9. You said you'd be coming back again
Gerard era el amor de su vida, estaba seguro de ello desde el inicio.
No había ser en el mundo capaz de alcanzar la perfección que Gerard representaba; ese par de ojos verdes lo hipnotizaban de un segundo al otro, su talento era innegable, hiciera lo que hiciera, sabía que Gerard dejaba el corazón en su trabajo, un pedazo de su alma se reflejaba bajo cada trazo que la tinta dejaba sobre el papel, siguiendo la guía del pelinegro. Gerard era un artista puro, y Frank no podría sentirse más agradecido por ser testigo de cómo la mente de su pareja se desarrollaba, podía desatar una tormenta o crear el mundo más perfecto, reflejar todo lo que quisiera reflejar, decir las cosas que a veces su boca no podía explicar pero que su corazón pedía a gritos dar a conocer.
Pero claro que todo tiene sus desventajas, a veces la tormenta crecía tanto que era incontrolable, no había manera en que Gerard pudiera controlar sus pensamientos y su mente solo parecía jugarle en contra, claro, ese era el problema con una cabeza como la suya. Lo había escuchado varias veces, la típica creencia de que los genios estaban malditos, atormentados por su propia mente y lo veía en su amado de vez en cuando.
Hubo un momento en su juventud en donde sus caminos se habían separado, emprendiendo viajes por separado. Cada uno armó una vida por su propia cuenta, acompañados por personas diferentes, aunque la realidad era que nunca dejaron de estar al pendiente del otro, manteniendo las cosas como una amistad pues al final había resultado que podían funcionar bien como amigos y se habían mantenido así algunos años hasta que sus relaciones dejaron de funcionar.
El primero en divorciarse fue el de ojos verdes y después Frank siguió el mismo camino. Terminaron por volver a verse y poco a poco las cosas se pusieron en su sitio, retomaron su antigua relación y dejaron que las cosas simplemente se dieran.
Hubo disculpas, tal vez más de las que al tatuado le hubiera gustado escuchar de parte del mayor. Frank sabía perfectamente porque al final de todo no habían terminado juntos, pero no culpaba a Gerard por todo lo que había sucedido. Él mismo había tenido cierta culpa en toda la situación y entendía que el entonces pelinegro se había visto superado por sus propios pensamientos, no le culpaba para nada, al contrario estaba feliz de que Gerard buscara su propia paz, y si para ello debían estar separados, entonces no tenía problema con darle su espacio.
De cualquier manera, ahora habían vuelto a estar juntos y el reencuentro fue muy dulce. Habían cambiado pero lo importante para ambos, el amor puro e inmenso que sentían, seguía ahí. Era como si los años no hubieran afectado la conexión que habían tenido desde un inicio.
La época navideña había llegado y con ella el regreso de Frank a casa después de un largo y agotador viaje de meses, en los que había pasado prácticamente por todo el país. Sus últimos años juntos habían sido los mejores en las vidas de cada uno y estaban felices de al fin poder compartirlo.
Últimamente el de ojos claros se había estado sintiendo un poco inquieto, no por la compañía del mayor y mucho menos por su relación, sino por el futuro de la misma.
Sus divorcios habían sucedido varios años atrás y a pesar de haber hablado sobre ello en su momento, nunca llegó a su mente la idea de que tal vez sería un lindo detalle el volver a casarse, esta vez con el amor de su vida. Ninguno de los dos lo había mencionado, aunque no tenían ni la más remota intención de volver a separar sus vidas, no sabía si Gerard había tenido suficiente con su primer matrimonio o si no quería comprometerse así o si acaso hacía falta dejar plasmada su unión en un papel.
Frank sabía bien que no había nada que Gerard amara más que esos pequeños detalles que solían tener entre ellos. El tatuado nunca se había negado a demostrar su naturaleza puramente romántica y cariñosa, simplemente le gustaba demostrar el amor que sentía por su pareja, aunque Gerard era un poco más reservado, tímido en cuanto al tema más bien, no se negaba a esas demostraciones y mucho menos limitaba su participación porque se amaban, y, ¿Qué sentido tendría sentir en su corazón el amor más intenso y puro si no iba a hacer nada con él? Esta vez ambos querían demostrarlo abiertamente, pero ¿Estaba Gerard esperando que se lo propusiera algún día o no le interesaba volver a casarse?
Pudo sentir a su pareja moverse sobre la cama, acomodándose gentilmente sobre su pecho así que pasó uno de sus brazos alrededor del cuerpo del mayor, abrazándolo antes de recibir un beso en sus labios que duró apenas unos segundos, pero fue más que suficiente para hacer que una amplia sonrisa se dibujara en su rostro.
—Buenos días —le saludó la dulce voz del ojiverde en un volumen bajo, delatando su reciente despertar y el profundo sueño en el que había caído la noche anterior.
—Buenos días, corazón —respondió aún sosteniéndolo entre sus brazos, asegurándose de mantenerlo tan cerca como era físicamente posible y Gerard no se negó al tacto de su pareja.
Durante esas fechas, Gerard solía disfrutar mucho más la cercanía del tatuado. Dejarse enrollar por sus brazos y mantenerse cálido entre ellos era su manera favorita de pasar el día.
—¿Cuánto llevas despierto? —preguntó. Sus ojos volvieron a cerrarse, tranquilo con la presencia del menor junto a él—. Espero que no te hayas quedado despierto toda la noche de nuevo.
—Bebé, solo pasó una vez. —La risa suave del ojiverde llenó la habitación antes de sentirlo separarse ligeramente.
—Señor Iero, ¿Cree que no veo las historias que pone a altas horas de la madrugada? —Se movió suavemente, observando con diversión al más bajo mientras se acomodaba sobre su regazo—. Debería mantenerte más entretenido durante las noches para que dejes de perder el tiempo en esas cosas.
—Gee... —murmuró tomando su cadera con delicadeza al sentirle moverse sobre él.
Sus labios buscaron los ajenos y su mano libre sujetó el cabello castaño entre sus dedos, sintiendo su miembro despertar cuando un gemido abandonó los labios de Gerard en medio del húmedo beso en el que sus bocas se habían fundido en un instante.
Frank poco a poco se encargó de invertir las posiciones, dejando el cuerpo de su pareja bajo el suyo, sonriendo complacido cuando el mismo Gerard le atrajo más cerca, permitiéndole estar entre sus piernas.
—Ah, entonces quieres más atención para ti. —Las manos del tatuado se movieron rápidamente para deshacerse de la pijama ajena junto a su ropa interior, golpeando uno de sus glúteos con fuerza antes de apretarlo igualmente, apreciando las mejillas de su acompañante tornarse rojas—. Lo entiendo, soy muy guapo.
Frank alcanzó el lubricante que guardaban en la mesita de noche y pronto sus dedos se abrieron camino en el interior de su pareja, tocándolo delicadamente, disfrutando de sus suaves gemidos y de la manera en que movía su cintura en búsqueda de más contacto.
Retiró sus dedos delicadamente cuando supo que estaba listo y usó un poco más de lubricante sobre su miembro. Llevó ambas manos a la cadera del de bonitos ojos verdes y Gerard le recibió con más gemidos, apartando la mirada, ligeramente avergonzado al verse tan desesperado y vulnerable ante el menor.
Sus cuerpos se movieron al mismo ritmo, aferrándose a la espalda ajena y a las suaves sábanas de la cama. Habían pasado algún tiempo sin tocarse debido al reciente tour, estaban todo el tiempo acompañados y hacerlo con sus compañeros de banda a un lado no era la mejor idea aunque de vez en cuando se escapaban para poder dejarse llevar y tener algo rápido, aunque claro que no era lo mismo hacerlo en la comodidad de su hogar, sin el miedo de que alguien pudiera escucharlos o verlos en su intimidad.
—Fra-Frank... —Sus piernas se acomodaron alrededor de la cadera ajena al sentir las embestidas volverse más rápidas, tocando el pecho de su pareja mientras se mordía el labio inferior en un intento por mantener sus jadeos a raya.
—No, no, yo quiero escucharte —murmuró sujetando con firmeza la cadera del mayor, moviéndose contra él de manera más brusca, apenas pudiendo mantener sus propios pensamientos en orden para seguir hablando—. Así que abre tu dulce boquita y déjame saber cuánto te gusta lo que te hago.
Y con aquella orden, la capacidad de Gerard para mantenerse en silencio se acabó por completo. Sus gemidos inundaron la habitación mientras su pareja no paraba de embestir, complaciendo a ambos con aquellos movimientos y el constante golpeteo de sus pieles al volver a encontrarse, algunas veces más fuerte que otras. Los gemidos de Frank llegaron a sus oídos igualmente y pronto se encontraron compartiendo el éxtasis. Las cortas uñas de su amado se deslizaron por su espalda cuando los espasmos lo invadieron, haciendo al más bajo acelerar el ritmo hasta que su propio orgasmo llegó a él.
Minutos después se encontraban recostados en la cama sin ninguna prenda cubriendo sus cuerpos, tan solo disfrutando del momento. Gerard sintió la suave piel del menor contra la suya, sonriendo cálidamente por la sensación de calma que le invadía.
—Amor —murmuró mientras se giraba, observando los ojos ajenos—. ¿No vas a decirme porque no has estado durmiendo bien?
Gerard sabía que Frank llevaba algunos días sin poder conciliar el sueño por más de algunas horas. Lo había encontrado despierto durante la madrugada tres días atrás y era consciente que gastaba muchas horas en su teléfono, horas que debería estar aprovechando para dormir y reponer las energías perdidas en el tour.
Un suspiro abandonó los labios del tatuado, acomodándose un poco para quedar sentado. Gerard hizo lo mismo, quedándose a su lado en espera de que su pareja dijera lo que tenía en mente; sabía que necesitaba sacarlo, fuera malo o bueno, era necesario y quería escucharlo.
—Gee... ¿No te gusta la idea del matrimonio? Digo, ya sé que ambos estuvimos casados pero, ¿Qué piensas de... casarte conmigo?
Gerard observó un momento a su pareja hasta regalarle una pequeña sonrisa tímida.
—¿Me estás pidiendo matrimonio? —Se acercó los pocos centímetros que los separaban, juntando sus frentes en un gesto cariñoso, cerrando los ojos—. No me importa el que hayamos estado casados una vez, yo quiero estar contigo toda mi vida, casados o no, yo te amo—respondió con toda la sinceridad que había en él. Sus manos subieron al rostro ajeno, tomando sus mejillas con delicadeza.
—Eres un ángel —susurró el de ojos marrones, sintiéndose inmensamente tranquilo—. Creí que... no querías saber nada de anillos y matrimonio.
Gerard se limitó a negar y poco a poco aquello se convirtió en un abrazo amoroso, acariciando sus cuerpos con la misma delicadeza con la que se sostenía una copa del cristal más fino.
—Cásate conmigo. —Las palabras salieron de los delgados labios de Gerard en un momento, manteniendo la cercanía—. ¿Te casarías conmigo?—preguntó sosteniendo suavemente el rostro del amor de su vida entre sus manos.
Esta vez, Gerard no pensaba quedarse a esperar a que el que propusiera las cosas fuera su pareja. Ambos tenían la posibilidad de hacerlo y Frank ya había tenido la valentía de traer el tema a la luz, no había razón para perder más tiempo si ambos sabían que lo querían.
—Oh Gee, claro que quiero —respondió feliz antes de unir sus labios en un pequeño beso amoroso, abrazando al mayor contra su cuerpo.
Así que la mañana de ese frío día de diciembre, finalmente se comprometieron y dos meses más tarde celebraron su matrimonio. La vida se había encargado de volver a unirlos después de tantos años separados, pero ellos se encargarían de que las cosas esta vez fueran diferentes, mejores y de no repetir sus antiguos errores.
***
Quiero aprovechar para agradecer a gatodeaccion por haberme invitado a participar en este festival y a ustedes por leerlo, espero que podamos volver a tener este bonito evento Frerard y que mis escritos sean de su agrado.
Nuevamente muchas gracias por haberme considerado para ser parte del evento y permitirme participar <3
—MLP.
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