Capítulo único

Esa sonrisa tan molesta volvió a dibujarse sobre esos labios rosados y húmedos de Pablo Dybala. ¿De qué tanto se reía? ¿Había algo gracioso en su rutina de entrenamiento? Que poco serio, jamás lo debió convocar. No debió dejarse convencer por Ayala y ese pobre argumento de "el pibe tiene potencial, Lío". No soportaba ver su juvenil rostro en su cancha, en su espacio. No soportaba esos ojos tan claros, tan brillantes, tan honestos. Especialmente odiaba ese lunar que le recordaba tanto al que aún presumía la mejilla izquierda de su Pablo Aimar, el mismo que tanto le gustó besar y tocar en sus frescos veinte años.

"No, no, ahora no", se dijo Scaloni alejando los recuerdos de la sonrisa del Payasito cuando metía su mano por debajo de su remera sudada después del entrenamiento. "Para, loco, estoy hecho un asco. Me tengo que duchar", le decía con ese acento cordobés que tanto lo enloquecía. Dybala también tenía ese cantito que le hacía temblar por dentro. ¿Por qué se tenían que parecer tanto? ¿Acaso era el molde predeterminado con el que se hacían a los cordobeses? Suspiró. No podía estar un minuto más cerca de ese pibe que no parecía cansado a pesar de haber estado corriendo hacía más de cuarenta cinco minutos por una cancha de noventa metros de largo.

"Pendejo presumido", murmuró antes de avisarle a sus asistentes que iría un rato a los cambiadores. Necesitaba estar solo. Lejos de las provocaciones de ese riocuartense que casi a propósito levantaba su remera y tocaba su propia cintura. "¿Te acordas Pablito de cómo te gustaba que te agarrara fuerte de las caderas? Decime que te acordas de nosotros, decime que te acordas de cómo te comía los labios, que hasta tenías que empujarme para no quedarte sin aire".

Se agarró la cabeza y pateó un tacho de basura vacío aguantando las ganas de gritar. Podría haber soportado a Pablo ahora que exhibía las mismas arrugas que él, que tenía las mismas canas que en su cabello. Podría soportar a ese Payasito adulto como su asistente técnico, pero ver a su viva imagen de joven destruía toda aquella coraza que había construído para protegerse de esos inútiles sentimientos de su yo joven y esperanzado, listo para enfrentar al mundo y sus índices acusadores. Pero Aimar no había estado listo para ello, ni ayer ni hoy, ni mañana ni pasado. Soltó su mano y caminó al altar con una mujer que conoció allá en tierras extrañas. "¿En qué momento te me fuiste de las manos?", se preguntó en voz alta agarrándose el pecho.

—¿Quién se le fue de las manos? —inquirió Paulo, el detonante de todos aquellos dolorosos recuerdos.

—Nada —respondió seco recobrando la compostura.

Dybala no se convenció con aquella respuesta, mucho menos al notar que en su mirada había una mezcla de nostalgia, resentimiento, un toque de dulzura y unas gotas de súplica. Pero era al único que veía de ese modo. No, también a Pablo, aunque allí sus ojos eran dominados únicamente por esa dulzura y esa súplica de la que el asistente del DT no parecía enterado. "¿Cómo vas a ignorar esos ojos que te llaman a gritos?", pensó con tristeza y con algo de envidia. ¿Por qué no lo deseaba a él de esa manera? Desde la primera vez que lo presentaron con Scaloni su mente no pudo pensar en otra cosa que abrazarlo y darle tantos mimos hicieran falta para borrar esa nostalgia de su mirada.

Quería que le haga el amor, que gima su nombre y ser el único al que le suplicara atención. Pero de su director técnico tan solo recibía respuestas frías y un esfuerzo considerable por ignorar su presencia. Estaba cansado, no podía soportarlo ni un minuto más, los nervios se le agolpaban en el estómago de tan solo pensar que pronto estarían en el medio del desierto disputando aquella copa del mundo que por tantos años les venía rehuyendo. "Espere", le pidió antes de que escapara de aquella zona subterránea de la cancha. "¿Qué pasa? ¿Tenes alguna duda de tu posición en la cancha?", inquirió Scaloni sintiendo que ese era el único tema de conversación que podía darse entre ellos, él era el DT y Dybala no tenía la culpa de tener tantos parecidos con el amor de su juventud.

—Sé que hay algo que le molesta de mí, pero quiero que usted sepa que lo respeto muchísimo. No le de bola a las estupideces que dicen los medios sobre usted, ya demostró que es el mejor DT que ha tenido esta selección en mucho tiempo —enunció el menor sin previo aviso, Scaloni estaba sorprendido, más no disgustado, se sentía bien escuchar algo lindo después de tanto estrés que había acumulado en su cuerpo y en su mente.

—Bueno, gracias y no pienses eso, vos no me caes mal, estoy con un mambo en la cabeza del que no tenes nada que ver —mintió.

—De verdad lo respeto mucho y me tiene que disculpar por lo que voy hacer —advirtió antes de colgarse de su cuello para obligarlo a inclinarse hacia su rostro. Porque con ponerse de puntitas de pies, no era suficiente para unir sus bocas en el profundo beso que tanto deseaba desde la primera vez que se paró en frente suyo.

—¡Pero qué haces, pibe! —exclamó el entrenador de la selección argentina tratando de apartar al último jugador convocado.

—No sé qué le pasa conmigo, o por qué me mira de esa manera, como si yo hubiera hecho algo tan malo que jamás podría perdonarme —respondió con la voz quebrada, incluso una pequeña lágrima se escapó de su ojo derecho antes de agregar: —yo quiero que me veas como ves a Pablo.

¿Por qué tenía que mencionar a Pablo? ¿Por qué tenía que volver a ver el rostro juvenil de su asistente de campo deformado por el placer mientras le hacía el amor en aquella habitación que compartieron en Malasia 97? ¿Y por qué cedía tan fácilmente a la lengua intrusa de Dybala en su boca?

"Te vas a arrepentir", murmuró Scaloni con voz ronca cuando la falta de oxígeno obligó a ambos a separar sus bocas. El menor susurró un "ni en pedo" y el mayor olvidó que ese pibe entre sus brazos no era Pablo, y que tenían al menos trece años de diferencia. Lo acostó sobre uno de los bancos acolchonados del cambiador y abrió sus piernas para encajarse entre medio de ellas. Dybala dejó escabullir un corto gemido de entre sus labios al sentir el bulto de su DT rozando el propio. Se abrazó con más fuerza de su cuello y sus bocas volvieron a encontrarse en un hambriento beso, en donde sus lenguas bailaban a un ritmo silencioso que solo se hallaba dentro de sus mentes totalmente obnubiladas por el deseo y la adrenalina momentánea.

Los besos de Scaloni comenzaron a bajar y se concentraron largo rato en el cuello bronceado del cordobés, mientras su mano se colaba por debajo de los pantaloncillos poliéster de éste para descubrir la erección palpitante que ocultaba entre ellos. Dybala, casi avergonzado, se tapó los ojos con su antebrazo dejándose hacer por su mayor. Trataba de tragarse los obscenos sonidos que insistían en huir de lo más profundo de su garganta.

La mano cerrada del DT recorrió su falo desde la base hasta la punta de su pene, y su lengua jugueteó con uno de sus pezones por encima de su camiseta deportiva. Dybala se animó a bajar sus propias manos y tirar del pantalón de su mayor para admirar la erección ajena. Mordió su labio inferior con ojos brillosos y Scaloni no pudo evitar sonreír ladino al entender lo que deseaba el menor. Tomó las manos de éste y las uso para juntar sus penes, le advirtió con la mirada que sostuviera fuerte mientras movía sus caderas para crear ese vaivén que proporcionaba un placer equitativo en ambos cuerpos.

El cordobés quiso cerrar sus ojos, pero al tratarse del hombre por el que tantas noches se había masturbado en el baño sin que lo notara su compañero de cuarto, le impedía perderse el segundo a segundo de ese maravilloso instante en su juventud. Dejó de ocultar sus gemidos debajo de su lengua y se entregó a todo aquello que estaba pasando entre ellos. Scaloni lo calló con su lengua produciendo gemidos ahogados y una respiración entrecortada.

Las embestidas aumentaron de ritmo, Dybala ya no podía soportar ser callado, necesitaba suspirar el nombre que tanto anhelaba con la lujuria necesaria que amerita tal acto. Scaloni no lo retuvo más y contempló con admiración la preciosidad que era el cordobés envuelto por el placer. Tal vez los cordobeses fuesen un fetiche, un fetiche cordobés o, tal vez, necesitaba ver cómo otra persona podía ser tan hermosa como lo fue Pablito a sus veinte años. Tal vez no fuera el único, tal vez y con tiempo, podía permitirse ser complacido por un pibe como Paulo Dybala.


El muchacho cordobés de apenas veintinueve años se escabulló de entre sus compañeros que todavía lamentaban la derrota contra Arabia Saudita. En el pasillo del hotel encontró a un ansioso Scaloni que repasaba mentalmente todas las jugadas de aquel partido, tenía que pronto cambiar una o varias cosas o el resultado volvería a repetirse. "Tranquilizate, estoy seguro que de acá vamos directo a la final, no hay mejor técnico que vos", le dijo al DT con una cercanía casi íntima. "Ahora no, tengo que pensar", respondió Lio masajeando el tabique de su nariz. "No, no quiero hacer lo que pensas, quiero hacer otra cosa. Otra cosa que siempre quise hacer", enunció emocionado tomándolo de la mano para llevarlo al interior de su habitación donde lo sentó en la cama, abrazó su cuello y luego llenó su rostro de besos y pequeñas mordidas cariñosas que hicieron sonreír a Scaloni. "Sos un tarado", murmuró sintiendo como todo su cuerpo por fin se relajaba y las nuevas jugadas comenzaban a brotar en el centro de su cabeza.

"Pero un tarado que quiere que sepas que sos el mejor y que siempre te vas a poder apoyar en mí, aunque no me dejes jugar", dijo con un puchero infantil sobre sus labios. El DT rodó los ojos para luego dejar un beso sobre esos mismos labios que tanto placer le habían estado entregado en los últimos días. "Te prometo que te voy a dejar entrar, esperame", le pidió acariciando su cintura. Dybala volvió a sonreír pegando su frente a la ajena y se quedaron allí por unos cuantos minutos más, hasta que oyeron la voz del asistente de campo puteando hasta lo imputeable mientras buscaba a Scaloni para discutir estrategias para el partido contra México.

"Anda y traenos la copa", le ordenó antes de dejarlo ir.

"Obvio que te la voy a traer, a vos y a todo el país", enunció con seguridad antes de dejar un casto beso sobre la mejilla derecha de Dybala. 


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Nota:

Este oneshot llega a usted gracias al aporte de @gaypunisher (TW). Le agradezco mucho por confiar en mí para encargar esta comisión de su ship con potencial pero que aún nuestro improvisado fandom no ha tomado tanto en cuenta, así que esperamos esto sirva de inspiración para uno que otro long-fic bien dramático entre un cordobés de la capital y santafecino de pueblo(?). De paso me hago autopublicidad, tengo comisiones abiertas de fanfics o relatos originales, escribiré el delirio que deseen por muy bajo costo (inserte montaje de publicidad barata); sino también pueden colaborarme con cafecitos en https://cafecito.app/zombel . Bueno, en fin, muchas gracias por leer y que tengan una excelente semana. 

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