Día 4. Prueba.

La debilidad de Alfred por las cosas de miedo no era algo que fuera un secreto para muchos, por eso mismo el malévolo líder del consejo estudiantil decidió hacer una prueba de valor para todos los estudiantes, y claramente como solo Scott Kirkland podría hacerlo, la convirtió en una actividad obligatoria ¿cómo? Convirtiendo toda la escuela en una "casita" del horror

-La furia roja no tiene corazón-Exclamó Alfred renegando desde el regazo de Arthur, quien acariciaba su cabeza con su mano, manteniendo oculta su sonrisa con un libro - pero el héroe pasará esa prueba de valor como "el que no se asustó ni un poco"

-Claro, Alfred-el inglés sonrió dándole palmadas ligeras en la cabeza como si fuera un cachorro, bajó el libro con cuidado dejando ver su rostro con una sonrisa.

-¿serás mi compañero, Arthur? -Kirkland tuvo que morder su labio al ver esa mirada que el americano le dedicaba, llevó su mano a la nariz del chico y la apretó con un gesto molesto pero bromista.

-Creo que eso estaba implícito desde que dijeron que sería en parejas.- Alfred asintió riendo-No me dejarías solo en esto.

Después de todo desde que se conocían habían hecho todos juntos, era una rara conexión que habían tenido desde el primer día muy al contrario de lo que las personas llegarían a creer gracias a las personalidades tan distintas que ambos rubios demuestran.

Y menos desde que esa absurda aura de idiotas enamorados se había desarrollado entre ellos y parecía que crecía aún más con cada aventura que Jones y Kirkland pasaban juntos, los únicos que parecían no darse cuenta eran los implicados, o al menos solo Alfred, Arthur se había dado cuenta de sus sentimientos desde hace mucho tiempo y tiene la sospecha que es por esto mismo que su idiota hermano había decidido intervenir.

-¡Scott! -Gritó el inglés ni bien abrió la puerta de la cocina -¡Escúchame bien Scott, no sé qué rayos planeas con esa casa del horror, pero no harás que Alfred y yo dejemos de ser amigos!

El pelirrojo solo levanto su vista de su comida cuando el rubio golpeó dramáticamente la mesa.

-Esta vez aunque me duela decirlo no fue mi idea, querido hermano-el autoproclamado escocés bebió de su té con una sonrisa bailando en sus labios.

-Fuimos nosotros-rieron los gemelos entrando a la cocina chocando los puños cuando las palabras salieron de sus labios tan bien sincronizados.

-¿Ustedes? Pero si Alfred no ha hecho nada para molestarlos ¡hasta juega videojuegos con ustedes, duendes tramposos! -se exaltó el menor de los Kirkland ante la actitud de sus hermanos.

-Tranquilo, Arthur.- Entró el siempre cordial y prudente Gales a mantener la paz en la familia-Solo están preocupados por ti.

-A este paso te quedarás virgen toda la vida-Soltó Ian mientras lanzaba una manzana a Liam.

-¿Te parece que eso es preocuparse, Dylan? -El pelirojo mayor rio antes de lanzarle un tomate pequeño al inglés dando justamente en su cabello-Scott maldito bastardo-El rubio de la familia estaba a punto de lanzarse sobre el primer varón de la familia pero fue detenido por el segundo a cargo aunque no duró mucho tiempo antes de que los gemelos se unieran y una pelea campal acompañada de alimentos como municiones diera paso en la cocina hasta que la matriarca de la familia apareciera y obligará a sus hijos a limpiar el maldito desastre que habían provocado.

A pesar de la infinidad de intentos de Arthur por detener a su hermano no pudo hacer mucho, además la expectativa de los estudiantes era grande y sin contar la emoción brillando en los ojos azules de Alfred fue lo que lo llevó a ceder ante el malévolo plan de sus hermanos.

Solo tendría que proteger al americano, solo debía cuidar que no se aterrará tanto.

Lo que no sabía Arthur es que no solo sus hermanos estaban tras el plan de los mayores Kirkland, estos tenían aliados que estaban más que dispuestos a juntar esos dos idiotas enamorados que no eran capaz de dar el siguiente paso.

El día llegó, toda le escuela tenía un toque aterrador, los chicos entusiasmados se habían lucido en la decoración de tal forma que inclusive recibieron alabanza de los directivos, las clases dieron lugar como siempre, aunque esta vez nadie dudara que fue divertido estar en salones llenos de decoraciones tétricas, que incluso volvían más entretenidas las clases aburridas, algunos profesores aprovecharon la temática para dar clases entretenidas, como los profesores de historia hablando de leyendas populares de distintos países, los tiempos de cacerías de brujas, y personajes de la historia que se creía que era demonios, brujas o que hicieron pactos con seres sobre naturales, los de química enseñaron a crear el popular "slime" al que le brindaron divertidos la propiedad de brillar en la obscuridad y como pocas veces permitió que estos se lo quedaran.

Terminaron las clases y fingió una sonrisa cuando Alfred le miró con emoción aunque podía identificar el ligero temblor en sus manos cuando veía cosas aterradoras y qué decir de cómo se aferró a su brazo cuando el profesor de historia apagó las luces y cerró las ventanas para contar las historias de terror de su país de origen y puede presumir que muchas estaba llenas de los misterios que cubren perfectamente la antigüedad de su casa.

Tocó el momento de sacar su turno para la "casita" del horror y como si esto no fuera planeado sacó el último lugar, cosa que permitió que la noche fuera cayendo sobre la escuela y la oscuridad fuera capaz de consumir todo lentamente.

En lo que esperaban su turno se dirigió junto con Alfred a la sala del consejo donde como de costumbre se sentó en el sofá con el americano acomodando su cabeza en sus piernas disfrutando del tiempo a solas que tenían, tranquilos sin escuchar a Francis tratando de ponerlos incómodos o de Kiku tomando fotos disimuladamente o de los gemelos llegando a lanzarse sobre el menor tratando de sacarle el aire y moler sus huesos sobre el sofá.

Al fin por las bocinas del edificio sonó el número que les correspondía, justo cuando Alfred estaba a punto de levantarse no pudo evitar tomar su mano y mirarlo con un ligero aire de súplica

-No vayamos, mejor vámonos a casa o quedémonos aquí-El americano parpadeo confundido y después le entregó al mayor una sonrisa dulce, volvió a donde estaba su mejor amigo y acaricio su cabello con suavidad.

-No te preocupes Arthur, el héroe te protegerá-y en ese momento el menor de los Kirkland no pudo evitarlo, lo siguió solo rezando para que sus hermanos no arruinen la amistad que tenía con el americano.

El trayecto iba normal, todo tranquilo hasta que unas risas infantiles resonaron por el lugar haciendo que el americano dejara escapar un jadeo que rápidamente trato de ocultar, cosa que hizo sonreír a su mejor amigo. Suavemente llevó su mano a la del americano hasta envolverla y llenarse de esperanza y satisfacción cuando vio el tenue color rojo en la piel bronceada.

Un pasillo lleno de luz azul les mostró marcas en toda la pared, se podía ver manos siendo arrastrada y hasta la forma de un cuerpo, sin darse cuenta trago duro pensando quién diablos había dejado a los gemelos jugar con toda la utilería.

El sonido de un fuerte ruido, una motosierra y un grito hizo que rodara los ojos pero fue interrumpido cuando Alfred se aferró a su cuerpo temblando, no podía creer que ese grito falso había asustado al americano.

-Alfred-llamó con un ligero tono de diversión antes de llevar su mano a la mejilla del otro-Estoy aquí ¿lo olvidas?

-Ni un instante-De verdad que Kirkland amaba esa sonrisa y más saber que él era el culpable de provocarlas.

Estaban tan concentrados en el otro que no notaron cuando la sábana cayó sobre sus cuerpos y una trampa en el suelo fue liberada por los gemelos haciéndolos caer directo en un colchón inflable en medio de una habitación llena de rostros aterradores, telarañas falsas y muchas cosas que provocaban el temor en el joven Jones.

Arthur se desesperó en el intento de calmar al pobre de Alfred quien no paraba de temblar, busco su teléfono tratando de buscar donde distraerlo pero pronto se dio cuenta que sus hermanos le habían sacado la tarjeta de contacto, notó que esta era la treta cuando en su fondo de pantalla había una nota: "No vas a romper el hechizo hasta que beses al sapo"

-Malditos bastardos-susurro como pudo ante el agarre en su cuerpo de Alfred-¡Alfred mírame! -le soltó una cachetada al americano que cuando se calmó lo miró aturdido-Me gustas-"bien Arthur confiésate cuando está muriendo de terror" sin embargo solo pudo observar como el otro bajaba la cabeza y el rojo se notaba en sus orejas.

-No es justo-escucho levemente el murmullo del chico americano, abrió los ojos nervioso esperando que el otro le mirara y el corazón le latió con ganas cuando la mirada vergonzosa de rubio le dio la respuesta.

Ahora mismo mientras disfruta de los labios de su mejor amigo no puede evitar odiar saber que va tener que darles las gracias a sus hermanos por esto aunque en el fondo suspira de alivio al notar que su plan es una forma de aprobar a Alfred y motivarlo a que lo volviera parte de la familia.

Pobre de su amado americano, sus hermanos lo iban a martirizar con ganas, de ahora en más tendría que pasar por una eterna prueba de valor.

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