Capitulo XV: Fuck, Don't Tell
¿Me creerían que soy un playboy millonario, filántropo que lucha contra el crimen en las noches vestido en un traje de alta tecnología? Por supuesto que sí: me conocen, pueden confiar en mi, pero no siempre es el caso, y si quisieran comprobar tal hecho, necesitan más que mis palabras, sino que de hecho, pruebas de que tal aseveración es verdadera.
Si alguien dice ser bueno jugando fútbol, o cantando, sus declaraciones podemos tomarlas en serio o no, pero nada lo comprueba como de hecho ver a esas personas con el balón en los pies, o entonando algunas notas frente a nosotros. “Ver para creer”, como dicen algunos, y lo mismo sucede con la ficción.
Existe un principio que muchos escritores con algún tiempo en el ejercicio eventualmente aprender. En inglés, se le llama “Show, don't tell”, que en español se pudiera traducir como “Enseña, no cuentes”. Significa a grandes rasgos, que si existe alguna característica en tu historia, es mejor usar técnicas demostrativas que permitan ver en acción tales características en lugar de sólo narrar o contar directamente.
Digamos que Laura es una cazadora de demonios; desde ahí, podemos suponer que es un personaje rudo y fuerte, ¿no? ¿Pero qué es mejor para dejarlo claro? Demostrarlo por sus acciones y actitudes:
Laura entonces tomó su espada, miró a Azrael fijamente; ninguno parecía querer hacer el primer movimiento, pero para cuándo Azrael finalmente se decidió a atacar, antes de que él pudiera reaccionar, cargó hacia él y de un movimiento le cercenó la cabeza.
Va, intenté imitar esas cursis historias de “cazadores de demonios/vampiros/sombras/criatura sobrenatural genérica número cuatro” y sonó aún más cursi qué ese tipo de obras de ficción, pero el punto es que la narración demuestra las acciones, y podemos ver que Laura es, en efecto, un personaje de armas tomar.
Y ciertamente es preferible a que sólo nos cuenten, sin detalles ni matices, en algo que quizá luciría así:
Laura, gracias a su rapidez y fuerza, mató a Azrael cortando su cabeza.
Una descripción mucho más genérica, deslucida y sin demasiada emoción; ambas narran la misma acción, ¿pero cuál deja en claro la dureza de Laura? Y más importante aún, ¿cuál se disfruta más leer?
Creo que la mejor manera de comprender este concepto es hacer la diferencia en cuánto a la creación de una historia: ¿Quieres mencionar hechos, o describir hechos? Cualquiera puede mencionar un hecho: el hundimiento del Titanic, la caída del Shah de Irán, los ataques al World Trade Center. Describir involucra más: mencionar lugares de manera rica y compleja, el clima, la hora, los involucrados, sus sensaciones, cómo reaccionaron, porqué reaccionaron así...
Como podrán notar, mencionar hechos es más digno de digamos, el periodismo, que necesita mantener una neutralidad intrínseca, pero la ficción requiere mayor complejidad. Ergo, la descripción es más necesitada.
No saber este principio es quizá uno de los errores más básicos que cometen muchos autores novatos, y quizá muchos que lean esto comiencen a notar este problema. En muchos casos, puede volver una premisa ridícula y risible, inclusive hasta contradictoria. En Wattpadistán, por ejemplo, abundan historias en las que la protagonista es considerada una chica “nerd” o nada atractiva, pero al mismo tiempo se le describe usando imágenes o narrativa dónde se le comparaba con Selena Gomez, o Demi Lovato, o Taylor Swift. Chicas que en realidad, están lejos de ser consideradas “feas”. No todos pensaran que son atractivas, claro está, pero llamar a tu heroína poco agraciada y al mismo tiempo usando como base una super estrella del pop contradice el mensaje.
Muchas de estas historias tienen como antagonistas a un arquetipo muy común: la “Queen Bee”, la chica popular y hermosa que todos quieren pero que tiene una personalidad horrible. Pero en ocasiones, fuera de que se cuente acerca de lo “perras” que son, en realidad no siempre hacen cosas que pudieran considerarse totalmente reprensibles. Peor aún es cuándo, si se analiza bien, la protagonista es la que hace más cosas reprobables qué la propia “villana” del cuento.
Otro ejemplo de este tipo de error es que, al comienzo de una historia, a menudo te quieren soltar todo el expediente de vida del personaje, por ejemplo.
Mi nombre es Michael; tengo 17 años, y asisto al segundo año de bachillerato del colegio San Sebastián. Tengo el cabello rubio, los ojos azules, soy alto y delgado. Mis bandas favoritas son Imagine Dragons y Gym Class Heroes. Mi película favorita es 300. Mi plato favorito son las hamburguesas con queso. Mi materia favorita es historia....
Yo le llamó “El Síndrome del Colegio Japonés” porque he notado que es una exageración de una técnica que se usa en ocasiones en algunas series de manga (cómics japoneses) sobre todo aquellas relacionadas con la vida estudiantil: se nos dice claramente algunas característica del personaje, inclusive algunas que no parecen obvias o primordiales en primera instancia, como el grupo sanguineo. Si bien no es necesariamente algo malo, dar a conocer detalles que quizá sólo sirvan de trivia me parece poco útil (y en lo personal, trato de evitarlo lo más posible).
¿Realmente necesitamos saber todo eso en los primeros párrafos de tu historia? Quizá eventualmente (existe otro concepto, el “Principio de Conservación”, que indica que dado que el cuadro de una obra es limitado, todo objeto, situación o personaje que se mencione debe tener un peso primordial en la historia, pero eso lo trataré en otra ocasión), pero de momento, a menos que el gusto de Michael con las cheeseburger sea lo que le ayude a conquistar el corazón de su amada, eso sale sobrando, hace pesar más la narración y vuelve tu historia más lenta y tediosa.
Uno podría contar esas características a lo más mínimo y elemental, e ir soltando detalles conforme se avance en la obra. Necesitamos saber el nombre del chico, podemos saber cuándo estudia en su primer día, quizá preguntando (“¿Disculpe, me puede decir dónde están los grupos de segundo?”), hacer notar el color de su cabello usando a otros personajes (digamos que existe otro personaje, Zoé: “Ella no podía dejar de verlo; la volvía loca la totalidad de su ser, desde su dorada cabellera, el celeste de sus ojos hasta el estético cuerpo digno de un príncipe de cuentos de hadas”, y de paso, establecemos otras dos características físicas de Michael).
¿Su música favorita? Quizá la va escuchando en su celular de camino a casa (“Oía “It's Time” de Imagine Dragons conforme caminaba en el nublado paraje del barrio de regreso al hogar”). ¿Su peli favorita? Tal vez tiene memorabilia de ella en su habitación. Su plato favorito puede ordenarlo de un puesto de comida rápida, y con su materia favorita se puede ver que es aquella en la que mejor calificación tiene.
El caso es que de esta manera, se puede establecer gustos, disgustos y muchas otras característica de una manera natural y fluida. Pero inclusive mejor es, si de plano no es necesario para la trama, o si no cumple con alguna labor de profundizar el personaje o enseñarnos un poco más de él, ahorrarnos detalles. Tu historia se volverá más ágil, ligera y disfrutable en su lectura.
Por supuesto, aunque muchos autores aplican o tratan de aplicar este principio con puño de hierro, no necesariamente tiene que ser así todo el tiempo. Si existen largos periodos de tiempo entre acción y acción en tu historia, narrar lo que suceda entre el encuentro del arma final para salvar al mundo y la lucha definitiva contra el demonio que amenaza el planeta puede resultar sobrado. Quizá puedes establecer que nuestro héroe o heroína está nervioso, pensativo, reflexivo, pero demostrarnos cada detalle de la “noche anterior” si es que no tiene un punto para la historia, es mejor ahorrarlo.
Uno consejo muy común en muchos foros y sitios de escritores es buscar sinónimos para la palabra “dijo”, con tal de, no llenar tu historia (en especial si hay abundantes diálogos) de “Josefina dijo” o “Manuelita dijo”. “Comentó”, “declaró”, “aseveró”, “señaló”, “informó”, “notó” y otras palabras pueden servir dependiendo del contexto, y dar variedad a las escenas de diálogos para que no se sientan tan repetitivas. Pero cuidado: yo agregaría que si se elige un sinónimo erróneo, puede caer en redundancia, y violar el principio de “Show, don't tell”. Por ejemplo:
—¿Dónde estabas? —Josué preguntó.
Poner “preguntó” sólo recalca lo que ya se nota: en efecto, se hizo una pregunta.
Saber narrar de manera clara y mostrarnos la verdadera esencia de los personajes y de las situaciones es una de las mejores y más elementales lecciones para todo aspirante a escritor más o menos serio. La diferencia es notable, en todo caso se podría decir que es la primera lección que de verdad genera un cambio: de una narración básica y torpe a una de mayor sofisticación y evolución. No garantiza el éxito de toda historia, o que toda premisa va a funcionar una vez aprendida esa lección, pero será un factor que catapulte más cerca a un novato del nivel de alguien que apenas comienza a alguien que en realidad tiene pista de lo que quiere hacer.
Shalom camaradas.
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