Tengo un regalo [Oneiros&Aspros]
"Te tengo un regalo"
La voz hace eco a su alrededor, un espacio vacío y oscuro en el que se supone no hay absolutamente nada, solo está el, de pie en medio de la nada, nuevamente con un cuerpo físico, vestido únicamente con el uniforme de entrenamiento del santuario, ese que hace mucho tiempo había dejado de utilizar.
"Oye, date prisa, tengo un regalo para ti"
Nuevamente esa voz, irreconocible a sus oídos, que se escucha por todas partes, incapaz de adivinar su ubicación con exactitud, pero por alguna razón, empieza a avanzar hacia algún lugar, prestando atención en lo curioso que era todo a su alrededor, ante sus ojos había demasiada oscuridad, tanto en suelo como en cielo, aunque a su alrededor parecía haber una especie de luz que le ayudaba a iluminar el sendero que había empezado a recorrer por instinto.
"Vamos, no falta mucho"
Acelera el paso cuando escucha aquellas palabras, alzando la mirada cuando ve, a la distancia, una luz casi tan brillante como el a la distancia, como si estuviera llamándolo, esperándolo.
Su respiración se acelera y entonces reconoce que no esta en un sueño, el sudor es demasiado real, así como la manera en que cabello golpea contra su rostro y espalda. Se muerde los labios para sentir dolor, lo suficiente como para lograr conseguir saborear el metálico sabor de la sangre.
De alguna manera esta, ¿vivo? En un lugar que no reconoce, con una voz irreconocible guiándolo hacia algún lugar y su cuerpo que se mueve por si mismo hacia un punto brillante que cada vez se ve mas cerca, aunque igualmente parece como si no se acercara en lo más mínimo.
"Tengo este regalo para ti"
Si el aire no le hacia falta por la larga y casi eterna corrida, ver de donde provenía la otra luz, literalmente, lo dejo sin el poco aliento que aún le quedaba.
Ahí, frente a sus ojos y contra lo que parecía ser una especie de pared, se encontraban los cuatro dioses de los sueños, cada uno con un pedazo de flecha dorada en el pecho, brillante como el sol, cada uno dormido tan profundamente que ni siquiera su respiración parecía ser perceptible.
Paseo entre ellos, inseguro y con algo de miedo, verificando que ninguno estuviera muerto, evadiendo la curiosidad por tocar la flecha dorada que estaba bien clavada en su pecho, seguro de que no conseguiría absolutamente nada con hacerlo. Se quedo quieto un momento, mirando a uno de los cuatro en especial, esperando a escuchar la desconocida voz que lo había llevado ahí en un principio, pero su espera, fue en vano, la voz jamás volvió y únicamente se quedó el ahí, de pie entre la oscuridad, la poca luz y el eterno silencio que ni siquiera su respiración parecía ser capaz de hacer desaparecer.
Así que simplemente sonrió, antes de moverse con seguridad hacia la pared donde aquellos cuatro se encontraban durmiendo, sentándose al lado de Oneiros quien tenía la misma expresión de siempre, inclinándose hasta dejar su cabeza encima de su hombro como algunas veces pudo hacerlo en sueños, pasando por alto la presencia de sus otros hermanos, simplemente acomodándose mientras sentía la falta de calor, aunque Oneiros jamás había sido alguien de muchas palabras, en verdad, le hubiera gustado tanto escucharlo aunque fuera una vez más.
Suspiro, cansado, mirando el cuarto de flecha de oro que tenia clavada en el pecho y se sintió impotente al no poder hacer nada para quitarla de ahí. Bajo la mirada, fijándose en la mano del dios menor, una que se animo a tomar tras pensarlo varios minutos, sintiendo la frialdad del sapuri, cerrando los ojos mientras se acurrucaba a su lado y cerraba su mano entorno a la de él.
Este era el mejor regalo que le podrían haber dado, seguir durmiendo, a su lado, era lo mejor que le podría haber pasado.
Si esta era la muerte que le tocaba, la aceptaría con gusto.
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