4. Mi felicidad contigo

Observó cómo, poco a poco la tranquila nevada que inició en la madrugada escalaba a una ventisca que amenazaba con dejarles sin la posibilidad de salir de su hogar y eso sonaba a una bendición más que a un inconveniente.

La música sonaba amenizando el ambiente, el fuego de la chimenea le proporcionaba un calor adicional, su taza de chocolate caliente con unos cuantos marshmallows flotando en ella le daban dulzura a su día y si todo esto fallaba la visión de Gee desempacando cajas y cajas de adornos navideños terminaba por dejar una huella de calor en su pecho y corazón.

Frank nunca fue un gran partidario de la navidad, siempre prefirió el Halloween como festividad favorita por obvias razones, había disfraces, caramelos, sustos y diversión. La época perfecta para todo freak de lo spooky como él con la ventaja adicional de ser su cumpleaños. Si le preguntaras a un Frank más joven, la navidad era cursi e hipócrita con toda esa gente de mierda actuando como personas de buena voluntad; toda la familia se reúne a pesar de que se odian los unos a los otros a fingir que su mayor anhelo no es que la persona a su lado sufra un incidente para aspirar a una pequeña herencia familiar.

No, en definitiva detestaba la maldita navidad o al menos su yo más joven lo hacía.

Ahora, con algunos años más decorando su vida y con cierto ojiverde buscando entre cajas de decoración aquello que le daría "el toque" a su hogar durante estas fiestas es que puede apreciar la belleza de las fiestas decembrinas. La emoción del hombre es casi equiparable a la de un niño descubriendo sus regalos.

La Navidad aún no ha empezado y él tipo ya lleva encima una diadema con cuernos de reno mientras tararea algún villancico extraño o su versión del mismo mientras escoge los colores que darán vida al hogar, por qué vaya que tiene de dónde escoger. Hay toda una gama de esferas coloridas, guías de luces con todo tipo de motivos y adornos temáticos para el condenado cadáver vegetal que va a decorar su hogar este año.

De pronto encuentra una caja que le ilumina el rostro aún más si es que eso es jodidamente posible.

—¡Frankie, mira lo que encontré! —El desgraciado tiene la osadía de sonreír de oreja a oreja mientras sostiene frente a él uno de esos horribles suéteres con temática navideña. En concreto el suéter con diseños de Grinch en el. Su suéter. Le mira suplicante y sabe que es una batalla perdida.

—Creí haberlo incendiado hace un año —bromea sin dolo.

—Nunca podrás deshacerte del espíritu navideño, enano. Ven aquí y combina con el resto del lugar.

Y vaya que las decoraciones ya iban muy avanzadas, había guirnaldas, luces y figurillas navideñas por doquier, carajo, incluso cambió los portarretratos por otros con tonos navideños. Se acercó como quién va su ejecución y permitió que el otro le hiciera entrar en ese suéter, la acción le ganó un beso en la punta de la nariz y un pico de labios. Buenos incentivos.

—Ahora soy una más de tus decoraciones —dijo divertido al ver la sonrisa de dientes pequeños del hombre que no debería verse tan adorable como lo hacía.

—Frank, tú eres más que una decoración del lugar —dijo en un tono que no permitía réplica, estaba a punto de comentarle que sólo era una mala broma cuando él otro le regresó una sonrisa juguetona y sus ojos verdes chispearon divertidos—. Eres lo que más quería en esta Navidad.

Nunca dejará de maravillarle la manera en que el otro podía soltar cosas tan cursis sin sonar vomitivo. Las mariposas nunca abandonaron su estómago, la sangre jamás dejará de teñir sus mejillas y todo gracias al hombre que tiene justo en frente. Gerard era el único capaz de tirar sus barreras sólo con mirarlo. Unos preciosos ojos verdes con mirada de cachorro es todo lo que necesita para tenerlo comiendo de la palma de su mano.

Frank se dejó envolver entre sus brazos y rodeó al contrario con los suyos, consciente de que estaba cayendo en la red de su araña favorita, feliz de su tortuoso destino.

—Oye amor... —La voz era dulce y cantarina. Cerró los ojos, ahora sí, envuelto en sus redes. Podría pedirle la luna o las estrellas y él se las conseguiría—. ¿Podrías ayudarme a terminar con el gran chico malo, hmm?

Odiaba decorar y detestaba el árbol navideño pero esa voz de ángel pedía. ¿Quién era Frank, un simple mortal, para negarle nada? Asintió con la cabeza aún despistado por la voz suave de su amante y se dejó guiar de la mano hasta el pie del árbol. Una vez fuera de los brazos de Gerard sintió frío y poco a poco cayó el peso de aquello a lo que había accedido.

Cajas y más cajas cerradas, llenas de decoraciones se disponen ante ambos, todas ellas con rótulos garabateados de manera rápida tratando de describir el contenido. La creatividad y animosidad de Gerard siempre fueron rasgos que fascinaron a Frank. Siempre un concepto nuevo que explorar, ideas frescas para plasmar y todo un desfile de creaciones que pelean reñidas por ser la pieza clave.

—¿Cuál es la gama este año? —preguntó el más bajo. Observó alrededor para tratar de identificar los colores que definirían el look de su hogar durante toda la temporada decembrina y parte de enero.

Los tonos, negro, blanco y plata predominaban en la sala junto a pequeños toques de blanco. Color pops solía llamarlos Gee. Era simple pero elegante y a la vez sombrío, no molestaba sus ojos como los colores brillantes comunes de las fechas pero dejaba ver el entusiasmo por las mismas, la risa de Gerard lo sacó de su ensimismamiento.

—Este año decidí hacer algo un poco distinto. —Sus ojos conectaron y de alguna manera supo las intenciones de su pareja antes que este se animara a hablar—. Esperaba que tú decidieras cómo luciría la pieza maestra del lugar.

Se quedó sin habla. Esto rompía sus reglas. Cuando decidieron vivir juntos se llegó a un acuerdo verbal al respecto. Frank era el alma de Ieroween decidiendo todo lo relacionado a decoraciones y planes sobre el mismo mientras que Gee tomaba las riendas de la Navidad. Era simple y les tenía a ambos conformes, así que lo único que llegó a su mente después de la afirmación pasada fue:

—¿Por qué?

—Porqué es mi actividad favorita. —La sonrisa de dientes pequeños se ensanchó al ver aún más desconcierto en Frank—. Quiero compartir mi felicidad contigo.

Las palabras le llegaron al alma. Tan profundo y cálido como jamás imaginó sentirse en invierno y con una ventisca terrible puertas afuera.

Era cierto que la fecha le tiene sin cuidado y le sigue viendo más como una mala excusa capitalista que como la paz y bondad en la tierra que tratan de vender pero reconoce el cariño que Gerard tiene hacía la fecha y el entusiasmo con el que planea y marca los preparativos para que todo quede perfecto. Qué ahora no sólo le incluya sino que le dé la libertad de crear la pieza dominante de la sala es un gesto que jamás deseo pero agradece muchísimo y sólo atina a mirar al hombre frente a él con amor y devoción en los ojos.

—¿Y si me equivoco? —La preocupación es genuina, no quería joder el concepto que Gerard tuviera para ese año.

—No lo harás. —Se inclinó para depositar un suave beso en la frente contraria.

—¿Por qué estás tan seguro?

El castaño no se lo pensó dos veces al momento de sonreír con ternura y explicarle con esa voz que le hacía sentir como un niño a quién le explican algo tan básico como la necesidad de decir "por favor y gracias".

—Por qué esto nunca se trató de estar bien o mal sino de elegir lo que más te guste y divertirte en el proceso. —Los brazos extendidos mientras habla le daban un aire demente y de genuino gusto por el momento.

—¿Puedo elegir guirnaldas de murciélagos? —preguntó inseguro.

—Absolutamente.

—Quiero una cabeza de Jack Skellington en la punta del árbol —dijo ahora con más confianza.

—Me gusta —respondió con una sonrisa de dientes pequeños al ver el entusiasmo crecer en su pareja.

—Recuerdo que tenías esferas con forma de cráneos, ¿En qué caja están? —Ahora tenía la cabeza metida en una de las cajas más grandes que estaba rotulada como "Decorado" escrito en una caligrafía estilizada y con sharpie azul.

Gerard observó en silencio al más bajo buscar los artículos que necesitaría para concretar su trabajo del día, una tras otra las cajas fueron vaciándose mientras Frank decidía sus favoritos para decorar el árbol.

La expresión de diversión y concentración en los ojos avellana fueron suficiente para convencer a Gee de que había tomado la decisión correcta para hacer partícipe a su chico de las fiestas y que éste disfrutara de los preparativos. Entre risas y juegos fue siguiendo la dirección que le daba su pareja sobre qué y dónde colocar los diversos decorativos. El resultado fue una tarde divertida, trabajando en equipo y un árbol poco tradicional cuyos colores dominantes fueron el plata, rosa y negro con la prometida cabeza de Jack Skellington coronando el árbol.

—Es el mejor árbol que hemos tenido. —El tono fue absoluto, sin temor a réplicas.

—Totalmente, luce fabuloso —dijo Frank mientras rodeaba a Gerard con sus brazos.

—Tienes un estilo único, eso se nota. —Depositó un beso en la coronilla de Frank—. Pero lo que más me gusta es que lo armamos juntos.

La ventisca hace horas que se había tornado en una nevada y el frío dominaba el ambiente, al menos en el exterior por que la pareja dentro del hogar tenían la misma sensación de calor que solo te genera el compartir un momento agradable con tu ser amado.

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