Inevitable
Miles Prower es un zorro que vive apartado de cierto círculo de especies a su alrededor. Scourge es un erizo a quien el asunto de las especies le da lo mismo.
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
—¡Miles! ¡No dejes tu consolador en la cocina!
El azabache deseó haber abandonado su almohada para corregir y explicar que, de hecho, era un vibrador, pero Zails ya se había retirado y sus pasos enojados se podían escuchar por todo el pasillo, tanto que seguro la voz curiosa que oyó cerca de él indicaba que Tails había despertado, y el bufido de indignación detrás de la puerta le decía que el ruido alertó también a sus padres.
Era otoño.
Para los Prower y aquellos que ocupaban de manera armoniosa el precioso lado del bosque que les correspondía a su lado, era una buena estación del año. Las hojas de los árboles caducifolios empezaban a caer, el sol no era molesto y el frío empezaba a manifestarse por las noches o en casuales momentos del día en el que ocupaban su tiempo realizando actividades rutinarias, nuevas o preocupándose por mantener viejas costumbres.
Los senderos se cubrían de naranja, la naturaleza les brindaba tranquilidad y las personas tenían un mejor ánimo por la impresionante paz que vivían, el clima era fresco y los aromas a cocinas en trabajo y humedad cerca al río eran melancólicos. La calidez de rayos de sol filtrados entre las ramas y copas de los árboles eran todo lo que necesitaban.
Todos, pero no Miles.
El cuarto de los vulpinos, hijos del matrimonio Prower al que las personas con voz respetaban sin chistar, se encontraba recién iluminado debido a que el grupo de vegetación frente a su ventana impedía el paso del sol.
Tres camas para tres zorros, aunque la tercera de ellas siempre se hallaba vacía desde que el mayor vástago, Zails Prower, alcanzó la mayoría de edad y consideraba que no era necesario aturdir a sus hermanos con sus investigaciones y trabajos como siempre había hecho. Sus padres le concedieron la habitación que Miles siempre cuidó para que, cuando tuviese la edad, fuera suya.
Cuando tuvo su segunda opción de dormitorio, sus padres le advirtieron que aquella le pertenecería a Tails, Miles permanecería en el cuarto donde desde siempre descansaron.
—¿Qué es esto? —preguntó Tails al sentir que debajo de su almohada había algo molesto.
—Ah, sí, lo estuve usando anoche, tiene pocos centímetros, pero no lo subestimes. —La mirada confundida del otro le indició que hacía falta más explicación—. Abres tus piernas y te la puedes meter hasta el hígado para que te lleve al cielo.
Miles vio el rostro horrorizado de Tails y rompió en una carcajada.
Tails Prower era el menor de los tres, era mellizo de Miles y era el favorito predilecto tanto para sus padres como para todos sus semejantes a quienes les bastaba verlo un segundo para suspirar por su delicadeza natural. Sin embargo, cuando hubo infiltrados del otro lado del bosque, permaneció en casa por alrededor de siete meses hasta que esos extraños fueron expulsados, ya que uno de esos atrevidos intentó acercarse a él y la población entera saltó a defenderlo como si protegieran su maravilla del mundo.
Miles Prower era mayor que Tails, pero menor que Zails, y era el hijo al que tuvieron que amarrar a un árbol para evitar que escapara un día en el que su familia decidió ir de vacaciones a una pradera por tan solo una semana en la que se olvidaron desamarrarlo para que pudiera entrar a la casa.
Su familia se había enfocado tanto en esforzarse por insistir al resto que eran perfectos, que se olvidaron de que la apariencia no lo era todo para la felicidad: de la puerta hacia afuera eran ángeles, pero de la puerta hacia adentro había alguien que debía pagar por los errores de los demás.
Primero fue Zails, ya que era el mayor y Rosemary Prower, madre de los tres, consideraba que él también debía encargarse del hogar. Cuando la cólera cedió, sus padres dirigieron todas sus frustraciones hacia Tails, a quien Miles cometió el error —como él lo llamaba— de proteger, ya que luego tanto su madre como su padre optaron por apuntar toda su ira hacia el azabache.
—Miles, ¿puedes mover tu cola más allá?
—¿Quieres irte a tu maldita cama, zorra? No es mi culpa que anoche haya habido truenos.
Pero lo quería mucho, a veces, solo que no lo dejaba notar. Cuando Miles tenía aún su mechón de color rubio como el de Tails, al haber cumplido cuatro años, jugaban a intercambiar de nombres, se vestían como el otro y les hacían creer a la población rumores erróneos. Un día olvidaron quién era quién, y desde ahí cada uno lo repetía antes de comenzar con las bromas.
Se terminó cuando Miles se dio cuenta de que había heredado el mechón negro de un pariente al que Rosemary Prower aborrecía con todo su ser. Miles pensó que eso también pudo ser un punto en contra para su existencia.
—¿Quieres cubrirte los ojos? Me voy a masturbar.
—¡Miles!
Miles tenía su cama junto a la ventana del cuarto, era una ventana pequeña, pero permitía que ingrese la luz necesaria y suficiente. Tails tenía su litera al lado de la de él, y cuando había tormentas siempre estaba vacía.
Como anoche.
Miles resopló porque tener a Tails a su costado era fastidioso y agobiante, en especial si el menor no guardaba silencio porque hablar era una forma que encontró para distraerse de los desastres naturales. Si hablara de orgasmos estaría bien, pero hablaba de inventos y ese tipo de mierdas a las que Miles estaba aburrido.
O del otro lado de su bosque, aquel del que si alguno preguntaba, se armaba el caos entre el gentío.
El azabache se hartó por fin y tiró a su hermano de la cama con un fuerte empujón en su espalda.
—¡Ay! También podías pedirlo con amabilidad —murmuró Tails adolorido con una mano en su espalda baja.
—Sí, pero ¿por qué fastidiar mi hermosa voz si puedo solo patearte?
—Porque la última vez que lo hiciste, habías hecho un agujero en el suelo y caí en el primer piso —espetó el menor tomando su frazada cálida por la luz del amanecer y recostándose en su cama con cuidado—. Mucho mejor.
—Mucho mejor mi vibrador en máxima potencia —susurró el ambarino mayor echándose bocabajo—. O cuando agarré el peine que ya no usas.
—Sí lo usaba, hasta que lo encontré debajo de tu almohada y luego, en el baño —recordó el menor con recelo al evocar esos momentos—. Y en el acto.
—Ja, ja, sí, pasamos cosas juntos... Eso que Zails aún no se entera de lo que hice con uno de sus matraces, y él mismo tiene allá una máquina que vibra, estoy seguro de que sube ahí y se mete de...
—Miles, no —dijo Tails para no oír más antes de dormir cuando ya debían levantarse, lo cual les fue recordado cuando Rosemary entró al cuarto y jaló tanto la oreja de Miles como la de Tails para que bajaran a la primera planta e iniciaran con sus trabajos. Amadeus los vio quejarse para ser liberados, pero para él se veían bien, ya eran grandes así que no podían solo golpearlos con una escoba, en especial desde que Zails prácticamente se reveló y les advirtió que no lo intentaran con él de nuevo.
Como si algo en esa casa cambiara la percepción de sus padres.
—¿Qué tal si te dibujo a ti?
—¿Qué tal si te arrojo al río y me dejas en paz?
Tails sonrió al estar acostumbrado al carácter de su hermano mayor y tomó un pincel.
En ocasiones, como ahora, los tres hermanos debían hacer tareas para que, al recorrer los pasajes entre arbustos y árboles de gran tamaño, las personas que admiraban a los Prower se complacieran y murmuraran halagos hacia Amadeus y Rosemary por sus tres jovencitos bien educados.
—Hijo de puta.
—Miles, somos hermanos.
—Lo sé, por eso lo dije.
Zails suspiró para no discutir con él, Miles decía cosas así para incomodarlos, nada más.
Como se decía, ellos tenían tareas por realizar, como llenar pozos con agua para que los demás pensaran que estaban preocupados por el pueblo y la vitalidad en el bosque, barrer las hojas caídas, ayudar a sus vecinos e inculcar enseñanzas en los pequeños.
Miles fue retirado de esa última tarea luego de que le enseñara a un grupo de niños sobre el coito y les dejara de tarea prender fuegos artificiales cuando vieran a sus padres en el arduo trabajo de hacerles hermanitos.
Sin embargo, ahora ninguno de los tres estaba haciendo ningún mandado, se estaban tomando el día libre a sabiendas de que algún curioso los podría descubrir y enviar el mensaje a Rosemary, quien los castigaría por su desobediencia.
Por ello, para evitar miradas indiscretas, se fueron a la frontera de su hogar.
—Tails, eso se ve muy bien —dijo Zails al erguirse para mirar la pintura que hacía su hermano menor.
El bosque era uno solo, en flora era mixto por sus árboles y la naturaleza de estos, pero hacía muchos años, quizá siglos, que se había partido en dos por culpa de un río al que Miles quiso bloquear para desabastecer a quienes vivían en el sur y a los dos bandos que vivían frente a frente.
Era una zona despoblada. El lugar en el que vivían los tres estaba repleto de personas afectuosas y corteses que llevaban una sonrisa y la frente en alto, pero si se caminaba un poco más, atravesando las cercas invisibles que separan la urbanidad de lo "desértico", solo tenías árboles y más árboles a la redonda; sin embargo, si se era más intrépido y caminabas por largo tiempo, encontrabas el río.
Amadeus Prower decía que el caudal alto era grandioso porque separaba la urbanidad, ellos, de la bestialidad, lo que sea que viviría del otro lado.
—¿Sabes qué hay del otro lado? —preguntó Miles cuando Zails volvió a dejarse caer en la capa acolchada de hojas caídas, mientras Tails tarareaba recostado en el tronco del árbol bajo el cual los tres se hallaban disfrutando el tiempo libre que se tomaron.
—No, y no me quiero enterar —respondió el rubio más alto.
El trígono encontraba mucho más fácil llegar a esa frontera gracias a sus colas, no hacía falta caminar lentamente hasta la muerte para alcanzar el río. Si bien se habían construido sistemas de canalización y a nadie jamás se le permitía llegar al punto en el que ellos se encontraban, a menos que sean Prower, nunca alguien regresó gritando que sí hay vida del otro lado del cuerpo de agua.
—¿Sabes que solo debo volar sobre esos árboles para saberlo? —cuestionó Miles como un incentivo hacia sí mismo.
—¿Sabes que puedo perseguirte y te atraparé en el aire para que no lo hagas? —Zails se quitó la capa de laboratorio que usaba y la dejó en el suelo para echarse sobre ella, con la vista hacia la copa del arce frondoso.
—Al frente no se ve muy diferente —continuó Miles al notar el mismo paisaje—. También tienen pinos, tienen robles...
Zails lo desaprobó con la mirada, Miles sabía que era inusual pensarlo, pero también sabía que no había sido el único y el menor de todos, quien había empezado a deslizarse en su sitio para cubrir su rostro con su cuaderno de bocetos, era muy conocedor.
—Papá dice que allá vivían... o viven seres muy inferiores a nosotros, y que antes eran nuestra comida. —Tails dejó su libreta a un lado y miró cómo el bosque continuaba su expansión del otro lado del río.
—Cuando hubo hambruna, Tails, Amadeus sabe mucho de eso porque estaba vivo cuando su padre lo padeció y nuestro abuelo lo sufrió —explicó Zails siguiendo la vista de sus consanguíneos—. Siglos antes también hubo ese problema, por lo que fue un milagro que se haya restaurado todo hace unas décadas.
—¿Y qué comíamos de allá?
—¿Qué crees? —Zails no ahondó más cuando Miles no prosiguió con su pregunta, no se veía asustado, solo un poco inquieto.
—¿De verdad? —Quiso saber Tails con los ojos abiertos de la curiosidad.
—Hacía hambre, era vivir o morir. Si nuestros antepasados no hubieran tenido el valor de usar de alimento lo que sea que esté del otro lado, no estaríamos aquí —le dijo Zails tratando de usar palabras no tan explícitas.
—Es decir, que si la hambruna no se hubiera superado, Tails tendría un pene en su plato.
Pero Miles lo arruinó.
—¡Miles! —Zails le arrojó un puñado de hojas que se dispersaron por acción natural del viento.
—Admítanlo, si no me tuvieran de hermano, esto parecería un velorio —presumió el ambarino jugando con el agua del rio empleando la punta de sus dedos. Miles miró hacia al frente donde no había señal alguna de vida y evocó un libro que leyó mientras limpiaba sin ganas la biblioteca de su padre—. Pelearon, por lo que leí en algunos archivos que guarda papá, claro que nadie querría ser alimento sin armar una guerra contra eso.
—¿Y qué vivía del otro lado? —preguntó Tails caminando hacia él para mojar las zonas blancas de sus colas.
—No lo dice, alguien tuvo la amabilidad de escribir "Comida", con mayúsculas, nada más. Yo me imagino que apareció un pedazo de pollo que agarró una lanza y la arrojó contra esos coyotes que ahora siempre usan un parche.
—En realidad, hay un libro que sí lo narra —interrumpió Zails al tomar asiento junto a sus hermanos para contemplar lo mismo.
—¿Pedazo de pollo?
—¡No, Miles! —Zails suspiró y recuperó la compostura—. Sobre lo que vive allá —señaló con una inclinación de cabeza.
—¿Todavía hay vida allá? —preguntó Tails—. ¿Lo leíste?
—Un poco. Era un libro de cocina para cada especie del otro lado, así que supe de ingredientes y variedad de recetas —concluyó el vulpino abandonando su expresión severa por una amable.
—¿Se pueden cocinar los...?
Zails cubrió la boca de Miles para impedir que algo traumático alcanzase los oídos puros del zorro de ojos zafiro que seguía sonriendo, mirando su reflejo en el agua.
—Como sea, nunca pasen el río... Miles.
—¿Qué?
—Pusiste esa cara —espetó Zails enojado.
—Esta es mi cara.
—Pusiste la cara de siempre cuando vas a hacer todo lo contrario a lo que te ordenamos —renegó el más alto.
—No es verdad —rio el azabache.
—Bueno, espero que sea así, porque cuando fuiste al norte a curiosear, tuvieron que salvarte de entrar a la olla de unos lobos, si Patch no hubiera ido contigo, probablemente solo habríamos rescatado tu chaqueta roja. —Zails se puso de pie sin quitar de vista el cielo, el cual empezaba a tornarse gris y era indicador de una tormenta—. Es hora de volver, ven —dijo con suavidad al ayudar a Tails a levantarse para regresar a su casa.
Miles no lo admitiría, pero sí tembló al recordar cuando casi es víctima de su intento de espionaje.
Y no fue su culpa: él le dijo a Patch que sea la carnada, no al revés.
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
Empezó la lluvia. El entorno abrigador y la calidez, que pronto sería reemplazada por otra estación del año más helada, se perdieron cuando la primera gota cayó en las lunas recién limpiadas de la habitación de los tres hermanos.
Al menos esta vez, quien se portaba como un maniquí viviente no había insistido en despertarlos como si fueran soldados en entrenamiento.
Eran camas alineadas y pegadas contra la pared, había dos ventanas sin cortinas que los aterrorizaron durante sus primeros años de vida. La puerta frente a los tres podría abrirse para gritar al que menos dormía, halagar al más entusiasta o engrandecer la figura del de futuro prometedor. El que menos dormía solía ser a quien engrandecían, pero no arrepentía de nada que haya hecho en el pasado.
—¿A quién le tocaba barrer afuera? —preguntó Sonic debajo de su frazada sin intención de abandonarla.
—Tu puta madre.
—Era Scourge —respondió Zonic por el ojiazul—. Somos hermanos.
—Lo sé, por eso lo dije.
Por razones de practicidad y nada emocional, aunque su confianza hubiese sido vulnerada hace tanto tiempo, Scourge prefería bajar por el árbol que golpeaba la pared de la casa en la que vivía en lugar de bajar por las escaleras como todos los erizos en ella. Sonic sacudió las ramas una vez y hubo un accidentado que tuvo que ser llevado al centro médico.
Scourge juraba que él no tuvo nada que ver y que encontró a Sonic en el suelo.
A veces, cuando su madre no lo quería ver y debía quedarse encerrado en su habitación, el mayor de los hermanos subía a la copa del árbol que había visto desde que era infante, cuando sus hermanos menores aún no nacían, y observaba cómo las personas perdían el tiempo.
Los erizos no trepan, pero Sonic no sabía nadar y todos los erizos en la población sí, así que cuando el cobalto le quiso preguntar por su hábito, Scourge lo mandó a la mierda.
Como ahora. Los tres se pudieron de pie para llegar a la sala principal en el primer piso, pero al llegar a la cocina, Aleena vio a Scourge con los ojos enrojecidos y le gritó que se fuera. Amy estaba corriendo entre ellos hasta que notó el ánimo de su madre, dejó de jugar y extendió sus brazos hacia Zonic para que la cargara, sabiendo que la acción que tomaría el erizo azul sería llevarla hacia otra parte de la vivienda.
El cielo estaba gris, la lluvia no cesaba y Scourge estaba en la ventana de su cuarto dudando entre si subir al pino para evitar a su familia o buscar a Alicia para matar el tiempo. Las ardillas eran molestas, pero el erizo la conoció un día en el que ella estaba de soplona dirigiéndose al río que los separaba de un mundo que nunca conocerían, y Scourge se sorprendió al darse cuenta de que nunca se había preguntado que había del otro lado.
Además, Scourge consideraba que él no era el del problema, y quizá Aleena sería más comprensiva si entendiera, todos los hacían, pero ella no.
Tan sumergido pensando en que también pudo dejar que alguien lo asesinara, no se dio cuenta del momento en el que Sonic corrió hacia la otra ventana y se asomó para verlo desde ahí, en lugar de fastidiarlo como hacía hasta que Scourge también se cansó y tuvo que resistir no empujarlo por la ventana.
—¿Qué haces? —preguntó el erizo ojiverde sonriendo hacia el cielo al notar que la lluvia se detuvo y que los bancos de nubes empezaban a desplazarse para dejar parcialmente el cielo azul a la vista—. Oye, ¿quieres ir al río?
—No.
No era por miedo, era por prevención y la perorata de Zonic sobre respetar la integridad de las personas y no tentar al destino. Scourge no respetaba nada de eso y no obedecía a nadie, pero lo hacía para no discutir con su madre otra vez.
—Ay, ¿por qué no? Zonic está cuidando a Amy y Aleena sigue amargándose a sí misma —continuó el cobalto.
—Tenía pensado follar con la chica que te gustó hace un mes, pero lo pensé mejor y tienes malos gustos, la vi pararse en una esquina —dijo al encender un cigarro—. Podré haber dormido con todas aquí, pero definitivamente no contraeré una enfermedad: soy responsable.
Amy debía asistir a una casa donde le daban educación básica. Ya que Sonic perdería el tiempo en un club de deporte, Zonic entrenaría con unos raros que quieren ser guardianes, y Aleena contribuiría a la nada yendo a conversar con señoras de las cuales Scourge sí huyó, le dejaban a cargo de la enorme tarea de ir a recogerla.
—Yo no tengo hermanos.
Alicia estaba sentada en una roca cuando él salió para ver cómo las personas querían fingir que sus vidas podían ser perfectas y continuar con sus actividades deseando que nunca haya una hambruna otra vez, Scourge estaba en una similar posición en una roca más alta, tenía un puro en la boca que mordía por puro gusto, ya que no estaba encendido y empezaba a aburrirse.
—Excepto por Sally, pero Chaos, gracias por hacerme mayor, si no fuera así seguro ya estaría bajo su parloteo constante —agradeció la ardilla con desdén—. "Alicia, haz esto; Alicia, limpia esto; Alicia, compra esto".
Scourge vio que un grupo de personas supuestamente armadas llegaron para informar que todo estaba en orden.
Scourge sabía, gracias a un escrito que su bisabuelo dejó explícitamente para el primer bisnieto que tuviera, que estar de ese lado del extenso bosque no había sido absoluta tranquilidad, pero no lograba comprender por qué, si no querían vivir con el miedo constante de ser devorados, no se iban.
Según lo que leyó, la hambruna fue la bomba que detonó años de rivalidad exacerbada. Se describió como el periodo en el que la coexistencia que tenían con "Ellos" terminó por quebrarse y los abatieron en multitud. Los erizos no eran su fuente principal de alimentos, quizá los conejos, ardillas u otros animales que convivían a su lado, pero cuando hubo hambre, no importó.
Al ojiazul le hubiera gustado saber quiénes eran "Ellos", porque la gran nula descripción que había en las hojas no ayudaba en nada, a lo que él entendía, eran dragones, pero una vez oyó que alguien dijo la palabra "zorro".
Scourge no sabía lo que era un zorro, así que le importó tanto que tomó la advertencia e hizo un avión de papel para incrustar en las púas de Zonic, quien no se dio cuenta hasta que una fila enorme de niños compañeros de Amy empezaron a seguirlo saltando entre risas para tomar el objeto.
Recordaba haber visto que un mocoso hizo tropezar a Zonic: el erizo azul tuvo a treinta y tres infantes peleando sobre él por el dichoso origami.
Después de eso, la única referencia a un zorro que tenía Scourge era una imagen arrugada y antigua que no permitía ver nada más que una cola y orejas, cosas que podría encontrar en cualquier otro animal.
Según lo que escribió su bisabuelo, además, los zorros mismos fueron víctimas de otros animales. Dicha distracción breve sirvió para que los erizos pudieran desplazarse hacia el otro lado del río, a orillas, hasta que coyotes, lobos y semejantes se aliaron con los vulpinos para continuar empujando a sus presas hasta el lugar en el que ahora se asentaban.
Terminó cuando la hambruna lo hizo, claro que su bisabuelo nunca lo supo, sus relatos escritos que quedaron de herencia para él terminaron en que habían logrado atravesar el río. Por otro lado, su abuelo vivió la lucha constante de hacer retroceder a sus depredadores hasta que la escasez de alimentos se superó, donde ahora su padre se encargó de reordenarlos hasta que murió. Para desgracia de las presas, sus cazadores no se fueron lejos, así que, por un lado, Scourge entendía la histeria.
Scourge debía seguir con el legado de dirigir a las personas cuando fuera mayor de edad, las personas respetaban a su familia porque fueron sus predecesores quienes se levantaron para evitar ser llevados a la extinción, pero, honestamente, Scourge creía que Zonic haría un mejor papel en eso.
Aleena se lo gritó una vez cuando llegaron de recibir ese tipo de comentarios en las calles hacia su hijo de púas verdes.
Cada persona en su casa sabía todo el legado que debían cargar, Zonic era más empeñado en respetar el odio a los que vivieran del otro lado, a Sonic le causaba curiosidad saber si eran bestias reales para tener una muerte rápida, y Scourge estaba bien con todo, ya que no moriría virgen.
—Scourge —llamó Alicia al chasquear los dedos frente a él para sacarlo de su trance—. Mi encendedor, iré a ver si abrieron el puesto de bebidas. ¿Notaste que no hay alcohol desde hace una semana? Chaos.
—No bebo.
Alicia lo vio como si no le creyera, pero el erizo mismo tendría sus dudas si se viera en un espejo. Scourge bajó de la roca para ir a buscar a Amy, a quien debía llevar a casa y esperar a que llegara Aleena para que Scourge pudiera irse de nuevo.
Esperaba no recibir una llamada de atención hacia él, ya que una vez Amy oyó cuando Scourge hablaba sobre haber cogido con todas mientras que sus hermanos se cubrían las orejas para no escucharlo, y Amy fue con ese comentario hacia su jardín de niños, donde se paró sobre una mesa y gritó cosas sobre la profesora y la auxiliar.
O cuando Amy abrió un cajón que le pertenecía a Scourge y, al estar en su salón, empezó a repartir preservativos entre sus compañeritos pensando que eran paquetes sorpresa.
Ese día, una profesora quiso que cooperara para que Amy supiera que eso estaba mal, y le colocó un sello rojo debajo de sus gafas del mismo color. Amy Rose de todas formas salió de sus clases riendo y diciendo que él era el mejor hermano que tenía, y ni siquiera vio el sello de una cara triste que tardó días en salir de las púas del mayor.
—¿Amy Rose? —preguntó la docente cuando lo vio llegar—. No está.
—¿Qué? —Scourge iba a sacar un cigarrillo, pero lo dejó caer para evitar que los padres de familia, que debían ser santos, no hablaran a sus espaldas cuando Amy saliera—. Pero si entró, yo la traje...
—No está, salió durante la mañana —continuó la mayor dejando salir a tres infantes directo a sus progenitores—. Dijo que su hermano se sentía mal y quería ir a buscarlo, sus dos hermanos, que estarían en un río, un lago, no la escuché bien.
—¡¿Y la dejaron irse?!
Scourge no aceptó su explicación barata sobre tener muchos niños que no solo se quedaban sentados y callados por todo el día, la misma estupidez para decir que no eran buenos en el único trabajo que debían cumplir. Aleena lo iba a matar.
El ojiazul se quedó quieto un momento tratando de pensar a dónde iría realmente, Amy era pequeña, no tenía la habilidad sónica que los mayores sí. Por favor, apenas si sabía correr.
En casa no estaba, y Amy solo hacía ese recorrido: del hogar al jardín de niños, y viceversa, en ocasiones iba al mercado con su madre pero ella siempre estaba dormida y Sonic debía cargarla.
Scourge regresó a la roca alta en la que se encontraba para tratar de divisarla, pero no lo logró, aunque era inútil dado que ella no llegaba a la cintura de las personas y pasaría desapercibida entre tantas.
Hasta que recordó el detalle del río. Amy no hablaba sobre un tema tan insistentemente a menos que supiera de él.
—Voy a matarlo —expresó pensando en Sonic como objetivo, pero en el fondo sabía que podía indagar entre culpables y siempre se señalaría a él mismo. Amy debió escuchar cuando el cobalto le preguntó sobre ir a ese lugar por la mañana.
Scourge corrió hacia allá esperando que sea parte de su imaginación haber supuesto que ella iría hasta allá si se supone que no sabe dónde se encuentra. No era común ver una crecida de río en esas épocas, pero Scourge la había visto la última vez que fue con Sonic y sabía lo fuerte que podía ser la corriente.
Porque empujó a su hermano al agua, pero lo sacó al final así que el ojiverde lo dejó pasar.
Amy había dado dos pequeños pasos para jugar con el agua tornada tumultuosa, extendió su brazo para no acercarse mucho y tomó asiento al llegar a su meta. Sin embargo, su mirada se perdió al notar a los zorros que se alejaban entre los arces del otro lado. Amy iba a levantarse sin saber si podía tener el instinto de nadar, hasta que Scourge la jaló hacia él y la llevó hasta un arce en el cual apoyarse.
—Oye, ¿por qué estabas aquí? —interrogó preguntándose internamente si alguien se habría dado cuenta de que estuvo en una gran búsqueda hace minutos. Amy agitó una mano hacia donde vio a los seres que nunca imaginó, Scourge siguió su vista y no notó nada—. Mira, hagamos un trato, yo te daré un caramelo, pero tú le dices a Aleena que esto nunca pasó, ¿hecho?
Amy continuó observando hacia el bosque paralelo aún mientras se retiraban.
▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂▂
Llegar a casa fue nuevo con la información de que antes no solo tenían un plato de sopa en la mesa. Es decir, ya lo sabían, pero recordarlo no ayudó al apetito de nadie. Zails estaba sentado al lado de Miles, Tails frente a Miles y sus padres ocupaban los extremos para vigilar mejor a sus hijos.
—¿Qué hay del otro lado? —preguntó el zorro de mechón negro de manera inopinada para la familia en pleno almuerzo, Amadeus golpeó con su puño la mesa; Tails no supo si Miles dio un respingo en su silla por miedo o porque esperaba que su padre sonriera y empezaba a declamar la lista de animales que esperaba.
—Nada que les importe —espetó el mayor. Zails acarició la cola de Miles con una de las suyas para que no insistiera, pero Miles no tenía fama de ser alguien pasivo o sumiso, así que dejó caer su cubierto en su plato para que metal con porcelana hicieron ruido—. ¡Miles!
—Solo hice una pregunta —dijo de inmediato—. No veo por qué es mala, parece que todos fueran felices siendo ignorantes, solo quería saber qué hay del otro lado.
—No hay nada de ese lado —siseó Rosemary cortando un pedazo de carne.
—Sí, dicho de esa forma, es claro que dicen la verdad —se mofó el vulpino de ojos más claros. Tails se escurrió en su asiento al mismo tiempo que sus orejas se aplanaban contra él por temor al inicio de una discusión.
—Miles. —Zails lo llamó en voz baja para que no continuara, el otro zorro rodó los ojos, irritado por sus parientes.
—¡Ya no comemos a otras personas! ¿Qué tan difícil se les hace decir que hay allá?
Amadeus se puso de pie, enfadado. Tails extendió un brazo como si intentara detenerlo pero Rosemary le indicó con la mirada que retrocediera. Zails se levantó para superar la altura de su padre y, de esa forma, que no se acercara más al menor junto a él. Miles agachó sus orejas cuando pensó que lo agarrarían de una de ellas y lo encerrarían en el sótano donde solían encerrar a los tres cuando eran más pequeños.
—¡No volveré a oír más sobre este tema! —espetó su padre acercándose con hostilidad hacia el vulpino azabache, quien asintió de inmediato y se apegó hacia su hermano mayor—. Si lo hago, desearás haberme obedecido, ¿entendiste?
Zails endureció la mirada al ver a su padre, el cual lo percibió y regresó a su asiento, solo retornó a su sonrisa al ver a Tails, a quien le extendió una mano como quien le indica que no tiene por qué tenerle miedo a su padre.
El mayor de los vástagos confiaba en su hermano más inquieto, así que estuvo paciente cuando el ambiente destruyó todo signo de discordia y recobraron la emoción de vivir en una familia sin peculiaridad ni nada especial.
Sin embargo.
Miles quería saber solo para resolver el misterio, la incertidumbre era natural. No puedes apagar el buscar una explicación para algo tan grande con solo un grito.
A lo que él entendió, todo lo que estuviera allá antes era comestible, así que debía ser pequeño, no había una razón para pensar que sería atacado o algo similar. Considerando que pasó tanto tiempo desde la época oscura de la hambruna y la actual población, las nuevas generaciones ya no sabían sobre los terroríficos eventos por los que pasaron sus abuelos o lo veían como un cuento, tal vez por eso también se difundió que ya nada vivía del otro lado.
Miles caminó por el sendero imaginario que dibujó para llegar a la orilla del río. Originalmente, parte de su plan habría sido llevar consigo a Patch, un coyote al que conoció cuando era niño y que había sido el primero en poner en su cabeza que al frente no todo estaba deshabitado; no obstante, si iba a arriesgarse, no quería escuchar a nadie todo su camino diciéndole que era una mala idea.
Fue su idea volar rápido hacia el arce al que solía ir con sus hermanos porque, de otra forma, no conocería el camino de regreso a casa. Ese sería su punto de partido, su punto de llegada.
El menor descendió con cuidado, pero firmeza y puso la frente en alto al ver el río sereno, libre de turbulencias. Lo que tenga que pasar, pasará.
—Que Chaos nos ayude —murmuró, cerró los ojos mientras debatía consigo mismo si valía la pena. ¿Y si era un campo minado? Miles no quería morir virgen.
Qué horrible era esperar, tanto si regresaba a su casa con las colas desanimadas y si le preguntaban dónde estuvo, no podría decir la verdad no por temor a represalias, sino porque pensarían que fue un cobarde y se arrepintió al último minuto, como una novia que no se detuvo un momento a pensar antes de decir "sí".
Del otro lado, Scourge se sentía extraño.
Cuando llegó a casa y fingió que no ocurrió nada, escuchó el momento en el que Amy cumplió su promesa de la manera en la que él no había imaginado, pero que le hizo reconsiderar su estilo de vida.
—Nunca pasó. —Amy corrió hacia su madre y la abrazó—. Scourge nunca me recogió del río.
Zonic y Sonic giraron en su dirección, lo que lo volvió más incómodo. De por sí, era incómodo tener que vivir con la razón de que su padre ya no esté con ellos, a Scourge no le importaba porque él sabía por qué ocurrió lo que pasó con Jules. Solo por eso, las personas fuera de la casa sentían pena o comprendían porque se convirtió en la persona que es.
Así que, Scourge esperó hasta que cumplió diez años de ser torturado por él para ponerle un alto, y dejó sin figura paterna a sus hermanos, dos de ellos se parecían tanto a Jules que el erizo ojiazul creía que era una forma de recordarle que nunca escaparía de la experiencia que le tocó vivir. Scourge amaba simular que no le importaba, solo le habría gustado que Aleena se pusiera de su lado, pero supo reemplazar su atención de otra forma.
—Scourge —llamó la eriza desde la cocina, siempre se detenía ahí a llorar, según lo que Sonic decía.
Una vez en la que el mayor de los cuatro se sintió mal al oírla, le pidió perdón, y Aleena incluso así se molestó con él.
Por ello, probablemente, cuando acudió a lo que pensó que sería un grito o una bofetada por parte de su progenitora, no supo que hacer cuando ella lo abrazó. Aleena nunca lo había hecho, aun cuando las personas le explicaron lo que pasaba con su hijo cuando era pequeño y ella decidió ponerse del lado de su esposo, cuando Scourge se apagaba a sí mismo, cuando se quejaba por desatención y dolor, ella fue indiferente porque sentía que era el motivo de sus problemas.
Scourge sabía en el fondo que no le incomodaba saber que podía tener un cazador del otro lado del río apuntándole todo el tiempo porque había vivido con uno por más de doce años.
Con ese desapego, Scourge sintió el calor de los brazos de Aleena y su primera reacción fue retroceder. Aleena lo vio sorprendida, pensó que era lo que él necesitaba, lo que requería la casa para que no parecieran cinco desconocidos viviendo en la misma.
El erizo lo sabía, y quería verla bien, por eso aceptó el siguiente abrazo aunque no sintiera nada más que confusión en él. Al menos a su madre le tomó diecisiete años mostrar un poco de afecto hacia su primer hijo, Scourge había comenzado a creer que era adoptado o fue producto de algo de lo que él sí se cuida mucho cuando se colocaba un condón.
—Sí, sí, qué pena —resopló al tomar asiento bajo un arce a orillas del río y sacar una cajetilla. Sus púas golpearon el tallo en el que buscó recostarse, el río sosegado era mejor para empujar a alguien en él. Sería increíble ir más allá, si tan solo no tuviera en su mente que en cualquier momento se abriría la tierra para dejar salir a su bisabuelo y así este le pueda jalar una oreja.
—Ojalá me pudiera coger a un zorro —murmuró al buscar un encendedor entre los bolsillos de su saco negro.
Pudo ser el viento, o su peso, pero la rama que el vulpino estaba pisando se quebró y lo llevó a estrellarse con todo lo que había en su camino hacia un pasto seco u hojas caídas que podrían amortiguar su aparatosa caída.
Scourge escuchó el chillido entre agudo y entrecortado por cada golpe que se daba la persona sobre él y, al levantar la mirada para saber qué era, apenas vio un saco amarillo que cayó sobre sí sin dejar de gritar y lo hizo regresar a su sitio en el suelo.
—¡Están lloviendo deseos! —exclamó al notar que no se parecía en nada que haya visto antes, un zorro podía ser así, claro que sí. Scourge miró hacia el cielo con sus gafas puestas para facilitar su visión y sonrió—. ¡Ahora condones!
Miles abrió los ojos y se dio media vuelta para ya no estar bocabajo en donde haya caído, cada parte de su cuerpo dolía y no dejó de dar quejidos por centímetros que movía de él mismo. Se tomó un buen tiempo volver a ver la copa del árbol y notar que en verdad su preciado ser rompió todas las ramas con las que impactó.
Desvió un poco la mirada hacia una figura que no lograba distinguir bien por desconocimiento.
—Por Chaos. —Miles sonrió a medias mordiéndose el labio inferior—. Uf, los ángeles aquí son ardientes, puedes castigarme con todo lo que tengas, he cometido tantos pecados...
Scourge miró a la cosa que parecía estar entre la vida y la muerte en su regazo, y perdió todo su encanto.
—Cambié de opinión, quiero un ataúd —dijo el erizo al cielo. Miles tomó asiento con cuidado masajeándose la cabeza y miró hacia el río, estaba plácido y suave, era bueno. Hasta que se percató de que no era su lado del río porque no lo vería caer de esa forma.
Miles miró hacia Scourge y se levantó al instante.
—¡Tú!
Scourge se levantó los lentes para ver bien si se estaba refiriendo a él o Sonic lo había seguido.
—¿Qué eres?
—No, ¿qué eres tú? —preguntó el ambarino enojado para ocultar pánico, criatura desconocida frente a él y no veía nada comestible, no sabía por qué había recetas de cocina en su cocina si dudaba mucho que pudiera saborear una púa.
—¿Te metiste a este territorio y esperas que sea yo quien te diga qué soy? —cuestionó el erizo aceituno. Podía con él, Scourge había peleado con un coyote en el pasado y pudo haber muerto, pero le hirió un ojo y quedaron en una especie de paz.
—Amadeus Prower... —inició para enfatizar importancia, Scourge no sabía de quién estaba hablando y esperó—, dice que todo lo que está de este lado del bosque fue alimento para nosotros.
—Ah, entonces sí vienes de allá —indicó observando el paisaje de tonos naranja por árboles con hojas caduca, como los arces.
—¡Sí! Si intentas algo, te podría comer —siseó con el ceño fruncido.
—Bien, empieza por chuparme la polla, luego te puedo dar leche para que te llenes un poco más.
Miles mordió su lengua sin abrir la boca y esbozó una pequeña sonrisa que intentó ocultar girando hacia su lado del bosque.
—Eso no fue nada cortés —expresó el ambarino aparentando indignación con sus brazos cruzados—. Fue tan inapropiado y grosero, aquí falta mucho sobre modales. Papá tenía razón, son todos inferiores —concluyó analizando su muñeca bordeada de negro sin ningún detalle adicional, pero en el fondo solo podía pensar que era tremenda bendición.
—¿Quieres cortesía? Te puedo pasear por la cama de todos los hoteles que conozco y darte mucho de mí todos los días —sugirió acomodando su saco con estampados de fuego—. Si quieres cenar grueso, no puedes evitarlo.
Miles apretó una de sus colas con fuerza y la pasó frente a su mejilla para tratar de mantener su gesto sereno y fastidiado.
—No puedo creer que estés insinuando ese tipo de cosas —espetó con un bufido antes de verlo a los ojos para retarlo, o enojarlo—. Aj, y con desconocidos, ¿Así son todos los que antes eran nuestros platillos?
—No, pero sospecho que quieres algo de mí en tu menú principal.
Scourge le guiñó un ojo y Miles suspiró.
Zails y Tails no entendieron nada cuando lo vieron regresar a su casa.
El azabache escondió su rostro en una almohada y gritó de la emoción.
El erizo de púas verdes ingresó a su hogar y se dejó caer de bruces contra el suelo.
---
¡Buenas noches! ¿Cómo están? Espero que se encuentren muy bien. Primer capítulo de Festín.
(Casi me olvido la portada otra vez. -La obra).
Originalmente estaba planeada para ser un capítulo único, pero como avisé, tendrá tres partes, las cuales estoy viendo bien, pero lo más seguro es que solo sean tres. La siguiente parte sale el lunes.
No les diré que sale domingo porque me he dado cuenta que son esos días (incluyendo sábados) en los que no estoy con mi laptop, y no me quiero arriesgar a que Wattpad me la juegue de nuevo.
Espero que les haya gustado. Estoy preparando lo que serán capítulos únicos especiales, como también mencioné (equisdé), dependerá de ustedes cuando les diga las dos temáticas y podrán escoger una por la cual debería empezar.
Muchas gracias por leer, hasta pronto=), cuídense.
<3
- KatheDoll
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top