18. Todo lo que quiero para navidad eres tu
Había esperado con ansias la llegada de la navidad sólo para verlo; hacía semanas que no estaban juntos ya que Frank había iniciado gira con su nueva banda.
Gerard no quería estar lejos de Frank, sin embargo respetaba su trabajo, sabía que la música era lo que más amaba, por lo que no dijo nada. Aunque Frank le propuso que lo acompañara a la gira, Gerard se negó, no quería ser un estorbo, además tenía cosas que hacer, hacía tiempo que estaba pensando en escribir un libro de fantasía inspirado en el arte de Annie Montgomerie, por lo que prefirió aprovechar el tiempo para poder redactarlo.
Frank le había prometido estar en casa antes de Nochebuena, “mientras puedes ir comprando mis regalos, amor”, fue lo que le había dicho a través de una videollamada y Gee, más que emocionado, acudió junto con Mikey y Ray a realizar las compras al centro comercial. Ellos de igual forma necesitaban comprar los regalos tanto para sus esposas como para sus hijos.
Gerard no podía evitarlo, a veces sentía algo de envidia de su hermano y su mejor amigo, porque ellos tenían unas hermosas familias: sus pequeños y sus lindas esposas, cuando él ni siquiera estaba casado aún con Frank, pensó que se lo propondría desde hace varios años atrás, sin embargo eso nunca sucedió. A veces pensaba que tal vez él debía dar ese paso, pero realmente Frank nunca había dado indicios de querer formalizar su relación, ni siquiera se había mudado formalmente a su departamento, pese a que él hace tiempo le había dado las llaves, y eso era lo que lo ponía mal cada vez que Frank salía de viaje, temiendo que al regresar ya no quisiera estar con él.
Ni siquiera estaba seguro qué regalarle. Tal vez unas playeras a juego, o ese disco de jazz que Frank tenía meses buscando, hasta había pensado en hacerle una ilustración para su nueva banda. Al final decidió que le obsequiaría las tres cosas, pues así el árbol de navidad se vería con más obsequios.
Los días pasaban y cada vez estaba más cerca la fecha para verse de nuevo. Casi todas las noches compartían palabras por videollamadas, Gee estaba ansioso por ver a Frank otra vez, aunque no podía negar que sentía algo de celos al ver lo bien que se llevaba con Anthony Green, el vocalista de su nueva banda. A veces pensaba que entre ellos había algo más, pero luego buscaba la forma de borrar eso de su mente, recordando lo mucho que Frank le insistió para aceptar una primera cita con él, eso ya hacía 10 años atrás. Una década y ni siquiera estaban comprometidos.
La mañana del 24 de diciembre, Gerard se despertó ansioso para preparar la cena navideña, pues ante la llegada de Frank, había propuesto su casa para organizar la celebración. “Mañana por fin te veré, mi amor”, fue lo que le dijo Frank a través de la videollamada la noche anterior.
Había comprado todo para preparar una cena estupenda. Comenzó a preparar todo mientras tarareaba una canción de Smashing Pumpkins y su gato, Lotion, le rondaba alrededor de sus piernas. Oyó el timbre, había llegado la ayuda, una alegre Kristin con sus dos pequeñas ingresaron al apartamento para ayudar a Gee con la cena. Mikey llegaría más tarde, al igual que Ray y su familia.
Juntos prepararon un delicioso pavo, así como ensalada de manzana, espaguetis y pastel de chocolate para el postre. Hicieron algo de ponche y ya todo estaba listo para la cena de esa noche. Kristin había llevado una maleta para arreglarse junto con las pequeñas en la casa de Gee, el castaño les ofreció la habitación de huéspedes, mientras que él fue a su cuarto para darse una ducha y arreglarse lo mejor posible para esa noche. Había escogido una camisa amarilla a cuadros y un pantalón negro, además de que arregló su castaño cabello.
En todo ese tiempo Gerard no había tenido tiempo de revisar su teléfono. Al tomarlo vio que tenía un mensaje de Frank, el cual rápidamente abrió para encontrarse con la sorpresa de que aún no tomaba el vuelo, una tormenta de nieve había impedido que éste saliera. “Haré todo lo posible por llegar, amor”, decía al final el mensaje.
Una mueca de tristeza se dibujó en el rostro de Gee, al parecer no estaría entre los brazos de Frank esa noche. No pudo evitar mirar las redes sociales, aunque las odiaba, era una buena forma de enterarse de todo lo que sucedía.
Se topó con una fotografía en el Instagram de Anthony donde salía bastante sonriente con Frank al lado. “Antes de volver a casa, disfrutando con las personas que más amo”, era lo que se leía en el mensaje que acompañaba esa foto donde además Anthony le daba un regalo a Frank, y no cualquier regalo, eran unos chalecos a juego, uno en color amarillo y otro en azul rey.
¿Cómo pudo tener la misma idea que él con lo de la ropa combinada?, fue lo que pensó, antes de dejar el celular a un lado.
Se sentía decaído, pero no podía darse el tiempo de llorar un poco sobre su almohada, las visitas lo esperaban. Sonó el timbre y un sonriente Mikey recibió con un gran abrazo a su hermano, para posteriormente ir con su linda esposa y besarla en los labios, aunque no pasó desapercibido ese semblante en el rostro de Gee, conocía muy bien a su hermano y sabía que algo no andaba bien.
—¿Todo bien, Gee? —cuestionó.
—No Mikey, Frank… F-Frank no llegará a casa.
—Pero, ¿por qué?, ¿qué pasó?
—Parece que una tormenta de nieve retrasó su vuelo. Tal vez no llegue hoy.
—Hey Gee, no te desanimes, la pasaremos bien. Ya verás que pronto ese enano estará aquí.
Gerard trató de sonreír, pero la realidad era que se sentía bastante decaído, había esperado tanto ese día y ahora, por una tormenta de nieve, se había visto eclipsado.
Pronto llegaron Ray, su esposa y sus pequeños. Tuvieron una amena cena, aunque Gerard no podía parar de revisar su celular cada cinco minutos esperando alguna novedad sobre Frank, pero nada, el último mensaje que le había mandado había sido hace dos horas cuestionando si en el aeropuerto ya les habían confirmado a qué hora saldría el próximo vuelo.
Antes que dieran las 12 de la noche, tanto Mikey como Ray y sus respectivas familias, se retiraron de su casa, no sin antes desearle una Feliz Navidad. “¿Seguro que estarás bien, Gee?”, le preguntó Mikey antes de irse, Gee le aseguró que sí, que incluso se iría a dormir temprano, bromeando con que se levantaría a primera hora para ser el primero en abrir los regalos. La familia de Mikey como la de Ray le habían dejado algunos obsequios para él y para Frank.
Terminó de recoger la mesa. No tenía ganas de lavar trastes, realmente no tenía ganas de nada, sólo quería meterse ya en su cama y llorar en silencio. Fue a su habitación, se cambió de ropa, incluso aventó esa camisa que había comprado especialmente para la ocasión, para que su Frankie lo viera con ella puesta. Se puso una camisa vieja y se quedó en bóxers, para entonces dirigirse al baño, lavarse los dientes, hacer sus necesidades y disponerse a dormir.
Ya bajo las cobijas volvió a revisar su celular, ni una señal de Frank. Decidió ver las redes sociales y para su sorpresa Anthony había posteado una nueva foto donde salía Frank y todos sus compañeros de L.S. Dunes, al parecer en un bar, con un tarro de cerveza en mano. “Al mal tiempo, buena cara”, se leía bajo dicha fotografía.
Lo que lo quebró fue ver que tanto Anthony como Frank llevaban puestos esos chalecos a juego, permitió entonces que las lágrimas comenzaran a fluir de sus ojos. Su Frank la estaba pasando tan bien, a él no lo quebraba esa distancia, el no estar a su lado en Nochebuena. Se encontraba tan contento que ni siquiera tuvo tiempo de mandarle un mensaje deseándole Feliz Navidad. Tal vez cuando volviera Frank lo cambiaría por Anthony, al fin y al cabo no eran nada, sólo novios con una larga relación de 10 años, pero no esposos, no tenía ni siquiera ningún derecho a reclamarle.
Arrojó su celular a algún lugar de su habitación, logrando incluso espantar a Lotion, para después ocultarse bajo sus cobijas y soltarse a llorar. Lloró y lloró hasta que el sueño le ganó.
El despertar fue amargo, pues apenas abrió los ojos y los recuerdos de la noche anterior llegaron a su cabeza. Vio que aún no amanecía del todo, quiso buscar su celular para ver la hora, pero recordó que lo había arrojado contra la pared por la noche. Se levantó para ir hasta éste pero ya ni siquiera encendía, ya se compraría uno nuevo en los siguientes días.
Salió de su habitación para ir a la sala y ver ahí los regalos que se suponía abriría esa mañana junto a su Frank, pero él no estaba a su lado. No pudo evitar que de nueva cuentas las lágrimas comenzaran a brotar por sus mejillas, sintiéndose tan desdichado.
Se acercó hasta uno de los regalos que había comprado para Frank, rasgó el papel para abrirlo y encontrarse con las playeras a juego, esas que decían “Piss & Vinegar”, se levantó para ir por un cuchillo a la cocina y entonces volver al árbol junto a los regalos.
“¡Pero mira qué hermoso regalo Gee!, ¿en serio es para mí?”, dijo imitando la voz de Frank, “claro mi vida, te lo compré con mucho amor”, se respondió a sí mismo, “me encanta mi amor, pero qué crees, Anthony me regaló una ropa a juego mejor que ésta” y en ese momento metió el cuchillo en medio de una de las dos playeras y comenzó a destruirla, luego hizo lo mismo con la otra, lastimándose en una mano al estar haciéndolo y viendo como la sangre comenzaba a chorrear. Con un pedazo de las playeras cubrió su herida y así, hecho un mar de lágrimas fue a meterse al baño.
Justo en ese momento la puerta de la casa de Gee se abrió. Frank había llegado, traía consigo un par de maletas, estaba cubierto por abrigos, un gorro y una bufanda, lo único que deseaba era estrechar a su Gerard entre sus brazos. Lotion fue quien lo recibió al ingresar a la casa. Frank quería darle una sorpresa a Gee, supuso que seguiría dormido, pues eran apenas las 7 de la mañana, por lo que sigiloso caminó rumbo a la habitación, sin embargo en el camino se topó con el regalo destrozado bajo el árbol navideño y algunas gotas de sangre.
Se alarmó, por lo que comenzó a llamar a Gee.
—Gee, mi amor, ¿estás bien? —cuestionó, sin recibir respuesta. Al llegar a la habitación encontró la cama vacía, preocupándose aún más al no saber sobre Gerard—. Mi vida, ¿estás aquí? —Escuchó unos sollozos provenientes del baño, abrió la puerta y se encontró ahí con Gerard, su Gerard, sentado a un costado del lavamanos, sujetándose la mano de la cual chorreaba sangre, deshecho en lágrimas.
—Gee, ¿qué pasó? ¿Estás bien, cariño? —preguntó, agachándose para quedar a un lado de Gerard y poder abrazarlo.
Sólo en ese momento Gerard levantó su vista para mirarlo, sus ojos completamente rojos, su carita llena de lágrimas.
—¡Lárgate! —le gritó a Frank.
—Hey, mi amor, ¿qué sucede? Ven para acá —dijo, atrayéndolo a sus brazos y ejerciendo algo de fuerza ante los intentos de Gerard por rechazarlo.
—Me dejaste solo —mencionó Gee, mientras lloraba en el pecho de Frank.
—Lo sé mi amor y te pido perdón por eso. No había vuelos, no había forma de llegar. No había señal y cuando intenté llamarte me mandaba directo al buzón. Pero ya estoy aquí, cariño.
—Pero estabas con él, divirtiéndote.
—¿Con él?
—Con Anthony. No te hagas el tonto, Frank. Te regaló ese chaleco a juego y estaban muy felices, estabas tan feliz sin mí —dijo Gerard, mirándolo a los ojos.
—Amor, Anthony es sólo un amigo, te amo a ti y no, no estaba feliz sin ti. Lo único que deseaba era tenerte en mis brazos como ahora —mencionó Frank y Gee dio más rienda suelta a su llanto. Frank trató de reconfortarlo en sus brazos, llevó su mano hasta la de Gerard, encontrándose con esa cortada que se había hecho hace unos minutos—. Déjame curarte mi amor y luego vamos a abrir los regalos ¿Sí? —le dijo al oído y Gee sólo asintió, dejándose abrazar por Frank y que éste lo ayudara a ponerse de pie.
Sacó el botiquín para curar a Gerard, puso un poco de agua destilada en una gasita y la pasó sobre la herida con cuidado, luego colocó una venda y finalmente dejó un beso en su mano.
—¿Ya mejor, Gee? —preguntó, Gerard sólo asintió—. Ahora vamos a abrir los regalos.
Se dirigieron a la sala, bajo el árbol, donde yacía el obsequio que Gerard había destrozado.
—Perdón Frankie, yo… —mencionó Gerard, mirando con tristeza y vergüenza todo el desastre que había ocasionado por su arranque de celos.
—No pasa nada Gee, hay más regalos —señaló Frank, alentando a Gee a hincarse junto con él en torno al árbol navideño para abrir el resto de los obsequios.
Aún con lágrimas en los ojos Gerard iba abriendo uno a uno los regalos, sonriéndole a Frank, aunque no podía negar que seguía sintiéndose triste por la fea noche que había pasado y por el arranque de ira de esa mañana que lo llevó a destrozar el regalo que con tanto amor compró para Frank.
Cuando terminaron de abrir el último de los obsequios bajo el árbol, Gee intentó ponerse en pie para ir a preparar el desayuno, pero Frank lo detuvo.
—Aún falta mi regalo —dijo, tendiéndole una pequeña cajita envuelta con papel navideño y un pequeño moño—. Espero que te guste.
El corazón de Gerard se aceleró tan sólo pensando en lo que podía encontrarse dentro de esa pequeña caja. ¿Acaso sería posible que fuera lo que tanto estaba deseando?
Quitó el papel, el moño y se encontró con una pequeña caja negra de terciopelo. Frank la tomó de sus manos y la abrió, hincándose frente a Gee y dejando ver el bonito anillo de oro blanco que se encontraba al interior de ésta.
—Gee, tenemos ya 10 años juntos. 10 años en los que me has hecho el hombre más feliz de este mundo. Tu compañía es lo único que necesito para estar en calma y hoy quiero pedirte que sigas acompañándome, pero no como mi novio, sino como mi esposo. Quiero despertar todos los días de mi vida contigo, quiero que tus bonitos ojos verdes sean lo primero y lo último que vea. Quiero tenerte siempre en mis brazos, quiero que nunca te vayas de mi lado, quiero hacerte feliz como tú me haces a mí. ¿Te casarías conmigo, Gee?
Gerard no pudo evitar que las lágrimas comenzaran a brotar por sus mejillas una vez más, estaba demasiado sensible y esa declaración sin duda había puesto sus emociones a flor de piel. Lo que más deseaba en la vida era eso, ser esposo de Frank, tener una familia con Frank.
Se arrojó a los brazos de Frank, quien gustoso lo recibió.
—Sí quiero, Frankie —respondió sobre su oído.
Frank no podía sentirse más dichoso de que Gee, el amor de su vida, aceptara casarse con él.
Le colocó el anillo a Gee en su dedo anular, para posteriormente darle un beso en los labios, sintiéndose reconfortado y dichoso de al fin poder estar con su Gerard después de tantas semanas de distancia, y feliz de saber que ahora ya nada los separaría.
Gee sin duda estaba feliz, pues a pesar de la amarga Nochebuena que había pasado, ahora estaba recibiendo el mejor de los regalos de Navidad.
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