Noche de terror [Oneiros&Alone]

Todo se siente demasiado raro a su alrededor, ajeno e incómodo, el simple hecho de abrir las puertas de una iglesia que jamás creyó volver a ver lo hacen sentir mal, pero de todas formas ahí está, justo a medio camino entre la puerta y el altar, mirando a todos aquellos que alguna vez creyó amar tan incondicionalmente como para ser incapaz de ponerles un solo dedo encima.

—¿Niños?

Es lo primero que sale de su boca cuando reconoce a esas pequeñas criaturas que vivían a su lado en el orfanato, padeciendo hambre y frio junto a Tenma y el, alegrándose cuando lograban conseguir algo por más poco que fuera, llenos de felicidad, a pesar de las dificultades que atravesaban diariamente por no tener el mañana comprado, como muchos otros parecían tener a diferencia de ellos.

—¿Hermano Alone?

Siente su pecho comprimirse cuando escucha aquel nombre tan familiar llegando a sus oídos, un sentimiento cálido lo embarga y le hace sentir el deseo de acercarse a ellos y abrazarlos, decirles lo mucho que los ha extrañado y como desearía que todo no fuera otra cosa más que un mal sueño.

Pero no puede moverse. Simplemente permanece ahí, en el centro del lugar, observando la mirada incrédula y llena de lágrimas de los más jóvenes, esas lagrimas que quiere ir a borrar mientras les susurra que todo estará bien, aunque no sabe que está pasando y mucho menos está seguro de querer saber.

Lamentablemente, nunca estuvo en su poder decidir sobre eso.

Todo es demasiado repentino, principalmente cuando todo parece desmoronarse a su alrededor, literalmente. El techo sobre sus cabezas cae sin piedad, hay gritos a su alrededor, no solo de los niños a los que había cuidado durante gran parte de su vida, sino de más gente a su alrededor, personas que vivían en aquel lugar junto a ellos, quienes siempre mantuvieron un ojo encima de los huérfanos, aunque no podían hacerse cargo totalmente de ellos.

Es demasiado tarde cuando se da cuenta que la noche de terror ha comenzado y su cuerpo, que sigue sin reaccionar, solo permanece ahí mientras escucha como todo cae a su alrededor, con los ojos fijos en los cuerpos sin vida de aquellos queridos niños, con la sangre corriendo lentamente por el suelo, ese color por el cual se había obsesionado durante tanto tiempo.

Quiere moverse, huir, escapar de ahí, darle la vuelta a todo y simplemente desaparecer, pero sus piernas siguen clavadas en el suelo y lo único que puede sentir que controla son las lágrimas que se acumulan en sus ojos y se niega a dejar ir.

O al menos eso intenta, hasta que siente una cálida mano tapar sus ojos, antes de jalarlo sin mucha delicadeza y hacer que su cuerpo choque con el frio metal del sapuri.

Su cuerpo tiembla mientras siente que el extraño hechizo que no le dejaba moverse finalmente se desvanece, siendo finalmente capaz de alzar los brazos para acariciar con miedo el brazo que le sostiene, moviéndose lentamente, intentando girarse para ver al espectro que había ido a su rescate.

—Es un sueño.

No tarda mucho en darse cuenta de la situación, comprendiendo a medias lo que pasaba mientras la protectora mano se retiraba para permitirle ver, una visión que, repentinamente, se da cuenta que no quiere tener.

Su labio tiembla antes de que decida finalmente enterrar su rostro en el pecho del dios menor, escondiendo las lágrimas que desde hace un rato buscaban su momento para escapar, ahogando lastimeros sollozos mientras se desvanecía en sus brazos.

A lo lejos escucha gritos, el fuego consumiendo la ciudad, junto a los pasos decididos del ejército de Hades, su ejército en la guerra santa, avanzando sin piedad y matando a todo aquello que se le cruzara en el camino.

Esa noche de terror volvió para recordarle los horrores de la guerra, las maldades que había cometido y que, muy probablemente, volvería a cometer si se le diera la oportunidad.

Una noche de la que jamás podría escapar.

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