Epilogo Parte III: One Last Chapter
Tecleaba en su computadora mientras una taza de café cargado yacía a su par y unas bolsas bajo sus ojos adornaban su rostro. Desvió su mirada a la ventana de su dormitorio, observando las estrellas brillar en la oscuridad de la noche. Amy dio un pesado bostezo restregando sus ojos con cansancio. Era su tercera noche sin dormir.
–¿Aún despierta?– escuchó decir a sus espaldas para ver la luz de la lámpara de noche encenderse. Había despertado a su compañera de cuarto –Sabes que cuando tú no duermes, yo tampoco– le reprochó.
–Lo siento, es el proyecto final de esta clase y si no lo termino para mañana perderé más de el 80% de la nota– se disculpó la eriza rosa con una expresión de cansancio –Vuelve a dormir, Sally.
–Recuérdame el otro año pedir una habitación para mi sola– se quejó la ardilla colocando una almohada sobre su cabeza.
Amy sonrió divertida –Sabes que tu vida sería muy aburrida sin mí– habló sonriente –Además, si no fuera por ti no podría costearme la vida en el campus de la universidad.
Sally quitó la almohada de su cabeza, para verla con aquella mirada de reproche aún. –Yo estaba sola, tú estabas sola y bueno... te lo debía– concluyó sonrojándose avergonzada de lo que había pasado casi cinco años atrás.
–Lo ves– dijo Amy para saltar sobre su cama divertida –Es mucho más divertido así– exclamó lanzándole a su compañera una almohada a la cara, riendo divertida.
Sally esbozó una sonrisa casi imperceptible para ver a su compañera risueña, una Amy muy diferente a la que había conocido años atrás. –Cuando haces cosas como esta... me recuerdas mucho a él...– le murmuró entristeciendo su mirada. La amplía sonrisa de Amy se apagó lentamente, asintiendo con la cabeza. –¿Él aún no...
–Aún no es el día– interrumpió saltando de la cama nuevamente para regresar a su escritorio –Hasta entonces no queda más que esperar y cumplir la promesa– dijo Amy viéndola de reojo con aquella sonrisa plasmada en su rostro.
–¿Cómo es que has cambiado tanto?– preguntó Sally dejándose caer en las almohadas de plumas –Antes, recuerdo que te desmoronabas con tan sólo hacer referencia de Sonic.
–El pasado es pasado– habló tecleando nuevamente –Prometí que trabajaría en mi sueño...– habló con un dejo de tristeza en su voz –¡Y eso haré!– exclamó recobrando energías –Además, el día que nos volvamos a ver quiero poder decirle sobre todas las cosas que he logrado...– habló sintiendo como su voz empezaba a quebrarse y su sonrisa a borrarse –Sobre la promesa que cumplí...
–Entonces sigue trabajando– dijo Sally lanzándole una almohada a su compañera, quien se volteó a verla con el ceño fruncido y ojos cristalinos –¿Recuerdas que es para mañana?, si no lo entregas, mi desvelo habrá sido por nada– indicó Sally divertida. Amy rodó los ojos exasperada y nuevamente le dio la espalda.
Sally esbozó una sonrisa; recordaba cuando Sonic había llegado con ella días después de haber ido a la universidad, anunciado su partida. Desde ese día habían pasado cuatro años, de los cuales había compartido dormitorio con Amy. Una Amy quien en un principio yacía devastada al haber perdido a Sonic; y como un acto de caridad o tal vez de egoísmo, decidió pagar la estadía en los dormitorios universitarios en lugar de vivir en su lujoso apartamento en la ciudad, y así vivir con Amy; con quien ahora tenía una estrecha relación.
La observó nuevamente, y sus púas, las cuales ella se había encargado de cortar años atrás, por fin habían crecido nuevamente. Al estar cerca de ella, de alguna manera podía ver a Sonic reflejado en aquella sonrisa divertida y desinteresada que ella había aprendido por igual. Sally se acomodó entre las sábanas en un intento de conciliar el sueño, pensando en aquel erizo azul que prometió algún día regresar al lado de a su amada. Sus ojos se volvieron pesados mientras el tecleado de Amy se volvió su canción de cuna para así perderse en el mundo de Morfeo.
El sonido del despertador la hizo abrir sus ojos de golpe para ver a una eriza correr de aquí a allá arreglándose torpemente.
–...¿Amy?– murmuró la ardilla bostezando.
–¡Es tarde!– exclamó tomando su mochila y así meter todas sus pertenencias en su mochila –¡Mi clase empieza en 10 minutos!
–La mía en tres horas– reprochó tapando su rostro con su almohada en un intento de omitir el bullicio de la eriza.
–¡Debo irme, hasta luego!– se despidió azotando la puerta velozmente.
Se sentó desganada observando la puerta cerrada, sola al fin, y ahora gracias a Amy, sin sueño. Sally se puso en pie, tomando así la decisión de alistarse, para ver todas las cosas de la eriza rosa regadas por doquier. –Demonios, Amy– murmuró molesta recogiendo de mala gana sus pertenencias para no tropezar, y así ver algo curioso en el suelo. Un manuscrito con un título que se le hacía vagamente familiar. –¿El Reino de Fuego?– dijo en voz alta ojeando aquel libro de páginas gastadas, leyendo personajes familiares en éste –Esta fue la historia... –habló con una sonrisa en sus labios, recordando su papel en ese entonces en su historia. Sally tomó aquel manuscrito para arreglarse rápidamente y hacer algo por lo que sabría que podría llegar a tener problemas, pero lo haría por él... por Sonic.
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Yacía en un café del centro, tomando un Latte en la espera de él. Sally vio su reloj, esperando que él pudiera llegar a tiempo. Sorbió otro trago de café en su espera cuando lo vio entrar a través de la puerta de cristal con aquella gabardina larga y actitud desinteresada. Sally esbozó una sonrisa a modo de saludo, a lo que él no respondió, caminado hacia ella con aquella expresión estoica.
–Un café negro– le indicó a un camarero tomando asiento frente a ella. –Sin azúcar.
–A la orden– asintió el camarero y con prisa salir de ahí.
–Hola Shadow– saludó la ardilla –Recuerdo que te gustaba este lugar antes– le sonrió con calidez.
–El café es bueno– asintió con la cabeza cortando cual era su costumbre, para observar la taza de café que la ardilla sostenía –¿No deberías tomar té?– cuestionó al ver su bebida espumosa.
–Ya crecí, ¿lo olvidas?– sonrió Sally pícaramente, sin respuesta de él. El café del erizo negro llegó para así ver en su rostro un amago de sonrisa –¿Qué tal la familia?– preguntó Sally sintiendo la mirada intensa de él sobre ella –Se rumora que regresaste a casa.
–¿Se rumora?– inquirió Shadow alzando una ceja.
–Está bien, Amy pudo que mencionara una que otra cosa– confesó la ardilla con una sonrisa traviesa. Shadow rodó los ojos exasperado, sorbiendo otro trago de su bebida caliente –Realmente fue algo sorprendente verte aquí y bueno... no verlo a él.
–Mi hermano hizo lo que mejor para él– indicó el erizo negro cortante.
–¿Y tú?, pensé que te habías ido porque tu padre no dejaba realizar tu sueño.
Shadow suspiró pesadamente, sabiendo que no podría eludir el tema por más que intentará, después de todo, conocía a Sally desde que eran muy pequeños y sabía lo terca que podía llegar a ser, así que prefirió encararlo de una vez y darle fin al mismo.
–Llegue a casa unos meses después de que Sonic se fuera de casa, y la verdad mi padre fue más comprensivo de lo que alguna vez imagine– explicó de mala gana –Prefirió apoyarme antes que dejarme ir nuevamente.
–¡Eso es maravilloso!– exclamó Sally con alegría. –¿Eso significa que ahora te permite escribir?
–Compró una editorial para mí– espetó sin interés.
–Suena algo que haría tu familia... o la mía– esbozó una sonrisa un tanto entristecida, como un mal chiste aristócrata.
–Y bien, ¿para que me llamaste?– preguntó un tanto impaciente, dando por concluido el tema –Sé que no fue para saber de mi vida o de la extraña reunión con mi padre.
–¡Casi lo olvidaba!– exclamó la ardilla –Fue por esto– dijo sacando de su bolso aquel libro.
–¿Uh?, ¿Eso es...
–Sí, y quiero que me ayudes.
–¿Por qué lo tienes tú?– inquirió alzando una ceja sin entender al leer el título de aquella historia con la que compitió alguna vez.
–Eso no es importante, lo importante es que me ayudes a que se publique.
–¿Esto no debería de pedírmelo Rose?
–Sabes que ella jamás hará algo como eso– habló con un suspiro de decepción –Tal vez... sí lo haces, él...
–Esta no es tu decisión– interrumpió Shadow frunciendo el ceño –Ella debe de decidir cuando estará lista para dar el siguiente paso.
–¿Dejarla tomar sus decisiones sola, así como tú lo hiciste con Sonic?– le recordó con una sonrisa victoriosa –Si no me falla mi memoria, tú lo ayudaste a tomar esta decisión que él no tenía intenciones de hacer en ese momento.
–Yo no hice nada– se defendió Shadow avergonzado por aquel momento fraternal –Fue nuestra madre quien al final lo dio ese impulso, no yo.
–¿Su madre?– repitió Sally con intriga.
–Dejó una interesante carta detrás en un cuadro– se explicó intentando hacerlo sonar como un hecho poco relevante –Creo que realmente eso lo hizo cambiar de opinión.
–Mi punto es, que tú le diste ese pequeño empujón, puede que si lo hacemos con Amy ella también vaya un paso más cerca de la dirección correcta– habló la ardilla decidida, pero aún si convencer al erizo negro, quien dirigió su mirada a la taza de bebida humeante frente a él. Dudoso. –Haz que algún editor lea el libro– habló Sally nuevamente –, si no es bueno, no deberás hacer nada, pero sí lo es ella tendrá que firmar para dar su consentimiento antes de aprobarlo, ahí ella podrá decir. Es lo único que pido– insistió acercando el libro hacia él.
–¿Por qué haces esto?– inquirió el erizo negro curioso.
–Quien sabe...– susurró con esbozando una sonrisa –Tal vez por afecto... tal vez por egoísmo... lo importante es que me interesa– concluyó. –Bien, lo demás te lo dejo a ti– dijo poniéndose en pie dejando un par de billetes a la par de su taza casi vacía –Háblame cuando tengas la información, hasta entonces...– se despidió.
–Sabes que aunque esto se publique no significa que él vaya a regresar, ¿no es así?– habló Shadow sin verla en ningún momento.
–Lo sé... tal vez, muy en el fondo, lo hago por ella– sonrió Sally una última vez para salir del café.
–Bien... por fin veremos si tu historia es digna de ser publicada– habló el erizo negro viendo aquel manuscrito con interés y un amago de sonrisa pintada en su rostro.
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La primavera había llegado y la suave brisa hacía que los pétalos rosa cayeran con gracia sobre ella. Había pasado mucho tiempo desde que sentía tanta paz. Amy sentía la primavera llegar, junto las buenas noticias; lo vio de reojo, con aquella sonrisa, aquella sonrisa que llenaba su corazón de una alegría, una en la que hubo un tiempo, en la que pereció, ante el abrazo cruel del destino. Cerró sus ojos recostando su cabeza sobre pecho, escuchando el latir de su corazón.
–Hey Ames...– murmuró el erizo azul con suavidad –Me tengo que ir muy pronto, ¿lo sabes verdad?– indicó con un dejo de tristeza en su voz.
–¡¿Qué, por qué?!– exclamó separándose de él, sintiendo como la brisa antes fresca, prontamente empezaba a convertirse en tempestad –¡¿Por qué me has dejado sola?!– exclamó sintiendo como el día empezaba a consumirse, provocando que las tinieblas tragaran su sueño –... ¿Por qué no regresas?– musitó con lágrimas en sus ojos.
–Es hora de despertar...
–¡Espera Sonic!– exclamó abriendo los ojos de golpe. Despertando.
Amy levantó su cabeza del escritorio sobre el cual había caído dormida en algún momento de la noche. Restregó sus ojos sintiendo las palmas de sus manos humedecer por las lágrimas que habían brotado en su inconsciencia.
Se recostó sobre su silla fijando su vista al techo agrietado de la habitación, vacía por alguna razón a la cual no le dio importancia; había pasado mucho tiempo desde aquel sueño que había sido recurrente en su vida al momento de su partida.
–Me pregunto si habrá alguna razón...– musitó pensativa –Tal vez... es hora de renunciar a él– dijo recobrando la compostura con cierta nostalgia.
Amy abrió el cajón de aquel escritorio de madera para buscar entre papeles de ensayo, recibos y hojas de colores una pequeña caja de cartón. La sacó con cuidado para abrir su interior, y en ésta ver varios objetos diversos de valor para ella y entre éstos, una fotografía de ellos dos abrazados. La última cita que habían tenido antes de su partida.
Sintió sus ojos humedecer mientras sostenía ese pedazo de papel en sus manos, recordando la promesa de años atrás.
–"¡Promete que volveremos a vernos!"– recordó aquella noche nuevamente. Habían pasado varios años y él no había regresado o se había comunicado con ella. Era obvio que Sonic no pensaba regresar en un futuro cercano –Se acabo– espetó rompiendo aquella imagen en dos –Ya no puedo seguir esperándote Sonic.
Vio aquel pedazo de papel partido en dos sintiendo como la tristeza la acogía, y a su vez, como una carga pesada caía de sus hombros. Se rehusaba a seguir esperando algún día verlo llegar por ella, se rehusaba a seguir viviendo para verlo nuevamente. En este punto de su vida seguramente él ya había conocido a alguien más, posiblemente se había acomodado en una gran ciudad y se dedicaba algo que lo hacía realmente feliz.
–Después de todo... fue tan sólo un tonto romance de preparatoria– murmuró desganada.
–¡Amy!– escuchó un grito mientras su puerta se abría de golpe haciéndola estremecer –¡Aquí estás, tenemos que irnos!– dijo su compañera de habitación tomándola del brazo y alzando con fuerza de la silla.
–¿Qué pasa, Sally?– pregunto intentando seguirle el paso.
–Ve, cámbiate– ordenó la ardilla sacando un par de prendas de los cajones y tirándoselos apresuradamente –Tienes dos minutos.
–¿P-Pero para qué?– cuestionó confusa. Sally le sonrió cálidamente deteniendo el frenesí con el que había llegado inicialmente. –¿Pasa algo?– inquirió Amy con cierta desconfianza. Sally tomó sus manos provocando que la ropa cayera de las mismas para verla con alegría, asintiendo con la cabeza.
–Ya lo verás– dijo al fin –Te daré dos minutos, apresúrate– dijo saliendo de la habitación.
Se cambió en el tiempo estipulado para salir al encuentro de la ardilla, quien prontamente la llevó corriendo fuera del campus universitario, sin responder a las cientos de preguntas que lanzaba en el camino. Amy aún seguía sin entender a dónde quería llevarla o con qué propósito hasta que a la distancia reconoció a un rostro familiar, un erizo parado en una esquina con su mirada perdida en el cielo, uno que no había visto hace mucho tiempo.
–¡Lamentamos la tardanza!– exclamó Sally alzando la voz, provocando que él las volteara a ver.
–Ya era hora– respondió el erizo negro al verlas llegar –Rose, tiempo sin vernos– dijo en forma de saludo.
–¿Shadow?– musitó Amy confundida al reconocerlo –¿Sally, qué está pasando aquí?
–Creo que Shadow puede explicarte mejor– respondió viendo al erizo negro.
–Lo lograste.
–¿Qué logre?– preguntó Amy sin entender. Shadow sacó de un maletín que llevaba consigo un libro de pasta gruesa, para entregárselo, y al hacerlo leer el título de su historia en el mismo –¿Qué significa esto?– preguntó sin entender.
–A mi editor le encantó tu historia y quiere publicarla– respondió el erizo negro.
–¿Eh?– exclamó sin habla.
–Sally vino con ella hace uno días, parece que la encontró y bueno, yo sólo se le di a alguien para que me dijera qué pensaba.
–¡¿No es emocionante Amy?!– exclamó Sally con alegría –Esto es lo que siempre quisiste.
–Pero...– murmuró apagada –Esta historia...– acalló viendo con tristeza el manuscrito frente a ella. Sintiendo su corazón latir dolorosamente y un dolor inexplicable en su pecho formarse.
–Es tu decisión, Rose– habló el erizo negro al ver en su rostro la expresión de nostalgia y tristeza –Si no deseas esto, está bien, pero si sí, deberás de firmar este consentimiento– dijo entregándole una hoja de papel, con una línea punteada al final de la misma. –Tienes dos días.
–¿Por qué dos días?– cuestionó la ardilla sin entender, ya que el erizo negro jamás le había comentado de algún plazo de tiempo.
–Ya tuvo más de cuatro años para decidirse, no veo porque darle más tiempo– explicó con frialdad –Además, en dos días tengo salir de la ciudad– completó sin importancia –Dos días Rose, toma tu decisión. Llámame cuando lo sepas– se despidió por último.
–¡Espera!– exclamó Sally al verlo dar media vuelta –Pensé que iríamos a discutir a...
–No– cortó –Ella sabe todo lo que tiene saber– habló sin detenerse –Hasta luego.
Sally frunció el ceño molesta viendo el erizo negro se perdía a la distancia. Eso no era lo que él le había dicho, pero no le sorprendía el cambio repentino de opinión. Tal vez, había tenido algo que ver al ver la expresión de incomodidad y melancolía de Amy al ver su propia obra. La volteó a ver, y aún tenía esa expresión en su rostro.
–Lo lamento, no pensé que esto te afectara tanto– dijo Sally culpable.
–Esta es nuestra historia... ¿sabes?– murmuró desanimada.
–Sí, pero también es tu mejor obra, tú me dijiste alguna vez.
–Pero sería exponerme al mundo y no sé si pueda con eso– habló apretujando el libro en sus manos.
–Amy– habló la ardilla colocando una mano sobre el hombro de la eriza –Debes dejar de ir el pasado... ahora eres una nueva Amy. Es hora de florecer– le sonrió con gentileza.
–Es hora de seguir adelante...
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Se relajó viendo el cielo sobre su cabeza mientras esperaba su transporte, sin preocupaciones, para ver las nubes pasar. Esbozó una genuina sonrisa, sintiendo la paz inundarlo, una paz que muy raras veces sintió, únicamente con la compañía de ella; ese pensamiento lo hizo desvanecer esa sonrisa que su rostro había mantenido, ¿cuánto tiempo había pasado ya?, ¿hace cuántos años la había dejado atrás?
Sonic suspiró pesadamente, sin poder evitar sacar aquella posesión que lo había acompañado en todo su viaje. De aquella mochila marrón que mantenía consigo en todas sus aventuras como nómada, sacó aquel cuaderno rosa que una vez encontró sin su dueña, y que ahora, era lo único que lo unía a ella. Sonic abrió nuevamente aquel cuaderno para ver su hermosa caligrafía y garabatos.
–Ya hace más de cinco años de todo esto– murmuró con un amago de sonrisa –Me pregunto... ¿si encontraste tu camino Ames?– se cuestionó con un dejo de nostalgia en su voz.
Cerró aquel cuaderno de golpe, frunciendo el ceño. No pensaba en volver a ahogarse en pensamientos que no tenían una salida próxima, o a cuestionarse si había tomado la decisión correcta. Se habían separado hace mucho tiempo y ahora él ya no era el mismo erizo que ella alguna vez conoció y muy seguramente ella tampoco era la misma Amy que recordaba, aquella Amy de zapatos baratos y mirada fría y expresión febril.
Suspiró nuevamente sintiendo aún su corazón tener el nombre de ella marcado con fuego, aún seguía enamorado de aquella dulce eriza de ojos esmeraldas que de tanto en tanto lo perseguía en sus sueños... ¿pero ella aún pensaría en él?
–El tren pronto saldrá de la estación, por favor, pasajeros abordar– escuchó decir en la estación, sacándolo de sus pensamientos.
–¡Se me hará tarde!– exclamó guardado aquel viejo cuaderno dentro de su mochila y correr al tren que debía de llevarle a su siguiente aventura.
Viajó por lo que le parecieron las horas más largas, con el fin de cumplir una promesa que había hecho casi obligado, pero que no podía evadir más. Al llegar a su destino las puertas del tren se abrieron de par en par dejando ver cómo el atardecer caería prontamente y haciéndolo saber que llegaría tarde si no se daba prisa.
Sonic corrió por el transitado pueblo, sintiéndose extrañamente inadecuado; después de todo había pasado mucho tiempo desde la última vez que había parado en un lugar con tantos habitantes. Sonic observó los locales alrededor viendo como la gente iba y venía; siguió su marcha admirando el bello pueblo de Green Hill cuando algo llamó su atención haciéndolo parar de pronto. Sonic retrocedió un par de pasos viendo algo llamar su atención en aquel aparador, y a través de aquella vitrina ver un libro de nombre conocido.
Entró a prisa al lugar a la pequeña librería para tomar aquel libro de pasta carmesí y hojear su contenido, uno que había leído muchos años atrás.
–¿Le interesa?– escuchó decir a la chica del mostrador, alarmándolo al verla llegar con sigilo –El Reino de Fuego parece que se ha convertido en todo un éxito en la gran ciudad, y es uno de los más vendidos de por aquí.
–Lo hizo...– murmuró el erizo azul esbozando una sonrisa –Realmente siguió adelante– habló con un extraño dolor en su pecho, por qué sentía que eso era casi como perderla definitivamente.
–Si le interesa, la autora se presentará en unas semanas en Station Square– indicó entregándole un volante.
–Amm... gracias– asintió con la cabeza –Pero no creo que sea buena idea– murmuró cabizbaja –Hay cosas que son mejores como un buen recuerdo.
–¿Eh?– exclamó sin entender.
–¡Eh!, nada– corrigió con cierta vergüenza –Debo irme, mi hermano espera por mí– se despidió saliendo del lugar y huyendo de un pasado que aún parecía acecharlo.
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Yacía sentada con sus mejillas sonrojadas y sus manos sobre su regazo sujetando fuertemente su falda floreada. Sentía que en cualquier momento perdería el conocimiento o se vomitaría encima por los nerviosos traicioneros.
–¿Lista para esto Amy?– preguntó Sally haciéndola desviar la mirada de su regazo.
–¡No sé cómo me convenciste!– explotó sintiendo su cara enrojecer.
–Shadow dijo que sería buena publicidad para tu libro, ¿no es cierto?– preguntó volteando a ver el erizo negro, quien terminaba de acomodar uno de los carteles con el nombre del libro, para asentir con la cabeza sin pronunciar palabra alguna –¿y quieres buena publicidad, cierto?
–Es sólo que... ¿una firma del libro era necesario?– murmuró Amy apenada.
–Todo estará bien, ya verás– le sonrió la ardilla en un intento de calmarla, sin éxito. –Ahora ánimo, que tus seguidores esperan– le animó su amiga, quien dio la señal con ademán de mano para que abrieran las puertas de aquella librería, en donde pudo observar la fila de gente esperando con las copias de aquella historia que durante años guardaron los tesoros más preciosos de su corazón.
Amy asintió con la cabeza, viendo como la librería empezaba a llenarse de gente . Vio de reojo a sus espaldas en donde observó a Sally hablarle con emoción a Shadow al observar al público que se presentaba en aquella ocasión, Shadow, por su parte, se mantenía con aquella postura de brazos cruzados y no parecía realmente prestarle atención a la ardilla, es más, no había dicho casi nada desde que había llegado muy temprano aquella mañana; la mirada de él se cruzó con la suya y con un suave movimiento de cabeza, Shadow asintió con la misma en un intento de darle ánimos. Amy esbozó una sonrisa imperceptible y de nuevo su mirada se fijó al frente para ver a todos aquellos lectores que se habían encontrado cautivados con su vida y ahora deseaban conocerla.
El día empezó lentamente firmando libros y escribiendo dedicatorias a cientos y cientos de desconocidos, sonriendo amablemente ante los halagos de cada uno de ellos, sintiéndose poco a poco más en confianza sobre lo que hacía y sobre lo que alguna vez había escrito. Así, las horas pasaron viendo como aquella fila antes interminable, poco a poco se reducía, mientras una nueva Amy parecía florecer en esta nueva etapa de su vida.
–¡Terminamos!– dijo Sally con alegría y cierto cansancio en su voz –Vinieron muchas personas hoy.
–Lo sé, estoy exhausta– habló Amy estirando sus músculos –Creo que si firmo una copia más se me caerán los dedos.
–Buen trabajo Rose– dijo Shadow con un amago de sonrisa –, sabría que podrías– concluyó tomando su abrigo.
–¿A dónde vas?– inquirió Amy.
–Recibí un mensaje, debo de marcharme lo antes posible– indicó viendo su celular desinteresado –Llámame más tarde para contarme todos los detalles.
–Amm... claro– asintió Amy arqueando una ceja –Aunque no sé que pueda contarte que no hayas visto– indicó –Hasta luego, Shadow– se despidió con una sonrisa.
–Sally, necesito que me acompañes– habló Shadow dirigiéndose a la puerta principal, donde yacía la ardilla limpiando –Necesito tu ayuda con algo.
–Seguro– asintió un tanto confundida por la actitud del erizo –¿Amy, no te molesta cerrar, cierto?
–No, para nada, los veré después– se despidió con un ademán de manos.
Sally le sonrió entusiasta y salió junto al erizo negro, dejando aquella librería vacía. Amy exhaló un pesado suspiro, sintiendo el cansancio de un día ajetreado llegarle al fin. Reposó con cuidado su cabeza sobre sus brazos, para cerrar sus ojos y descansar por unos minutos sobre aquella mesa, antes de dar por concluida su tarea. Desde la publicación de su libro, jamás había estado tan ocupada y agotada como en ese momento.
Amy escuchó la campanilla de la puerta sonar indicándole que alguien había entrado a la tienda, seguramente Shadow o Sally había regresado, o eso pensó, mientras la pereza la hacía quedarse en su lugar.
–Ya cerramos– murmuró la eriza sin moverse de su lugar, escuchando los pasos de alguien acercarse a ella.
–¿Podría recibir el último autógrafo del día?– escuchó preguntar, levantado así su cabeza con pereza para toparse con un cuaderno familiar frente a ella.
–¿Eh?– exclamó confundida al ver un cuaderno rosa –Eso es...– musitó al recordar aquel viejo cuaderno que había jurado que había perdido en el campus muchos años atrás, el día en que Sonic había terminado con ella. Amy se levantó de asiento conmocionada para reconocer un rostro familiar frente a ella, era él, era el mismo erizo azul con el que soñaba constantemente, parado frente a ella con una suave sonrisa pintada en sus labios –Sonic...– murmuró sin habla, incrédula de lo que sus ojos le mostraban.
–Tiempo sin vernos... Ames– saludó ampliando su sonrisa.
Sintió su corazón latir a gran velocidad, sin poder quitar su vista de él, hechizada por sus ojos verdes que relucían en contraste con el atardecer a su espalda. El tiempo había sido generoso con él, medía unos centímetros más, y sus músculos yacían más definidos, se le miraba más buenmozo que nunca.
–Te ves muy hermosa– habló el erizo al fin, sin poder pronunciar palabra alguna –Veo que tus púas crecieron– dijo viendo su caballera larga como antes.
–¡¿Eh?!– exclamó Amy titubeante, acariciando su cabello como acto reflejo –Sí... ha pasado mucho tiempo– murmuró casi en tono de reproche.
–Lo sé– asintió con la cabeza –Y veo que lograste tu sueño– indicó viendo a su alrededor.
–Sí... han pasado muchas cosas buenas– susurró ella desviando la mirada a su regreso.
La vio con una expresión de nostalgia, viendo a una Amy diferente y a la vez igual a la que había dejado atrás –Ya no somos los mismos de antes, ¿no es cierto?– habló con cierto dejo de tristeza en su voz, mientras una sonrisa falsa adornaba su rostro.
–No... ambos hemos cambiado– concordó la eriza sin poderlo verlo a los ojos.
Amy permaneció con su mirada fija en su regazo, en silencio, sintiendo la presencia de él, sin saber cómo sentirse al respecto, sintiendo únicamente una presión en el pecho que le impedía de respirar. Sintió sus ojos humedecerse, una mala costumbre que tenía al estar cerca de él. Ese Sonic no era su Sonic y esta Amy no era la misma Amy...
Sonic dejó aquel cuaderno rosa sobre aquel escritorio abriéndolo con una mano y así dejar ver una página con sólo una línea escrita en ésta. Amy subió la mirada, para encontrarse con esos ojos serenos y así fijar su vista al cuaderno frente a ella, para leer lo que decía curiosa de su contenido.
–Un último capítulo– leyó en voz sin entender, para ver el resto de la página y notar que ésta estaba en blanco –Creo que no...
–¿Aún sientes algo por mí?– interrumpió él con aquella mirada inmutable.
–¡¿Eh?!– exclamó sonrojándose con intensidad por la pregunta sorpresiva del erizo azul –Y-Yo...– balbuceó sintiendo su cara arder, no estaba lista para contestar esa pregunta de pronto, después de todo habían pasado cinco años desde su partida –Es decir... yo...
El erizo desvió la mirada, suspirando pesadamente. Esbozando una sonrisa un tanto irónica, casi divertido y depresivo a la vez.
–La verdad es que no quería venir– habló Sonic con un dejo de decepción. –Le dije que era una mala idea...
–¿De qué estás hablando?– preguntó Amy frunciendo el ceño.
–Hable con Shadow semanas atrás...– se explicó –Él dijo... bueno, ya no importa– dijo resignado restándole importancia. Sonic regresó su mirada hacia ella, a una eriza que lo miraba con una expresión molesta y confundida a la vez, en espera de una explicación –Amy, la verdad es... es que yo jamás deje de amarte– confesó esbozando una dulce sonrisa. –Desde que partí he conocido cientos de lugares nuevos, he viajado por todo el continente ayudando a otros, conociendo gente, ganando amigos y algunos enemigos– explicó –Se podría decir que realice mi sueño... pero– pausó para verla con intensidad –, sin ti... mi sueño jamás fue completo.
Sonic la observó expectante, viéndola sonrojar por sus atrevidas palabras y a su vez, guardar silencio, casi ajena a lo que ahora confesaba. Suspiró resignado, no la culpaba realmente por su silencio. Shadow se había reunido con él, después de que él se animara a llamarlo, cinco años después de su partida y prometer juntarse en aquel apartado pueblo de Green Hill, ahí hablaron sobre ella y sobre sus obvios sentimientos por él y que debía de cumplir su promesa de regresar... pero ahora sabía que su hermano había malinterpretado todo. Ella no sentía lo mismo por él.
–Será mejor que me vaya– habló al fin el erizo azul –Ha sido un viaje largo y será aún más de regreso– dijo con una sonrisa forzada.
–¿Te irás de nuevo?– se pronunció Amy al fin.
Asintió con la cabeza y una sonrisa entristecida –Me alegro que todo en tu vida marche tan bien– habló admirándola una última vez –Hasta luego Amy– dijo dando media vuelta para regresar sobre sus pasos.
–¡Espera!– gritó ella para correr detrás de él.
Sonic se detuvo viéndola correr con un trote apresurado, sin poder evitar esbozar una sonrisa al verla llegar hacia él, para luego sentir como Amy lo abofeteaba con fuerza. El sonido de su mano golpear su mejilla resonó cual estruendo en aquel lugar desolado, y pronto una marca rojiza apareció sobre su piel con la forma de su pequeña mano.
Colocó una mano sobre su mejilla volteando lentamente su cabeza para verla con un ceño fruncido. Sonic no entendía el por qué de ese golpe o el por qué de la mirada intensa y molesta de la eriza.
–¡¿Eso es todo?!– exclamó ella con su ira desbordada. –¡Simplemente te vas!
Su expresión antes molesta cambió a una de sorpresa al escuchar sus palabras, sin entender el por qué de su reclamo. Amy le había dejado muy claro que no sentía lo mismo que él, no tenía realmente nada que hacer ahí.
–No hay nada para mí aquí– espetó con seriedad.
–¡¿Qué hay de Sally?!– preguntó molesta –¡¿O Shadow, o Tails, o Knuckles?!, ¡¿Es que ellos tampoco significan nada para ti?!
–¡¿De qué estás hablando, por qué estás tan molesta?!
–¡Eres un tonto!– gritó mientras su mirada se cristalizaba y su marcada expresión de molestia empezaba a desvanecerse para dar paso a una de melancolía y abatimiento. Una lágrima corrió libremente mientras un nudo en su garganta empezaba a impedirle hablar con la libertad que ella hubiese deseado –...¿Es que acaso no sabes cuánta falta nos has hecho a todos durante todos estos años?– murmuró en suave voz.
–Es sólo que... – calló al reaccionar sobre sus previas palabras –Espera, dijiste ¿nos?
–¡No puedes darnos la espalda a todos!– reclamó con molestia –Sabes cuántas veces soñé por verte llegar... o cuántas veces vi al cielo con la esperanza de que nuestras miradas se encontraran en la distancia... o cuántas...– el abrazó reconfortante del erizo azul la impidió de seguir hablando.
Amy abrió sus ojos de par en par por el dulce gesto, sintiendo nuevamente sus ojos humedecer, apagando la furia inicial que había tenido, y así, el llanto pronto corrió libremente por sus mejillas, sintiendo como un corazón que durante años estuvo hecho pedazos empezaba a reconstruirse con el suave tacto de sus brazos sobre ella. Ocultó su cabeza sobre su pecho para así sollozar con libertad; un aluvión de emoción se desataron, y por primera vez en mucho tiempo, se sentía como ella misma.
–Lo lamento...– murmuró él a su oído en suave voz, haciéndola estremecer con la caricia de sus palabras –Tienes razón... he sido muy egoísta últimamente– habló con una sonrisa, intensificando su abrazo.
Amy escuchó sus suaves palabras acariciar su oreja y sin poder evitarlo más, sus brazos rodearon su ancha espalda con cierta timidez para abrazarlo de regreso, con tal delicadeza como si se tocara al más fino cristal, como si aquel abrazo fuera hacerla despertar de otro mal intencionado sueño. Sintió la calidez de su cuerpo, y el aroma tan peculiar que la hizo estremecer tantas veces en el pasado, embriagándose de éste. Hundió su rostro en su pecho, para escuchar el rápido palpitar de su corazón y quedarse atenta al mismo, como si fuese la melodía más hermosa jamás tocada. Era él, el mismo erizo con quien años atrás había empezado un juego de chantaje que con el tiempo se convirtió en una amistad para luego dar paso al amor más grande que jamás hubiera imaginado.
Sonic se separó de ella lentamente, para ver aquellos ojos cristalinos y mejillas sonrojadas, las mismas que años atrás lo habían enamorado, obligándolo a sonreír con dulzura.
–¿Me dejas escribir este último capítulo a tu lado, Amy Rose?– preguntó con una sonrisa galante.
–¿Prometes no irte nuevamente?– preguntó ella con un dejo de tristeza en su voz.
Sonic amplió su sonrisa divertido. La soltó lentamente para así con suavidad desamarrar aquel pañuelo marrón que adornaba su cuello y como una suave caricia, colocarlo en ella para adornar su cuello.
–¿Eh?– exclamó Amy sonrojándose con fuerza al verlo darle aquella peculiar prenda.
–De ahora en adelante, todo aventura que emprenda, será a tu lado– dijo Sonic tomando su mano su delicadeza.
Una genuina sonrisa fue dibujada en sus labios de la eriza ante sus palabras, asintiendo así con su cabeza, sintiendo las lágrimas de felicidad recorrer sus mejillas. Amy se abalanzó sobre él y así con desesperación hizo aquello que su cuerpo le había exigido desde el momento en que lo había visto frente a ella. Sus labios buscaron los de él para colocarlos sobre éstos y sentir la suavidad de los mismo, robándole aquel beso que había quedado pausado desde el momento de su partida; uno que parecía curar cualquier herida hecha en el pasado. Un notorio sonroje se vio en las mejillas del erizo azul quien apenas pudo sostener a su compañera cayendo al suelo junto con ella por la acción imprevista de la misma. Amy lo beso con ternura robándole él aliento al momento de ella separarse de él.
–Yo también te sigo amando Sonic the Hedehehog– confesó al fin con una amplía sonrisa.
Fin
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