5. ¿Quieres hacer un muñeco de nieve?

No existía peor época para Frank Iero que navidad, era según sus palabras "la época más hipócrita del año en la que no puedes disfrazarte" y es que después de ser un amante de Halloween, Navidad para él era toda una tortura desde que tenía memoria y es que en sus cortos 13 años sabía sin duda alguna que odiaba esas fechas, pero sin saberlo este año lo estaba odiando muchísimo más.

—Frank deja de patear el asiento o ahora mismo, me estás enfadando —gruñó su madre viendo a su adolescente hijo por el retrovisor. Frank miró aún más enfadado a su madre.

—Te odio Linda Iero —respondió mientras pateaba el asiento frente a él aún más fuerte,

Su madre estaba realmente furiosa por su comportamiento. La situación que estaba viviendo y su hijo no ayudaba en lo más mínimo, sin embargo, no lo culpaba puesto que él no sabía lo que sucedía, ni por el doloroso divorcio que estaba atravesando y por el cual estaban viajando en aquel viejo auto al otro lado del país en vísperas navideñas sin un plan definido.

21 de diciembre.

Linda Iero estaba empacando su dolorosa vida en la única maleta que había comprado en su primer año de matrimonio con la esperanza de viajar junto con el amor de su vida por todo el país y que jamás había sido utilizada con aquel fin, mientras que sus manos temblaban y su vida pasaba frente a sus ojos.

Un matrimonio fallido a consecuencia de un condón caducado con un hombre 15 años mayor que ella, una boda improvisada para poder intentar cubrir su vientre abultado y las hormonas de su adolescencia haciéndola llorar en aquel baño descompuesto de su improvisada fiesta llena de murmullos en su contra.

Aquel matrimonio no había sido lo que ella esperaba, Cheech Iero no era el hombre maduro que había enamorada a una adolescente Linda, era un hombre violento con un matrimonio fallido que había omitido durante la primera conversación con aquella hermosa mujer y que Linda descubrió días antes de tener a su primogénito. Cheech había provocado en ella todo el sufrimiento agonizante de esos últimos 14 años, pero esa tarde mientras amenazaba con matarla a ella y a Frank, tomó valor y huyó, sin ruta definida, sin destino real marcado; solamente un pedazo de papel borroso en el que se leía el nombre de su única y última amiga de la adolescencia y una dirección que probablemente 14 años después ya ni siquiera pertenecía a ella.

—Tengo hambre —bufó Frank nuevamente molesto.

—Comeremos en cuanto lleguemos a Jersey —regañó su madre.

Frank se limitó a regresar su vista a la aburrida carretera recta, estaba realmente enfadado y confundido, pero a su vez con la sensación de alivio que no había tenido en años y que había perdido cuando su padre comenzó a beber a sus cortos 6 años. Ahora lejos de él y de esa vida se sentía ligeramente extraño y ansioso, sin embargo, su parte adolescente salía a flote y hacía un par de escenas típicas de alguien de su edad para no perder la costumbre.

Dos horas después de esa última interacción con su madre se quedó completamente dormido y tuvo el sueño más extraño de su vida uno tan real que al despertar seguía sintiendo esos suaves labios sobre los suyos.

—Frank, amor necesito que me esperes aquí, dejaré las llaves puestas y quiero que estés alerta, es un barrio peligroso.

Frank solo asintió con la cabeza vio a su madre salir acelerada de su pequeño auto y entrar a aquel viejo edificio que hacía juego con los 20 o 30 edificios más a su alrededor y que a diferencia de su pequeño pueblo en Texas todo parecía ser tan decadente y de la nada unos ojitos verdes avellana se toparon con los suyos a través de unas cortinas rotas y viejas.

—No puede ser, Dios —gritó su madre.

La vista de Frank se desvió de inmediato a donde la voz de su madre venía perdiendo aquellos bonitos ojos de su vista.

Linda había tocado aquel número 16 y un hombre viejo le respondió que su amiga Irina se había ido huyendo de aquel edificio hacía 9 años con un bebé en brazos y dejando una deuda enorme, no había ningún número u otra dirección a donde irse y sus últimos 4 dólares estaban siendo aferrados a su mano, la desesperación estaba inundando su cuerpo, lo que ella no sabía era que una joven mujer de pelo rubio había escuchado todo y había dejado a su pequeño bebé a cargo de su hijo para correr tras de ella.

—Conocí a Irina y en realidad ella dejó sus cosas, huyó de su novio y —la mujer a su lado seguía hablando como si la conociera—... ven, necesitas calmarte, lo que te dijeron no es cierto, Irina vivía aquí hace apenas unos meses.

Linda cedió para ir con esa extraña mujer a su apartamento, Frank solo se quedó en espera de volver a ver a su madre salir por aquella puerta mientras que buscaba con desespero aquellos bonitos ojos.

Esa noche Frank y Linda durmieron en una cómoda y caliente cama por primera vez en 3 días, mientras que Linda y Kendra su nueva amiga platicaban sobre su situación, ella al igual que Linda habían tenido que huir de un matrimonio violento y aunque Kendra lucía más valiente por haberlo hecho con un bebé de semanas de nacido y un pequeño de 4 años ambas compartían esa complicidad.

Kendra le entregó una caja de Irina a Linda después de esa larga noche, le contó lo horrible había sido ese último año para ella y lo doloroso que había sido su huida sin haber dejado un rastro, ambas esperaban que estuviera teniendo una vida mejor tal y como le esperaba a Linda.

—Dejó ese departamento en perfectas condiciones y aún por alguna extraña razón no se ha rentado, así que hoy mismo hablamos con el dueño del edificio y seguramente te ayudará a quedarte—aseguro Kendra.

Ese primer día en la ciudad Frank se quedó solo con dos pequeños niños que solo lo miraba raro y hacían preguntas como de qué color eran sus mocos, el sin mucha paciencia a media día los dejo en casa y salió a buscar qué hacer en medio de la nieve pues al parecer en aquel barrio no pasaba mucho.

—¿Vivirás aquí? —Frank asustado soltó un grito y busco de dónde venía aquella voz.

—¿Qué eres?

Una risita se escuchó algo más cerca —no soy una cosa, soy Gerard mucho gusto.

Frank volteó su mirada y se encontró con los ojos más bonitos que hubiera visto jamás siendo portados por el niño más larguirucho que en su vida hubiera visto, ojeras muy azules bajo sus ojos y el cabello mal cortado hacían que ese tal Gerard se viera enfermizamente adorable.

—Soy Frank, no sé si viviré aquí —respondió estirando su mano. Sin embargo, Gerard tenía un mejor plan y dejó un delicado beso en su mejilla.

—¿Quieres hacer muñecos de nieve? —preguntó como si aquel beso no hubiera sucedido jamás.

Gerard era sin duda un adolescente con mentalidad de niño, reía por cualquier pequeñez y aplaudía fuertemente si algo le causaba emoción, Frank estaba fascinado con él y con su forma de ser, tan simple y ligera que cuando menos se dio cuenta ya había comenzado el atardecer rojo.

—Vivo en el número 401, si quieres podemos tomar chocolate caliente y bombones mi mamá siempre los prepara con este clima —ofreció el contrario.

Frank jamás había tomado de la mano a otro chico y tampoco había sentido eso que parecía cientos de bichos en su estómago, definitivamente era increíble cómo se sentía la presencia de Gerard en su jodida vida.

—Mamá Frank va a tomar chocolate con nosotros, por favor y gracias —dijo aunque más bien parecía que lo hubiera cantado.

Una mujer envuelta en un pequeño vestido de leopardo y melena extremadamente decolorada salió de lo que era la pequeña cocina y vio a los dos adolescentes.

—Supongo que eres Frank jovencito —habló aquella mujer en un tono muy similar al de Gerard—. Me alegra que por fin Gee tenga un amigo, bienvenido y ponte cómodo que ya viene ese chocolate caliente.

Frank estaba algo confundido pero la suave mano de Gerard no había dejado la suya y eso lo estaba reconfortando ante aquella situación.

Esa misma tarde conoció a Mikey el enfermizo hermano menor de Gerard y por el cual él no tenía permitido tener mucha interacción fuera. Su madre temía que Gerard enfermera igual y este había pasado ya gran parte de su vida aislado y por lo tanto no se comportaba como un adolescente promedio, también supo del fallecimiento de su padre y de cómo eso había hecho a Gerard un tanto infantil pues toda su infancia la había perdido tras está pérdida, también supo que era un gran artista y le había pequeñas historietas a su hermano sobre la escuela y el mundo exterior.

—Espero te quedes a vivir aquí muchos años, Frankie —fue la despedida que le dio tras aquellas 3 tazas de chocolate con bombones y cientos de dibujos mostrados y se selló con un delicado beso en la nariz del contrario dejando muchas interrogantes en su mente y un par de mariposas revoloteando en su estómago.

Lo que Gerard no sabía era que esa petición fue no solo un deseo de tener un amigo después de años de ser atacado en clase por ser raro y de tener que pasar los veranos viendo a su hermanito atado a nebulizadores y medicamentos intravenosos, aquel "espero que te quedes" fue más profundo y 10 años después en aquellas feas escaleras Frank se encontraba nervioso.

Había gastado todos sus ahorros en ese pequeño anillo de plata ya que el oro era 5 veces más caro, había pedido que le grabarán dentro la frase "¿Quieres hacer muñecos de nieve?" Ya que le recordaba aquella primera vez que lo vio, también le recordaba cómo año con año le enseñó a no tenerle miedo a la nieve y que pasaron de estar haciendo muñecos de nieve a besarse después de una pelea de bolas de nieve, también le recordaba cada navidad que había sido invitado por su madre a pasar las fiestas y como pasaron de ser Linda y Frank a ser los Iero Way cada festividad y sin duda eran sus mejores recuerdos junto al amor su vida.

—¿Gerard Way quieres casarte? —dijo al aire mostrando aquel bonito anillo—. Dios no, sonó a una amenaza —se regañó y repitió—. ¿Gee, quieres ser mi esposo? —intentó de nuevo, pero se regañó a sí mismo por ser tan cliché—. ¡Vamos Frank! Eres mejor que esas frases de películas adolescentes.

El ahora tatuado guitarrista de su banda experimental Pencey Prep estaba al borde de los nervios puesto que pedirle matrimonio al amor de su vida no era fácil y no quería ser rechazado así que llevaba ya varios días ensayando y cuando por fin las madres de ambos estaba siendo cómplices y esperando en la casa Way, Frank estaba teniendo una enorme crisis existencial por otro lado.

—Vamos Frankie, tú puedes hacerlo, tú fuiste el que le pidió ser novios aquella navidad y el acepto gusto y va a aceptar ser tu esposo solo debes dejarlo fluir —dijo en voz alta para darse ánimos—. Así que; Gee después de todos estos años y todos estos inviernos juntos quiero pedirte que ya no solo seas mi novio, quiero que lleves mi apellido y que todos sepan que eres Gerard Iero y espero tú quieras que yo sea Frank Way por el resto de nuestras vidas —terminó de decir al aire convencido de que eso era lo que iba a decirle.

Lo que no esperaba era recibir un suave beso en su nuca acompañado de un "claro que acepto ser tu esposo" por parte de la voz más bonita que hubiese escuchado jamás. Y es que Frank había prometido llegar a las 4 a la comida de navidad de ese año y el reloj marcaba las 5 de la tarde, un preocupado Gerard había salido en búsqueda de su pareja teniendo lo peor por las fechas decembrinas y los innumerables asaltos y accidentes automovilísticos, sin embargo se encontró al pie de las escaleras a su pequeño novio ensayando la propuesta de matrimonio más bonita del mundo y no quiso intervenir en ningún momento, así que escucho los casi 20 intentos de pedirle algo tan especial y esperado para él y después de estar a sus espaldas media horas decidió interrumpir su monólogo con un tierno beso.

—¡Arruinaste la sorpresa, bobo! —reclamó. El rostro de Frank se tornó rojo y escondió aquel bonito anillo entre sus manos. Nuevamente Gerard comenzó a besar el cuello del contrario colgándose de sus hombros.

—Usted, señor Frank Way, se tardó 1 hora en llegar a nuestra comida navideña sospechosamente adelantada a 2 días y muchas horas. Me preocupé y te encontré aquí en el mismo lugar en el que te vi llegar a estos viejos edificios. —Frank no resistió más y dejó un beso en los labios de su pareja el cual fue aumentando de tono.

—Amo ser Frank Way, pero déjame decir mi discurso frente a nuestras madres.

—Claro amor, solo si está noche me dejas estar arriba. Este último mes no he podido sentarme correctamente en clases de acuarela debido a que eres muy rudo últimamente —pidió el contrario sonrojándose un poco.

Frank amaba ver a su chico así de nervioso con temas ya íntimos, pero debía aceptar aquella propuesta ya que era la primera vez que lo pedía y él no podía negarse a su chico.

—Claro amor, lo que tú quieras —y sellaron aquella promesa con un largo beso.

Esa noche frente a sus madres Frank le pidió unir su vida en matrimonio, Gerard como buen actor en formación fingió no saber nada y lloró. Todos tomaron fotos y vídeos y justo cuando la noche estaba en su punto más alto y las dos tazas de chocolate con bombones terminadas Gerard sugirió algo.

—¿Quieres hacer un muñeco de nieve? —susurró muy cerca de Frank.

Este dejó un beso en su frente como respuesta, ambos se abrigaron lo suficiente y salieron a aquel patio trasero en donde se conocieron por primera vez y que también fue testigo de aquel primer beso entre ambos. Ahora era testigo de 2 adultos jugando como niños, cómo aquella primera vez que jugaron bajo la nieve sin saber qué les depararía el futuro.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top