20. Nothing lasts forever

El sentimiento de rechazo parecía haber encontrado un hogar permanente al instalarse en su pecho. Podía sentirlo ejercer presión y robarle el oxígeno como un beso violento, aunque esta sensación no era para nada placentera. Tres años antes había tomado la decisión de casarse con su novia de la universidad, completamente seguro de que era con ella con quien esperaba pasar el resto de su vida. Su hermosa esposa era la persona a la que más amaba en el mundo, hizo todo lo que estaba en sus manos para hacerla feliz, aunque nunca se esperó perderla tan pronto.

La vio enfermar, luchar y finalmente fallecer. Suponía que al menos podía sentirse mejor por no haberla abandonado y haber elegido quedarse a su lado, pero ni siquiera aquello podía ofrecerle un poco de consuelo a su corazón.

Después del funeral volvió a la casa en donde ambos habían estado viviendo desde el día de su boda, el lugar que habían elegido para tener un hogar juntos. Cerró la puerta lentamente y se recargó en ella. El lugar se encontraba en completo silencio y a pesar de que la casa estaba completamente iluminada Frank no era capaz de ver nada, sus ojos se llenaron de lágrimas, nublando su vista hasta que no fue capaz de distinguir nada.

Dejó que las lágrimas se deslizaran por sus mejillas hasta que sus ojos ardieron y tuvo el sentimiento de que su garganta se cerraba, haciéndole más difícil el poder respirar. ¿Cómo se suponía que siguiera adelante después de perder a la única persona que le daba sentido a su vida? Se lo repitieron muchas veces, ella misma le advirtió que aquello no podía acabar bien para, había aceptado que al final moriría, pero Frank no, jamás lo aceptó, ni siquiera había querido hablar del tema. Simplemente había decidido ignorar las advertencias, no escuchar a nadie, ni una sola palabra sobre la posibilidad de que terminara perdiendo a su esposa a causa de aquella enfermedad, pero al final así sucedió.

Ahora no tenía a nadie, ni siquiera la parte de sí mismo que más disfrutaba, ella se lo había llevado todo. Se sentía como un cascarón vacío, olvidado por el resto, completamente solo y a la deriva en un mundo que le había arrebatado al amor de su vida.

Nunca llegó a darle el regalo que había preparado para ella ese año, la había elegido con todo el amor que sentía, especialmente para ella, ahora era solo otro recuerdo que se enterraba en su corazón como una daga de cristal, cortando los tejidos y haciéndolo sangrar. Recibió varias invitaciones provenientes de las personas que habían asistido al funeral, no querían que se quedara solo en esas fechas y le habían invitado a pasar navidad con ellos. Sabía perfectamente que lo hacían sin malas intenciones y realmente querían ayudar, pero rechazó cada una de ellas y pasó el día de navidad solo, en total silencio en aquella casa que ahora solo se sentía completamente vacía.

El tiempo pasó y tomó la decisión de mudarse, no se sentía capaz de continuar con su vida ahí después de haber perdido a su esposa.

Se mudó a un edificio de departamentos y ahí conoció a Gerard; un chico de su misma edad con brillante cabello rojo y ojos verdes que le sonreía de manera suave cada vez que se encontraban en el pasillo o cada vez que subían juntos en el ascensor que los llevaba hasta su respectivo departamento. Habían hablado varias veces, aunque siempre lo notaba ligeramente nervioso, contrario a lo que se esperaba de él la primera vez que lo vio.

Llevaba ya un par de años viviendo ahí y poco a poco, casi sin darse cuenta, pasaron de ser vecinos a ser buenos amigos. Compartían cada vez más tiempo juntos y debía admitir que su compañía era agradable, aunque las cosas se volvieron un poco confusas cuando su cerebro, o tal vez debería decir corazón, comenzó a hacerse ideas de cómo sería robarle un beso al bonito chico que pasaba tanto tiempo a su lado desde hacía algunos meses.

Comenzaba a sentirse culpable por estar viéndose tanto con él, ya no eran encuentros accidentales. Frank había comenzado a buscarlo de manera consciente, tocando la puerta de su departamento o invitándolo al propio. No pudo evitar pensar en su esposa fallecida cuando se dio cuenta de lo mucho que le gustaba pasar tiempo con el de ojos verdes y de la manera en la que Gerard le observaba.

La culpa le carcomía. Siempre le había sido fiel a ella, no había vuelto a sentirse atraído por alguien más que no fuera su esposa desde que habían comenzado a salir durante sus años de universidad.

¿Realmente estaba mal comenzar a sentirse enamorado de nuevo? ¿Estaba enamorado de Gerard? Ni siquiera se había detenido a pensar en aquello. Una parte de él deseaba comenzar de nuevo y tal vez su oportunidad de hacerlo ahora estaba con Gerard, pero temía equivocarse, aunque era peor cuando recordaba a la mujer con las que había estado casado, se sentía mal al pensar en que tal vez amaba más a este chico de lo que había amado a su esposa en vida.

Ese año los meses parecían haber pasado más rápido que nunca o tal vez solo era como él había percibido las cosas. Debía admitir que, desde la pérdida de su esposa, este había sido su mejor año y era innegable que en parte esto tenía que ver con el chico de cabello rojo. Habían pasado más tiempo juntos y se habían vuelto aún más cercanos de lo que ya eran antes.

—¿Mitch no te parece bonito? —Escuchó preguntar al de ojos verdes así que giro su rostro para observarlo—. Lleva como diez minutos esperando que lo acaricies.

—Vaya, perdón —sonrió estirando una de sus manos para acariciar la cabeza del gato.

Mitch era la mascota mimada del mayor, si ese gato pedía atención Gerard se la daba toda y al parecer él debía hacer lo mismo cada vez que iba al departamento del de cabello rojo. Esa noche habían decidido ver una película juntos y aquello por supuesto implicaba a Mitch. Gerard había llevado una sábana hasta el sofá para que pudieran cubrirse del frío clima de las fechas navideñas. Le gustaba la manera en la que la fina nariz del chico se pintaba de un suave color rojo al igual que sus mejillas cada vez que el frío era lo suficientemente fuerte.

—¿Tienes planes para mañana? —el de cabello rojo estiró su mano también cuando su mascota se dio la vuelta, quedando boca arriba y dejándose mimar.

—¿Mañana?

El tono de confusión con el que el tatuado respondió fue suficiente para que Gerard adivinara que ni siquiera sabía la fecha del día.

—Mañana —afirmó con su mirada puesta en él—. Es navidad, ya sabes.

El tatuado llevaba años sin celebrar ese día por obvias razones y no estaba seguro de alguna vez, durante el tiempo que llevaba viviendo ahí, haber visto a Gerard hacer algo especial durante la fecha.

—No, no tengo nada planeado —respondió finalmente, llevando su mirada del gato hasta el rostro de Gerard.

—Yo... Tampoco —respondió Gerard dándole una sonrisa—. ¿Qué tal si cenamos juntos? Al menos podríamos hacernos compañía entre nosotros.

***

Al final había decidido aceptar y esa misma noche acordaron todo lo que era necesario para pasar navidad juntos. Todo había salido perfectamente, Gerard estaba usando un bonito vestido color vino y se veía sorprendentemente bien.

Sintió los brazos ajenos pasarse alrededor de su cuello y le regaló una sonrisa, sujetando su cadera cuidadosamente mientras se movían por la sala, siguiendo el ritmo de la canción que sonaba de fondo.

—¿Estás feliz?

—Muy feliz.

Gerard dejó salir una risita y poco después posó delicadamente sus labios sobre los del tatuado, dejaron de moverse y Frank sostuvo el rostro del de ojos verdes, correspondiendo al beso hasta que sus pensamientos le hicieron separarse.

—¿Qué pasa? —el más alto intentó acercarse nuevamente, algo confundido por la expresión en el rostro del tatuado—. Oh dios, no era mi intención incomodarte —habló de manera apresurada.

—No Gee, no es eso —soltó un suspiro, observando a su acompañante—. Tú me gustas demasiado, es solo que... —sus palabras se quedaron en el aire, incompletas.

El mencionado se movió, tomándolo del brazo para que ambos se sentaran en el sofá. Entrelazo sus dedos suavemente y observó el rostro del castaño.

—¿Es sobre ella? —lo único que tuvo como respuesta fue un pequeño "sí" apenas lo bastante alto—. Sé que no puedo hablar de ella, nunca la conocí... Pero no creo que sea justo que vivas así... No te pido que me ames como lo hiciste con ella, pero creo que deberías considerar que ya sufriste suficiente, ella ya no está aquí, se lo que es perder a alguien tan importante, pero Frank, tienes que curar tu corazón—. Una de sus manos se movió hasta la mejilla ajena, acariciándola suavemente.

—No sé cómo hacer eso, perdón —tomó la mano del chico, apartándola de su mejilla y besando el dorso de la misma.

—Frank, debes dejarla descansar y tú mismo debes descansar también. Creo que se amaban demasiado pero el amor no tiene por qué doler, no te tortures así, respóndeme una cosa, ¿a ella le gustaba verte sufrir? —preguntó finalmente—. ¿No querría ella que fueras feliz?

—Gee...

—Piensa sobre ello, ¿si? No tienes porqué comenzar a salir conmigo y olvidarte de todo, no espero que hagas eso, pero me gustaría que tuvieras una vida feliz, no puedes seguir cargando con todo ese peso, no fue tu culpa y no estaba en tus manos, hiciste cuanto pudiste.

Frank le observó atentamente, escuchando igualmente lo que tenía para decir. Gerard era demasiado dulce y amable, tenía una sonrisa simplemente encantadora y una personalidad que lo había cautivado desde el primer momento.

—Yo quiero intentarlo contigo —respondió después de algunos segundos en silencio—. Y si, no voy a olvidarla tan fácilmente, pero tú... Gerard, si me das la oportunidad haré lo mejor que pueda para que seas feliz.

—¿Y tú serías feliz, Frank?

***

El castaño cerró la puerta de su departamento al volver del trabajo y colocó las llaves sobre la mesita de noche antes de sentir unos brazos rodearle suavemente. Se dio la vuelta y besó los labios del más alto de manera cariñosa, sonriéndole al separarse.

Llevaba ya varios meses saliendo con Gerard y no estaba para nada arrepentido. Se había permitido terminar de sanar sus heridas y el chico se mantuvo a su lado durante todo el camino, no podía pedirle nada más a la vida, tenía otra oportunidad para amar y lo estaba disfrutando.

—Te extrañé —susurró mientras dejaba varios besos en la mejilla de su pareja, terminando por tomarlo en brazos. Lo llevó hasta la habitación y se recostó con él en la cama, haciendo a Gerard soltar una risita mientras se abrazaban e intercambiaban algunos besos más.

—Te amo —la voz de Gerard salió con cariño mientras sentía sus manos sobre la espalda, acariciándolo.

—Te amo también —Respondió sin dudarlo, dejando un beso más en sus labios.

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