Capitulo XIX: Disneyando (Cenicienta)

Nuestra segunda entrada en Disneyando prosigue con Cenicienta, filme de 1950, basada en el cuento de Perrault.

El filme marca el regreso de la compañía del ratón al esquema de los cuentos de hadas clásicos, tras haber experimentado casi por una década con películas de cortos o antologías, y resultó un enorme éxito tanto comercial como de critica, alabando la vuelta a la espectacularidad y los valores de producción antes para la época.

La trama, al igual que casi todos los filmes de Disney, es tan conocida que casi sale sobrando explicarla, así que la resumiré de manera breve: nuestra joven heroína vive una existencia de abusos y casi esclavitud bajo el dominio de su madrastra y sus dos hermanastras. Cenicienta desea, más qué cualquier otra cosa, asistir al baile real, pero se ve incapaz de asistir, hasta que un ser sobrenatural, el hada madrina le otorga un hermoso vestido, un carruaje y zapatillas de cristal, dotándola de una apariencia de enorme elegancia y belleza. En el baile, el príncipe, aburrido hasta ese momento, queda prendida de Cenicienta, pero ella parte a la medianoche por advertencia del hada de tener que volver pues a tal hora el hechizo se rompe, dejando aparte de una gran impresión, una de sus zapatillas de cristal.

El príncipe busca en el reino a aquella mujer a quién le quede; lo logra al encontrar de nueva cuenta a Cenicienta, contraen matrimonio y termina con un final feliz clásico.

Creo que la propia sinopsis nos da la impresión que no es una historia de enorme peso feminista; hablamos de una cinta hecha justo al comienzo de los 50, una edad de enorme conservadurismo y tradicionalismo en los EEUU, y resulta curioso que en cierto modo, tal década resultó ser aún más conservadora qué el par de décadas que le precedieron.

Durante el periodo de la Segunda Guerra Mundial, a raíz que millones de hombres trabajadores se encontraban en el frente, se instó a las mujeres a llenar los puestos de trabajo que sus novios y esposos dejaron vacíos: esa fue la época del famoso afiche “We can do it!” con una mujer vestida de obrera instando a sus compañeras a realizar el mejor trabajo posible en áreas insospechadas; ya existían en aquel entonces mujeres trabajadoras, pero casi siempre en ramos estereotipicamente femeninos: la docencia, la literatura, la enfermería, la industria textil, entre otros.

Esto fue un cambió enorme: eran mujeres en las fabricas, haciendo aviones, tanques, municiones. Fue un enorme rompimiento respecto a las estructuras sociales respecto al género y el trabajo.

Mas al acabar la guerra, ya sea conscientemente o no, se espero que el reloj diera marcha atrás, y las antes mujeres trabajadoras regresaran al hogar a ser amas de casa y madres, y en cierto modo, fue así: el mayor sueño de una mujer parecía ser casarse con un buen hombre y tener hijos, y...eso es todo. Cenicienta refleja muy bien ese espíritu. A diferencia de Blancanieves, uno puede inclusive detectar cierto factor de clases: Blancanieves era una princesa, de clase acomodada, mientras que Cenicienta, bueno, tampoco se puede decir que sea pobre (en el filme, su madrastra parece tener ciertos lujos, y su hogar no es precisamente el de un peón de campo), pero está lejos de la realeza.

Ella alcanza la realeza, y se convierte en princesa no por nacimiento, sino por matrimonio.

En cierto modo, esto vuelve el filme aun más aspiracional y escapista que Blancanieves: la idea que una joven, atrapada en una vida dura y de sumisión total, puede llegar a la riqueza y al amor, sin necesidad de ser de cuna noble. Uno no puede evitar encontrar paralelismos con los reality shows de amor modernos, y de hecho recuerdo una caricatura satírica en la que se compara al baile del príncipe con un show de tal clase, en que va rechazando a las mujeres del reino de poco a poco y se decide por Cenicienta como si fuera la “ganadora”.

¿Es entonces una celebración de la superficialidad? No es una lectura irracional, dado que el factor decisivo en el filme es el vestido, similar al tropo del “makeover” del que hablé con anterioridad en esta serie: Cenicienta es, desde el comienzo, una joven hermosa, que en teoría cualquier hombre podría desear tener, así que no es extraño suponer que llamaría la atención del príncipe.

Pero mencionó el hecho del vestido porque contiene cierto mensaje simbólico: Cenicienta en primera instancia hizo un primer traje, hermoso para ser algo hecho de pedazos y sobras de lo que sus hermanastras dejaban, pero el segundo, el celeste, es de unas características espectaculares, casi reales, que sólo se pudieron recibir con ayuda sobrenatural. Cenicienta pasa de una apariencia “ordinaria” a una de clase alta.

Creo que comienzan a entender porque dije que había ciertas implicaciones clasistas: no basta con ser hermosa, sino con parecer de una clase social superior.

Es curioso porque una de las interpretaciones más originales de este filme lo leí en la internet hace algunas semanas; lamentablemente no recuerdo quién la dijo, pero dijo que creía que la lección es acerca de la importancia de los contactos y las relaciones: Cenicienta no hubiera podido llegar al baile sin la ayuda de un ente de enorme poder.

Entonces, ¿no hay algo positivo en el filme respecto a temas y simbolismos? Claro, sería hipócrita de mi parte, dado que a pesar de todas estas criticas completamente racionales y sensatas, es una cinta con la que siento enorme cariño (fue una de las primeras películas que vi en un cine, y si creen que es algo raro que un niño de cuatro años haya visto una cinta como esta, es porque nunca tuvieron cuatro primas que siempre ganaban en las votaciones), pero en realidad, de hecho pueden existir algunas características positivas.

Cenicienta pasa su vida en trabajos y tareas de enorme esfuerzo que parecen no tener fin, y sin embargo, no pierde su disposición alegre; el propio Walt Disney había declarado que uno de los personajes con los que se sentía más identificado era precisamente ella, porque él, como un joven artista, sentía que las situaciones por las que atravesaba eran parecidas: dando lo mejor de sí, trabajando y poniendo toda su energía, deseando tan sólo que llegará esa oportunidad, ese “golpe de suerte”, esa “hada madrina” por decirlo de algún modo, y de hecho...no es algo de todo descabellado.

Yo mismo soy un aspirante a escritor y autor, y he puesto mucho de mi en mis obras y mis proyectos, y en ocasiones pareciera (y siento) que no voy a alguna parte, pero trato de no perder ánimos ni esperanzas, y sigo luchando. Es una interpretación interesante que quizá merece algo más de consideración; personas que desean ser escritores, o artistas gráficos, o músicos, o casi cualquier otro ser con un sueño que pareciera en ocasiones irrealizable que sólo desean esa chance para demostrar de lo que en verdad están hechos, y que merecen destacarse por sobre los demás. Creo, por otro lado, que el problema reside en que la actividad extenuante de Cenicienta no es conexa con su sueño; lavar, limpiar, trapear y sacudir no parecen tener relación con conocer el amor

Pero dudo mucho que aun con los cambios sociales que hemos visto y que veremos, este tipo de historias no van a desaparecer, porque en cierto modo, a un nivel inconsciente, hay algo muy universal en los temas de Cenicienta: despojando las cuestiones de género o de clase, podemos reducir la trama a algo tan simple como la siguiente oración:

“Estoy atrapado y ojala llegue algo mejor”.

Es algo que se filtra inclusive en obras más recientes: Harry Potter bien podría ser considerado como un ejemplo moderno del esquema de Cenicienta; Harry vive una existencia triste, despreciado por su familia muggle, pero un ser sobrenatural llega a su vida y lo lleva a un mundo maravilloso del que ni siquiera sospechaba que era parte.

O inclusive, en cosas tan elementales como el coraje y las pataletas de un adolescente; la idea de que quieres y quizá hasta mereces algo más, que tu familia no te comprende, o inclusive que tus padres no son tus verdaderos padres; que ellos eran algo más interesante, como reyes, o exploradores, o hechiceros.

Creo que la principal critica de Cenicienta se reduce a que ella no parece hacer algo para “merecer” su final feliz; sólo llega un ser que le ayuda, y el resto se basa en apariencias. No una muy buena lección, menos para las niñas (o los niños, que va).

Pero por otro lado, muchos adultos esperamos algo por nada; he ahí la base de la lotería o los sorteos: una inversión mínima que nos de retornos extraordinarios.

Desde ese punto de vista, creo que todos tenemos algo Cenicientesco en nuestra esencia.

Shalom camaradas, y no olviden opinar antes de la medianoche.

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