7. Angel's Christmas Whimp
"Gerard Way, estoy esperándote en la entrada desde hace media hora y no apareces. Tienes 20 minutos para estar aquí, espero que estés cerca".
Ese fue el último mensaje que leyó de su novio mientras todavía esperaba el bus.
Frank iba a matarlo, sobre todo por haberle mentido. Ya que se acercaba diciembre, la universidad lo tenía consumido. Al estar en los últimos semestres de la carrera, los profesores lo tomaban en cuenta para más actividades y él estaba feliz con eso. Algunos de sus maestros vieron su potencial poco explotado y ahora lo ayudaban a que se desarrolle de una manera adecuada y trabajaban junto a él, inclusive le dieron oportunidad para que exponga algunos de sus trabajos en una galería por lo que estaba trabajando fuerte para cumplir con la cuota y no quedar mal parado. Sabía que si fallaba otra oportunidad como esa no se le presentaría, entonces no tenía nada de tiempo para otro tipo de actividades como por ejemplo pasar tiempo con Frank.
Hacía lo que podía y estaba agradecido con él por darle todo su apoyo, inclusive estaba trabajando en un cuadro dedicado a su chico, pero no le podía decir sobre eso. Se suponía que era una sorpresa que le daría pues ni siquiera le dijo sobre la exposición, y esa falta de tiempo para su relación la justificaba mintiendo. Tenía engañado a Frank diciendo que estaba poniéndose al corriente en algunas materias que se le dificultaba, además que ayudaba a un par de maestros luego de clases con la planificación de la materia.
Lo bueno es que pronto podría contarle todo, pero por el momento debía guardar el secreto.
Miró el reloj, Frank iba a matarlo porque no llegaría a tiempo. Se suponía que ellos tenían tickets especiales, pero tenían que llegar temprano aún así para tener buenos lugares. De hecho, quedaron en encontrarse a las seis de la tarde en la entrada, pero Gerard tuvo un contratiempo en la universidad por lo que salió tarde de ahí y el tráfico de la hora pico de Manhattan lo atrapó. Vio el autobús llegar super lleno, pero no le quedó de otra que subirse e ir casi asfixiado.
Debía avanzar tres paradas, bajarse y caminar hasta la otra calle donde debía tomar otro bus y avanzar 3 paradas más, pero el tráfico era tan horrible que cuando al segundo bus le quedaba solo 2 paradas para llegar a su destino, decidió bajarse y correr como alma que lleva el diablo esas diez calles que faltaban para llegar al Rockefeller Center. Nunca fue deportista, de hecho odiaba los deportes y tenía muy mal cardio por lo que pensó que su corazón se saldría del pecho cuando estaba a dos calles.
Por otra parte, Frank miraba a la gente entrar al complejo mientras seguía esperando al impuntual de su novio. Él comprendía lo jodido que estaba ahora con la universidad, pero si algo detestaba es que sea impuntual y Gerard lo sabía. Lo peor de todo es que ni siquiera se dignaba en responderle un puto mensaje, llevaba escribiéndole desde las cuatro de la tarde, cuando salió de Jersey con dirección a New York y hasta ese momento no obtenía una respuesta de su parte.
No le molestaba tanto no tener buenos puestos, porque gracias a los tickets que compró con anticipación, tenían los lugares asegurados. Lo que le molestaba era ese silencio del artista, porque ni siquiera sabía dónde demonios estaba. ¿Aún seguía en la universidad? Lo iba a aniquilar si era así, él sabía que ver el encendido del árbol de navidad en New York era algo que quería hacer desde hace años, era un capricho que tuvo durante tanto tiempo, pero que no se dio la oportunidad de cumplir hasta ahora. Sería injusto que al final no pudiera hacerlo porque jamás llegó, le cortaría las bolas primero, y luego le gritaría muchas cosas horribles ya que no se merecía tremendo desplante injustificado por parte de Gerard.
Pero cuando lo vio correr hacia él, con la mochila en su espalda yendo de lado a lado y su rostro exhausto, todo esos pensamiento que tenía y el enojo se fueron, dejando el amor que sentía por ese idiota de cabello azabache.
—¡Frankie! ¡Llegué! ¡Llegué! —se apoyó en sus rodillas intentando recuperar el aliento, Iero se cruzó de brazos.
—Casi una hora tarde. —El artista soltó un enorme suspiro y se lanzó sobre su novio, sosteniéndose en él, pero Frank no lo abrazó.
—El tráfico es... horrible a esta hora.
—¿Y no pudiste contestar un maldito mensaje?
—Me ibas... me ibas a insultar y no quería que te enojaras más.
—Pues estoy muy enojado igual —mintió—. Eres un tonto e impuntual.
—Lo siento, lo siento, ángel... pero ¿podemos entrar ya? Nos quitarán los lugares —dijo separándose de Frank, quien no lo esperó y caminó a la entrada.
Ya había mucha gente alrededor, pero lograron ubicarse cerca. Gerard miraba a Frank, pero este le ignoraba. La mandíbula apretada y ese leve ceño fruncido le demostraba a Way que su novio seguía molesto, pero no estaba ahí para dejar que Frankie siguiera amargado. Entonces lo rodeó por la cintura y lo apegó a su cuerpo, el tatuado esquivó el beso que le iba a dar en la mejilla, pero Gerard no lo soltó.
—Perdóname, ¿sí?
—Mmm...
—Te juro que fue sin querer y además no esperé que el tráfico estuviera tan horrible a esta hora.
—Realmente pensé que me dejarías plantado —confesó mirándolo a los ojos—. Ni siquiera me contestabas, Gee...
—Lo sé, lo sé, y por eso te pido perdón, ángel —se acercó a él y le dio un pequeño beso en los labios.
—Eres un tonto.
—Eso también lo sé. —Frank dejó de fingir enojo y le regaló una bonita sonrisa a Gerard. Lo abrazó y apoyó su cabeza en el hombro del mayor mientras veían el show antes de la encendida del árbol.
Un par de horas después, el show acabó y la gente empezaba a acercarse más para observar el árbol de navidad ser encendido. Frank se veía tan emocionado tal que un niño pequeño y Gerard solo podía sonreír al verlo feliz de poder cumplirle un deseo en esas épocas tan maravillosas.
La cuenta regresiva inició, Frank tomó de la mano a Gerard y juntos se unieron a las demás personas hasta que lo que Iero quiso ver en vivo por tanto tiempo se cumplió. Las luces iluminaron cada uno de las ramas del pino y la estrella colocada en la punta se veía tan majestuosa deslumbrando a los asistentes del evento. Los villancicos seguían retumbando en sus oídos y Gerard estaba seguro que Papa Noel aparecía en sus renos, Frank se pondría a llorar de felicidad.
Sacaron los celulares y tomaron muchas fotos, e intentaron que algún selfie saliera decente, pero la cantidad de gente lo imposibilitaba. Aún así estaban contentos de haber asistido a dicho evento juntos, porque sería un recuerdo bonito que se llevarían en sus memorias para siempre.
Luego que se acabó el show, ambos decidieron marcharse a casa. Caminaban despacio en la fría y solitaria noche de New York hasta encontrar un taxi que les llevara al departamento que Gerard compartía con otros estudiantes de su universidad. Esa iba a ser la primera navidad que pasarían separados, pues los padres de Frank decidieron que sería buena idea visitar a unos familiares en Florida y bueno, cuando le comentaron sobre ello, no pudo decir que no. Al menos pasarían juntos fin de año en Jersey, reunidos como la familia que querían ser en un futuro cercano.
—Ya tengo tu regalo de navidad —soltó de repente el artista, Frank le miró curioso.
—¿Sí?
—Aja...
—¿Qué será?
—Mmm... tendrás que esperar hasta navidad, tontito.
—No sé por qué me dices estas cosas si sabes que me pongo ansioso —Way rio.
—Quizás porque estoy muy emocionado y quiero que lo sepas ya, pero no es tiempo aún.
—¿Vas a regresar a vivir a New Jersey? ¿Ese va a ser mi regalo?
—Frank... —El tatuado rio y se detuvo para abrazar fuertemente a su novio—. Un año más y te juro que te hartaras de verme todos los días.
—Un año más y me voy a volver loco...
—Ve el lado positivo, la próxima navidad la pasaremos juntos estrenando departamento.
—¿Me lo prometes? —contestó extendiendo su dedo meñique hacia Gerard.
—Te lo prometo, ángel —entrelazó su dedo con el de Frank y le dio varios besos cortos en los labios.
Unos minutos más tarde llegaron al departamento. Se dieron una ducha rápida y se lanzaron a la cama porque el cansancio los estaba matando. Frank abrazó el cuerpo de su novio y cerró los ojos intentando dormir, pero Gerard despertó esa maldita curiosidad en él y necesitaba respuestas.
—¿Qué me vas a regalar? —preguntó bastante somnoliento, el mayor esbozó una sonrisa.
—Oh, por Dios. Hablé muy pronto.
—Sí lo hiciste.
—¿No me dejarás en paz hasta que lo sepas?
—Posiblemente.
—¿No puedes esperar veinticuatro días más?
—Sabes que no.
—Pues te tocará. Ahora a dormir, que mañana va a ser un día largo. —Con la poca fuerza que su cuerpo tenía, Gerard apretó más el abrazo de su novio.
Frank por su parte decidió no insistir... pero solo por esa noche, porque al día siguiente seguiría pinchando hasta que Gerard decidiera decirle que le regalaría esa navidad.
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