You are Mine
–¡¿Qué ustedes qué?!– gritó Silver con gran asombro.
–¡Shhhhhh!– acalló ella nerviosa. –No es para que lo grites– le susurró sonrojada.
–Amy, tú misma me lo dijiste– señaló Silver molesto –Esto era sólo un experimento, algo para que tu historia fuese un gran éxito. No tenía nada que ver con salir con el chico más popular de la escuela de verdad– regañó.
–Tú estás saliendo con Blaze, ¿Por qué yo no puedo salir con Sonic?
–¿Por qué?, Es en serio lo que me preguntas– dijo molesto –Empecemos por el club de fans lunáticas que tiene, sigamos por su mejor amiga Sally, y por si eso no fuera suficiente, Sonic es un player, no un novio.
–¿Un player?, ¿Qué se supone que significa eso?
–Es un jugador de mujeres Ames, y eso tú lo sabes. Todos los hombres conocemos las grandes conquistas de Sonic y...
–¿Tú me considerarías como una gran conquista?– interrumpió Amy con un semblante serio.
–No, claro que no– negó con rapidez arrepintiéndose de la dureza de sus palabras –Es decir, no eres el tipo de chica popular que se consideraría...
–Eso lo sé– cortó nuevamente –Por eso mismo es que esto no es un juego. Sonic realmente gusta de mí– sonrió con dulzura y un rubor rosa en sus mejillas –Por lo que soy.
–Por lo que cree que eres– farfulló Silver molesto.
–¿A qué te refieres con eso?
–¿Acaso Sonic ya sabe quién es Ames?, ¿Sabe sobre tu historia o si quiera que escribes?
–Eso... aún no estoy lista para decirle– musitó desviando la mirada.
–Hasta que él no sepa lo que es más importante para ti, no puedes decir eso, sin tomar en cuenta, que él tampoco está al tanto del por qué empezaste ese estúpido juego. Si leyera la historia se daría cuenta rápidamente, no es realmente muy difícil de darse cuenta, después de todo la relación de Erie y Aarón pasado del capítulo 4 tiene que ver con lo has hecho con Sonic hasta el momento.
Amy mordió su labio inferior ante el argumento de Silver. Sonic aún no sabía sobre su mayor pasión en la vida o siquiera la razón real por la cual había empezado aquel extraño juego que los había llevado hasta ese punto.
–Aún no es el momento Silver, se lo diré... a su tiempo– musitó cabizbaja.
–¡Es que no... ¿Uh?– calló desviando su mirada a la puerta de la azotea.
–¿Qué te pasa?– preguntó Amy extrañada, siguiéndole la mirada.
–Es sólo que...– murmuró suspicaz –Nada, pensé escuchar algo. En fin Amy, si esto es lo que quieres hacer tú sabes que yo te apoyaré, aún así creo que deberías de decírselo.
–Verás que todo saldrá bien– sonrió confiada.
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Terminaron las clases de ese día y tendría que regresar sola a casa. Sonic tenía entrenamiento y Silver saldría en una cita con Blaze. Durante todo el día no había podido hablar con Sonic o siquiera pasar tiempo a su lado. Muy pronto sería el festival anual de la secundaria y los eventos deportivos eran lo más importante, por consiguiente los entrenamientos eran más exhaustivos y los atletas a penas si tenían tiempo para ellos mismos.
–No importa– se dijo a sí misma –Mañana en la mañana nos veremos.
Amy se adentro en sus recuerdos para regresar a ese día, el día después de San Valentín.
Inicio del Flash Back
–¿Soy importante para ti?– dijo Amy con asombro.
–¡Claro que lo eres!– respondió Sonic con una falsa molestia –La verdad es... es que yo ayer también iba a... bueno...– rascó la parte trasera de su cabeza avergonzado.
–¿Qué?
–Yo iba a... a...– balbuceó –Es que... después de todo lo que hemos pasado... me di cuenta que realmente...
–¿Sí? dijo impaciente. Amy caminó un par de pasos acercándose al erizo quien tenía un tono carmín en sus mejillas y una notoria expresión de vergüenza. Era la primera vez que miraba vergüenza en el gran Sonic the Hedegehog.
–Que también me gustas mucho– murmuró inaudible.
Quedó en silencio, sin poder articular palabra alguna, tal vez porque en sus adentros no creía lo que había escuchado. Amy se quedó inmóvil, sintiendo como de repente su corazón tamboriteaba en sus oídos y su estómago soltaba cientos de mariposas enjauladas. Eso no podía ser real, las cosas buenas no le pasaban a ella, sólo a las chicas de sus historias o las hermosas y ricas como Sally.
–¡Por Chaos Rose, di algo!– gritó el erizo azul exaltado.
Amy lo vio de nuevo y sintió la traición de sus lágrimas rodar sin control por su rostro. Lágrimas que sólo había demostrado a su hermano, pero que esta vez no eran de tristeza, eran de una felicidad desbordante.
–¡¿Y ahora qué demonios pasa contigo?!– inquirió ofuscado.
–Te... te tardaste– sollozó cubriendo su cara con sus manos y soltándose a llorar. No supo qué más decir, pero pareció no ser necesario.
–Lo lamento– le susurró en un abrazo, deteniendo su llanto de alegría. –Pero no sabía qué era el amor... hasta hoy.
Sonic tomó su mentón y la besó con fuerza, como queriendo gritarle algo. Ella no entendía tampoco muy bien sobre el amor, pero parecía que para él era más importante que para ella descubrirlo.
No importaba, ahora lo harían juntos.
Fin del Flash Back
–¡Hey Pinky!– escuchó un gritó a sus espaldas despertándola de su recuerdo. Amy vio de reojo con curiosidad, pues ya era un tanto tarde. Ahí lo vio. El erizo verde conocido como Scourge corría con una amplía y nada espeluznante sonrisa, extrañándola un poco. Amy fijó su vista al frente en busca de a quién podría estar llamando tan animadamente, pero no había nadie. –¡Sí tú!– gritó de nuevo. Amy volteó su cabeza por completo viéndolo anonadada. –La novia del erizo azul.
Era de ella de quien hablaba. La sangre se congeló de pronto y una opresión en su pecho que le prohibió respirar. Quedó inmóvil, en medio de la patio de la escuela, tan cerca de los portones de hierro, y a su vez tan lejos.
–Por fin te detienes– bromeó divertido viéndola con aquellos gélidos ojos azules –Quería que habláramos, ya sabes, tenemos una conversación pendiente.
–No– murmuró retrocediendo torpemente. Su cabeza le decía que corriera, pero sus piernas parecían haberse desconectado de su mente. –Yo no...
–Creo que te interesara lo que tengo por decir... Ames.
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Se vio al espejo repasando el maquillaje azul sobre sus párpados resaltando sus ojos color turquesa. Siempre asegurándose de verse hermosa, pues una dama no podía salir cual mujerzuela de ningún lado. Menos de esa casa.
–Eres mía– habló el erizo negro aún escribiendo en aquel cuaderno de cuero café –No es relevante como los demás te miren– completó con su mirada fija en su escritura.
–Pues algunas tenemos que hacer más que tomar un baño para vernos sexy y deseables ¿sabes?– sonrió Rouge a forma de cumplido –Por cierto, ¿Qué tanto escribes en ese viejo cuaderno?– preguntó curiosa, viéndola por el reflejo del espejo.
–Ya te di lo que me pediste, ahora haz lo que te digo. Silencio– ordenó irritado.
–Siempre haces lo mismo– dijo quejumbrosa –Me haces el amor y luego te pones a escribir en ese estúpido cuaderno.
–Demonios– farfulló Shadow entre dientes golpeado el cuaderno sobre las sabanas desarregladas –Como punto número uno Rouge, no soy tu novio, y eso lo sabes– aseveró exaltado –Y como punto número dos, yo jamás te he hecho el amor, yo te cojo por diversión y placer, y eso lo sabes bien desde hace dos años.
La murciélago bufó molesta ante la mirada penetrante y desafiante del erizo negro. Eso ella lo sabía bien, no es como que ella quisiera nada con él de todas formas, o eso se repetía cada vez que lo veía pasar con aquella actitud indiferente por los corredores de la universidad en donde pretendía ir a admirar la replica exacta una hermosa joya llamada Master Emerald.
–Eso... eso lo sé– balbuceó ella sin convicción.
–Vete antes de que se haga más tarde– la echó poniéndose en pie –Necesito tomar un baño.
–Como quieras– asintió con un falso dejo de desinterés en su voz –¿Me llamarás?
–No por ahora. Adiós.
Rouge lo vio azotar la puerta del baño que yacía dentro de su habitación y un suspiró casi imperceptible fue exhalado de sus labios. Esa había sido su relación desde que se habían conocido en aquel bar. Él jamás la vería como su pareja o si quiera con ojos de amor, pero tampoco estaría con nadie más que no fuera ella, y en su momento, le pareció suficiente.
–¡Pues no lo vuelvas a hacer!– gritó molesta a la puerta que yacía cerrada. Era suficiente. La gran Rouge the Bat se había cansado del juego del gato y al ratón –¡Búscate a otra que te tolere erizo de pacotilla!– dijo sulfurosa ¿Pues por qué ella debía de rogarle a él todo el tiempo?
Rouge vio aquel cuaderno sobre la cama y sin pensarlo dos veces tomó el mismo lanzándolo con fuerza por la ventana, haciendo que sus hojas amarillas se desparramaran por el aire mientras caían al jardín frontal. Rouge escuchó la puerta del baño abrirse para ver la expresión de horror del erizo negro al notar su impulsiva reacción. No pudo evitar esbozar una sonrisa triunfante al deleitarse de la vista.
–Suerte con eso, Shadyboy– se despidió arrogante expandiendo sus alas saltando por la ventana. Eso era todo para ella.
–¡MALDITA SEAS!– gritó con su ira fuera de control. Ese era su nueva novela, casi un año de su vida tirada por la ventana por una orgullosa murciélago, de la cual se encargaría después. Shadow salió de su habitación dirigiéndose al jardín de su casa corrió a penas con un pantalón de ejercicio negro que llevaba una franja roja de lado a lado, sin calzado alguno. No estaba ni formalmente vestido, no le había dado tiempo al escuchar el arrebato de ira de Rouge, a lo cual, gracias a eso debía de juntar las 149 hojas antes de que el viento se las llevara y todo su trabajo terminara en la basura.
Salió aprisa de la casa viendo varias hojas volar con la suave brisa de aquella tarde. Shadow saltó en el aire atrapando cada una de ellas. Más tarde se encargaría de acomodarlas en el orden correcto, por ahora sólo esperaba tenerlas todas juntas. Pronto cada una de las hojas sueltas pareció estar en sus manos, a excepción de su cuaderno, que no parecía estar en ningún lado sobre el césped.
–¿Buscas esto?– la suave voz de ella se escuchó a sus espaldas. El erizo negro se volteó para ver a la eriza rosa con una expresión de devastación y tristeza notable en su rostro.
–¿Rose?– alcanzó a decir confundido. En sus manos vio su cuaderno ahora incompleto por las hojas faltantes.
–Recogí algunas– murmuró apagada –O las hubieras perdido– enseñó las hojas sueltas.
–Amm... gracias– musitó recibiendo de sus manos temblorosas los documentos. Vio de reojo por un instante la entrada a su morada. No estaba en condiciones para una visita y sin duda no es que tuviera muchos ánimos de escuchar el nuevo problema que Sonic le había causado. ¿Desde cuándo se había convertido en su psicólogo personal?
–¿Tienes tiempo?– habló ella quitándole cualquier opción de retirarse –Para hablar.
–Mi hermano regresara pronto– negó. No quería involucrarse más.
–Por favor– dijo con una voz temblorosa.
–"¡Maldita sea Faker!"– pensó irritado –Rayos y más rayos– farfulló entre dientes caminando sobre el jardín recién regado sintiendo como sus pies descalzos se humedecían en cada paso que daba.
La eriza la vio andar sin zapatos y por un instante dirigió su mirada a la puerta principal ¿Por qué no entraban como la última vez?
–¡¿Vienes o no?!– le gritó malhumorado. Ella asintió rápidamente corriendo a paso firme tras de él. Parecía que no entrarían a la casa. Shadow los guió a la parte trasera de la casa, donde un pequeño cobertizo podía verse. –Aquí no vendrá él– enfatizó, refiriéndose a Sonic. Amy consintió con un sutil movimiento de cabeza siguiéndolo a sus adentros. –Ahora dime– habló en un intento de calmarse, mientras arreglaba el desastre de Rouge –¿Qué hizo el mal nacido de mi hermano?
–¡No te expreses de él de esa manera!– defendió molesta, provocando que él la viera con sorpresa –No tiene que ver con Sonic... no exactamente.
–Si es el caso ¿Por qué acudes a mí?
–¿Qué harías si alguien te chantajeara en exponer tu secreto a tu padre?– preguntó Amy de repente.
Un trago amargo recorrió su garganta y un escalofrío recorrió su espalda. Eso sería lo peor que le podría pasar. Padre lo desheredaría o peor aún, lo mandaría a un país muy lejano a hacer labor social. Sería la más grande deshonra de su familia y estaba seguro que jamás le permitiría volver a poner una mano sobre una pluma para poder escribir algo en su vida. Conociéndolo le quebraría todos y cada uno de los dedos de sus manos con tal de que no volviera a coger un lapicero en su vida.
–¿Es esa...– calló intentando recobrar la compostura –¿Es esa tu situación?
–¡Si no hago lo que dice se lo dirá!– gritó con desesperé –¡Le dirá a Sonic!
–¿Sonic?– repitió tranquilizándose. Su hermano no era muy importante, no ante sus ojos.
–¿Es que no lo entiendes?– inquirió ella cayendo en histeria –Él sabrá por qué empezó todo, sabrá por qué las misiones... él... él se marchara de mi lado.
–¿Misiones?– repitió sin entender –Así que... ¿usaste a Sonic para escribir El Reino de Fuego?– intentó armar el rompecabezas en su cabeza.
–¡Jamás me lo perdonará!
Shadow calló por unos instantes. Lo que ella decía no estaba demasiado alejado de la verdad. Después de la muerte de su madre, Sonic había jurado jamás entregar su corazón para nunca volverle importar nada. Un juramento que tenían en común.
–¿Y piensas seguir con el chantaje entonces?
–No– negó sacudiendo la cabeza mientras lágrimas rebosaban de sus ojos –Él sólo quiere una cosa para no decir nada.
–¿Dinero?
–A mí...– respondió con espantó al recordar las palabras de Scourge –Si le entregó mi cuerpo permanecerá con la boca cerrada.
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