No quiero llorar [Oneiros&Aspros]
Miro el horizonte al que tanto estaba acostumbrando, la hermosa prisión donde estaba encerrado voluntariamente parecía temblar de vez en cuando, la señal de que algo no había salido bien. No es el primer temblor, y probablemente tampoco será el último, Oneiros se lo había advertido antes de desaparecer, debido al estado de la guerra y las acciones llevadas a cabo, era muy probable que el reino de los sueños, el Mukai, se viera forzado a participar.
Pero fue cuando el cielo sobre su cabeza empezó a resquebrajarse, que empezó a temer seriamente por la manera en que se estaba viendo involucrado, consciente del Oráculo que recibió en vida y la profecía que Oneiros le había comentado después de su muerte.
—No quiero llorar.
La prisión solo era un alivio momentáneo, pero no debía acostumbrarse, su destino estaba marcado de manera macabra desde el momento en que un dios decidido jugar con su hermano y el, moviendo los hilos para que terminara de la forma en que lo había hecho.
Sintió las lágrimas de impotencia en el borde de sus ojos, volviendo borrosa su visión, lo suficiente para no poder ver las grietas que se seguían formando lentamente en la burbuja de protección que muy amablemente habían cuidado de él durante mucho tiempo.
—No debo llorar.
Se abrazo a si mismo mientras se agachaba, sintiendo los temblores cada vez mas fuertes, la luz artificial parpadeando de una manera preocupante y todo aquello que parecía darle un toque mágico al lugar, desvaneciéndose lentamente sin poder hacer algo para evitarlo, más que cerrar los ojos, rezando por un milagro, deseando no salir de ese lugar para cumplir su destino marcado.
No quería pelear de parte de Hades, no quería ser un espectro, mucho menos tener esa pequeña posibilidad de enfrentarse a su hermano.
—No... Quiero... Yo...
Un fuerte estruendo interrumpió sus pensamientos, un fuerte choque hizo retumbar el lugar y finalmente el falso cielo cedió. Las flores a su alrededor y el gran árbol desaparecieron, regresando la prisión a su estado primario que era en tonos grisáceos sin una pizca de luz.
Se mantuvo en su lugar un momento, sosteniendo su cabeza, sosteniéndose a si mismo. A su alrededor podía escuchar al resto de almas liberándose de sus prisiones, escapando, mientras su propia mente colapsaba lentamente, con su cabello azul convirtiéndose a negro y sus ojos picando conforme la sangre se aglomeraba en ellos, dejando de lado lentamente esa parte que no quería atacar a los suyos, que no deseaba participar en la guerra y cuya único deseo era permanecer en la agradable prisión, la cual ahora, lentamente se desvanecía a falta de los cosmos que se aseguraban que todo siguiera de pie.
Sonrió. Observando la prisión destruida, el pobre estado en que todo a su alrededor había terminado, antes de comenzar a avanzar entre escombros, siguiendo a varias almas que también se dirigían hacia la salida, aprovechando que ya no había ningún dios del sueño que impidiera su huida.
Su sonrisa simplemente se ensancho, cuando sintió una fantasmal lagrima descender por su mejilla. Pero que tipo mas molesto, sin duda alguna, se había acostumbrado demasiado a la comodidad del encierro, a la vida que nunca podría tener.
¿No quería llorar? No lo dejaría, este cuerpo, ya no le pertenecía.
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