera de creer.

Sin embargo, no descubriría que ese chico no le tenía miedo, hasta que al acudir a una sala audiovisual en la facultad, éste se le acercara a su butaca y preguntara: "¿Podría sentarme junto a ti?"

Entonces sintió su corazón acelerarse. No sabía si era porque nadie antes le había preguntado algo así, o porque esa voz le pareció tan familiar. De cualquier modo, asintió con la cabeza haciendo "hmp" y se movió para que se sentara a su lado. El chico agradeció, y guardaron silencio un rato. Eso era demasiado bueno para ser verdad. Realmente le tenía a su lado. Sería apropiado iniciar la conversación, ¿pero como? Quizás debería solo saludar.

Se aclaró la garganta, listo para hablar tras haber reunido valor, pero en eso el joven sacó su celular y mandó un audio, así que rápidamente se avergonzó y no dijo nada, no quería interrumpir. Sin embargo, había algo en su voz que le era tan, pero tan familiar. Esperó a que terminara de hablar y, finalmente, habló.

—Disculpa, pero, ¿nos conocemos de antes?

El rubio claramente se sorprendió, pero después asintió con la cabeza, y con la voz algo apenada, respondió:

—Sí, de hecho nos conocimos hace tiempo en el transporte. Me llamo Ludwig.

En ese momento fue algo indescriptible la velocidad con la que Berwald experimentó la felicidad más grande que alguna vez creyó tener. Se sentía más ligero. Incluso con ganas de conversar más, estaba ansioso por poder llegar a casa y hablarle a sus hermanos de ese afortunado reencuentro.

—Ya lo recuerdo —su voz no transmitía la verdadera alegría que sentía en ese instante, pero deseaba, muy profundamente, que Ludwig pudiera vislumbrarlo de alguna manera—. Lo lamento, no te reconocí.

—Está bien, de hecho, creo que te debo una disculpa. Todo este tiempo he pensado que me ignorabas.

—¿Por qué?

—Desde el primer día no me dirigiste la palabra. Pensé que podría incomodarte volver a verme, así que preferí no mencionar nada. Perdona que haya pensado mal de ti.

Pero Berwald no se sentía enojado, ni en lo más mínimo. De hecho se sintió un poco avergonzado pues no se hubiera imaginado que gracias a sus problemas para socializar, Ludwig se sintiera rechazado. Sin embargo, pensó que lo más apropiado sería darle una explicación, se la merecía.

—No me molesta. Creo que te debo una explicación de por qué no te reconocí. —El joven a su lado solo le miró en silencio, entonces él suspiró, estaba un poco nervioso, pero dijo—: la primera vez que nos hablamos te miré borroso.

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N/A

Muchas gracias por leer. Lamento que esté tan largo, y también lamento si se me escapó alguna falla de ortografía. Tenía un poco de prisa por publicarlo lo antes posible ^^"

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