Capitulo XXIX: Librografía (Los Viñedos de la Ira)

“Ficcionando” ha tenido como objetivo desde un comienzo hablar y discutir sobre tropos, clichés y convenciones que son usadas en distintas obras, y con cada tema trato de dar la mayor diversidad de ejemplos posibles, extendiéndome por diferentes medios (literatura, cine, televisión, música inclusive aunque esté estirando la definición de “obra de ficción” con esa última) para ilustrar mejor lo que estoy tratando de dar a entender.

Pero en ocasiones simplemente referenciar una obra no parece de todo suficiente; muchas obras y libros merecen una mirada más cercana para entenderlas mejor, y darnos cuenta de su verdadera importancia.

En cierta medida hice un estudio más enfocado a algunas obras en “Disneyando”, dónde me dedique a examinar de cerca a las distintas heroínas que la compañía del ratón ha creado a lo largo de su historia, y voy a hacer algo similar en esta ocasión, analizando algunas de las obras literarias más clásicas e importantes del medio; les doy la bienvenida a “Librografía”.

Una vez explicado ese nombre que casi debe ser un completo crimen contra el idioma español, expondré un poco más del punto de este ejercicio: cada episodio, tomaré un libro clásico, y analizaré sus temas, su trama y un poco sobre el contexto social en el que vio la luz.

A diferencia de “Disneyando”, esta no será una mini-serie seguida; después de esta primera entrega, continuaré con otros temas más convencionales, pero será algo que iré sacando ocasionalmente si pienso que hay un libro del cuál merece ser hablado, o mejor aún, si pienso que ya encontré la manera correcta y digna de la cuál tal libro puede ser explicado.

Y no: no analizaré libros de Wattpadistán. Cualquier autor que escriba en esa plataforma ya le cuestionó el talento (empezando conmigo).

Pequeñas bromas dejadas atrás, empezaré.

¿Hay oído ese discurso que dice “dónde quiera que algo pase, ahí estaré; dónde quiera que esto otro pase, ahí estaré, y dónde quiera que esa otra cosa pase, ahí también estaré”? Cada vez que se diga se está referenciando a uno de los grandes clásicos de la novela estadounidense; estoy hablando de “Los Viñedos de la Ira”.

Es considerado uno de los mejores libros del siglo XX, y también uno de los más controversiales; de la pluma de John Steinbeck, ganador del Nobel de literatura en 1962, es una historia que, para bien y para mal, sigue manteniendo enorme vigencia.

Se trata de una novela realista que nos narra la historia de una familia de granjeros pobre de Oklahoma durante los años 30. Hay que dar algo de contexto respecto a esa época: el mundo se encontraba en la llamada “Gran Depresión”, un momento de enorme turbulencia económica con desempleo masivo y en la cuál muchos cayeron en la pobreza.

A eso hay que añadir que, como si alguna fuerza de la naturaleza se hubiera ensañado con los habitantes de los estados agrícolas del centro de los EEUU, un fenómeno natural había golpeado la región: el “Tazón de Polvo”. Una serie de tormentas de arena, erosión y sequía, que sólo acentuada todavía más los enormes problemas que los granjeros tenían que enfrentar.

En esta novela, la familia granjera estadounidense que se encuentra con dificultades como nunca antes tiene un nombre: la familia Joad, que vienen a representar a aquellos agricultores que intentaban pero simplemente no podían salir adelante, y finalmente tomaron la decisión de vender su granja por lo que se pudiera, empacar, y partir a California, que en la primera parte de la novela es vista como una especie de “Tierra Prometida” que ofrecía oportunidades que no podían encontrar en su tierra nativa.

En su viaje, descubren que la carretera 66, la cuasi-legendaria ruta americana está inundada de inmigrantes como ellos: gente que piensa que en la costa oeste se encuentra la promesa de una vida digna, y de un futuro mejor. Conforme comparten campamentos, miembros de la familia Joad escuchan historias sobre su destino, y que puede que en realidad no sea la utopía que ellos esperan, mas no obstante, no tienen otra opción: dejaron todo atrás, y deben de seguir adelante.

En el avance, pierden a dos miembros de la familia antes de siquiera llegar a la linea estatal: los dos mayores, el abuelo y la abuela Joad, y son enterrados en el camino. No hay demasiado tiempo para lagrimas; el viaje debe de seguir.

E infamemente, descubren que los rumores respecto a la vida en California son ciertos; promete una gran vida, para aquellos que ya son parte del sistema del estado. Los recién llegados, los desposeídos, deben conformarse a vivir en campamentos llenos y a tomar los pocos trabajos disponibles por salarios esclavizadores.

He tratado de dar en lineas generales la trama del libro; no voy a ir más allá de este punto dado que quisiera que aquellos que no han tenido la oportunidad de leerlo lo hagan, aun si comprendo que no es la obra más sencilla de digerir; yo la leí en la secundaria, en una tarea en la que debíamos elegir un libro de una lista, cualquiera, y hacer un informe de él.

Para ese punto yo ya me consideraba un actor empedernido, mas “Los Viñedos de la Ira” era una obra que había sobrevolado mi interés. Supongo que hasta ese punto veía los libros realistas como, bueno, “aburridos”, y a pesar que me prometí tener una mente abierta respecto a ella, en un comienzo lo estaba leyendo como una obligación, mas, como podrán suponer, mi impresión cambió rápidamente, y se convirtió en uno de mis favoritos personales.

Como podrán imaginar, hay un fuerte tema respecto a la dureza de la vida de las clases trabajadoras, en muchos casos, victimas de circunstancias completamente ajenas. Es sencillo también ver algún tipo de proselitismo pro-obrero, pro-campesino o inclusive pro-socialista o pro-comunista, aún cuándo el propio autor declaró en más de una ocasión que no era una persona particularmente política, pero hablamos de una novela creada en uno de los periodos más difíciles del siglo XX, y en ocasiones uno puede sostener una u otra opinión, pero la verdad, lo que está sucediendo en realidad no depende de política o partidismos. No recuerdo dónde o quién dijo la frase “La realidad es aquello que no deja de existir una vez que dejas de creer en ello”, y supongo que hay ciertas cosas que no tienen porque marcarte como de izquierdas o de derechas porque son los hechos: si hay pobreza, si hay dificultades y la población no sabe que hacer ante un sistema que sienten que los está dejando fuera, sería insultante suponer otra cosa y defendiendo una postura fuera de la realidad justificándola en una creencia personal.

Mas Steinbeck quizá nos dijo algo que trasciende ideologías o partidismos; un tema interesante respecto a la familia, pero no en el sentido convencional de “padre-madre-hijos”, sino en uno más amplio: la familia humana, la idea de que todos deben cuidar de todos, idea que se vuelve más notoria en el final, que no revelaré (aunque puedo decir que se trata de uno de los finales más poderosos en la historia de la literatura) pero nos ayuda a entender que la dignidad importa poco con el estomago vacío, con la constante lucha por al menos quedar en el medio, por no caer al fondo y a la oscuridad de un abismo del que nada ni nadie parece poder salir. Una frase lo refleja bien: “¿Cómo puedes asustar a un hombre cuya hambre no sólo se encuentra en su estrecho estomago, sino en las barrigas demolidas de sus hijos? No pueden asustarlo. Él conoce un miedo mayor qué cualquier otro”.

Es casi imposible no meterse un poco en algún tipo de pensamiento político al repasar el libro, y he ahí una de las causas por la que causó tanta controversia, e inclusive hoy, aunque es una obra de curricula de secundaria en muchas escuelas de Estados Unidos, cada cierto tiempo aparecen esfuerzos de sacarlo de las listas de estudio o de desacreditarlo. En lo personal creo que sólo ha causado el efecto contrario: un libro que sigue provocando reacciones tan apasionadas en tantas personas, tanto positivas como en este caso negativas parece comprobar la relevancia, por un lado, afortunada de una historia bien escrita, y por otro, desafortunada que una historia sobre desposeídos que no hayan su lugar en el mundo sigue siendo algo por lo que millones pasen y por lo que millones pasarán en el futuro inmediato y, quizá para algunos, de manera perpetua mientras la humanidad pasee su planta sobre la superficie de la Tierra.

Por eso quizá siento una tristeza al repasar y releer este libro; por supuesto, es una historia con muchos pasajes duros y dónde no te encuentras demasiadas sonrisas, pero también porque ojala nuestra especie, nuestra civilización llegue pronto al punto en el que hasta los miembros más pequeños y desvalidos de nuestra sociedad tengan un mínimo de dignidad, en el que la explotación del hombre trabajador que no se levanta ni alza la voz por no querer arriesgar las migajas que tanto le ha costado juntar sea una cosa del pasado, y en el que recordemos que por sobre todas las cosas, debajo de la ropa, debajo de la piel laten corazones con sangre caliente que buscan la felicidad y el bienestar para ellos y para los que se les encuentran cerca.

Y mientras tanto, la historia de los Joad es un buen recordatorio; porque en ocasiones la única manera en la que algo se puede lograr es si se insiste tercamente en ello.

Casi siento una vergüenza por el hecho de que esté hablando de un libro así, no porque no me guste, sino porque no siento que merezca hacerlo, porque el hecho que Steinbeck y yo tengamos en común el usar las palabras para contar historias debería ser un crimen porque no me siento digno de ello, pero supongo que si el cine puede contener en el mismo medio a “El Ciudadano Kane” y a “Epic Movie”, el la literatura siempre habrá obras maestras y otras que...no, pero espero que les haya levantado la curiosidad respecto a un libro del cuál me quedo corto para describir su grandeza.

Shalom camaradas.

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