Nunca me enojo [Oneiros&Alone]

Es todo menos un comentario inocente, lo sabe, sobre todo por la forma en que sonríe, obviamente esta jugando con el y no parece que dejara de hacerlo pronto, lo que es desesperante, ya que el cae, siempre cae y probablemente siga cayendo por mas desagradable que pueda ser.

Siente su labio temblar, junto al resto de su cuerpo, mientras mira de la peor manera posible al dios menor, ese que se encuentra tranquilamente sentado frente a sus ojos, sin inmutarse, mucho menos parecía interesado en aparentar alguna clase de culpabilidad ante sus acciones que, según él, no tenían nada de malo.

Y lo sabe.

Esta consciente de que, hasta cierto, el hombre de cabello plateado tiene todo el derecho del mundo para ir y buscarse a alguien si así lo quiere, miles de veces se han repetido mutuamente que no se pertenecen y el, incluso, tiene una lista de razones por las cuales jamás tendría algo serio con el infantil y molesto dios menor.

Mientras que el mencionado simplemente se la pasa con una sonrisa en el rostro, observándolo, escaneándolo, burlándose de el y usándolo simplemente como un entretenimiento mas de su inmortal y eterna existencia.

Y eso, aparte de varias cosas más, era una de las razones por las cuales no tenia planeado tener algo serio con este tipo.

—El problema está en que tú siempre te enojas.

Vio la sonrisa desaparecer por un minuto, poniéndose a la defensiva cuando lo vio cruzarse de brazos con confianza y regresándole la mirada sin problema. Odiaba su actitud, odiaba la forma en que este tipo era capaz de actuar sin siquiera arrastrar un poco de culpa.

—Yo nunca me enojo. —respondió de inmediato, resoplando, cruzándose también de brazos con seguridad.

—¿Ah no? —Oneiros sonrió, más que antes, ladeando el rostro mientras parecía buscar el ángulo correcto para ver esa supuesta fuerza que el de cabello negro le estaba demostrando—¿Entonces, puedo ir a hablar con la monja?

A la distancia pudo escuchar los gritos de los niños del orfanato, jugando a la distancia entre ellos, acompañados de la constante vigía de una monja, mientras otra jugaba con ellos a perseguirlos. Ambas bien vestidas, cubiertas, apegadas a la iglesia como era de esperarse por el habito que usaban.

—No.

Respondió sin pensarlo, sintiendo su labio temblar nuevamente, aunque ahora acompañado por un tic en uno de sus ojos, o tal vez en los dos y simplemente ya no era capaz de reconocerlo.

Y entonces la vio.

La estúpida sonrisa en el rostro de Oneiros, demostrándole que él tenía razón. ¡Pero no era su culpa! Podía irse a meter con quien quisiera, poco le importaba los amoríos que pudiera llegar a tener.

Pero nada de meterse con monjas o alguien del clérigo, o con rubios... O con mujeres muy voluptuosas, o con...

—Alone...

—¡No estoy enojado!

—¡Pero si yo no dije nada!

—¡¡No me grites!!

—¡Tu empezaste!

Golpeo el suelo con su pie, esperanzado de haberle dado a uno de los pies de Oneiros, solo para encontrarse con la cruel decepción de que había levantado sus pies del suelo por unos segundos, alejándose lo mas posible de sus intenciones.

—Nada de monjas, ¿entiendes?

—Entiendo, un poco, creo, tengo una duda.

—¿Cuál?

—¿Tú cuentas como monja?

¿Por qué se esmeraba en explicarle algo a este tipo?

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