Clandestino

—Patch, ¿somos amigos?

—Por la forma en la que me lo preguntas, me dan ganas de responder que no.

Miles podía controlar muchas cosas, podía cubrirse la boca cuando iba a tener un orgasmo sin querer despertar a Tails que dormía en la cama de al lado, podía soportar no tomar los batidos de Zails y ponerles afrodisíacos, podía medir no dejar condones abiertos en el cuarto de sus padres para provocar una discusión, podía con todo.

Pero no podía controlar su lengua.

Y no en el sentido que le gustaría. Hablaba de más.

Miles repasó las memorias que tuvo durante el día cuando fue la hora de dormir, no estaba seguro de que conocer a alguien más allá de la línea fronteriza que marcaba el río haya sido una experiencia verídica, prefería pensar que había cerrado los ojos e imaginó todo un encuentro insólito.

Sus dos hermanos lo siguieron hasta su habitación cuando lo vieron entrar a su hogar con la miraba ensimismada, el azabache subió las escaleras sin pestañear en ningún segundo, arrastró sus botines hasta que alcanzó el borde de su cama sin dar algún movimiento adicional hasta que retomó la consciencia y agarró una almohada para gritar en ella.

—¿Está bien? —le preguntó Tails al vulpino mayor mientras observaban a Miles patalear en su sitio con la cara aún oculta.

—Sí —respondió cuando el azabache dio una vuelta y cayó al suelo jalando frazadas consigo—. ¿Quieres hacer galletas? Mañana habrá una fiesta en el castillo que le perteneció a nuestro bisabuelo, solo se abre en días como estos.

La noche llegó más rápido de lo que pensó al permanecer toda la tarde delirando. Tails lo tuvo que jalar de las colas para que llegara a la escalera y se dirigiera por su cuenta a la sala para cenar, pero Miles no pudo estar en más desacuerdo. El zorro de ojos gélidos corrió de regreso a su dormitorio y escribió en una hoja lo que lograba evocar antes de empezar a tergiversar las palabras del animal antes desconocido y fantaseara más añadiendo sus deseos personales.

Rememorar cada palabra que intercambiaron como si llevaran años de tensión acumulada fue novedoso, nadie había hablado de esa forma con él durante toda su vida, sus comentarios fuera de contexto eran suyos, propios, todos se enojaban con Miles por eso, no había manera de que exista un alma en todo el mundo que le respondiera con la misma maestría.

—Miles, ¿te estás acariciando una cola? —interrogó Tails con miedo al notar que la cama a su lado estaba en actividad de medianoche, no quería fastidiar a Zails de nuevo para pedirle que, por favor, quería dormir en su alfombra si era posible.

—Tails, ¿qué es cuando sientes que estás en el cielo?

—¿Muerte?

—No es como cuando me meto mi vibrador o los peines que piensas que puedes esconder bajo llave, esto es serio —enfatizó el ambarino mirando con severidad el techo de la recámara—. Es como tener una enfermedad... ¡Aj! Claro, me pudo haber contagiado cosas, aj.

—Sí... Buenas noches. —Tails apagó la lámpara a su lado y trató de cubrirse las orejas cuando siguió oyendo lo que su hermano hacia a un lado, quiso recostarse dándole la espalda, pero se asustó al escuchar que el otro golpeó su propia cabecera.

Miles durmió solo por el resto de la noche.

—Podría ser que... —murmuró, acarició su propia mejilla al imaginar otro tipo de escenario más dulce, toques con cortesía, un abrazo posesivo, el romance perfecto.

Cuando se encontró con el extraño ser verde, pensar que tuvo que usar sus colas para ocultar que se estaba sonrojando tampoco era algo que haya acontecido antes, nunca el rostro del Prower estuvo tan ruborizado, ni un poco.

El sentimiento fue tan embriagador que se percibía como una ligera adicción en las cuatro paredes, así que el anhelo de repetirlo no podría superarse sin ningún tipo de acción, para el cual necesitaría una tercera opinión, la de alguien que en todo caso ignoraría antes de exponer su idea, pero que no lo reprendiera por compartir con él el apellido más importante del bosque.

Además de alguien que no intentara frustrar su ilusión increpándole que aquellos fantasiosos minutos no fueron más que su imaginación proyectando sus aspiraciones reprimidas, incluso si Miles empezaba a desconfiar de su realidad, el dolor que sus extremidades padecían eran la prueba de que sí debió caer de algún árbol.

—Miles, si secuestraste a alguien y lo arrojaste al río, sabes que no te juzgaré, no me importa —dijo con apatía, Patch guardó su espada en la funda que estaba balanceando en una mano para distraerse de lo que fuera a decir el zorro—. Felicidades.

—¡No! No estás escuchando, tengo algo muy bueno por decir —interrumpió. Al notar la falta de atención, Miles inclinó la mesa para que todo sobre ella se estrellara contra el suelo, Patch lo miró cansado, el zorro se encogió de hombros—. Conocí a alguien.

—¿Y eso es importante para mí porque...?

—Un día lo llevaré a casa a cenar.

—Bien.

Patch notó que Miles permaneció en un silencio inquietante, podía ser buen mentiroso, pero también era muy expresivo y podía verse a kilómetros que no estaba diciendo la verdad completa.

—¿Qué hiciste?

—Solo conocí a alguien y... creo que debería ir al otro lado del río, por si acaso —afirmó extendiendo sus manos frente a él para verlas—. ¿Imaginas regalar flores que sean de ese lado?

—No le regalarías nada a nadie aunque fuera un arreglo floral con un "te lo mereces" escrito en la corona —insistió, Miles lo vio un rato hasta que no pudo mantener su ademán serio y se echó a reír unos segundos.

—Solo tenemos que ir hacia el otro lado, puede ser divertido —prosiguió el menor recuperando su postura.

—O trágico.

—Ya sé que sí hay vida del otro lado, no me pueden seguir engañando, tú mismo me lo dijiste cuando era niño. No hay más mentiras para mí —concluyó con orgullo, nadie a su alrededor se inmutó—. Solo quiero saber que fue real, no una ilusión porque estaba encerrado en la idea de que le daría la contra a mi padre. ¿Vamos?

—No.

—¿Por qué no? —expresó descontento.

Miles tomó asiento desaprobando la moral falsa que su compañero mostraba. Siempre podía hacer lo mismo que ayer e ir solo, pero si iba adentrarse, necesitaba a alguien a quien sacrificar en caso de que las cosas salieran mal. No llevaría a Tails, así que le quedaba Patch.

—Escucha, conocí a un erizo en el pasado, y no quiero volver a encontrármelo —admitió echándose hacia atrás en el respaldo—. Me regaló un parche... Me regaló ceguera en un ojo, pero al menos yo sí tengo una razón para usar una de estas cosas —señaló—. Hoy abre el castillo Prower además, ¿por qué querrías estar lejos cuando suceda?

—¿Y? —Miles resopló con una mueca de fastidio—. Si mis padres fueran inteligentes, viviríamos ahí y no en nuestra actual casa. Además, ¿cuántas probabilidades hay de que vuelvas a ver a ese erizo? Yo quizá conocí a un chico inusual, no te pido que le estreches la mano a cada cosa que veamos allá.

—¿Cuántos erizos has conocido para asegurar eso?

—¿Cuántos conociste tú para que te asuste demasiado?

—Miles, no iré —manifestó sin rodeos, queriendo dar por finalizada su conversación—. También tengo padres, pero yo preferiría no pelear con ellos todos los días para que no me echen a la calle, no como tú.

—No recuerdo haberte pedido permiso, ni siquiera debí solicitarlo. Irás a ese bosque aunque no quieras porque yo sí quiero —afirmó poniéndose de pie—. Por algo te pregunté si éramos amigos, los amigos se hacen favores, y ya que te tomaste la amabilidad de no decir nada, asumiré que sí, así que iremos.

Si existiera la forma de asegurar que no habría un gentío exaltado por ver a alguien del otro lado del bosque, si es que había un gentío, Miles iría solo, pero como no estaría arriesgándose a morir, tuvo que verse en la tarea de obligar al coyote a aceptar.

—Si papá mata a alguien antes de que llegue a mí para cuando se entere, es perfecto —expresó el vulpino, Patch lo vio un tanto alarmado y Miles siguió sonriente—. Para mí.

—No iremos. Puedo pensarlo después de hoy, pero no hoy.

Miles se puso de pie indignado y le quitó la espada para correr con ella como si fuera un juguete.


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—Tiene la expresión que tenemos nosotros cuando nos cuenta con quién se acuesta cada noche —notó Sonic mientras ayudaba a que Amy aprendiera a sostener bien su cuchara. Zonic observó al mayor de los tres recostar su cabeza en la mesa en la que la única persona faltante era Aleena, quien salió temprano a traer lo que necesitarían por toda la semana en la refrigeradora—. Y cómo lo hace.

—Sí, pero es diferente —murmuró Scourge sintiendo que sus gafas rojas se caían de sus púas—. No es como cuando me acosté con las novias de ustedes, es serio.

—Yo nunca tuve pareja —le recordó el cobalto más inalterable.

—Entonces fueron todas las de Sonic —corrigió apuntado a su hermano referido, quien optó por ignorarlo y enfocarse en la menor, la cual lo miraba enojada esperando que la atención se dirigiera hacia ella de nuevo.

—No deberían exagerar, no se ayudan y, Sonic, Amy está a punto de caerse de su silla —observó Zonic tomando el periódico que un repartidor habitual dejó en la puerta durante la madrugada, cerró la puerta y regresó hacia el trígono sin tocar ninguna taza de desayuno—. Habrá una fiesta. ¿Mataste a alguien?

—Cómo saberlo, aún no se la meto... ¿Cuál fiesta?

—Los guardias dicen que del otro lado habrá una ceremonia, así que podremos dormir tranquilos por hoy —explicó Zonic—. No atacarán ebrios, aunque no lo hayan hecho en años, nunca se sabe.

Amy soltó su pequeña cuchara de plástico cuando lo escuchó; Sonic no alcanzó a cubrirle las orejas a tiempo.

—¿Es Alicia? —intentó adivinar el ojiverde junto a Rose.

—Conocí a alguien ayer —Scourge se enderezó en su silla para verlos y alcanzó sus lentes—. No jugaré a que lancen nombres al azar: Sonic se pondría a llorar cuando le recuerden que todas sus parejas pasaron por mi cama —tarareó para molestarlo. Amy rio cubriendo su boca con sus pequeñas manos—. Creo que causé una buena impresión.

—Amy, tienes que comer esto —interrumpió Sonic mientras la eriza le jalaba una púa para rehusarse.

—He oído pura mierda sobre las personas que dicen que en el otro lado hay monstruos, a menos que el zorro sea un monstruo para chupármela, no veo nada de malo en él.

—¿Qué dijiste? —El desayuno quedó en silencio tras la única interrogante que se alcanzó a oír por parte de Sonic, el mayor de los hermanos los vio un momento y rio para aliviar la tensión. No era importante tener la aprobación de ellos, solo quería que no lo avergonzaran y debían estar advertidos para eso—. ¿A quién conociste?

—A alguien, vive del otro lado del río —añadió mirando lo cerca que estaba del techo al darse cuenta de que subió a la mesa.

—¡¿Qué?! —Zonic empujó a Scourge con la idea de que su consanguíneo podría reaccionar rápido para caer en su silla, pero cayó al suelo.

—¿No me escucharon? Es un zorro —habló al sacudir su saco negro ensuciado por el polvo de un piso sin barrer en una población en el que los senderos de arena se marcaban por las veces que se caminara en ellos—. Sentí algo, como si tuviera hambre, pero estaba mareado. ¿Creen que me contagió algo?

—Debiste soñarlo —intervino Zonic—. No hay nada del otro lado. Sé que, cuando nuestro bisabuelo te "dejó" ese conjunto de hojas que usabas como bolas de nieve, pudiste crear la idea de que existiera vida más allá del río. Sé honesto, Scourge, ¿cuántos años han pasado sin ningún avistamiento y quieres decirnos que fuiste tú el primero que vio algo fuera de nuestro mundo?

—Su belleza era fuera de nuestro mundo, sí. —Scourge sacó un cigarro que su semejante con el que más debatía le quitó porque Amy estaba presente, el ojiazul lo golpeó en la muñeca para apartarlo y apagó la colilla, exasperado—. Era real. Solo que tu mentalidad seca de nunca haberte cogido a nadie no te permite pensar con claridad; ¡no tienes neuronas ni espermatozoides en acción!

—Si fuera real, ya nos condenaste —dijo Sonic bajando a Rose de su silla elevada para que corriera a jugar frente a un ventanal—. El abuelo decía que los zorros nos comían, así que imagino que gracias a ti ya saben que en cualquier momento pueden venir a darse un banquete. Bien hecho, Scourge —se mofó, mas dejó de hacerlo al notar la mirada de Zonic en él—. ¿Qué? Sé que lo pensaste, yo solo lo dije.

—Iré al bosque de allá. Habrá algo hoy, y alguien tan lindo solo podría estar en un pedestal en un sitio como ese. Será fácil encontrarlo; en esa fiesta, ¿todos llevarán máscaras o prostitutas?

—No irás —advirtió Zonic—. Si lo haces, se lo informaré a los guardias de la sección más occidental, y le diré a Aleena cómo ocurrió —sentenció para de inmediato dirigirse a la sala en la cual cuidar a su hermana para que no hiciera otro agujero en la pared para salir de casa. Sonic mismo tenía algo que decir, pero no lo haría porque no quería que existieran el doble de problemas.

—¿Irás? —preguntó el cobalto—. Una cosa es ir al río, otra cosa es atravesar ese río. Confío en que eres más maduro después de...

—¡Confío en que cerrarás la boca y ni siquiera lo mencionarás! —expresó bruscamente al inclinarse en su dirección, Sonic levantó los brazos y resopló para dejarlo pasar—. Zonic piensa que seguimos en la época del hijo de perra de Jules. Estoy seguro de que si les preguntan a esos guardias si saben cómo se ve un zorro, ni siquiera sabrán pronunciar su nombre.

—Por otro lado, te pudo caer algo en la cabeza e imaginaste todo un encuentro. No sería sorpresa, considerando... Fue de la nada, ¿cuál es la probabilidad de que te vuelva a pasar? Deben ser muchos zorros y todos deben ser iguales. —Sonic lo observó un instante, era claro para todos que no importara lo que dijeran, Scourge haría lo que quisiera; sin embargo, si podían apaciguar su actitud impulsiva al menos para que no se deshiciera de alguien en su camino, estaría en orden—. No deberías ir solo.

—¿Me acompañas?

—Viejo, estaba esperando que lo dijeras desde el principio.

Amy se cubrió la boca entre risas jugando a guardar un secreto en el instante en el que se asomó para verlos y retrocedió de espaldas para llegar hacia su otro hermano.

El otoño cubría los árboles de hojas caducas para que sus estas pequeñas cedieran a la época, adornaran los escasos pastizales de tonalidades cálidas y vibrantes. La luz del sol se filtraba entre las altas y bajas copas; la transición en la temperatura fuera y entre ellas fue bienvenida con agrado. Por cada paso dado, la alfombra crujiente se volvía especial.

Nota mental de no volver a tener un "amigo" que pudiera usar la espada que le robaste en tu contra.

—Habrá luces, y fuegos artificiales, y podremos visitar la gran biblioteca que tiene —comentó Tails cepillando la cola, que estuvo a punto de ser mutilada, de Miles, quien a su vez trataba de que Zails se quedara quieto para que pudiera planchar su bata mientras la traía puesta—. ¿Me pasas esa crema?

—Tails, pusiste veinte pomos aquí —renegó Miles escogiendo una al azar.

—Esa no, haré que parezca que te peleaste con un gato. —Zails agarró uno de los envases y se lo entregó a Tails con cuidado—. Otro año siendo los tres, ¿o invitaron a alguien? Siempre somos anfitriones, tampoco tendremos tiempo para irnos del lado de nuestro padre. Otro año esperando una cita.

—Cada año más virgen —enfatizó Miles cerrando los ojos por la fuerza que Tails aplicaba en un mechón enredado—. ¡Cuidado, cuidado! Me arrancarás la punta si sigues así.

—¿Hace cuánto no las peinas? —preguntó Tails sufriendo por, ahora, sacar su guante que se aferró al pelaje revuelto del zorro de ojos gélidos y amenazantes—. Muñequito lindo... —tarareó.

—Ojalá coger tanto como cantas esas estúpidas canciones —bufó Miles para disgusto de sus dos hermanos—. Conocí a alguien.

—¿Irás con alguien al castillo? Celebramos otro año desde que se acabó la hambruna, si tienen su primera cita sería interesante recordarlo —comentó el más alto a favor de que el siguiente en la línea pudiera encontrar una manera de apaciguar su espíritu.

—¿Por eso estabas feliz ayer? Nos gusta verte feliz —dijo Tails con una suave sonrisa.

—También nos gusta cuando empleas la noche para dormir y no para perturbar a Tails —sostuvo Zails evocando que, al momento en el que permitió que el menor ingresara a su habitación, aún podían escuchar a Miles abriendo el mueble de su mellizo para gozar de su soledad.

—Sin embargo, mmm, vive así al otro lado del bosque —agregó antes de elevar las expectativas de ambos—. ¿No les importa si voy a buscarlo?

—No irás. Si lo haces, se lo informaré a nuestro padre para que sea tu guía y se asegure de que regreses a salvo —advirtió Zails moderando su tono de voz—. Podría ir yo, si gustas...

—No gusto.

—Para que puedas estar mejor —terminó el rubio primogénito para persuadirlo—. Miles, no habrá una discusión por esto, todo contigo lo es, mi padre ayer pudo haberte golpeado si no hubiera estado yo y tú le habrías dicho todo lo que no quiere escuchar solo por oponerte a lo que piensa. No lo hagas más, por favor —pidió acariciando el flequillo de Tails.

—Pero no lo hice —replicó el zorro—. ¿Nunca has intentado saber qué hay más allá? Tú eres mayor, te masturbaste antes que yo, te podría agradar.

—Nunca debí seguir esa conversación de la mañana —intervino para que el más bajo de los tres no oyera barbaridades—. Ninguno de esos días te obsesionaste con la idea, pero ayer y hoy...

—Lo comprendí, ustedes son perfectos y se meten consoladores pequeños.

—Miles, ese tipo de comentarios están empezando a ser molestos y fuera de tono, te prohíbo hablar de esa manera —amonestó el primer hijo de la familia.

—Digan lo que quieran, pero hay alguien en este mundo que sí me entiende.

El matrimonio Prower llegó a casa para encontrarse con su prole, los cuales se fastidiaban entre ellos jalándose mechones de sus colas o, como en el caso de Zails, poniendo un vibrador de Miles en lo alto para que el vulpino no lograra alcanzarlo aunque saltara, y no volaría debido a que acababan de asearse y necesitaban permanecer con pulcritud.

—Trata —murmuró Rosemary a su marido—. Aunque no te guste, ya no estamos en los tiempos de nuestros abuelos. No guardaré silencio la próxima vez que pierdas los estribos en la mesa.

Los años había cambiado el carácter firme a las costumbres de la señora de la casa, pero no los del padre de familia. Ambos ingresaron al cuarto para ver a sus tres hijos y entregarle a cada uno un traje que deberían usar.

—¿No podré ir con mi bata? Siempre lo he hecho —notó Zails al recibir el paquete que contenía el suyo.

—No este año, cariño, ha habido ciertas disputas y creemos que una noche al año no les hará daño, pruébenselos —indicó Rosemary Prower antes de retirarse. Zails asintió y giró hacia sus hermanos menores para ayudarlos con el saco, pero dejó caer el suyo para atrapar al que Miles ya estaba tirando por la ventana.

Miles no estaba acostumbrado a usar trajes de gala, le agradaba usar los abrigos siendo el color rojo vino el inseparable de su armario; no obstante, su predilecto era la chaqueta del dicho color con bordes negros y grises que empleaba. Zails le ordenó colocarse la camisa gris en contra de su voluntad. Tails dejó de acariciar las mangas del suyo y giró un poco hacia el techo para ver cómo Miles se aferraba a una madera colgante mientras Zails lo jalaba por la cintura para que se dejara vestir.

Rojo vino para aplacar su molestia, a Miles le agradó verlo acompañado de sus solapas negras, el chaleco formal gris le brindó comodidad, mas seguía sin ser de su gusto caminar con su cuerpo sintiéndose una prisión. El traje de Tails era de color azul, mientras que el de Zails era dorado opaco.

—Me siento como un pingüino.

Todos saben de quién llegó ese comentario.


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—No puedo creer que me hayan arrastrado a esto.

Zonic estaba siendo jalado por Sonic para que no se quedara atrás mientras corrían hacia el río. Había sido culpa de Scourge no saber guardar silencio en lugar de declararle a todo el mundo lo bien que se sentía estar enamorado. Era una palabra que nunca había salido de él y causó estupor en quienes lo oyeron, como Zonic.

—¿Arriesgamos nuestras vidas porque tienes la corazonada de que hallaste a tu compañero de vida? —preguntó el cobalto, hijo segundo—. No es común en mí, pero tengo la sospecha de que ahora sí apoyo tus anteriores malas decisiones de vida. Sé que leíste que había batallas y nos desayunaban, aunque no deberías esforzarte para que la historia se repita al ir con nuestros mayores depredadores.

—Mentira, no nos comían porque seamos sus favoritos, éramos lo único que tenían —interrumpió Sonic agradeciendo haber leído media hora de un resumen escrito por Scourge. Solo debían caminar unos metros hacia el norte y cruzarían por un puente natural de rocas, los tres contaban con la misma velocidad que bendijo a sus antecesores y que ayudó a que no fueran devorados. Un milagro.

Mientras Sonic se había puesto un traje formal listo para impresionar a quien sea, Scourge había planeado ir con su saco de siempre. Hecho que no se pudo hacer canónico luego de que Zonic se enterara de lo que ambos planeaban y decidiera ir también, pero sin esperar que uno de ellos los avergonzara.

—Iba a ser más sospechoso si ibas mal vestido —comentó el cobalto con la mirada firme al notar que Scourge se desabrochaba la camisa porque insistía en que una fuerza invisible lo ahogaba con eso.

—Parezco un pingüino —comentó el ojiazul—. Qué bien que acá sí celebran que se acabó la cacería, en nuestro lado solo rezan para que no suceda de nuevo —continuó al pisar territorio enemigo. Zonic inhaló hondo, quieto en su lugar para pensar mejor que no estaba haciendo nada malo si su objetivo principal era cuidar a sus hermanos, aunque no fuese el mayor. Sonic, por el contrario, corrió directo hacia el bosque dejando una estela azul en su lugar, regresó ipso facto emocionado por lo que alcanzó a ver.

—¿Y qué tal si ese zorro sabía que irías y te quería convertir en el platillo principal? —preguntó Zonic mientras corrían esquivando los árboles que crecían en el bosque mixto.

—Aceptaré tu teoría si, en lugar de hacerlo en una cama, lo hacemos en una mesa.

—Nos reconocerán, puedo asegurarlo, y dejaremos solas a Amy y a nuestra madre —opinó Zonic mirando hacia sus hermanos despreocupados.

—Chaos, ¿cómo puedes ser tan aburrido? Te falta un poco de ganas, quizá encuentres a alguien, y puedas tener tu amor clandestino, ¿qué tal? —opinó Scourge al hacer un "spin dash", como lo llamaba Sonic después de que tropezara en una maratón y rodara hacia la meta.

—Si conmemoran que la hambruna haya terminado, ¿por qué no nos invitan? —Quiso saber el cobalto más animado.

—¿Por qué crees? Para que no terminen devorándonos —respondió Zonic.

—Ustedes tranquilos, tengo máscaras por si acaso.

—Nadie caerá con esa basura —opinó Scourge cuando se detuvieron en una plaza vacía, iluminada por los postes y farolas colgando, así como luces de velas y artefactos que no existían de su lado del bosque.

—Claro que sí. He visto en series que estas cosas hasta te pueden borrar la identidad, y todos son tan ciegos que ni lo notan —continuó el erizo azul colocándose una—. ¿Quién soy?

—Un imbécil.

—¿Ves? No dijo mi nombre —le habló Sonic a su gemelo que miraba incrédulo. Scourge tomó una de todas formas, se sentía ridículo, había cometido tantas fechorías sin cubrirse la cara que hacerlo en ese instante carecía de sentido.

Los tres siguieron un rastro de pisadas, sus mundos parecían diferentes en pequeños aspectos sin relevancia. El trígono anduvo por un sendero desprovisto de iluminación con preocupación, sobre todo Zonic, quien insistió en empujarlos para que caminaran rápido en lugar de reírse por la oscuridad.

—¡No veo nada! —gritó el cobalto de repente, Zonic le cubrió la boca hasta que llegaron a otra fuente de luz, y descubrieron que la máscara del erizo azul le estaba cubriendo la vista—. Ah, sí puedo ver, como tampoco los escuché pensé que ya había perdido dos sentidos —opinó, pero sus hermanos siguieron en silencio por el desfile cerca de ellos.

Había un enorme grupo de animales no solo vulpinos, sino lobos, coyotes, tejones, entre otros mamíferos salvajes. Los pobladores llevaban todo tipo de iluminación en sus manos, y algunos incluso sostenían máscaras. Parecían dirigirse hacia una construcción que se elevaba incluso por encima de ciertos árboles.

—De acuerdo, escuchen —intervino Zonic mientras se filtraban al final de la larga cola—. Pueden ocurrir todo tipo de eventos dentro, si es muy maquiavélico, nos vamos.

—Alto, aquí yo soy el mayor, y yo digo que nos embriaguemos hasta que salga el sol —expuso Scourge. Zonic oyó a Sonic aplaudir y lo miró enojado para que estuviera de su lado.

El castillo en medio de la nada evocaba misterio, ellos sabían que se habían asentado ahí, pero demasiado como para construir aquello. Existía la posibilidad si es que entre tanta guerra necesitaban un refugio, mas no era coherente si cuando la edificaron había hambruna. Del lado de los erizos, al menos, no tenían algo así.

—Me llevaré una roca de recuerdo —dijo Sonic antes de agarrar un pedazo pequeño que se desprendió de la entrada.

—¿Es arquitectura medieval?

—¿Es qué? —preguntó Scourge al oír a Zonic—. Bien... ¡Los veo luego!

—¡No! —Zonic quería advertirles que deberían permanecer unidos; no obstante, Sonic había aceptado lo dicho por Scourge y se dirigió hacia el buffet donde solo el erizo que permaneció de pie en la puerta temía que fueran aperitivos que no deberían probar.

Amadeus y Rosemary Prower eran los encargados de recibir a los invitados, la población entera, por lo cual los erizos se vieron afortunados de no haberse encontrado con ellos por haber ingresado antes.

Miles estaba sentado vagamente en el suelo, al pie del trono que ocuparía su padre que no era rey pero desde el cual debería dar un discurso sobre sus ancestros y la importancia de ya no tener penes en platos, como Miles lo decía y como intentó cambiar en las hojas que su padre preparó para dar su sermón en medio de la conmemoración. Desde los tronos debían bajar unas gradas para mezclarse con el resto.

—¿Por qué yo no puedo tener mi trono? —preguntó el azabache cuando Zails se detuvo frente a él y le extendió la mano para que se levantara—. No le pondría un dildo, lo juro.

—Seguro —dijo Zails sabiendo que cualquier cosa dicha por el ambarino no sería verdad a menos que lo jurara por lo que sea que ocultara en una caja debajo de su cama.

Era aburrido si no podía encontrar a alguien con quien divertirse pronto. Para fortuna suya, esa noche la aprovechaba junto con Tails para bromear con algunos de los presentes, pero para desgracia actual suya, Tails no estaba por ningún lado. Si alguien lo quisiera secuestrar de nuevo, seguro que las personas habrían saltado a defenderlo, como pasó una vez no haciendo tanta memoria.

Miles subió hasta un balcón en el que se apoyó buscando pasar desapercibido y que, así, sus padres no lo acusaran de buscar corromper a los invitados con su holgazanería. Apoyo su mentón en sus manos juntas y miró hacia el salón con aburrimiento, nadie por allí, nadie por allá.

Mientras paseaba su mirar por cada persona, se detuvo al ver verde. Recordó inevitablemente al joven que conoció el día anterior y se dejó caer al suelo para no tomar asiento en una de las sillas como si fuera un viejo amargado que quiere que todos lo vean.

Miles oyó la música intensificarse y bajar por cada cinco segundos, miró entre los balaustres y miró al mismo chico. Sería malo haber pensado que encontró a su compañero de vida el día anterior y que ahora viera a alguien más, tampoco hubo tanto contacto más allá de que el ojiazul cayó sobre el otro luego de arruinar las ramas de un árbol, pero podría ser el encuentro que podría contar a sus nietos.

El zorro se ruborizó con una sonrisa al imaginar que sería raro de ver, siendo que él era un zorro y el otro no se parecía en nada a un zorro. Había visto que algunos se juntaron sin ser de la misma especie, pero qué tan lejos podría ir si tenía como padre a Amadeus.

—¿A quién debo buscar? —preguntó Patch al notarlo mirando a escondidas.

—¿Ves a alguien verde?

—Odio mucho ese color. —El mayor miró hacia la multitud y no notó nada—. ¿Cómo es? No es como nosotros, ¿es conejo? Vi uno en un tutorial de cocina de hace como veinte años. Imagino que nunca sancocharé a uno.

—Tiene púas —empezó Miles al evocar cómo se complació imaginando toda una película erótica luego de que Tails se fuera de su cuarto durante la noche pasada por no soportar—. Si fuera al revés, yo me dejaría devorar entero.

—Hay muchos animales que tienen púas. —Patch se dio cuenta de que reconocía a la persona que visitó antes y se detuvo de repente, temeroso—. ¿Seguro de que era verde?

—¿Son todos iguales? —cuestionó el vulpino—. Al que conocí ayer también era verde, tenía un saco negro, era tan encantador...

—Ah... No, no, no, yo no voy a buscar a nadie. Ya sé de quién estás hablando, y no, no voy a meterme allá a buscar que me quite el otro ojo, ni siquiera lo voy a intentar —se alertó al retroceder.

—Espera, ¿de quién estás hablando? ¿Hablas de quien conocí ayer o de quien está ahora ahí abajo? —preguntó Miles apoyarse en los balaustres de mármol una vez más—. Del de ayer te hablé esta mañana...

—No hay más erizos verdes, Miles. No tienes idea de con quién quieres involucrarte. Esa "cosa" bien pudo ser otro tipo de criatura y estaríamos todos muertos. Scourge no tiene piedad ni con los suyos.

—¿Es normal que eso me excite en lugar de asustarme? —Miles sonrió viendo al joven que parecía perdido buscando a alguien, mas se enderezó al creer oír un nombre—. ¿Cómo se llama?

—¿Lo que te va a matar cuando se enoje de la nada? Scourge.

—¿Scqué?

—Sí, yo tampoco lo pronuncié a la primera —dijo al encaminarse hacia la izquierda porque bajaría al salón y trataría de estar rodeado de su propia especie por si había algún infiltrado molesto, como en la conmemoración pasada en la que intentaron secuestrar a Tails.

Miles se puso de pie mirando al pasillo oscuro frente a él y sacudió su traje rojo para buscar a su hermano menor, sin embargo, al girar hacia el balcón se golpeó e inclino sobre este. Por suerte no cayó, y aunque así hubiera sido, habría podido volar; a pesar de su esfuerzo, su antifaz no corrió con la misma fortuna y se desprendió directo a personas que no conocía. El menor corrigió su postura y se cubrió la boca deseando por dentro que su padre no haya visto eso, no quería que le gritonearan frente a la población que luego de eso podría ya no tenerle respeto.

Prower se asomó por última vez para saber dónde cayó el disfraz facial que debía cubrir su rostro, mas, al hacerlo, constató que alguien más ya la había recogido. Miles sintió el peso de los ojos azules sobre él y sintió que iba a volver a deslizarse contra el balcón para acurrucarse contra el mármol.

A pesar de ello, recobró valor y dio un leve asentimiento para hacer saber que bajaría a recogerlo. Para su sorpresa, al dar un par de pasos sin retirar su mano enguantada de la barandilla para descender sin caer y ser la burla de la noche, alzó la mirada y notó que el joven estaba frente a él. Miles sonrió al tomar el antifaz de vuelta y suspiró.

—Hola —murmuró observando el objeto en sus manos—. Hace calor, ¿no?

—Aquí arriba, sí.

Miles podía visualizar que sería el erizo que conoció el día anterior quien estaría con él por ese momento. Scourge lo vio y dejó de pensar una oración con lógica que pudiera sacarlo de su silencio que parecía perpetuo si continuaba apreciando los ojos azules del zorro mirándolo y desviándose hacia un costado por falsa pena.

Con una breve inclinación de sus colas, Miles lo invitó a estar con él. A menos que sea su gemelo, el ambarino sentía seguridad en que no se rendiría por él sin saber quién era, y tendría al erizo de ayer en su memoria por lo que restara del futuro discurso repetitivo de Amadeus.

Miles se volvió a arrinconar donde había estado previamente en el balcón, solo que se encontraba acompañado esta vez. Scourge también se apoyó en la baranda para observar a la multitud, en especial al poste en que se había convertido Zonic y ver cómo Sonic intentaba planear aquello por lo que falló una vez cada año sin que nadie lo supiera.

—Mi padre diría que debí saludarte con "buenas noches".

—Pero "buenas" son otras. —Scourge observó las colas de Miles cuando se escondieron tímidamente detrás de su dueño, provocando una sensación nostálgica en el vulpino, quien al solo oírlo más pudo reconocer de quién se trataba.

—Y "buenas" podrían ser las succiones.

Scourge sonrió mirando hacia las personas que se encontraban exactamente debajo de ellos, Miles imitó su postura y lo observó de vez en cuando.

—¿Es timidez? ¿O temes que pueda atacarte cuando quisiera? —preguntó el zorro al erguirse, el erizo miró los balcones vacíos frente a ellos complacido.

—Pensé que querrías conservar tu pureza hasta una cama, pero ya que no hay nadie frente a nosotros, podríamos... —apuntó hacia las zonas que estuvo analizando por si acaso, Miles esponjó sus colas sin pensarlo y puso la frente en alto.

—¿Qué te hace creer que alguien como yo querría estar con alguien como tú? —cuestionó con fingida frialdad que resultó divertida para el otro ojiazul.

—Bien he sabido ayer que mis intenciones no fueron rechazadas.

—Aquí iba a jugar por saber quién serías detrás de esa máscara —continuó el ojiazul encontrando diversión.

—¿Quieres saberlo?

—¿Sin ruegos ni rodeos? Me sorprende de ti.

Scourge se acercó hacia él, donde Miles ya no podía retroceder aunque lo intentó debido a la pared con la que estaba chocando. Deslizó su vista entre los ojos del erizo y los extremos por los que debería tocar para revelar la identidad con la que manejaba desde que le dirigió la palabra. Miles lo tuvo a centímetros de sí cuando levantó las manos y trazó los bordes suavemente sin perder sus zafiros en los zafiros del mayor.

Miles le retiró el antifaz hasta bajarlo con delicadeza, misma con la cual lo depositó en la baranda para que sus guantes permanecieran libres. Sonrió cuando vio las cicatrices en su pecho ligeramente al descubierto, aquellas que notó ayer también y que anheló palpar mientras dormitaba envuelto en sus frazadas.

—Recuerdo haber oído sobre tu cortesía —murmuró el vulpino al percibir el calor de ambos mezclándose en el reducido espacio,

—Si así fuera, no bailarías durante la noche.

—No sé bailar —replicó levantando la mirada para rozar con él.

—Pero te tendría brincando en lo que dure, y te ayudaría a mantener el ritmo de lo inimaginable.

Miles llevó una mano con timidez para que tomara la que Scourge no sabía dónde colocar, no era la primera vez que se hallaba en una situación similar, pero era la primera vez que sentía que no quería una aventura de una noche, sino una relación formal aunque este alguien pudiese tener hambre un día y morderle la mano.

—¿No piensas que es mucho banquete para ti? —cuestionó apartándose de la pared para apoyarse contra el pecho del erizo.

—No me terminaría de saciar contigo.

Miles suspiró cuando el erizo verde se agachó pocos centímetros para que sus labios pudieran tocarse, sin embargo, antes de completar el beso, el ambarino emitió una risilla y colocó sus colas entre ambos para mantener la distancia que ninguno de los dos buscaba mantener. Prower desvió el gesto hasta besar su mejilla, muy cerca del objetivo real y se retuvo ahí por unos segundos antes de apartarse al exhalar un murmullo.

Miles acarició la barbilla del erizo aceituno con la punta de sus colas y se inclinó para ver a los invitados. Tanta presión, poca acción.

Aun cubierto por hojas que se enrollaban en las columnas, sintió el menor el instante en el que Scourge se detuvo detrás de él y se arrimó con precaución para no asustarlo. Miles lo miró sobre su hombro buscando la señal de que era en serio, y la encontró con una suave promesa de que no lo lastimaría.

—Yo podría hacerlo —musitó Miles recordando con reniego su naturaleza.

—No lo harás, me detendré cuando sienta que ocurrirá —continuó en voz baja y ronca acariciando la oreja sensible del menor—. Déjame guiarte.

—Pensaba que siendo presa serías más inseguro de dar el paso hacia lo que podría costarte caro —confesó Miles virando hacia él para abrazarlo—. Y no hablo de precios, sino de tu vida —prosiguió al sentir que el mayor deslizaba una mano con prudencia por su espalda, sus colas se agitaron con emoción para ser cautivadas como el menor—. ¿Me mirarás? Si las luces las apago...

—No hay forma de que no te vea —siguió al apretar con diligencia a las felpudas ansiosas del ojiazul—. Te voy a admirar toda la noche.

—Scourge —jadeó contra su cuello antes de perder los estribos, cediendo del autocontrol a la necesidad de sentirlo sobre él. Miles lo abrazó por el cuello hasta tocar sus púas y buscar a qué parte de él aferrarse cuando el erizo lo cargó con desesperación acumulada. El ambarino rodeó la cintura del otro empleando sus piernas para evitar caerse mientras correspondía su beso desordenado y urgido por sellarse.

Con sus colas, sin soltarlo y deteniéndose contra cada pared del extenso pasillo para expresar el delante de la solicitud disimulada, Miles guio al erizo hacia la habitación que le pertenecía y cuya única regla era no profanar.

—Si te viera mi padre, te mataría —murmuró el vulpino cuando fue recostado con dulzura sobre la cama en la cual agarró una sábana en segundos con la que se le permitiese cubrir su cuerpo virtuoso libre de cualquier toque ajeno que no haya sido el propio.

—No se enfrentaría a uno de los suyos, pero tampoco a un no homicida —rebatió al terminar de desabrochar su camisa. Miles llevó las rodillas a su pecho para exponer su pureza, Scourge lo tomó de la cintura para tenerlo al borde de la cama y se arrodilló para disfrutar de él. Miles llevó una mano hacia las púas verdes de su cabeza como si pensara que debería alejarlo de una parte tan privada de su castidad, mas cooperó para que intensificara sus mordidas y lamidas que hacían temblar al menor.

Cuando un beso aterrizó en su mejilla y posteriormente en sus labios, ya la presión mayor palpitaba contra su cándida entrada húmeda de placer que continuaría por horas en las que faltaría al protocolo. Miles sonrió para recuperar su posición, antes de que una suave pero profunda estocada ingresara contra su decencia. Al gritar el nombre de su amado, toda virtud se le fue arrebatada y su visión se cubrió del más intenso clímax que imaginó. En su interior se cargó el calor de la pasión de su pareja. 

En el interior de una habitación oculta por la oscuridad, se formó la vida. 




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¡Buenas noches! ¿Cómo están? Espero que se encuentren bien. Segundo capítulo de Festín.

Amé. Fue reescrita, pero me gustó más esta versión del segundo capítulo.

Dije que tendrá alrededor de tres, luego pensé que sí serían tres, y ahora regreso a "alrededor", podría tener cuatro capítulos. Prepararé un capítulo único Sontails antes del otro capítulo único Sontails que comenté, pero veré si sale o no antes de que Festín termine.

Muchas gracias por leer, espero que les haya gustado.

Cuídense, hasta pronto.

=)

-KatheDoll.

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