2.- Serpiente

Sucrette amaba a Castiel. Sí, lo amaba con esa irrefrenable pasión juvenil que caracterizaba a los de su edad.

Amaba su mirada gris e indolente, la sonrisa burlona que sus labios marcaban cuando la retaba y el espíritu independiente que le rodeaba.

Sucrette deseaba llegar al corazón de aquel chico, descubrir el significado de sus palabras y acciones. Un reto realmente difícil.

Como una serpiente que se enrolla en sí misma ante la amenaza, Castiel se encerraba en sí mismo y guardaba sus verdaderos pensamientos y deseos en una fachada de rebeldía.

Pero Sucrette no se rendía. Tenía la esperanza de llegar al fondo del verdadero Castiel.

Porque, casualmente, a ella le gustaban las serpientes.

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