Merienda
—Es como jugar con la comida.
Expresó Sonic al ver a Miles colgarse del cuello de Scourge mientras el erizo ojiazul intentaba alcanzar un vaso de agua.
—Y podría ser entendido por los dos lados —continuó Zonic cuando su hermano mayor subió al zorro a la encimera y le abrió las piernas antes de que Amy entrara a la cocina gritando que lo dejara jugar con ella.
El cielo se nubló levemente en corto tiempo, Miles jamás se había tomado la paciencia de contemplar la manera en la que el sol era cubierto por translúcidas nubes que moderaban la manera en la que impactaba en el humor de las personas. Miró a su lado para asegurarse de que Scourge estaba bien después de que Miles volvió a hacer un mal movimiento y debieron tomarse cinco minutos de receso.
Había pasado un tiempo en silencio, las palabras no salían de su boca con la misma fluidez con la que lo hicieron durante toda su vida. Por primera vez, no era fácil recomendar que desechara a las personas que lo lastimaron, porque no sabía el actual significado que tenían para Scourge; Miles los habría asesinado a todos, sin embargo, el erizo solo optó por una. Había pensado que le traería tranquilidad, pero la única forma de conseguirla era olvidando que lo vivió.
—Te quiero —dijo el zorro para no sentirse inútil, creyó que tartamudearía o que sería dicho en su imaginación ya que no oyó el instante en el que lo hizo. No supo qué lo inspiró a hacerlo ahora que quizá su presencia era lo único que Scourge necesitaba de él, no su intento de pedir perdón por traer un recuerdo doloroso al presente.
Como lo pensó, no sucedió. El ojiazul le acarició los pinceles de su mejilla y lo invitó a pretender que había muros que los ocultaban del paseo libertino del soplo de viento corriendo entre los dos.
Miles lo disfrutó más al ser empujado contra el tronco de un arce luego de que jugara a esconderse detrás, fingió que no le gustaba su naturaleza y se sentía amenazado por la fuerza superior de su pareja a la cual lo atraía cada segundo jalándolo del saco para rozar sus labios sin besarlo. Scourge murmuró en un lenguaje lascivo en el oído del menor lo que le haría cuando le diera la vuelta para tocar sus colas. Prower no lo hizo esperar.
Miles agradeció que, en el instante en el que Scourge lo llevó a su hogar, ninguna persona gritara lo que era. En su población, a nadie le molestaría tener a la comida andante porque era imposible que acaba con la vida de alguien, estaban demasiado integrados en sus propias vidas como para recordar que la razón de la división era una terrible hambruna con la que pelearon por muchos años. Sus palabras en la conmemoración de anoche eran exclusivas del momento: cada año tras salir del castillo, olvidaban por qué en primer lugar acudían a él.
Existía el rumor sordo de que nunca terminó.
—Espera, vine con alguien —notó al fin.
—Alicia también sabe pelear a muerte, si nadie ha intentado asesinarlo aún, debe estar bien —rio—. Y si ya murió, ¿qué tanto pierde el mundo? —Miles suspiró deleitado al escucharlo porque se sentía hipnotizado por la compatibilidad que presentaba con él.
Las casas a su alrededor se asemejaban a las que ocupaban espacios entre los altos pinos de su lado del boque mixto, tenían pozos en los cuales las criaturas "inofensivas" conversaban antes de que ser invitados a dejar de holgazanear. Sin embargo, Miles notó que respetaban un poco más la naturaleza, ya que en su hogar podía haber senderos que no atentaran contra ningún tipo de vegetación, empero los principales caminos requirieron talar lo necesario.
—¿Qué pasa si me atacan? —Quiso saber el zorro cuando Scourge lo dejó descender con cuidado—. ¿Muerden?
—No deberían estar si es que sus horarios de clases y entrenamientos aburridos siguen, aunque... ayer dos de mis hermanos descubrieron lo que se siente penetrar a alguien por primera vez —comentó—. Estoy seguro de que uno de ellos lloró cuando lo logró.
Miles cerró los ojos como si al momento en el que la puerta se abriera, debiera enfrentarse al pánico de toda una familia. En su mente aún se conservaba la forma en la que intentaron sobrellevar las guerras en las que luchaban por no ser devorados.
Es decir, al llegar a ese lado del bosque se había topado con muchas presas mientras estuvo con su media naranja, pero al aire libre donde podría usar sus colas para volar y huir de flechas, no en una vivienda decente: un zorro no podía llegar de repente y presentarse como un nuevo miembro entre los erizos. No cuando el estado de alarma se reiniciaba.
—¡Scourge! —Miles se escondió detrás del ojiazul cuando oyó que alguien del otro lado tomó la manija antes de él. La puerta se abrió con un suave crujido, el silencio inundó el interior y exterior del reconfortante hogar en el que había solo un integrante saltando en los sillones.
Ante la falta de órdenes de atacar y la breve risa del mayor, el zorro se inclinó hacia la derecha sin soltar el saco negro de su pareja y vio a una eriza rosa observándolo con los ojos completamente abiertos, absorta en la especie nueva frente a ella.
—¿Muerde? —reiteró Miles al sentir que Scourge colocaba una mano en su espalda baja para invitarlo a pasar—. ¿Está vacunada?
—Guau. —Rose siguió con la vista a las colas del ambarino moverse de lado a lado por la angustia de ser sorprendido. Había posibilidades de que fuese un plan en conjunto fingir que a nadie le importaba la presencia de un zorro, y luego lo atraparían para usarlo de ingrediente en una sopa.
—Fuera, fuera. —El vulpino siguió apegándose a Scourge mientras agitaba una mano hacia Rose con el objetivo de espantarla, quien sonrió al reconocerlo como el zorro al que vio cuando Scourge la fue a buscar al rio.
Con ese precedente, ya no era un desconocido. Amy se acercó emocionada para abrazarlo teniendo de meta las felpudas amarillas del mayor, Miles se asustó por la rapidez con la que la actuó y se subió a los hombros de Scourge para que la menor no llegara a él.
—¡Scourge! ¡¿Qué está haciendo?! —gritó señalando hacia abajo, donde Amy trataba de escalar usando el saco de su hermano. Scourge se apoyó en el marco de la puerta para no perder el equilibrio ya que el ojiazul se sacudía con pánico y Rose saltaba de un lado a otro para alcanzar con la punta de sus dedos las colas de Miles.
No sirvió para mitigar el estado de ansiedad y miedo en Miles, quien al ingresar se subió a la mesa de la sala y siguió esquivando a la eriza rosa. Scourge lo ayudó a bajar porque quería intentar tolerarla, pero le advirtió al más alto que si veía que la menor lo quería morder, a menos que le muestren su registro de vacunación, saldría de ahí.
—Hagamos algo diferente —sostuvo Miles conteniendo el impulso de gritar al sentir que Amy lo abrazaba y corría a su alrededor—. Cuando Rosemary y Amadeus se conocieron, nos contaron que fue porque estaban mutilando a alguien. No sé cocinar, pero tampoco he desayunado, y no me refiero a... —Miles hizo un ademán al evocar aquello que Scourge seguía sin dejarle hacer con la boca—. ¿Tienen carne?
Miles bajó la mirada para observar a Amy. Habría sido perturbador si cualquiera de los integrantes del grupo familiar lo hubiera visto, pero Scourge estaba demasiado prendado de él para notarlo, era una fascinación profunda.
—¿Rosemary y Amadeus son las personas que deberán soportar que te haga gritar en tu cama? —preguntó el erizo al cargar a Rose para dejarla fuera de la cocina, la ojiverde lo vio enojado y regresó con rapidez a tomar las piernas del ambarino—. Recuerdo que mencionaste a Amadeus antes.
—Es mi padre... ¿Quieres ir a mi casa para cenar? Es el único momento del día en el que están todos, en el almuerzo siempre falta alguien.
—Ah, y supe que desaparecieron dos personas ayer —contó el mayor—. No probé nada de ese banquete, espero que mis hermanos tampoco.
—Una pareja debe haberse ido a coger detrás de un arbusto y ya están pensando que fue algún zorro —replicó el menor al guiñarle un ojo. La mano de Scourge se deslizó de donde se apoyaba en la encimera, y cayó sin amortiguación.
Amy estaba siendo la espectadora de la escena entre los dos, había tomado asiento sobre la refrigeradora y era el ojo de todo el cuarto en tanto que Miles aprendía lo que era una esponja para lavar y el erizo intentaba saber si podría tener un momento de privacidad sin que la menor se lo contara a nadie.
—¿Me das un cuchillo? —pidió con extraña amabilidad, Scourge se lo entregó y retrocedió un paso por inercia, aunque era de mantequilla y Miles lo empleó para lo que fue hecho, aunque lo bajó para mirarlo fijamente—. ¿Me tienes miedo?
—Siempre me preguntas eso, y siempre te responderé que no.
Entonces, el vulpino agarró por el mango un cuchillo de filetear de la rejilla de secado hasta que quedó a un par de centímetros del rostro del ojiazul, quien no se movió pero empujó su brazo para asaltar la decencia que se negaba a admitir que perdió de la mejor manera con él. Miles carcajeó cuando fue sentado al borde del fregadero, pero no lo hizo luego de que el erizo aceituno lo empujara un poco y se abriera la cañería, la cual empapó sus colas.
Intrigante, era dulce de su parte, aunque hiperbólico. Definitivamente dio en el clavo.
—¡Scourge! ¡¿Qué hace Amy allá arriba?! —gritó Zonic al ver a su hermana tocando el techo de la cocina; sin embargo, dio pasos atrás al ver las colas amarillas que abrazaban al mayor de los hijos de Aleena. Scourge giró hacia él sin soltar a Miles, quien notó al cobalto y levantó una mano para saludarlo. No hubo una respuesta—. ¿Por qué está aquí?
—¿Llegó Aleena? —Sonic corrió hacia la puerta y luego a la habitación abierta donde la tensión era notable—. Hola... Ah, miren la hora, tengo que salir de aquí. Adiós.
—No te irás. —Zonic agarró una púa de su hermano gemelo para que no escapara de lo que podía ocurrir—. Solo queremos a Amy.
—Los dos se introdujeron en un zorro anoche, pero ahora quieren fingir que nunca pasó —expuso Scourge, Miles asintió entendiéndolo.
—No debería estar aquí —continuó el erizo firme sin despedir su enojo—. ¿Por qué lo trajiste? Sabes lo que esos zorros hicieron...
—Sí, sí, estoy seguro de que también lo pensaste mientras hacías que uno de ellos te la chupara —interrumpió el mayor. Miles sintió que no era bienvenido por ningún sitio, dio un par de pasos atrás para esconderse parcialmente detrás del ojiazul otra vez y se apoyó en su espalda mientras esperaba algún visto bueno. Lo mejor, si debiera soportar tener cuñados de ese tipo, sería llevarse bien.
—Pero los que vimos ayer, eran lindos.
El cuchillo que arrojó contra Sonic no dio en el blanco así que corrió hacia él para atacarlo, aunque Scourge lo cargó sobre su hombro para impedírselo. El vulpino pataleó con la esperanza de que lo soltara, solo sirvió para afirmar su agarre que lejos de disgustarle le hizo imaginar que sería una buena forma de llevarlo a su habitación.
—Sé lo que estás pensando —observó Scourge sin dejarlo bajar. Olvidaron que había otras tres personas en la habitación y regresaron a, como lo vio Zonic, comerse la cara. No era tan malo, Sonic fingía que no lo conocía para que el otro cobalto no perdiera la cabeza gritándole que debía ser tan responsable como él, que le pidió permiso a Zails hasta para venirse en su interior.
Era como jugar con la comida.
—Ni siquiera lo ha presentado —mencionó Sonic para que no fuese incómodo.
—Miles Prower —contestó el vulpino sin dejar de aferrarse a Scourge, con quien dialogaba futuros atentados hacia aquellos desafortunados que estuvieran cerca porque le haría recordar el momento en el que se dio el ocaso de su inocencia.
—Scourge, ¿podemos hablar contigo? —Quiso saber Zonic al mirar hacia la ventana para no conocer lo que pasaba frente a ellos. El erizo verde levantó una mano para pedir un segundo que demoró tres minutos en los que Miles no dejó a abrazarlo—. Hay reglas en esta casa, no quieres que...
—Ya volví, quería traer las cosas que olvidé para cuando... ¡Scourge!
La pareja oyó el grito de una mujer mayor y tomaron distancia en un santiamén, el azabache bajó de la encimera pero se recostó contra ella. Aleena cruzó los brazos incrédula de lo que estaba sucediendo en su cocina, el agravio.
—¿Qué falta de respeto es esta? —vociferó acercándose con pasos determinados y la mirada segura hacia el ojiazul que bajó sus colas por temor y agachó las orejas evocando que era sí como Rosemary se aproximaba a él antes de jalonearlo hasta el sótano de la casa y encerrarlo hasta que Zails se diera cuenta de que no estaba, y lo sacara de ahí—. ¡No me dijiste su nombre! El mío es Aleena, soy madre de Scourge.
Miles se apartó un poco porque no era fanático de los saludos respetuosos, pero fue tomado de su chaqueta por la mayor quien velozmente le abrió la boca y se inclinó para examinar minuciosamente los colmillos en él. Aleena empujó a Miles hacia atrás para saber qué tan fuerte era, y le dio la vuelta para revisar con atención sus dos colas.
—Es un Prower —concluyó al tomarlo de los hombros para que inspeccionara la mirada que le dedicaría, y vio miedo—. Hijo de Rosemary Prower, ¿verdad? Seguro ustedes pensaban que aquí no vivía nadie, pero todos sabemos cada movimiento que ustedes hacen.
—Ah... —Miles se sacudió al ser soltado y tomó la mano de Scourge para no ser víctima de otro análisis de esa categoría.
—No importa, no puedes lastimarnos mientras estés solo aquí —continuó Aleena para sorpresa de Miles—. Puedes quedarte, compré algunas cosas porque sabía que Scourge te traería aquí. Puede no decirme todo lo que hace, pero conozco cuando hará algo predecible. ¿Quieres almorzar?
—Sí...
—No. —Scourge tomó la mano de Miles para salir de la cocina, sus hermanos fueron con él porque quería hablar con su hermano sobre el peligro en el que los estaba poniendo, Amy bajó de los brazos del cobalto más entretenido y se acercó a emboscar las colas del zorro. Scourge se alejó un instante de Miles al darse cuenta de que Zonic creía que si lo miraba mal, se pondría a llorar—. ¿Qué quieres? —expresó de forma tajante con las manos en los bolsillos.
—No puedes estar con esa cosa —señaló Zonic al vulpino que elevaba sus esbeltas colas para que Amy, quien tomaba impulso para saltar, no las tocara—. ¡Es un peligro!
Scourge vio cómo Miles intentaba subir a un banco del tamaño de un zapato y sonrió.
—Lo dudo mucho.
—¿Crees? ¿Cómo podrías dormir sin el miedo de que despiertes en una mesa? —cuestionó el cobalto. Sonic los veía en silencio analizando si la regañada también aplicaba para él—. En un puesto de carne.
—¿Comiste algo de lo que había en la mesa de anoche? Oí que desaparecieron dos conejos, espero que no te hayas comido a nadie... además del zorro a quien te follaste.
—Es como tú, ¿verdad? —preguntó Zonic, Scourge asintió emocionado para fastidiarlo y lo consiguió con facilidad—. ¿Quién estaría con alguien como tú?
—¡Yo! —Scourge siguió molestando a su hermano menor tomando un compartimiento más infantil, el ojiverde que no se había entrometido hasta ahora se dio la vuelta para reírse sin que Zonic lo viera.
—Con todos los hábitos que tienes, de mujeriego, de violento, de...
—Bueno en la cama —añadió el erizo verde, Sonic empujó su hombro a modo de juego y siguieron mofándose del cobalto estoico.
—¡No! Estoy hablando de temas serios. Scourge, ¿confiarías en alguien que fuera como tú?
Oyó un pequeño quejido, el ojiazul viró para contemplar el instante en el que el sol iluminaba el interior de la casa y, con ella, destacaba el pelaje de su zorro que seguía haciendo acrobacias en la silla que Amy usaba a sus dos años. La menor reía por cada gesto de terror del dueño de las bonitas que captaron su atención. Scourge regresó a la realidad para enfrentar a Zonic y le golpeó la frente.
—Claro que sí.
—¡Basta! —Miles bajó de la silla mientras los tres hermanos continuaban perdiendo el tiempo del otro lado—. ¡No puedes tocarme! ¡No me gusta! ¡Tu hermano puede hacerlo porque es el amor de mi vida, pero tú no! ¡Detente!
Su reprimenda contundente detuvo el comportamiento de la pequeña Rose, la cual oyó con temblor la desaprobación, sus gestos antes alegres se tornaron tensos e infló sus mejillas para retener el llanto. Miles se encorvó con curiosidad para saber qué estaba haciendo, y comprendió lo que ella no quería hacer; no fue compasión, fue para que no le cayera mal a nadie al hacer sollozar a la menor de la familia, que Miles exhaló con animadversión y se orientó hacia la pared.
—Está bien —susurró para que se calmara—. Es que son delicadas, pero puedes tocarlas, trata de ser...
Miles estuvo a punto de girar para meterle un golpe cuando dos manos que no se parecían en nada a los de una niña de tan corta edad empezaron a masajear sus colas animadamente. El zorro regresó a su posición original luego de que el erizo besara la punta blanca de su favorita.
—¡Scourge! —Miles abrazó a las dos pobres adoloridas, Amy estaba a un costado con los brazos cruzados esperando a que su hermano mayor se quitara del camino para que sea su turno—. ¡Se lo dije a tu hermana!
Subieron a su habitación para mayor privacidad, Scourge tuvo que jalar a Amy para que soltara una cola de Miles porque era su preferida de las dos que tenía. Se quedaron en la entrada del dormitorio discutiendo, el menor quería ponerse entre los dos pero Rose tenía un poco del carácter de sus hermanos.
—¡Es mío!
—¡No! ¡Es mío! —Scourge la cargó para apartarla del vulpino, quien observaba con una sonrisa disimulada cómo alguien tan mayor seguía un debate con alguien que no pasaba de los cinco años—. ¡Sonic tiene otro zorro! Pregúntale dónde lo escondió. —La ojiverde se contentó al escuchar la noticia y corrió hacia la escalera para interrogar a sus hermanos.
Cerró la puerta y la aseguró, aunque en el pasado Amy había hecho agujeros por toda la casa luego de que Sonic le enseñara a hacer un "spin dash" con el objetivo de que sirviera de bolo y ganara una partida de boliche en la que Scourge apostó la casa pero no jugó.
—¿Este eres tú?
Había una fotografía que el erizo recordaba haber quemado al fingir que todas sus tareas y un par de imágenes como esa cayeran en la chimenea que no tenían; no era un niño en ella, Sonic y Zonic ya estaban construyendo su personalidad y Amy estaba en el suelo porque Scourge creyó que una recién nacida ya podía estar de pie. Se la quitó de las manos y la arrugó para arrojarla por la ventana.
—No —respondió después de ver el envoltorio caer.
—¿Entiendes que no eres intimidante todo el tiempo?
Scourge giró hacia él sin entender a qué se refería. Hace mucho ya no se acercaba a nadie con la intensión de atormentarlo, solía hacerlo con Alicia hasta que se volvió aburrido y hasta que él mismo empezó a cambiar su actitud desenfrenada, las personas no corrían de él porque creían que era quien debía hacer el trabajo de su padre en un futuro, pero sí le guardaban cierto respeto.
—Lo soy.
—No —reafirmó. Scourge se alejó de la ventana para caminar hacia él con determinación, Miles retrocedió sonriente hasta que chocó con la cama que le pertenecía al erizo verde, sus ojos se iluminaron con anticipación cuando se dejó caer en el lecho a esperar, con el corazón latiendo más rápido y el calor aumentando, que el ojiazul se cerniera sobre él. Miles lo miró en cuanto pudo acariciar sus cicatrices nuevamente, firme en su palabra—. No lo eres para mí, aunque para los demás fueras, pienso que eres bastante atractivo y cuando se te conoce, adorable, atrevido.
Aleena tocó la puerta para asegurarse de que su hijo mayor siguiera con vida. No confiaba en Miles, no lo quería en su casa y tampoco esperaba que Scourge estuviera de acuerdo con lo que creyera mejor para su familia, mas ningún Prower volvería a cruzar por el marco de su puerta. No estuvieron batallando contra la hambruna y las criaturas como él para que un día pudieran darse la mano, y los rumores apuntaban a que el alimento escaseaba antes de tiempo.
Era cuestión de la llegada del invierno.
Lo miró por el rabillo del ojo al verlo descender a mezclarse con su familia, bajó de inmediato para tener un momento a solas con él, porque en la primavera de la juventud se cometían aberraciones que deberían evitarse antes de que se agote el tiempo.
Miles la siguió hasta una habitación empolvada, su mano soltó con suavidad la de Scourge y admiró las decoraciones del hogar, como los agujeros cubiertos con madera, provocados por los erizos cuando eran más pequeños. El menor temió que se haya involucrado demasiado, se sentía en confianza con Scourge, pero no con el resto de su familia y no había Zails que lo salvara de los apuros.
—Eres un terrible engendro —siseó la mayor cuando Miles ingresó—. Tu bisabuelo fue a quien se le ocurrió la maravillosa idea de devorar a sus vecinos, en lugar de resolver sus problemas donde pudieran mantenerse alejados de nosotros —emitió con vehemencia, el vulpino permaneció inmóvil.
—No me importa —declaró viéndola con desdén—. No fui yo, por qué...
—¿Qué pensaste? ¿Que te dejaría meterte en mi familia y tendrías listo tu banquete para el invierno? —sostuvo al fijar una vista airada que no hizo sucumbir al vulpino—. Tú no sabes lo que es vivir así, Prower, enamoraste al hijo más fácil de embelesar por eso y no te saldrá nada bien.
—A mí no me importa si no le gusta verme aquí, porque aquí es donde me verá todo el tiempo mientras tenga una relación con él y planeo que siga siendo así —espetó acercándose a ella con la mirada en alto—. Yo no vine a pedirle a usted ningún favor, no tengo que rendir cuentas por nadie. Si no le gusta lo que soy, sirva de espectadora, porque he sabido que es lo que mejor sabe hacer.
—No me conoces, Prower, ni tú ni tu familia —enunció irritada al pasar por su costado y tomar su brazo con fuerza—. Haría lo que sea.
—Pero nunca algo por ninguno de sus hijos. —Miles le sonrió al ver su gesto de disgusto y peinó su flequillo negro antes de retirarse del cuartucho para regresar al lado de su pareja. Por supuesto que le generó desconfianza, no era su territorio, no era su gente, pero era mejor hacerle frente a dejarle saber que le temía, por más insignificante que fuese el grado.
—¿Qué te dijo? —Scourge lo quería sentir en su regazo, pero Sonic señaló a Amy y le permitió tener su propia silla para que no viera nada inapropiado—. No te abrazó, ¿no? Porque es raro verla en ese plan.
—No lo hizo —respondió para mantenerse en calma. La mesa estaba servida de manera peculiar, ya que cada integrante tenía un plato vacío para que pudieran regular por sí mismos las porciones que se servirían, había vasos y tazas, cubiertos, pero nada de su lado hasta que cayó un platillo de vegetales. Aleena tomó asiento a la cabeza con afán de presuntuosa amabilidad, sonrió hacia Miles luego de mirar a sus hijos.
—Espero que te guste —expresó complacida por la incomodidad del vulpino.
—Sí, ah... —Se exigió mentalmente que agradeciera por ello, pero le resultó imposible—. No hay carne.
Los presentes miraron hacia Scourge, él sabía que uno debía pensar que no fue un comentario tan sutil sabiendo que ellos eran la carne a la que sus antecesores recurrieron durante la falta de recursos, pero ya no eran sus épocas. Lo siguieron observando con minuciosidad tras presenciar el instante en el que Miles suspiró resignado y levantó una espinaca con una mueca de asco.
Ellos debían pensar que era porque esperaba el brazo de alguien, la verdad era que a Miles lo único verde que le gusta en toda su vida era Scourge. El ojiazul mayor sintió la vista de todos y miró al azar.
—¿Quieren que él me la chupe? Ven para que tengas un poco de esto, bebé —bromeó hacia el vulpino, quien rio al sentirlo acariciar su muslo trazando círculos con un dedo. Aleena lo vio enojada un segundo en el que optó por ocultar su emoción y provocar otra reacción.
—Hay algo...
Miles la vio cruzar por su lado cuando ella se dirigió a la cocina, miró a sus espaldas por precaución ya que fácil sería ensartar un cuchillo en su espalda y sería el fin de la diversidad en su hogar. Estaba sumiéndose en sueños imposibles hasta que despertó cuando un pedazo de carne crudo cayó frente a él.
—Quizá te guste más —curvó los labios en una sonrisa y procedió a tomar una copa. Scourge se enojó, pero Miles se apresuró al tomar la muñeca de su madre y la empujó contra ella.
—Si quiere decirme algo, hágalo. No es una niñita, deje de hacer estupideces —dijo bruscamente. Aleena se acarició la muñeca atónita por lo que hizo el menor, Miles sabía que estaba fingiendo y era tan buena que pudo sentir que Scourge le pellizcó.
—¡Ves a qué me refiero! —Zonic se puso de pie para atender a su madre, Sonic siguió en su silla mirando entre ella y Miles, confundido—. ¡No puede estar aquí!
—¿Por qué? ¿Tú me lo vas a impedir? —Miles se levantó para confrontarlo, Zonic lo miró con odio antes de regresar a consolar a Aleena, la cual continuó dando muestras de aturdimiento y acariciaba su brazo con cuidado—. ¿Así te metiste con uno de los nuestros? Claramente eres doble cara.
—Un tal Zails —agregó Sonic ante el silencio de una pronta discusión, Aleena arqueó una ceja sin comprender a qué venía eso. Las colas de Miles se encresparon de indignación, horrible.
—¡Zails es mi hermano! ¡¿Por qué desconfías tanto de mí, entonces? —cuestionó al golpear la mesa. Scourge abandonó su silla y lo hizo retroceder—. ¡Él sabe escoger bien! ¡No puedo creer que tú...!
—Fue una noche, a mí no me causó tanta impresión.
No debieron colocarlo sobre la mesa, pero Miles subió en ella luego de tomar el cuchillo sin filo que había cerca de Sonic que seguía quieto y trató de alcanzar al otro ojiverde. Scourge lo cargó sobre su hombro por segunda vez ante el caos que se formuló debido a que Aleena encaró a Zonic por lo que todos dieron a entender y Sonic gritó de repente que no fue el único, lo cual lo empeoró la situación. Amy bajó de su silla para seguir a la pareja luego de que el ojiazul decidiera salir de su casa.
—¡Suéltame! —pidió el ambarino buscando qué podía agarrar—. ¡Scourge, bájame!
El erizo obedeció sus exigencias una vez que se alejó lo suficiente de su vivienda y no correrían el riesgo de ser oídos por vecinos entrometidos en las vidas de los demás. Miles luchó por permanecer de pie antes de percatarse de que ya no estaban en el interior, en la sala, dio media vuelta enfadado hacia el ojiazul que presentía que no hizo algo bien.
—¡No lo hiciste! Prometiste que me defenderías —espetó—. ¡No vi nada de eso! ¡Era yo contra tu familia!
—¿Qué querías que hiciera?
—¡¿En serio?! ¡Parece que las bonitas cosas que me dijiste lo hiciste solo para que me entregara a ti! —acometió—. ¿Te divirtió estar dentro de un zorro, Scourge?
—¡No lo hice por eso! ¡Te defendí ahora!
—¡No! ¡Te quedaste sentado y no reaccionaste hasta que intenté hacer algo!
—¡Querías matar a mi hermano! —indicó hacia detrás de los dos con un tono de voz más alto—. ¡Lastimaste a Aleena! Yo no, pero Zonic enloquecerá. Pensé que estaría bien si le agradabas, pero no cooperaste con eso.
—¡No lo quería matar! ¡Pero por supuesto que lo pensarías porque en el fondo me tienes miedo! —exclamó.
—¡No! —Scourge golpeó un tronco cercano y se inclinó hacia él—. ¿Por qué insistes con esa mierda? ¡Ya hablamos sobre esto!
—¡Me haces sentir como un monstruo! —gritó dando un paso al frente para compensar su baja estatura—. ¡Solo soy un zorro, no devoraré a nadie!
—¡Aunque lo quisieras! ¡Puedo lidiar contigo como puedo lidiar con cualquiera!
—¡No! ¡Porque si supieras lidiar con cualquiera, no tomarías medidas extremas!
—Dilo.
—¡Yo nunca mataría a mi...!
Miles se cubrió la boca antes de que terminara de articular su oración.
Era un error, tenía razón, lo quería matar porque no dejaba que nadie se burlara de él por más minúscula que sea la intención, quería oponerse a Aleena y le terminó dando lo que quería. Scourge no le iba a dejar dañarlos porque todavía podía fingir que era indiferente pero no heriría a nadie entre ellos. Las personas vienen y van, Scourge se lo dio a entender, alguien promiscuo difícilmente cambiaba de parecer por una persona "especial", y Miles no podía ignorar siglos de genética.
Primera cita y ya estaban terminando, lo tacharía de la lista que hizo en broma hace tres años cuando se dio cuenta de que nunca tendría la relación que quería. Miles pensó que había cruzado el río en el momento exacto en el que el destino quería que se opusiera a toda una historia de rivalidad, pero tal vez la intención era que se diera cuenta de que nunca podría convivir entre ellos.
Había esperado a alguien como él por mucho tiempo, lástima que no sean del mismo lado.
La puerta de la casa se cerró, posiblemente porque sus hermanos los escucharon y se retiraron antes de que Miles volviera a intentar lastimarlos. No tenía la culpa de no nacer como ellos, pero era responsable de lo que hiciera con su naturaleza.
Debía alejarse o adaptarse, no pudo ser.
—Tengo que buscar a Patch —murmuró. Ridículo, había vivido las emociones más intensas en los tres días que lo tuvo en su mente. Amadeus sabía lo que hacía, ahora Miles tenía por confirmado que el zorro mayor conocía a dónde iría, y lo dejó para que se diera cuenta por sí mismo que, en lo clandestino, siempre se conspiraba para fallar—. Nunca fue mi lado, no debí hacerte perder el tiempo.
Miles se impulsó cuando sus colas estuvieron listas para alejarlo del lugar. Qué vergüenza, estaba dispuesto a ir lejos, era claro que no hacía las cosas bien, nada le salía como quería y tuvo a muchas personas advirtiéndole que era el único que lo ignoraba. Al menos se terminó antes de que muriera alguien, habría sido cobarde no intentarlo, pero ello habría sido mejor que armar un melodrama.
—Nos vamos —espetó cuando encontró al coyote a punto de encender un cigarrillo a las afueras de una cantina.
—¿Por qué? Me agrada Alicia, resulta que los dos conocimos a la misma morsa esa con la que congenié, ¿recuerdas a Walrus?, si te juntas con...
—No funcionó, ¿bien? No quiero hablar de eso, lo que quiero es salir de este mundo basura.
Acorn se sorprendió cuando notó a Miles, extraño, Scourge le había dicho que era perfecto y que prefería dejar la seguridad de su lado del bosque pese a lo que abandonara en él que dejar que alguien tan ideal se le escapara. Así que, para nada fue extraño cuando Prower tomó el brazo de Patch para jalarlo y regresar a su hogar, y una ráfaga verde se llevó al zorro de su vista.
Miles forcejeó sabiendo que sería Scourge quien lo estaba raptando, como lo llamaría ahora que estaba al borde de abandonar sus principios de sublevación para convertirse a la obediencia ciega a la que se dedicaba Tails. El erizo lo dejó caer prácticamente al suelo cuando estuvo bastante alejado de un lugar en el que las copas de los árboles estuvieran aisladas, ahora estaban todas mezcladas y Miles se percató de que no había manera de volar entre toda esa maraña.
—¡No funcionó! ¿No estás molesto? —Miles bufó aparentemente fastidiado, rodeó al mayor para que pudiera regresar por donde llegó; no obstante, sus colas se atascaron en un lío de ramas bajas en el instante en el que saltó sobre un arbusto trenzado. Scourge permaneció viendo cómo Miles tiraba de ellas para desenredarlas, pero se detuvo cuando empezó a doler. Tails tenía razón, debería usar sus treinta y ocho cremas para que pudiera manejarlas más suaves.
—No estoy molesto, me sorprendiste.
—Que esté atorado aquí no significaba que esté obligado a escucharte —espetó el más bajo jalando para que lograra liberarse—. Te iba a sacar en cara lo que te costó contarme y actúas como si no hubiera pasado.
—Me reí, pero no lo viste porque te fuiste.
Miles se apoyó en la roca a su lado para descansar, sus colas seguían inmovilizadas. Scourge se acercó a él para ayudarlo, aunque el vulpino intentó girar para que no lo hiciera, cedió al final con un notorio rubor.
—Esta era mi favorita —comentó el ojiazul al sacarla del lío.
—¡No! ¡Quiero irme! —exclamó apenado—. No quiero regresar aquí.
—¿Pensaste que no iba a seguirte?
—¡Sí! ¡Sé que en el fondo sigues siendo igual! —La cola que ya no estaba aprisionada aterrizó con fuerza en la mejilla del erizo. Miles se dio cuenta y tembló.
—¡Miles!
—¡Yo no soy un erizo, nada habría funcionado de todas formas! —mencionó al mirar brevemente su vientre—. ¡¿Ya terminaste?!
—También te podría dejar aquí si yo quiero.
—¡Scourge!
—¡¿Qué?!
—¡Acepta que no funcionó! ¡Ni siquiera hubiera empezado si tú no te hubieras acercado al río!
—¡No habría iniciado si tú no hubieras cruzado!
—¡No me culpes porque fuiste tú quien se acercó a mí!
—¡Tú ya tenías un cuarto listo!
—¡Para mí! ¡No para ti porque no imaginé que te aparecerías!
—¿Te quieres casar conmigo?
—¡Sí!
Cuando era pequeño y acudió a una boda por primera vez, Miles había sido escogido para ser el pajecito que arrojara los pétalos flores tras el paso de la novia. Salió mal porque el vulpino había aprendido a caminar un día antes y se cayó sobre el velo blanco que hizo el trabajo que sus piernas no. Miles había vivido soñando el día en el que él fuera quien vistiera un terno blanco, quería que fuera una proposición maravillosa, de ensueño, quería ver las caras de sus hermanos muriendo de envidia y a sus padres felicitarlo porque por fin se iría de su casa.
El menor vio entre los troncos de arces y altos abetos al sol brillar con sus últimas luces del día, el poco cielo se tornó efímeramente de dorado alternado con la paleta de colores cálidos que los alumbrarían hasta la siguiente estación. Si había nubes, estas se apartaron del enorme astro que se despedía convirtiendo en un lienzo aquello a lo que sus rayos toquen. Miles giró hacia Scourge, esa había sido la propuesta que nunca pudo imaginar, pero que superaba a cualquier que hubiera planificado.
Miles lo abrazó con fuerza al darse cuenta de que había empezado a sollozar, se había enamorado: estaba perdido.
—Soy un zorro —murmuró al tomar con fuerza el saco negro de Scourge, el ojiazul acarició una de sus orejas hasta que lo apartó un poco dándole la oportunidad de verlo.
—¿Alguien ha muerto por eso?
—Mucha gente —exhaló sintiéndose culpable de algo que nunca cometió, pero sonrío cuando Scourge lo hizo—. Yo podría...
—Yo podría —corrigió. Miles apoyó sus manos en los hombros del mayor y lo besó tiernamente.
—¿Qué debo hacer contigo? —preguntó el ambarino con diversión en el instante en el que Scourge trató de acariciar la cola que peor la pasó atrapada en el arbusto.
—Dime lo que quieres hacer.
El párroco local los vio ingresar y retrocedió con temor dada la manera en la que Miles estaba tan entusiasmado que sin querer tiró un adorno estacional que los habitantes de la población colmaron de flores. Amy había esperado en la entrada por mucho tiempo y corrió hacia ellos cuando los vio, esta vez el ambarino permitió que se aproximara a él y ella empezó a cepillar sus colas al verlas hechas un desastre. Lo veía como si fuera un muñequito, Rose perdió muchos al llevarlos a su centro estudiantil, pero Scourge no perdería a Miles.
—No han llevado la preparación —intentó objetar el pastor—. Hay unas sesiones, deberíamos discutir sobre la confesión, la documentación, tanto por alistar y tú... —Señaló a Miles quien seguía preocupado respecto a si notó la especie a la cual pertenecía—. No eres como él. ¿Entiendes lo que significa? —preguntó hacia Scourge, el erizo no sabía si era el tono de voz tan compasivo o la mirada llena de calma que les brindaba, parecía que intentaba darle la oportunidad de confirmar aquello por lo que acudió hacia el santo lugar al que nunca fue sino para dañar las paredes.
—Sí.
—Conocí a tu padre —inició, Miles acarició la mano de Scourge para que se enfocara en el presente—. He oído del tuyo —dijo hacia el vulpino—. Ninguno de ellos aprobaría lo que están haciendo, su pasado está manchado de sangre, ustedes nunca debieron relacionarse.
Miles asintió, de nuevo, no era culpa suya ser un zorro, pero no lo expresó para que Scourge no se exaltara al verlo molesto también.
—Quizá termine con las rivalidades que se tienen, y que no vuelva a acontecer la manera en la que muchos de nosotros padecimos, no tienen que ser enemigos —continuó el párroco al separarse de la pareja—. Si están decididos, que se haga enseguida.
Miles observó como Scourge vaciaba su saco del cual se vio lapiceros, condones, un lirio aplastado y finalmente lo que consiguió en el instante mediato luego de la caída de Miles sobre él durante su primer inusual encuentro. Amy tomó asiento en la primera fila como la única invitada del pronto evento y sonrió al ver los anillos.
Sonaron las campanas.
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La Luna deslumbró desde su posición en el firmamento, las estrellas iluminaron su pelaje tras la escena en la que Miles guardó la promesa de una futura luna de miel en la que lo único que podría decir por horas sería su nombre.
—¡Lo hice! ¡Lo hice! —vitoreó el menor mientras Patch intentaba recordar si tomaban el camino correcto—. Lo había imaginado, que me diga que quiere pasar toda su vida conmigo, tener una boda afectuosa con el novio perfecto, y que me penetre —confesó abrazándose a sí mismo.
—Debe ser la costumbre, pero sabía que no llevarías tu imaginación en otra dirección —murmuró tomando una nota mental en la que cual no debería volver a aceptar bebidas de extraños.
—Pero es un secreto —susurró al darse cuenta de que no podía celebrar en voz alta su gran hazaña—. Solo Alicia, Boomer y tú lo saben... Y la hermana menor de Scourge. ¿Cómo llamaron a Boomer? No lo veía hace tiempo, creo que seremos un círculo perfecto entre los cinco, donde mataré al primero que hable —espetó.
—No diré nada —expresó con las manos en alto.
Las luces de su casa estaban encendidas todas, lo cual indicaba que no era muy tarde y que tranquilamente su madre aparecería en un segundo cuando él entrara por la puerta principal e iniciaría un interrogatorio interminable.
—Bien... —Miles abrió la puerta con los ojos cerrados listo para ser bombardeado de preguntas, en su lugar, Zails lo jaló de una oreja molesto y al menor apenas si le dio tiempo de cerrar antes de que se metieran intrusos—. ¡Ey! ¿Qué pasó? —Quiso saber adolorido.
Ambos llegaron hasta la mesa en la que el zorro pequeño estaba sintiéndose culpable jugando a entrelazar sus colas.
—Tails tiene un amigo erizo —expresó Zails enojado—. ¿Tienes idea del problema en el que puedes estarte metiendo? Han encendido una alerta por hambruna, no puedes hacerte amigo de la comida.
Miles era la persona menos indicada para dar consejos, se dio la vuelta disimuladamente antes de que el primogénito lo agarrara de la chaqueta para que se sentara.
—¿Y el problema? Por favor, no negarás que anoche la pasaste muy bien. —Miles sonrió triunfante, Tails vio al azabache sin comprender por la falta de pistas, pero Zails se ruborizó de manera notoria y se enderezó confundido—. Se llama Zonic.
—No quiero saber su nombre, aquí estoy hablando de Tails —intervino—. Tiene un amigo que lo intenta secuestrar cada año.
—No me intenta secuestrar —discrepó—. Quería ir a su casa y...
—¿Qué? Créeme, no quieres visitar ese lugar, tienes suerte de que yo...
Zails arqueó una ceja hacia Miles cuando este detuvo su perorata y regresó a su silla como una persona refinada. El hijo mayor de los Prower se inclinó sobre la mesa para presionarlo, el benjamín percibió una pizca de comprensión que quedó marcada cuando continuó.
—¡Tails! —gritó el azabache—. ¿Por qué siento que cuando quiero hacer algo prohibido, tú ya estás a diez pasos por delante de mí?
—No sé cómo pudiste hacer eso, lo esperaba de Miles, pero no de ti —habló Zails sintiendo que ninguno había sido honesto, o que los tres habían tenido algo más que solo "conversar y bailar" durante la irónica conmemoración del fin de la hambruna, ya que se oía la voz de que habría otra.
—Sí, Tails, lo esperaba de mí, pero no de ti.
Zails ayudó al menor de los tres para que saliera de su sitio en el que había estado quieto desde el desayuno por miedo a represalias, Miles aceptó su abrazo también aunque el bulto en su dedo anular indicaba que estaba más alejado de lo que pasaba con sus vidas, más serio, más excitante.
—La comida escasea durante el invierno, Zails, e inicia desde otoño, estás histérico —supuso el ambarino de ojos gélidos.
—La comida empezó a escasear desde el verano. —El más alto vio hacia los lados y se agachó para quedar a la altura de ambos—. En otoño se están usando reservas, desde un comienzo, no se supone que ocurra hasta mediados de invierno. La gente no lo sabe, lo leí en una carta que le llegó a Amadeus al mediodía, el norte ya no tiene de qué abastecerse. No se lo digan a nadie, no hasta que se descarte o se confirme, deberían saber a qué se enfrentarán de nuevo.
—La hambruna de hace años fue diferente, Zails, se supone que si lo arreglaron antes, debieron evitar que suceda ahora —increpó el vulpino azabache con molestia al ver que Tails se cubría la boca por imaginar que pudieran repetirse los hechos que leían como cuentos para dormir.
Amadeus y Rosemary llegaron a casa y sus tres vástagos se distanciaron para retomar sus labores en el hogar, sin decir una palabra, el padre los llamó para que observaran su sonrisa, indicador de que nada malo estaba pasando.
Con el viento entre los pinos que todo lo vivieron y los hogares de infantes que se acostaban para descansar, dos zafiros en su lugar descansaron, dos estrellas que nunca se tocaron.
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Buenas noches, espero que se encuentren bien y hayan tenido un buen día. Cuarto capítulo de Festín.
Encontré el problema y un jajan't. Les cuento.
Tengo una obra que se llamaba "Festín", y luego está esta obra que tenía otro nombre. Bien, al final decidí intercambiar sus nombres. La cuestión es que yo tengo una libreta donde anotó las obras que debo publicar y cuántos capítulos me podrían tomar, yo escribí "Festín: 3" refiriéndome a esa otra obra que ni siquiera publico, y luego revisé bien y hay otro "Festín: +5", porque me olvidé cambiar el nombre del primero. Esta obra siempre estaba rondando en cinco capítulos.
Equisdé.
Muchas gracias por leer, espero que les haya gustado.
Cuídense, hasta pronto.
- KatheDoll.
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