16. Una cena perfecta

Era 24 de diciembre y en su hogar todo era un caos... bueno, eso sentía, tal vez se debía a que estaba estresado, tenía la cena encima y además sabía que en 3 días comenzaría su celo. Era demasiada presión para su mente difusa. Debió dejar que su madre se encargara de todo como era cada año.

Donna era la reina de las navidades, era su celebración favorita ya que su madre organizaba reuniones perfectas con comida deliciosa y como buen omega su sueño era que su madre se sintiera orgullosa y viera que él era capaz de estar a su nivel y cumplir con sus estándares de perfección.

Y eso lo tenía por demás preocupado, porque claramente él no era su madre, no tenía experiencia organizando esa clase de eventos (cualquier evento en realidad, fue gracias a su madre que su boda fue perfecta) y ¡Joder! ¡Su celo no podía llegar en peor momento!

Pero bueno, ahí estaba, estresado y un poco cachondo, intentando que todo saliera perfecto.

—Amor, necesito que pases a dejar a Lois & Lunch para su baño y te asegures que su estancia en el hotel de perritos sea la mejor, después llevas a la niña con tus padres para que la arreglen y la tengan lista para la fiesta y luego vas al súper por más mantequilla, un frasco de mermelada, una lata de duraznos y una bolsa de dulces. Por último, pasas por los regalos a la tienda y debes estar devuelta antes de las 6:00 para que podamos terminar de arreglar todo... ¿Necesitas que te lo anote? —preguntó un estresado pelinegro sin despegar su mirada de los platillos que estaba preparando.

—No te preocupes Gee, yo me encargo —gritó Frank rumbo a la camioneta, terminando de dejar a todos sus bebés bien seguros para el viaje (sus perritos también los consideraba sus bebés).

—En serio Frankie, necesito que todo salga perfecto —dijo Gerard bajando la llama de la estufa y yendo hacia su esposo con un semblante preocupado —Mamá nos matará si arruinamos la navidad —susurró a Frank cuanto estuvo cerca, no quería que su pequeña Bandit lo escuchara, aunque claro, la pequeña de 1 año y medio poco entendía. Estaba entretenida jugando con su osito de peluche favorito

—Ya cielo, todo saldrá bien —dijo Frank besándolo suavemente en los labios y después su frente intentando transmitirle seguridad a su amado Omega, y a su vez deleitándose de su delicioso aroma—. Lo que te tiene así de nervioso es tu celo... Te preocupas por nada —dijo restándole importancia y molestando al pelinegro un poquito, sus mejillas coloreándose levemente. Detestaba que Frank se tomará las cosas a la ligera.

—Hablo en serio Iero, te juro que si arruinamos la navidad...

—Cielo, exageras, no pasará nada —dijo Frank restándole importancia, pero huyendo de inmediato porque sabía que Gerard odiaba que le dijera exagerado.

"Mi sorpresa lo calmará" pensó con una enorme sonrisa pícara mientras se acomodaba en el auto y emprendía la misión que su pelinegro le había encomendado—. Nos vemos en unas horas —se despidió sonriente, alejándose de la cochera y viendo a su amor despedirse con una expresión preocupada en sus lindas facciones.

—Oh Dios, por favor que todo salga bien —susurró Gerard al ver a su pareja alejarse. Todo tenía que salir bien.

***

Tal vez su Alpha tenía algo de razón —claro que JAMÁS lo admitiría, sería algo que se llevaría a la tumba—. Su celo siempre lo hacía sentirse más irritable, ansioso y preocupado que de costumbre, sin embargo, ahí estaba, todo lo de la cena estaba casi listo, su hogar estaba limpio a excepción de la cocina y solo le faltaba concluir con las decoraciones y arreglarse para recibir a sus padres, su hermano, cuñada y a suegros quienes traerán a su hermosa princesa.

Se apresuró a terminar de limpiar la cocina, así cuando su Frankie llegará se encargaría de terminar con la decoración y podría relajarse.

—Frankie... —susurró a la nada con las mejillas levemente sonrojadas y una hermosa sonrisa en sus labios.

Se conocían desde hacía 10 años, eran esposos desde hacía 5 años y se habían convertido en padres hacía año y medio.

Frank era el mejor Alpha que cualquiera pudiera pedir, siempre tan amoroso y perfecto. El castaño tenía una sonrisa que hacía que sus piernas se volvieran de gelatina y una mirada que solo profesaba amor hacia él. Sus brazos eran su lugar favorito donde podía descansar y sentirse protegido. Frank era el amor de su vida.

En su estado el tan solo pensar en él y su delicioso aroma hacía que una descarga de placer recorriera su espalda... "No... no, enfócate Gee", se reprendió de inmediato sintiendo sus mejillas colorearse de rojo como un par de manzanas.

En ese momento escuchó la puerta abrirse y la inconfundible voz de su esposo.

—¿Gee? Llegué, cielo —escuchó desde la entrada. Vio el reloj rápidamente y sonrió porque apenas eran las 5:45pm, terminarían en tiempo.

—En la cocina —contestó limpiando sus manos con un trapo para ir y encontrarse con su amor. Sin embargo, la voz del castaño lo detuvo de inmediato.

—Espera Gee, ¡te tengo una sorpresa! Espera ahí un momento.

El pelinegro soltó una risita, pero obedeció, escuchando movimiento y lo que parecía ser un cierre y algo cayendo al suelo. La curiosidad lo mataba, pero esperaría para ver que locura se le había ocurrido a su castaño.

Sin embargo, nada lo preparó para lo que vio a continuación.

Frank apareció en el marco de la puerta, recargándose y sonriendo seductor a su amado esposo, dejando que se deleitara con su disfraz. Llevaba un tradicional gorro navideño, en el cuello tenía un moño de regalo verde y llevaba un apretado bóxer rojo con pequeños moños verdes adornando su entrepierna... solo eso.

—Los niños buenos pueden jugar con sus regalos antes —dijo con voz profunda, deleitándose con la reacción de su amado, quien lo veía con deseo. Se acercó a su pelinegro hasta acorralarlo contra la barra de la cocina y tomándolo del mentón susurró sobre sus labios—. Dime Gee, ¿has sido un niño bueno?

—Y-yo —dijo apenas, completamente hipnotizado, deleitándose ante el cuerpo de su amado y con sus hormonas a mil por hora.

—Feliz navidad adelantada amor —dijo acortando la distancia, atrapando al pelinegro entre sus brazos y procediendo de devorar sus labios hasta que ambos jadeaban por el aire—. Puedes jugar con tu regalo —tomó la mano de su esposo llevándola hasta su entrepierna.

—F-Frankie —respondió apenas con la voz entrecortada. Frank se veía tan jodidamente sensual, su mente se nublaba por el deseo al sentir la erección de su esposo crecer en su mano y el calor que irradiaba lo derretía lentamente, fundiendo su cerebro de paso.

El castaño no perdió el tiempo y atacó el cuello de su esposo, besaba y lamía la tersa piel, deleitándose con los leves gemidos del pelinegro cuando comenzó a morder y marcarlo. Sus manos no se perdían nada del juego, viajaban por la espalda y cintura ajena, apretando todo a su paso, bajando sensualmente hasta acomodarse en el perfecto trasero de su omega

—Te amo tanto mi Gee —dijo volviendo a subir a sus labios, robando el aliento del nombrado al sentir como el castaño metía sus manos en su pantalón para acariciar su trasero, rozando levemente su entrada—. Mi hermoso y perfecto Omega

Gerard se dejó llevar por las caricias de su amado, sus manos enredándose en el suave cabello castaño, enredando sus dedos entre las hebras mientras correspondía los apasionados besos. Frank aprovechó para subirlo sobre la barra de la cocina y acomodarse entre sus piernas.

Sin embargo, el movimiento hizo que uno de los refractarios de vidrio cayera y se rompiera en mil pedazos, despertando al pelinegro del poderoso hechizo que su Alpha y sus hormonas habían ejercido sobre él.

—E-espera... Frankie espera —susurró separándose con mucho pesar, con la respiración agitada y algo atontado—. Espera —dijo fuerte finalmente, logrando que Frank reaccionara. Jamás haría algo que su omega no quisiera

—¿Qué pasa mi amor? —preguntó preocupado—. ¿No quieres? —susurró con la voz ronca por el deseo que sentía, pero buscando la verdad en aquellos hermosos ojos verdes.

—La cena Frankie... Aún no terminamos y... —el nombrado lo cortó de inmediato con un apasionado beso. Lo tomó de los muslos y acomodó sus piernas en su cintura para cargarlo hasta la sala donde lo dejó caer con cuidado en el amplio sofá—. La cena... —dijo con un hilo de voz, volviendo a perderse en la nube de placer cuando Frank atacó nuevamente su cuello

—Faltan como 3 horas... confía en mí —susurró retirando delicadamente la camisa del pelinegro para atacar con besos la tersa piel.

—B—bueno —susurró Gerard completamente sonrojado, dejándose hacer por el amor de su vida.

***

* "Estas hablando a la casa de la familia Iero—Way, deja tu mensaje y en cuanto podamos devolveremos la llamada" *

*bip*

Donna colgó y se mordió el labio, no era una buena señal que su bebé no le hubiera contestado. Estaba por volver a marcar esperando que no fuera la contestadora quien la atendiera cuando la voz de su esposo la detuvo.

—Te preocupas demasiado cariño, Gee es muy responsable y debe tener todo listo

—Debe estarse arreglando —dijo Mikey desde el asiento trasero—. Omegas, sabes cuándo se tardan en eso —dijo sin pensar, ganándose un codazo de su amada y embarazada esposa.

—¿Eso qué significa Way? —dijo volviendo a golpear a su esposo.

—No cariño, no me entendiste bien —dijo de inmediato intentando corregir su error y no morir—. Me refiero a que Gee, que es un omega, se tarda demasiado en arreglarse... no porque sea un omega, porque lo es, pero es más bien porque es Gee y...

—Ya mejor cállate —dijo cruzándose de brazos e ignorando el resto del camino al castaño.

Donna solo sonrió a su esposo e ignoró el resto de la discusión. Estaba preocupada por su bebé, era la primera navidad que organizaba y sabía lo estresante que podía llegar a ser. Su Gee era tan lindo y amoroso e inocente que no dudaba que estuviera hecho un manojo de nervios.

Por supuesto confiaba en Frank para contenerlo, pero aun así sus instintos de madre le decían que era mejor llegar casualmente y ayudar lo más que pudiera para que su niño no se estresara de más. Además, se moría por ver a su pequeña nieta.

En menos de media hora estaban frente al hogar de los Iero-Way, la casa lucía hermosa. Sin dudas Gee había heredado su buen gusto por la decoración. Donna sonrió satisfecha, sintiéndose más tranquila.

Se estacionaron frente a la entrada y cuando estaban por bajar otro auto llegó y se estacionó detrás de ellos, curiosos bajaron, esperando ver quiénes eran.

Grande fue su sorpresa cuando Frank Sr y Linda Iero bajaron con la pequeña Bandit en sus brazos. Donna se acercó de inmediato, saludando y tomando a su nieta entre sus brazos

—Linda, Frank, es un placer verlos... ¿Los muchachos les pidieron llegar antes? —preguntó Donna tratando de sonar casual

—Hola Donna, no, Gee y Frankie nos pidieron arreglar a Bandit, pero la pequeña se impaciento mucho así que decidimos traerla antes... de seguro extraña a sus papis.

—Qué raro... Gee no nos dijo nada

—De seguro estaban ocupados y se les pasó —dijo Linda tratando de aligerar el ambiente, le agradaba mucho Donna, pero era un poco muy nerviosa para con su bebé. Sin importar que dicho bebé ya estuviera casado y tuviera su propio bebé.

—¡Pues no nos quedemos en el frío y vayamos con los muchachos! —dijo Donald de inmediato, sintiendo la preocupación de su esposa.

La gran familia se ponía al día mientras llegaban a la entrada y en cuanto llegaron, Donna llamó a la puerta sin embargo no recibió respuesta. Ignorando la conversación de su familia intentó asomarse por las ventanas para ver si los chicos estaban bien o que hacían para no haber atendido la puerta.

Eran las 6:30 pm, "Deben estarse alistando" pensó Donna de inmediato, volvieron a llamar a la puerta. Sin embargo, al otro lado se escuchó un grito ahogado que reconoció como la voz de su hijo. Con el corazón en la mano por la preocupación intentó forzar la puerta para poder entrar... sin embargo ésta cedió de inmediato, abriéndose intempestivamente por la fuerza que había usado.

***

—M-más más, Frankie —dijo Gerard ahogándose de placer. Una de sus manos se aferraba al descansa brazo del sillón y la otra a la espalda del castaño mientras que éste embestía con fuerza contra su cuerpo. Las manos tatuadas tenían bien sujetas sus caderas mientras la boca ajena devoraba su pecho y parte de su cuello—. F-Frank... —gimió bajito sintiéndose desfallecer de placer.

—Ya casi... ¡ah! —susurró Frank a su oído. Sabía que el castaño estaba cerca, sentía su nudo crecer y crecer y crecer...

—¡Fra... AHHH!! —grito sin poder contenerse, corriéndose sin necesidad de ser tocado.

—¡GEE! —grito Frank lleno de placer, derramándose en el interior de su esposo.

Ambos se encontraban en una nube de placer que parecía ser infinita... por supuesto no lo era.

—¡¿Gerard?! —entró la madre del nombrado dando un portazo, haciendo que ambos dieran un brinco del susto.

Gerard se intentó levantar de inmediato, olvidando que estaba unido a Frank por lo que se lo llevó consigo, ambos rodando y cayendo al suelo sin ninguna gracia.

Todos los presentes se sonrojaron, Mikey y su esposa fueron los primeros en huir de la escena completamente sonrojados. Este primero murmurando improperios contra su cuñado por traumarlo con su trasero desnudo.

Los padres de Frank los siguieron de inmediato con la pequeña Bandit en los brazos de Linda. Por suerte la niña era aún muy pequeña y seguramente jamás recordaría lo que sus inocentes ojos acaban de presenciar.

Donna seguía parada en el umbral del hogar, su cara había pasado de ser completamente blanca a ser más roja que un tomate y su boca abierta formaba una "o" perfecta; su esposo la tomó de la mano para sacarla del lugar a rastras mientras trataba de voltear a otro lado y fingir que no había visto a su hijo desnudo con Iero encima.

—No vimos nada —dijo Donald antes de cerrar con otro portazo y huir de ahí cuanto antes.

Parecieron horas las que se quedaron en el suelo en su hogar sin saber qué había pasado con exactitud.

Gerard estaba por soltarse a llorar de la vergüenza cuando la realización de todo lo que había pasado lo golpeó, sin embargo, una sonora carcajada junto con el peso de su esposo sobre él hizo que sus emociones se aglomeraron en su pecho.

Con ojos llorosos golpeó a Iero en el pecho un par de veces, intentando quitárselo de encima, pero la risa de Frank resonaba por todo su hogar por lo que pronto su enojo se convirtió en una pequeña sonrisa y luego en una risita tímida hasta que se rindió y dejó salir una carcajada abrazando a Frank con sus brazos y piernas.

Rieron y rieron hasta que sus estómagos dolían y de sus ojos caían leves lágrimas.

Finalmente, Frank se tranquilizó, limpió las lágrimas de su amado y besó castamente sus labios.

—Será una cena interesante —dijo el castaño con una sonrisa en los labios y girando hasta quedar con su pelinegro sobre su pecho. Beso su cabeza con ternura, abrazándolo con fuerza

—Será perfecta —dijo Gerard acomodándose en el pecho de su esposo. Sin dudas amaba la navidad.

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