Capitulo XVIII: Disneyando (Blancanieves)
Disney.
Probablemente sea el apellido más conocido en el mundo. Es la primera compañía de entretenimiento que muchos conocimos, ha perdurado por décadas y ha expandido su imperio en forma de cine, animación, televisión, música, parques temáticos y toda clase de mercancía sin fin.
Nos quedaríamos muy abajo si calificáramos al impacto de la casa del ratón como algo influyente: ha entretenido a nuestra infancia, al igual que a la de nuestros padres, la de nuestros abuelos, y en algunos casos hasta la de nuestros bisabuelos. Uno añora y ve con gran nostalgia esos clásicos, y recuerda por unos momentos la sensación de asombre e inocencia que se poseía al ser un infante.
Por otro lado, Disney tiene muchos lados oscuros: ha sido acusada de reaccionaría, excesivamente comercializadora, de apropiación de los legados y mitologías de muchas culturas alrededor del mundo, de practicas comerciales poco éticas, y de otros males, casi siempre con la misma intensidad desde la derecha religiosa hasta la izquierda secular.
Pero el enfoque de esta serie es en análisis de los medios y la creación de ficción, así que nos limitaremos a ese tema.
Si hay una critica de esa naturaleza que surge una y otra vez, en voz de desde grandes mentes expertas en campos de estudio como la comunicación, la sociología o la psicología hasta padres de familia preocupados por el futuro de sus hijos, es la manera en que la Disney presenta una versión demasiado idealizada del mundo. Esto es especialmente cierto, para muchos, respecto a dos temas en particular:
* El amor y las relaciones.
* Los roles de género.
Después de todo, creo que la compañía no es precisamente la favorita del pensamiento feminista.
Pero vamos por partes.
He encontrado, como hombre adulto, un patrón curioso respecto a los medios que uno consume en la niñez. A corta edad, muchos se obsesionan con la caricatura del momento, o con la película de moda. Compramos los juguetes, los videos, y vemos la obra en cuestión una y otra vez.
Pero al llegar a la adolescencia, llega el rechazo: mucho de lo que nos solía gustar, a esa edad nos provoca vergüenza, sino es que inclusive hostilidad. Nuestros intereses cambian, y nuestra atención se va a otros medios.
Más al avanzar más, y llegar a la edad adulta, sucede un nuevo cambio: vemos de nuevo aquello que nos gustaba en la infancia y le dimos la espalda en la adolescencia, y un nuevo factor entra en juego.
La nostalgia.
Sí, quizá la caricatura era cursí, y sí, quizá la película era un poco tonta, pero nos dejo grandes recuerdos, y verla de nuevo nos permite escapar por unos instantes de las presiones de la adultez y regresar a un momento más simple de nuestras vidas.
Y los productos de Disney vaya que entran en ese patrón.
La primera película que vi en un cine fue “La Bella y la Bestia”, y el primer filme que tuve en video fue “La Sirenita”. De niño, disfruté de tales cintas con gran gusto y dicha. Me hicieron que me enamorara del séptimo arte, y de la animación también, pero al ir madurando, volteé a ver tales obras, y las miré con desprecio: me parecían demasiado cursis, infantiles y sentimentales. Cosas que sólo bebés podrían disfrutar.
Fui asciendo criticas más profundas conforme fui creciendo: está la cuestión feminista, por supuesto. Ariel cambia su ser y le da la espalda a su mundo para seguir a un hombre que no conoce; Belle se enamora del hombre que en primera instancia, secuestró a su padre, y luego la mantuvo a ella presa. Claro, uno no piensa que los productores ni la gente que participo en la creación de ambas películas sostenían que el matrimonio espontaneo o el enamorarse del secuestrador son cosas buenas o deseables, pero siendo honestos, no son análisis de todo errados, y en muchas ocasiones, es tan importante lo que se implica que lo que explica.
Creo que una de las ventajas de la mente adulta es que permite sopesar y balancear bien los argumentos; sigo disfrutando de ambas películas, pero eso no quiere decir que no puedo entender el punto de vista de los que las critican, o que inclusive yo no tengo mis criticas propias respecto a ellas.
Vamos desde el comienzo, pues.
No falta cada cierta actualización de Facebook algún letrero, cartel o meme que denuncia como muchas mujeres crecieron incapaces de diferenciar el amor real de algo romantificado hasta el ridículo; como las princesas no son realmente buenos ejemplos a seguir dado que la mayor parte del tiempo se quedan esperando a ser rescatadas, lo irresponsable que es darlo todo por una persona que apenas has conocido, o la simple falta de personalidad: son hermosas, usan vestidos bonitos, pero nada más.
Pero todo que es atacado tiene derecho de defenderse, así que voy a ir un paso más allá de las criticas feministas e intentaré poner en contexto algunos de los hechos.
La Disney es una compañía que, como dije antes, ha estado aquí mucho antes de que muchos nacieron, y existe probabilidad de que continué mucho después que muchos muramos, y no está en una isla: han ocurrido cambios sociales importantes, y en especial respecto a la manera en que la figura femenina es representada, y lo que esperamos de ella.
Es por ello que he decido hacer una mini-serie especial dentro de Ficcionando, dónde analizaré las películas de la categoría de “Princesas”, por decirlo de algún modo, respecto al tipo de mensaje que se da, ya sea consciente o no.
Las películas que analizaré son:
* Blancanieves
* Cenicienta
* La Bella Durmiente
* La Sirenita
* La Bella y la Bestia
* Aladin
* Pocahontas
* Mulan
*La Princesa y el Sapo
* Enredados
* Frozen
Hay muchos otros ejemplos de personajes femeninos como digamos, Wendy de Peter Pan o Vanellope de Wreck-it-Ralph, pero me limitaré a los títulos antes señalados por dos grandes razones:
* Son las películas de la franquicia de “Disney Princesas”, una que ha causado enorme controversia respecto a los roles de género, y dado que sobre eso girara el especial, tiene sentido que sean de las que hable.
* La cantidad de películas de la compañía es enorme, y para fines prácticos, limitar a los ejemplos más relevantes es lo más sensato.
Quizá algunos noten que es muy parecido a un especial que Doug Walker, una personalidad de la internet hizo llamado “Disneycember”. La diferencia aquí es que dónde él analiza los méritos artísticos de los filmes, yo hago un análisis más del lado de lo social. El analisis se hará desde dos perspectivas: las caracteristicas de los filmes en sí, y el contexto historico de la época en la que fueron lanzados.
Comencemos entonces, con “Blancanieves y los Siete Enanos”, de 1937.
Blancanieves fue el primer largometraje de la compañía, y es una de las películas animadas más antiguas que aún nos sobreviven. Creo que podría empezar subrayando lo obvio, si pudiera jugar al abogado del diablo por un segundo: es un poco injusto (aunque si bien, totalmente comprensible) querer juzgar los valores reflejados por esa cinta con nuestra lupa moderna. Piensen en sus abuelos, quizá inclusive en sus padres: puede que ellos tengan ideas o valores que consideremos, en algunos casos, anticuados, y en otros más extremos, hasta completamente reprobables. Pero eso no quita que son seres queridos, y a pesar de esas fallas, sentimos aprecio y amor por ellos. Tal vez tienes una abuela racista, tal vez tienes un padre homofóbico, pero aunque uno esté en un desacuerdo total en tales temas, no hace que el cariño desaparezca.
Pero en el caso de Blancanieves quizá hay algo más aparte de esa clásica y tan socorrida defensa.
Por un lado, es cierto que el conflicto no parece demasiado espectacular: la Reina está celosa de la belleza de Blancanieves, así que la trama arranca con el estereotipico rasgo femenino de la vanidad, pero si lo vemos en el gran contexto de las cosas, en realidad el filme tiene ciertos meritos. No me refiero sólo a lo artístico, que de esos tiene y hartos (en su tiempo, Sergei Einstenstein la llamó “el mejor filme jamás hecho”) sino desde la perspectiva feminista.
En el mundo de la animación, en años recientes, quizá desde las últimas dos décadas, nos hemos topado con una serie de personajes femeninos memorables: Lisa Simpson, Helga Pataki, Marceline, Mulán, Astrid, Daria, entre otros. Pero eso fue algo que tomó mucho tiempo, dado que en el año de 1937, no existían demasiados.
Claro, había iconos ya como Félix el Gato o Popeye el Marino, pero pocos personajes mujeres que pudieran hacerles contrapeso. Quizá la única realmente importante fue Betty Boop, y de ahí en fuera, eran sólo las “novias” del principal, como Minnie Mouse.
El primer largometraje animado tuvo el honor de no sólo tener un protagonico mujer, sino también a su villano. Los dos papeles más importantes de un filme fueron femeninos, y tristemente, eso es difícil de ver aún en el cine de nuestros días.
No olvidemos también que la animación en esos días se consideraba algo para divertir, hacer reír, pero no para digamos, contar una historia con dramatismo y en el que los personajes resuenen emocionalmente con la audiencia. Blancanieves fue quizá el primer personaje animado por el cuál de hecho millones lloraron.
Son grandes méritos, pero siendo honestos, ni la heroína, ni la villana realmente tienen demasiada profundidad como personajes: están limitados, parecen inclusive banales para los estándares modernos. Uno podría argumentar que los personajes masculinos tampoco la tienen demasiado; el príncipe que rescata a Blancanieves aparece casi en el último momento, y los siete enanos tienen personalidades que literalmente se pueden definir con una sola palabra.
Quisiera tocar un poco el final por un momento; creo que no sorprendo a nadie al decir que el príncipe rescata a Blancanieves de su sueño y “vivieron felices para siempre” (por lo menos, hay implicación de un final feliz), y creo que tampoco puedo culparlos si dicen que no es un final muy feminista: Blancanieves se mete en problemas, y un hombre tiene que sacarla de apuros, pero por otro lado, al menos seguimos la historia de ella. ¿Que más sabemos del príncipe encantador aparte de que es...encantador?
Es interesante que el público en general tuvo mucho más tolerancia para un filme con una óptica tan “femenina”, por decirlo de algún modo: esta fue la película más taquillera de su tiempo, y ajustando sus ganancias a la inflación moderna, sigue estando alto en la lista de los hits más importantes de la historia del cine. Lo digo porque aunque mencioné que gusté de películas como la Bella y la Bestia, en un comienzo, de la manera más infantil posible, me reuse a verlas, al considerarlas en mi infantil y tarada mente “películas para niñas”, sólo por el hecho de que sus personajes protagonicos eran mujeres. Supongo que pudo ser el “factor novedad”, que una caricatura pudiera durar tanto y evocar tanto dramatismo debió ser el equivalente de los 30 a cuándo mi generación vio Toy Story por primera vez, aunque puede ser que si bien en la mayoría de los temas la sociedad ha visto grandes progresos en cuánto al feminismo e igualdad de género, en unas pocas áreas de hecho se hayan visto retrocesos (trataré el tema en quizá otro episodio de Ficcionando).
Pero la pregunta que nos interesa es, ¿tiene Blancanieves un lugar en nuestro tiempo? ¿Es malo que se la mostremos a una niña del aquí y el ahora? Claro que nos parece un personaje y una historia pasadas de moda, eso nos da una idea del enorme avance social (y sé que son palabras que usaré mucho en estos episodiso), pero la pregunta continua, y, bueno, eso depende del padre al final de cuentas, pero en lo personal, mi respuesta sería: no. No hay nada de malo en la película. Creo que si bien en ocasiones el exceso de ciertos mensajes puede ser perjudicial, los adultos tenemos a subestimar a los niños, pero aún más a las niñas. Pensamos que son incapaces de soportar conflicto o drama en su entretenimiento; es por eso que todas esas caricaturas que van orientadas a las niñas a menudo son vistas como inferiores: no porque el entretenimiento orientado a ellas sea intrínsecamente malo, sino porque los productores no apuestan a respetar la inteligencia de su público, y creen que cualquier problema va a asustarlas y traumarlas de por vida. Es decir, muchos nos quejamos de que si dejamos ver a las niñas esas pelis van a crecer queriendo cosas irreales como ser princesas de cuerpos y cabelleras perfectas, pero nadie dice algo en contra de un niño mirando Star Wars, pensando que crecerá deseando algo irreal como ser un caballero jedi.
Lo interesante no es tanto el hecho de que una hija pueda ver Blancanieves sin que desee una fantasía tonta, sino que puede que ni siquiera desee verla.
El filme está hermosamente producido, y para los entusiastas del séptimo arte así como de la animación hay mucho que apreciar, pero una niña del público en general puede que ni tenga interés en el primer lugar. Supongo que es una de esas cosas que uno debe ver muy de chicos para encontrarle el gusto, y una vez pasada esa edad, es difícil que entienda el porque es tan importante para muchos. Y si bien Blancanieves no es un parangón del feminismo, no veo un daño que se pueda hacer siempre y cuando a la niña se le den otras opciones. Después de todo, los infantes son curiosos, y hasta cierta edad, no hacen mucha diferencia respecto a lo que ven: pueden disfrutar de un tierno cuento de hadas una noche, y al siguiente querer ver una cinta de terror gore con el mismo entusiasmo y dicha.
Creo que ahí reside la clave del verdadero feminismo: el tener opciones. Las Princesas como Blancanieves no son malas por ser princesas, pero se vuelven malas si es el único patrón a seguir: hay deportistas, hay científicas, hay aventureras, hay personajes cómicos, y si se presenta el abanico de opciones, la película será un buen recuerdo de muchos otros.
Nos vemos la siguiente entrega.
Shalom camaradas.
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