Tengo que confesarte [Oneiros&Alone]
—¿A que se supone que estas jugando ahora?
Se pego a la puerta de su habitación, que recién acababa de cerrar, desconfiado e intentando esconder el poco miedo que sentía por la nueva imagen de Oneiros, el cual le siguió dando la espalda por un momento, hasta que, probablemente, sintió que tenia todo en orden cuando finalmente dejo de tocar las mangas de la sotana negra, esa misma que recordaba a la perfección, junto a las insoportables personas que la vistieron en aquella guerra.
—Ha nada en especial, me encontré esto y decidí probármelo.
—Me estas mintiendo.
—¿Por qué debería de hacerlo?
Miro al dios menor sin siquiera separar su espalda contra la pared ni un milímetro, intentando calmar su respiración mientras notaba a calma con la que el otro se manejaba, alzando una de sus cejas cuando noto la extraña emoción que el otro parecía tener por estar vestido así, aunque realmente no tenia ni porque sorprenderle, después de todo, el tipo frente a sus ojos tenia, mínimo, dos fetiches relacionados a la iglesia, sino es que más.
—Bien, ya te lo pusiste, te lo probaste, ahora quítatelo de encima.
—¿Qué? Pero no se me ve mal.
—Mira, Oneiros, necesito confesarte algo.
—¿Normal o en el sentido de confesiones esas de los sacerdotes? Porque en el segundo caso, tu penitencia ya la estas cumpliendo.
Se quedo callado por las palabras de Oneiros, observando la poca seriedad que le daba a todo eso y que claramente no le iba a dar tanta atención a él, si es que era insoportable este tipo, menos mal que no parecía tener mas intenciones aparte de molestarlo.
—Oneiros, hablo en serio, odio ese tipo de ropa.
—Lo sé.
—¡¿Y si lo sabes para que la usas?!
—Para ver como reaccionabas, tu miedo es divertido.
¡Lo sabía! Y todavía el descarado tenia la osadía de reírse de su situación. Finalmente se alejo de la pared, enojado y ofendido, acercándose lo suficiente como para tomarlo del cuello de aquella prenda, poniéndose solo un poco de puntas por un instante para agarrarlo de donde quería y obligarlo a bajar la cabeza, sintiendo la ira crecer conforme veía la sonrisa del otro crecer, si es que todo el espectáculo le divertía.
—Oye Alone, yo también necesito confesarte algo.
—¿Ah sí? ¿Qué?
—Eres muy entretenido.
Listo, era suficiente, este tipo no iba a dormir en su cama por, al menos, dos días.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top