CAPÍTULO ÚNICO

Normalmente, en una fría noche de otoño, Jimin estaría en su cómoda cama, abrazando una almohada mientras el calor de la calefacción lo lleva lentamente hacia los brazos de Morfeo.

Sin embargo, esta noche sus ojos se negaban a cerrarse, sus pensamientos parecían no tener fin y viajaban en su mente de un lado a otro, tal como el eco rebotaba dentro de las cavernas.

Metió sus manos dentro de sus bolsillos y como siempre que se encontraba perdido, se dirigió a aquel sitio donde podía ordenar su mente sin distracción alguna. Ese lugar era su sitio secreto, su guarida; su refugio.

Una hoja seca cayó en su cabello apenas puso un pie dentro del viejo parque, se sentó en una banca de madera, húmeda, fría y ya podrida, antes de sacar de su mochila una libreta. Allí escribía cada vez que la inspiración llegaba a él y en momentos como ahora, cuando la melancolía lo abrazaba, Jimin releía sus historias. Leyó varias historias distintas, en todas habían dos protagonistas, atados a sus sueños, tomados de las manos, ambos se amaban, enfrentaban sus dificultades sin sucumbir, hasta que el mundo mágicamente estaba de su lado y vivían felices para siempre.

Miró aquellos versos con un triste anhelo.
Él de verdad quería vivir aquello, poder estar con aquel chico a quien siempre amó, tener la valentía de enfrentar todo y a todos, pero el miedo que lo embargaba lo mantenía atrapado. Sabía que lo perdería, a él, a su familia. Quien no se arriesga, no gana y él era el mayor perdedor.

El protagonista de sus historias, en realidad existía. Jeon Jungkook era su nombre. Un chico hermoso de facciones duras, cabello castaño, liso y un poco largo, sus ojos eran oscuros y su sonrisa brillante. Además, destacaba en todo lo que hiciese, era un gran deportista y un gran estudiante, sin contar sus grandiosas habilidades artísticas.

Sin embargo, para Jimin todo eso era lo de menos. La personalidad de Jeon, eso logró hipnotizarlo y atrapar su corazón, apretándolo, dejándolo a su merced.

Era un chico encantador, siempre alegrando el día de todos, ayudando a quien lo necesitara. Era tan perfecto que Jimin se sentía cohibido con su presencia.

Pero Jungkook no sabía nada de esto, él no esperaba que alguien como Park Jimin supiera de su existencia. Para Jungkook, el azabache era inalcanzable, el ser más precioso del mundo el cual jamás podría fijarse en un simple chiquillo como él.

Park Jimin siempre se encontraba leyendo o escribiendo en su libreta, su nombre aparecía en los cuadros de honor por posicionarse en los primeros puestos de los concursos de redacción u oratoria, a Jungkook le encantaba esto del mayor, su manera de pensar le fascinaba y uno de sus más grandes deseos era poder hablar con él. Pero eso no pasaría.

Jimin y Jungkook estaban muy asustados, muy rotos. Ambos viviendo la agonía de un amor juvenil, el temor a ser lastimados les impedía confesar su amor por el otro.

Y es que ambos eran dos estrellas, brillando a la misma altura, pero tan lejos que lo único que podían hacer era anhelar la luz del otro.

Se sentían estúpidos al llorar por un amor incierto, querían convertir sus lágrimas en vino y reír mientras lo bebían, ya vueltos unos adultos, hechos y derechos, recordando aquel sentimiento como una vieja anécdota adolescente.

Sin embargo, no era fácil. Pues, aunque supieran que era algo tonto, ambos esperaban tener su final feliz.

Juntos.

En cuanto la lluvia comenzó a caer, ambos se levantaron con lágrimas en los ojos y corrieron entre la tormenta, esperando quizás que sus cargas fueran llevadas por las pesadas gotas de agua.

Sus corazones latían apresurados y las lágrimas seguían cayendo, ambos corrían rotos, perdidos, dirigiéndose a sus hogares, pero sin un destino real.

Doblaron en una calle y sus cuerpos chocaron haciéndolos caer. Los corazones tristes se encontraron, la luna y las estrellas iluminaban la noche, pero para ellos el único astro era la mirada del otro. La lluvia seguía cayendo a su alrededor y en el asfalto donde se encontraban comenzaban a formarse charcos, sin embargo, eso no les importaba. Se miraron en silencio hasta que Jimin le tendió una mano a Jungkook y lo ayudó a levantarse. El contacto los hizo estremecerse y un escalofrío recorrió ambas columnas. Se tomaron de ambas manos y vieron el rostro del otro, era como si su reflejo se hubiera convertido en la persona que más amaban.

Por segunda vez en la noche, el silencio los inundó, hasta que, como si estuvieran conectados, las lágrimas de ambos comenzaron a caer sin cesar y se unieron en un fuerte abrazo.

Ambos chicos a mitad de la tormenta lloraron en el hombro del otro, se separaron nuevamente y Jungkook tomó el rostro de Jimin, comenzaron a acercarse lentamente, quedando sus labios a milímetros de los del contrario, hasta que finalmente fue el castaño quien cerró la brecha entre ellos.

Sus labios se movían con calma, con una tranquilidad totalmente contraria a los latidos de sus corazones, sus manos seguían unidas, siendo apretadas por las del contrario. Después de un largo rato, llegó a su fin aquel beso con sabor a nostalgia, a tristeza, a anhelos y fantasía.

Se alejaron el uno del otro y se miraron con una sonrisa. Un "te amo" retumbó en ambos oídos, haciéndolos despertar. Parpadearon bajo el reciente sueño y sonrieron hacia las estrellas, se encontraban solos, tal como en el inicio. Se dirigieron a sus hogares, ambos pensando en el otro, pero sabiendo que aquello estaba muy lejos de la realidad.

Y es que, ninguno de ellos sabría jamás que su amor es correspondido. La vida real es algo complicado, un largo camino con finales inesperados y rosales espinosos, no es como una bella historia de amor con un final feliz. ¡Claro que no!

Aquello sólo es ficción.





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Hola ^^

Hice este mini os (drabble (?) en el receso jsjsj, estoy ocupada con los finales, pero quería publicar algo aunque sea cortito :((

En finn, espero que les haya gustado ^^

Muchas gracias por leer ♡

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