1.
—Mmm, sigue así.— Mi respiración era más entrecortada al pasar los segundos.
El único sentido que me funciona en estos momentos es el tacto. Julian movía sus manos lentamente por los lugares que sabe que me gusta, un poco por el cuello, la nuca y algunas caricias en el muslo. Sus besos pasaban entre el primer lugar antes mencionado y sus manos ubicaban jugar con los últimos dos. Este chico para tomar su tiempo era increíble y me encantaba pero en este maldito instante no. Mi cuerpo se estaba quemando. Me conocía. No aguantaría mucho.
Tratar de tener una vida personal al unísono con la vida universitaria me era casi imposible. Toda mujer tiene sus necesidades ¿Cierto? Pues, mis necesidades fueron alejadas hace unos meses atrás por los exámenes finales. Aunque eso me importa muy poco si puedo obtener un gran orgasmo en este estúpido bosque.
—Julian, mi amor, ¿Sabes lo que es un rapidito, no? Necesito uno tan rápido y fuerte que me haga olvidar que estoy en un árbol con centenares de aves y bichos viéndonos.— Le hice saber frustrada por sus movimientos.
—Creo que lo mejor sería ir a tu casa. Es más cómodo.— Me miró directamente con sus ojos marrones.
Bufé. Era imposible. Rosé probablemente estaría allí esperándome con Lenna.
—No, quiero que me folles aquí. No aguanto más.— Era mentira. Si el idiota seguía haciendo preguntas y tocándome lentamente, seguramente optaría por masturbarme en el baño de mi casa apenas llegara.
—¿Quién soy para negarlo?— Sonrió. — Soy quién debe hacer a mi chica feliz. Nadie más.— Guiñó un ojo y asentí apurada. Lo jalé de la solapa de su chaqueta de cuero gris y reanudé el beso.
Rosé se reiría en tu cara para después pegarte si te escuchara diciendo que soy tu chica. Pensé.
—Eh ¿De qué te ríes? ¿Te hice cosquillas?— Nos separó al notar que me reí en la mitad del beso.
—Sí, es eso. Ahora sigue con tu trabajo.— Bufé por segunda vez. Tomé sus manos, poniendo la derecha en mi nuca y la izquierda en el centro de mi muslo. El hombre me miró más que antes y esta vez una expresión de confusión se hizo notar.
Julian es uno de los hombres con más influencia en la universidad. Como todos en el campus, comencé a oír sobre él apenas pisé el dormitorio que me fue asignado. Escuchaba risas en los pasillos y no entendía muy bien de que se trataba hasta que tres hombres entraron fácilmente a mi dormitorio y muchas chicas detrás de ellos sosteniendo cuadernos a su alrededor.
No me gustó en los tres años que llevaba en la universidad. La cosa es, que inesperadamente después de que descubrí la infidelidad de Rosé, mi corazón se rompió pero mi confianza subió. Las largas y grandes sudaderas con cualquier estampado fueron reemplazadas por vestidos florales ajustados en la parte de arriba pero un poco sueltos de la cintura para abajo, noté que la gran cicatriza que me había quedado por Lenna hace años la vi más pequeña, como un simple rasguño.
El dolor que me dejó Rosé había sido reemplazado por confianza, sensualidad y juegos. Esos factores fueron notables cuando me presentaba en clase. Tanto hombres como mujeres buscaban alguna oportunidad conmigo y me gustaba, sí, el problema radicaba en que ninguno era ella. Pudo haberme engañado pero al final del día seguía siendo una madre dedicada a Lenna todo el tiempo que estaba y no estaba en casa, seguía siendo la mujer de la que me enamoré.
Desde algún lado, Julian notó mi sensualidad y ¿Por qué no? Una mujer necesitaba tener relaciones sexuales y era un dos por uno. Si me quedaba con él un tiempo después de terminar la carrera, conseguiría trabajo como asesora de uno de sus tíos en una empresa internacional. Tendría placer, diversión, risas y también una buena entrada de dinero para mudarme con Lenna y mi madre a un lugar mejor.
Al diablo con Rosé si no quería que nos mudáramos.
—Amor, quiero disfrutar de ti y sabes que eso lleva tiempo. Ten calma, sexy.— Nunca había bufado tanto en mi vida. ¿Cómo un hombre guapo, sexy y bien dotado podía ser tan soso para el sexo? ¡¿Qué tan difícil era moverte más rápido de lo normal?!
—¿Sabes qué? Déjalo así. Mejor me voy a casa.— Quité sus manos de mi cuerpo y me agaché para agarrar mi mochila. La acomodé detrás de mi espalda y caminé a donde se supone que dejamos el auto.
El sexo con Julian era increíble cuando estábamos en una cama. Solo que, no era el mejor al tratarse de lugares que no incluyeran una y se requiera de quince minutos para algo rápido. El idiota necesitaba una o dos horas como mínimo. Eso es lo que menos tenía en ese momento, tiempo.
—En nuestra cena de aniversario tendremos mucho tiempo para los dos, lo prometo.— Lo escuché a mis espaldas. Aproveché que no vería mi rostro y rodé mis ojos.
—Necesito un orgasmo ahora, no en una semana.— Dije. Vi el auto a unos cuantos metros y apresuré mi paso. El auto era un descapotable color azul pálido, me gustaba mucho. Al llegar a él, tiré mi mochila en la parte de atrás y caminé al asiento de copiloto. Me quedé parada allí, solo viendo a mi novio con una ceja alzada.
—Sabes que no funciono bajo presión.— Alzó los brazos en señal de frustración y los dejó caer tan rápido que chocaron con sus muslos.— Si me dieras tiempo...
—Es lo que menos tengo.— Rebatí con los dietes apretados.— Lenna necesita de mí y-
—Sí, si.— Me interrumpió.— Siempre es Lenna o tu madre. Ya entendí.
Lo miré entrecerrando los ojos ¿Qué quiere decir con eso?
—¿Qué quieres decir con eso?— Abrió la boca para decir algo pero interrumpí.— Y es mejor que no digas algo malo. No te conviene.
El hombre quitó su mirada de mí, dirigiendo su vista al cielo o los arboles alrededor. Estaba buscando una excusa, lo sabía.
—Últimamente hablas mucho de Lenna o tu madre y eso... Pues llega a romper nuestro momento.— Rascó su cabeza.
—No paso tiempo con las dos. Siempre estoy contigo o encerrada en la biblioteca. Estas vacaciones me servirán para estar todo el tiempo con ellas. Después de esto será la graduación y estaré con tu tío trabajando. Necesito verlas, me hacen feliz.— Aclaré. El solo asintió. Caminó y se subió al auto al mismo tiempo que yo.
—Rosé estará ahí.— Fruncí el ceño al escucharlo después de largos minutos en la carretera. Aparte mi vista del camino para verlo.
—Supongo. Es la madre de Lenna y no creo que por mi presencia se aleje de ella dos meses.— Dije esperando con que mierda llegaría ahora.
—No creo que sea muy conveniente.
—¿Y por qué no, según tú?— Levanté una ceja.
—Porque tú y Rosé tienen historia. Y no sé cómo reaccionaría si-
—¿Si te soy infiel como sabes perfectamente que Rosé lo fue conmigo?— Hable lo más pausada queriendo por dentro gritar.
No es una novedad que Rosé y Julian se lleven mal. Cuando lo lleve a casa para que conociera a mi madre, Rosé llegaba con Lenna de las afueras del pueblo, específicamente a un museo en la ciudad. Nuestro pueblo es hermoso sin lugar a dudas pero carecía de muchas cosas, entre eso, museos, cines y centros comerciales por lo cual, era sofocante muchas veces y no me sorprendía que Rosé llevara a la ciudad a nuestra hija.
Lenna fue un poco receptiva con Julian pero Rosé fue lo contrario. Ese día solo le dio un apretón de manos tan fuerte diciéndole ''Hola, idiota'' y se fuera dándole un beso de despedida en la frente la niña que veía todo con diversión y uno en la mejilla a mi madre. Hasta el día de hoy, mi novio seguía diciendo que la fuerza de Rosé no era normal para su cuerpo.
—Jennie...— Intentó calmarme pero a este punto no.
—Es increíble que pienses así de mí. Sufrí esa mierda y no quiero que la sufras. Rosé es la madre de mi hija y no se puede hacer mucho con eso. Puede que como pareja es una basura y como persona alguien peor pero de madre... De madre nunca ha faltado. Ha aguantado muchas cosas por Lenna, sus negocios están en la ciudad pero se ocupa de ella todo el maldito tiempo en que no estoy en casa. No trates de jugar sucio aquí, no es algo que puedas hacer al respecto. Ella y Lenna estarán unidas hasta que mueran.— Saqué todo mi enojo. Sé que iba a decir algo pero se quedó callado cuando llegamos a casa de mi madre y vimos a dos mujeres y una mini mujer paradas en la entrada.
Salté de mi asiento sin mirar atrás. No me importaba Julian en ese momento. Mi deseo era pasar tiempo con la mujer que me dio la vida y con la niña a la que le di vida. No había llegado hasta ellas cuando ya Lenna había corrido hasta mí. No podía creer lo grande y hermosa que estaba. Era notable que los genes de Rosé predominaron en ella y contrastaba perfectamente con el cabello castaño claro que heredó de mí.
Al cargarla, tenía una clara visión de Rosé enfrente de mí. Mis ojos se conectaron con los de ella y me sonrió guiñándome un ojo.
Maldita.
—No hemos terminado de hablar, Jennie.— Escuché la voz de Julian a mi lado y noté el cambio en el rostro de Rosé, pasando de divertido a serio en menos de dos segundos.
—A lo mejor ella sí.
—No te metas en relaciones que no son de tu incumbencia, fenómeno.
—Jennie siempre será de mi incumbencia, rarito.
—¿Ah, sí? Acepta que ya perdiste tu oportunidad de una buena vez. Nadie te mandó a meterte en bragas de otra mujer.
El ambiente tenso era notable, hasta Lenna lo había notado y su mejor manera de resguardarse fue esconder su cabeza en mi cuello y noté que el agarré de sus manitas se hizo más fuerte en mi nuca.
—Lamentarás haber dicho eso enfrente de mi hija.— Nadie esperaba que Rosé se le abalanzara a Julian pero así fue. Corrí al interior de la casa, Lenna no podía presenciar aquello, su madre es su todo para ella y sé que ni Rosé ni yo queremos que la vea de esa manera.
—¿Qué pasa mami? ¿Por qué Jul y mamá se dicen cosas?
—No es nada, cariño. Quédate aquí con la abuela un ratito ¿Si? — Mi hija asintió. — Vale, ya regreso con mami Rosie. — Le hice una señal a mi madre para que llevara a Lenna a su habitación y me hizo caso. Después le agradecería.
Salí de la casa corriendo hacia el ruido que se escuchaba afuera. Podría estar más preocupada por Rosé pero ella es una salvaje, se podía defender muy bien sola. Temía por Julian.
Vi como los dos estaban en el piso forcejeando, para el mal de Julian la castaña llevaba la ventaja. Él trataba de levantarse para tomar ventaja y golpear a Rosé pero esta no lo dejaba, parecía una máquina de golpes lanzándolos mil por segundo.
—¡Ya sueltamente fenómeno! No te quieres meter con el heredero de los relojes más lujos del mundo. — Rodé los ojos ¿Jamás investigó quien era Rosé?
Se escuchó una carcajada de Rosé, que se levantaba, sacudía el sucio de sus jeans y cuando sintió que ya estaban presentables jaló la camisa de Julian, quien aún estaba tirado en el suelo. El hombre gritó al sentir el impulso de la fuerza de Rosé al levantarlo.
—¡Te denunciaré! — Gritó mi novio. Debería estar humillada por el hombre mimado con el que estaba pero más bien mi calentura se impulsó a lo más alto al ver a Rosé de esa manera.
¿Ya mencioné que deseaba tener un orgasmo urgente?
—Cuando lo hagas, primero anúnciale a tu abogado que es a Rosé Park a quien denunciarás. — Respondió y casi me rio al ver el rostro confundido de Julian, el cual se recompuso a uno divertido rápidamente.
—Antes le mencionaré que eres una mujer con pene a.k.a fenómeno. — Rió con burla.
—Una fenómeno con un pene más grande que el tuyo. Te aseguro que le di más placer a Jennie con un beso, inepto.
Quizás tenía razón pero ¡Hey! Debía interrumpir la absurda pelea.
Respiré varias veces tratando de poner mi humor estable y actuar enojada ante el par de idiotas peleando.
—¡Ya estoy harta de ustedes dos! — Grité sacándolos de su competencia. Rosé quién estaba de espaldas a mí, volteó viéndome con un rostro asustado. Podría ser una salvaje que no se controlaba en cuánto a palabras y fuerza pero me tenía miedo. Probablemente pensaba que le pegaría.
Mientras me acerqué, pude ver el rostro ya magullado de Julian. Los moretones en su cara se veían de un rojo pálido que contrastaban con la sangre en sus labios y pómulos.
—Mierda Rosé. — Regañé a la morena.
—¿Qué? ¿Me regañarás? Increíble... — Bufó. — ¡Él fue quien decidió insultarme delante de Lenna!
—No es eso, yo... — Pausé. Miré su hermoso rostro sin magulladuras y respiré. Julian no la había tocado. Hablando del hombre, lo miré. — Es mejor que te vayas y nos veamos en la graduación.
—¡¿Qué?! — Gritó Julian corriendo tratando de llegar a mí pero el gruñido que le dio Rosé lo detuvo como un conejo escuchando el rugido de un león.
—Lenna está alterada por toda la situación. — Traté de explicarme.
—¿Y la salvaje se quedará? — Rosé me vio dolida y lo entendía. Solo yo la llamaba de esa manera.
—Es la madre de Lenna. No puedo hacerle eso a ella. — Respondí mirándolo fríamente.
—Pero amor...
—Julian, por favor... — Supliqué. El hombre se quedó callado. No intentó nada más y caminó hasta su auto, se subió a él, lo encendió y se fue.
—No puedo creer que estés con idiotas. — Rosé dijo mientras se me acercaba lentamente.
—Alguna vez salí contigo ¿No? — Levanté una ceja. La morena rió.
—Nunca negué que lo fuera.
—Tampoco lo afirmaste. — Rebatí, Rosé se puso una mano en el pecho e hizo una mueca falsa de dolor.
—Touché.
Nos miramos por unos segundos que parecían horas. Todo en ella era perfecto, desde sus ojos hasta su mal y salvaje genio. Mamá sabía que todavía estoy enamorada de ella y que Julian era mi puerto seguro a tener relaciones sexuales y sacar mi estrés. No me haría la ciega y diría que Rosé no tenía a sus amigas con quién descargar su lado salvaje.
—Una cena, Jen. — Mostró su dedo índice. — Solo una.
—Rosé no.
—Te he estado suplicando por una desde que nos separamos hace dos años Jennie, por favor...
—Una cena es terminar teniendo sexo en tu apartamento. Por eso te he dicho que no. — Desvié mi mirada hacia los arboles alrededor. El cuerpo de Rosé me bloqueó la vista y con sus dedos en mi barbilla hizo que la mirara a los ojos.
—Si de eso tienes miedo, prometo que no tendremos sexo. Solo es una charla de dos madres que se quieren actualizar por su hija.
—¿Lo prometes? — Susurré como niña chiquita.
—Lo prometo.
~~~
Maldita mentirosa.
Sabía que tendríamos sexo y la culpa no era de ella. Era mía. Durante toda la cena me estuve concentrando en sus labios, en sus carnosos labios abriéndose para que el tenedor pasara por su boca con la jugosa carne de término medio, su lengua tocaba ligeramente la carne para después cerrar despacio su boca, tomar el bocado y sacar el tenedor para después comenzar a masticar.
Quería sus labios besándome el cuello.
Quería su lengua en mis pliegues.
Quería que sus dientes mordieran ligeramente mis nalgas.
Creí que el libido había pasado pero luego se dio una pausa de la comida para servirnos un poco más de vino. No me importaba el alcohol. Me importaban sus manos alrededor de la botella que se presionaban ligeramente en el vidrio, las uñas de sus dedos estaban pintadas de un fuerte color vinotinto, el cual combinaba perfectamente con el color del alcohol que estábamos tomando y que tenía un tamaño medio. Si utilizaba sus dedos en mi centro, no dolería, aumentaría mi placer. Deseaba con todo mí ser que esas manos bajaran por mi cintura y me apretaran fuertemente mientras Rosé me embestía sin parar.
¡Maldita sea, Rosé!
Vi como mi ex mujer me vio frunciendo el ceño y dejó la copa a medio camino de su boca, volviéndola a colocar en la mesa.
—¿Qué? ¿Te molesta que hablemos sobre tu futuro después de la universidad? — Salí de mi trance para mirarla confundida.
—¿Eh? — Dije lo más fuera de este mundo posible.
—Te pregunté sobre lo que harías después de la universidad y me maldijiste. Creí que estábamos bien.
Mierda, había pensado en voz alta.
—Ah, no, em... ¿En serio te maldije? — Pregunté y asintió. — Discúlpame, no fue mi intención.
—Wow, ¿Jennie Kim se disculpa conmigo por haberme insultado? Eso es nuevo. — Rió.
—Cállate, idiota. — Gruñí y desvié mi mirada hasta mi plato de comida.
—Y esa es la mujer de la que me enamoré. — Su voz totalmente confiada volvió a golpearme en el corazón.
—Rosé...
—Sí, ya. Lo sé. Estás con Julian. No quieres que hablemos de nosotras, me reprocharás por haberte sido infiel, yo lo negaré, te enojaras diciendo que te veo como una mentirosa, lo niego, te enojas más, te vas y Lenna y yo nos quedamos sin verte por otros meses más. — Dijo en un tono triste. La conocía. Llenó un poco más de la mitad de su copa y la bebió como si fuera agua. — Todo está bien. No importa. — Aclaró su garganta. — Más bien cuéntame. ¿Cómo te va con Julian? ¿Se comporta siempre como un patán cuando está contigo?
No, solo cuando hablamos de ti.
—No, es un buen hombre. — Respondí tajante.
—Ah, claro... — Se quedó callada por un instante. — ¿Te satisface?
No tanto como tú. No he tenido un buen orgasmo en... Años.
—Sí, creo. — Dije perdida en mis pensamientos.
—¿Crees? — Preguntó con una ceja alzada. Sus ojos me analizaban tanto que me era imposible mentirle.
—¿Eh? — Traté de esquivar el tema.
—Dijiste que crees que te satisface. Cuando una mujer duda de algo es porque la respuesta es un rotundo no.
—Es bueno pero no siempre lo es ¿Entiendes? — Rosé negó. — Claro, diosa del sexo. — Rodé los ojos y ella rió divertida. — Cómo sea, para encuentros casuales no es el mejor amante del mundo, él quiere tomarse su tiempo para nuestros encuentros y no tengo dos horas libres siempre para ya sabes... Llegar al orgasmo. A veces solo quiero un rapidito. — Fui totalmente sincera. Sentí que una parte de mi estaba liberada. Rosé me miraba totalmente seria al respecto, en su rostro no se veía ningún aire superior o con ganas de divertirse. Estaba totalmente en su rol de escuchante.
—Jennie. — Me llamó.
—¿Si? — La miré directamente a los ojos.
—Ese hombre es perezoso. Admítelo. — Asentí. — No sabe cómo tocar los puntos exactos de una mujer para satisfacerla, por eso se toma tanto tiempo para cansarte y liberarlo.
—Creo que tienes razón... — Miré por la ventana del restaurante deleitándome con el cielo, las estrellas y el estacionamiento vacío.
—¿Jennie? — Me llamó de nuevo. Giré para verla. —Yo no soy perezosa. — Levantó una ceja mientras tomaba servía más vino en su copa y tomaba de esta.
~~~
Apenas cerró la puerta de la habitación me pegó contra ésta sacándome un gemido de sorpresa. Ella era muy pasional al momento de tener relaciones sexuales. Tenía tiempo sin sentir algo así. Sus manos iban entre mi nuca y cabello, apretando ligeramente mientras nos besábamos con devoción.
No sabía hasta donde tenía permitido tocar en ese momento, por lo cual posé mis manos en cada lado de su cintura. Rosé rió ligeramente en medio de nuestro beso pero no presté mucha atención.
Mi cuerpo no podía estar un mayor apogeo. La manera en que me estaba besando era lenta y tentadora al mismo tiempo. Me hacía desearla mucho. La jalé de la camisa, acercándola más a mí logrando que de alguna manera nuestros labios se unificaran más. Oír el gemido de Rosé aun sin tocarnos como lo deseábamos me hizo dar cuenta de cuanto queríamos aquello.
¿Tenía novio? No me acuerdo con claridad.
Rompió el beso. Su mano que acariciaba mi cabello hizo una parada en mis senos. Los tocó un poco, creí que se concentraría en ellos. Creí mal.
—Denme un momento, muchachas. Ya iré por ustedes. — Jadeó. Vio mi escote con una sonrisa coqueta.
—Rosé...— Susurré agitada. Me miró a los ojos sin quitar la maldita sonrisa.
—¿Si mi amor? — Muchas partes de mi cuerpo se estremecieron al escuchar ese apodo luego de tantos años. Cuando la oía decir el apodo después de terminar nuestra relación era con Lenna. Yo le prohibí que se dirigiera a mí de esa manera.
—Cama. — Pedí.
—Hoy mando Jennie, ¿Qué te hace pensar que puedes pedir algo? — Preguntó besando mi cuello. Sentí una de sus manos recorriendo mi muslo derecho.
Jadeé una vez más cerrando los ojos y alzando mi cabeza para que tuviera más libertad de besarme. Su mano pasó por mi tanga. Gemí. La hizo a un lado para darle paso a sus dedos y acariciar la zona de mi sexo. Esta mujer me iba a llevar a la locura si seguía jugando de esa manera.
—No qui-quieres que te pida algo pero por favor, no quiero pre juegos...
—Ni amor, ni ternura. Quieres un rapidito. Algo duro y que te haga acabar fuerte ¿No? — La voz fría de Rosé me interrumpió. Bajé la cabeza y abrí los ojos para mirarla con una ceja alzada y una expresión seria. Solo pude asentir. — Haré lo que me estás pidiendo menos una cosa. Soy todo menos precoz. Lo sabes.
Gruñí con sus palabras. Claro que lo sabía. El día que salí embarazada de nuestra hija fue un largo fin de semana en la casa del lago.
—Vamos, Jen. — La miré confundida. Estaba en otro mundo.
Me tomó de la cadera y las piernas para lanzarme y tirarme contra su cama. Las sabanas eran de terciopelo color vinotinto, igual que sus uñas y las...
—Rosas. Amamos las rosas. — Respondió mi pensamiento. — Te las quedaste mirando mucho y decidí responder.
Asentí. No tenía mucho que decir.
Me dio una sonrisa ladeada que me hizo derretir. Claro, por dentro, jamás se lo demostraría. Se acercó lentamente y unió nuestros labios por segunda vez en la noche y en años. Decidí mover e intensificar el beso. La necesitaba ahora. Sus manos ahora estaban en los dobladillos de mi vestido. Sentía como lo levantaba con rapidez y bajaba mi ropa interior hasta la mitad de mis muslos. Rompió el beso para repartir más en mi cuello.
—No chupones. — Ordené al sentir una liguera presión en mi cuello. Rosé gruñó pero paró. Siguió por mi pecho, besando ligeramente la parte de mis pezones sobre la tela del vestido y el sujetador. Gemí. Estaban sensibles y ansiosos por ella.
—¿Puedo? — Preguntó agarrando de nuevo los dobladillos del vestido. Me estaba pidiendo permiso para quitarlo. Sonreí y asentí. La ropa interior blanca la quitó sin permiso después.
Sus dedos acariciaron mis pliegues con una lentitud que parecía no tener límites y ella besaba la piel que se veía de mis senos que aún estaban tapados por el sujetador blanco.
—Tienes mucho que ver y yo poco ¿Cuándo te quitarás la jodida ropa? — Gruñí viéndola levantar la cabeza y sonreír.
—Ahora mismo, mi amor. Paciencia. — Dijo. Creí que se desnudaría por completo pero solo fue su camisa. Sentí mi boca salivar al ver sus senos en aquel sujetador negro.
La muy maldita sabía cómo me prendía verla vestida por completo de negro. Se vistió para la ocasión.
—Ya haz algo, joder.
No dijo nada. Bajó con rapidez a mi centro. Su lengua bajaba y subía por mi vagina lentamente, su manera de hacerme perder los estribos era muy efectiva. Sentí mi respiración entrecortarse, mi cuerpo y la habitación se sentía sofocantes y calientes. Estaba por arder en cualquier momento. Mis sentidos me dieron alerta a que le diera una mirada rápida al lugar donde sentía tanto placer y lo hice. Lo que mis ojos vieron era un espectáculo que me hacía delirar de muchas maneras. Rosé me miraba fijamente mientras controlaba tan bien su lenguaje. Un gemido de mi parte se hizo muy audible al sentir una corriente en mi centro.
¿Estaba en el paraíso?
Sus movimientos fueron más rápidos y mi respiración se cerraba más. Mis gemidos se quedaban atrapados, querían salir pero mi respiración no los dejaba. Rosé no los dejaba. Su lengua me penetraba rápido, una presión de sus dedos en mi clítoris era suficiente para que yo, en ese momento, llegara al orgasmo.
—Y-yo — Traté de pronunciar pero mi cuerpo me fallaba. — ¡Mierda! — Exclamé sintiendo todo mi cuerpo temblar y palpitar. Mis manos estaban presionadas en el cabello de Rosé. Necesitaba que se quedara allí un poco más.
Sabía que estaba sonriendo, no importaba si su boca todavía seguía en mi vagina. Dio una última lamida a todo mi centro que me hizo suspirar. La sensibilidad es muy común en mí después de un orgasmo. Pasó sus manos por mi cuerpo lentamente hasta subir y quedar a la par. Me dio un beso húmedo, se separó y comenzar a besar mi oído izquierdo.
—Alguien aquí si es precoz... — Susurró. Fruncí el ceño. Volteé mi cabeza quitándole espacio a mi oído y la miré. Estábamos tan cerca.
—Cierra la maldita boca, Park. — Gruñí. — Ahora voy yo.
En un movimiento rápido nos di un cambio de posición. Ahora ella estaba debajo de mí. Comencé a besar lentamente su vientre y al mismo tiempo rasguñaba por encima de la tela de sus pantalones sus muslos. Por alguna razón a Rosé le encantaba cuando hacía eso. La ponía más dura. Al igual que ella lo hizo, tampoco le quité la mirada de encima. Notaba que respiraba pesadamente gracias al movimiento suave y lento de su vientre.
Tenía el mismo efecto que antes. Fantástico.
Acaricié su miembro con delicadeza un par de veces. Era bueno tenerlo nuevamente. Estaba muy duro y podía notar que con el tiempo había crecido un poco. Estaba más largo y grueso que la última vez. Desabroché el botón del pantalón con lentitud, quería hacerla sufrir un poco.
Su ropa interior era del mismo color que el sujetador y gruñí no sé por cuanta vez esta noche. Di un grito cuando sentí a Rosé subirme rápidamente y cambiarme de posición.
—¡Rosé! — Me quejé. — Quiero chuparte también. — Vi sus ojos achicarse por la risa que me dio.
—Ya habrá tiempo para eso. Ahora solo quiero hacer esto. — La miré confundida esperando su próximo movimiento. La vi peleando un poco con su pantalón ya que estaba usando solo una mano mientras con la otra se apoyaba contra el colchón para que su peso no recayera sobre mí pero jadeé al sentir la punta de su miembro entrar en mí. — Eso es cariño. Siénteme.
Se sentía tan bien dentro de mí que solo rezaba para que fuera rápido y no jugara. Al parecer ella tampoco quería ir lento porque comenzó con un vaivén tan perfecto apenas la mitad o un poco más allá de su pene entró en mí.
—Eso, Jennie. Gime todo lo que quieras. El maldito edificio es mío y no habrá problemas en la mañana. — Susurró a mi oído. Sus estocadas eran fuertes y de a tiempos ahora. Permitiendo que mi vagina le diera espacio a todo su sexo.
—¡Ah! — Mi boca iba en automático cada vez que ella me pedía algo. Rasguñaba su espalda cuando entraba tan profundo.
Sabía que a ella no le importaba. Agarré cada lado de su cabeza con mis manos y con la derecha le quité un poco de cabello que tenía en el medio de su cara. Su concentración pareció irse un poco porque dejó de mirar mis senos para mirarme a los ojos. La sonrisa que me dio cuando se enfocó en ellos me hizo sonreírle de vuelta y acercarla para un beso.
Este lo controlaba yo. Mordía sus labios con devoción. No me importaba si una perra la veía mañana porque mis dientes y uñas estarían enterrados en ella. Vi que era inútil que le quitara el cabello de su rostro ya que con cada movimiento que hacía, él volvía a la misma posición que antes. Con nuestros movimientos en sincronización tuve la agilidad para quitar la coleta que estaba en mi muñeca y le hice un amarrado rápido y descuidado.
—¿Eso es todo lo que tienes? — La reté. Sus movimientos pararon en seco, su respiración era tan agitada. Las dos estábamos sudadas y era estúpido negar que me estaba cogiendo tan bien pero necesitaba que su temperamento feroz se activara. Necesitaba a esa Rosé salvaje.
Su mano izquierda paró en mi hombro derecho. Posicionó su dedo pulgar en mi labio superior, acariciándolo por un momento. Mis ojos estaban fijos en su pulgar y el movimiento que hacia sobre este, cuando paró, los subí y vi su rostro, sus ojos estaban en los míos. Sonrió de lado y levantó una ceja. Ahí entendí que esperaba por mí y enseguida abrí mi boca. Rosé metió la mitad de su pulgar en ella, la cerré y comencé a chuparla.
Mi gruñido fue tan fuerte cuando apretó mi hombro, arqueó su pulgar en mi boca y se movió rápidamente, casi como un taladro dentro de mi vagina. Mordí su pulgar y sonreí, mostrándole mis dientes.
—Eres una chica traviesa... — Susurró agitadamente.
Eso soy, papi. Pensé.
~~~
Abrí mis ojos lentamente. No sabía a qué hora nos dormimos. Solo sabía que lo que me dio anoche no lo había tenido en mucho tiempo. Mi cuerpo se sentía pesado, cansado y mi vagina dolía un poco pero era un dolor placentero. Cada vez que caminara recordaría con satisfacción lo que pasó.
El cuerpo sudoroso y desnudo de Rosé estaba pegado junto al mío. Después de todo no pensamos en levantarnos y darnos un baño. Era desagradable pero la pereza ganó. El rostro de Rosé estaba tan relajado que podía pensar que era una persona inocente que se escondería de la persona que mencionara la palabra sexo. Reí. Ella era lo contrario.
Levanté las cobijas que nos cubrían para ir al baño pero me detuve al ver su miembro erecto. Mi mirada fue de su pene a su rostro dormido un par de veces. Mordí mis labios. Anoche me había negado que le hiciera un oral y no creo que hoy se pueda negar. Me moví hacia él de una manera lenta, seguramente me estaba esperando. Demonios, lo quería sentir ya en mi boca. Le di un ligero apretón con mi mano derecha, bajé y subí lentamente por su longitud. Después de unos minutos me cansé de jugar con él y metí la punta de él en mi boca. La lamí sin un patrón designado. Estuve un rato en ello hasta sentir una mano en mi cabeza empujarme, haciendo que lo metiera más. Subí mi mirada y vi a Rosé con los ojos cerrados y la cabeza inclinada hacia atrás. Sonreí por dentro.
¿Según ella no era precoz, cierto? Hubo un par de veces en nuestra vida sexual que descubrí como hacerla llegar tan rápido. Por la situación en la que estabas conocía perfectamente que no dejaría que lo hiciera pero estaba ensimismada en su placer. Tenía que probar mi punto. Acaricié su nalga despacio, no quería que se diera cuenta de mi próximo movimiento.
—¡Mierda Jennie! — Gruñó apenas sintió mi dedo en su ano. Quería reír pero no podía ya que todavía estaba estimulando su miembro con mi boca. Saqué y metí mi dedo un par de veces hasta sentir su orgasmo en mi boca. Lo tragué.
—Jugaste sucio... — La escuché murmurar desde arriba.
—¿Y tú no? — Sonreímos.
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Dejé a Rosé vistiendo mientras me daba un baño rápido. Al salir la encontré con un vestido azul claro y unos tacones blancos. Su cabello aún estaba húmedo pero arreglado. Se veía estúpidamente sexy. Estaba hablando atentamente en una llamada. Al verme salir y que le prestaba atención me señaló con su mano libre la cama donde estábamos acostadas hace un rato.
—Franklin ¿Qué parte de 'no me molestes' no entendiste? — La escuché decir. No presté mucha atención a la situación. Mi concentración estaba en la ropa que había en la cama. — Es tuya, cariño. La elegí para ti. — Fruncí el ceño y volteé para verla. — Carajo, Franklin, eso no iba para ti. Iba para mi mujer.
Rodé los ojos, Rosé era una mujer posesiva cuando se lo proponía. El conjunto en la cama no era para nada ostentoso y muy de mi estilo. Era un pantalón negro y una camisa de oficina color roja intenso y ropa interior negra con una caja al lado. Sabía malditamente que era pero quise abrirla, igual los usaría. En efecto, unos tacones negros estaban dentro de ella.
—¿No pueden simplemente escanear mi firma y ponerla sobre el contrato? — Me quite la toalla. Me sequé lo que quedaba de humedad en mi cuerpo y comencé a ponerme la ropa interior. Escuché un gruñido de Camila atrás de mí y sonreí.
—¿Y si estoy en Japón? — Hizo una pausa. — ¿Ves? Ahí escanearían la puta firma pero como saben que estoy en el mismo estado me molesta. ¿Sabes que te puedo despedir Franklin? — Reí por su actitud. Nunca en todos estos años conocí su personaje de jefa. Era divertido. Iba a voltearme para preguntarle sobre la hora pero sentí su mano en mi cuello presionándome hasta la cama, manteniéndome casi en cuatro. Sentí su miembro duro en mi trasero. Gemí. — Iré en cuanto pueda... Si, si, vete a la mierda, Franklin.
De un momento a otro vi su iPhone tirado en la cama casi frente a mí. Bajó mis bragas rápidamente, su mano seguía en mi cuello ¿Qué pretendía hacer?
—Dime que quieres, Jennie. — Me preguntó comenzando un vaivén entre mi ano y su miembro.
—Tu pene, creo que es obvio. — Susurré.
—Y eso es lo que tendrás, cariño. — En tres minutos ya tenía su miembro rozando mi entrada y era inútil decir que no se sentía tan bien. Estaba por entrar cuando su teléfono comenzó a sonar. — Al parecer no podremos hoy. — Dijo. Rodé los ojos. — Buscaré de pensar en otra cosa para que se me baje esto. Vístete.
—Mi boca puede ayudar con eso. — Me giré a verla después de que me liberó de su agarré.
—Créeme que me encantaría pero no me ayudaría a bajar. Me ayudaría a ponerme más caliente. — Me guiñó un ojo, tomó su teléfono, lo desbloqueó y comenzó a escribir rápidamente. Aun su vestido estaba subido y su bóxer de compresión mal arreglado.
—¿A dónde irás? — Pregunté. Me levanté, arreglé mis bragas y comencé a colocarme el sujetador.
—A donde iremos querrás decir. Debo firmar un papel importante. Creyeron que lo podía firmar algún director ejecutivo pero no pueden.
—Quiero ir con Lenna. — Dije.
—Y lo haremos. Solo dame media hora y estaremos con tu madre y nuestra hija. Te espero abajo. — Se acomodó tan bien su ropa que no parecía que estuvimos a punto de tener relaciones.
Ya lista y presentable, bajé hasta la planta baja del edificio. Todo era tan elegante, el silencio reinaba en todo el lugar. Rosé me espero cerca de la recepción, puso su mano en mi cintura y me guió hasta el estacionamiento. Me di cuenta que una camioneta Range Rover de año color negro con un señor no tan mayor.
Rosé me lo presentó como Martin, el trato con Rosé era muy parecido al de un abuelo con su nieta. Eso me daba a entender que se conocían desde hace un tiempo. No conocía la vida de la madre de mi hija fuera del pueblo. Cuando la conocí no me importó mucho de donde venía, solo quería pasar tiempo con ella.
El día de nuestro primer beso mencionó dos cosas: ''No tengo una relación romántica con nadie fuera de este pueblo. Eres la única.'' y ''Pertenezco a una familia muy adinerada y por lo tanto también lo soy. Puede sonar de maravilla pero es agobiante esa vida. No querría sacarte de tu rutina por ella.''
Confiaba en ella y hasta el día de hoy lo sigo haciendo a pesar de las cosas que rompiera nuestra relación amorosa. Es una gran madre para Lenna, nunca la policía fue a buscarla más que para agradecerle por el equipo de seguridad que le donaba al departamento policial.
De resto todo era una gran nube grisácea llena de dudas.
Por lo que pude contar, en diez minutos estábamos frente a un edificio color gris con negro. En la entrada estaban parados al menos seis hombre con trajes negros con blancos elegantes. Se veían fuertes y con unos auriculares casi transparentes en uno de sus oídos.
—Estaremos aquí un momento e iremos a casa con Lenna, lo prometo. — La voz de Rosé me sacó de mis pensamientos. Su mano estaba encima de la mía, acariciándola con su pulgar. Me hizo sentir calmada.
Los hombres nos miraron rápidamente y nos abrieron la puerta principal del lugar. Vi a muchas personas corriendo de un lado al otro pero la mujer a mi lado no les prestaba atención, su teléfono y el mensaje que estaba escribiendo era más importante. Caminó rápidamente a unos ascensores. Yo solo me quedé viendo su actitud con una ceja alzada. Ella y Martin me miraron con extrañeza. ¿Qué esperaba que hiciera? Desconocía esta parte de su vida.
—Jennie, ven. — Pidió. La obedecí y caminé a pasos lentos detallando el lugar. Apenas la primera planta parecía de un millón de dólares. Cuando entramos en el ascensor noté que su cuerpo se relajó instantáneamente. — Lo siento por todo esto. Debo tener un comportamiento aquí. Es una de las razones de mi escape al pueblo cuando era más joven. Nunca te quise arrastrar a esto.
—¿Segura que fue por eso o por qué aquí te estabas cogiendo a otra? — Respondí con rabia.
—Jennie...
—Déjalo así, Rosé. — La interrumpí. El ascensor hizo un pitido antes de que las puertas se abrieran y salí quedándome a lo que parecía ser la recepción de tal piso. Rosé pasó, le dijo algo a la mujer que estaba detrás del escritorio, agarró mi mano y fuimos hasta su oficina.
El lugar parecía el edificio de Christian Grey solo que menos frío y más movido. De resto era exactamente igual. Me di cuenta que era la oficina de Rosé por un señalador que parecía ser de oro en su escritorio, su nombre y apellido estaban grabados en él junto al cargo de ''Presidenta'' al lado.
Claro, Rosé no podía ser menos.
—Puedes trabajar aquí. — Habló. Se movía por el lugar buscando algo y yo estaba parada en el medio de su oficina como niña regañada. — Tenemos grandes oportunidades y horarios aquí. Es estresante, no te voy a negar pero ganarás mucho para Lenna, Yura y para ti.
—Sería tu dinero y tu ayuda. Ya te mencioné que no la quiero. — Respondí. Sus manos en los papeles se detuvieron y me miró. No, tu maldita mirada fría no sirve conmigo.
—Es dinero que el departamento de Recursos Humanos te daría por tu trabajo y esfuerzo. No te lo darán por limosna.
—Me lo darán porque tú lo mandas.
—¡Claro que no! — Gritó.
La tensión ahora en el lugar se podía cortar con un cuchillo. Ambas somos tercas. Su padre, George, le enseñó desde que era pequeña que debía, de alguna manera, ser quién sustentara a su familia en un futuro y lo odiaba porque en su momento, Rosé odió que fuera a la universidad.
Por increíble que fuera estaba educando a una mujer machista desde hace muchos años.
—Rosé, escucha. Desde que nació Lenna nos has ayudado de una manera increíble. Nos sacaste de muchos aprietos pero necesito ser independiente. Necesito saber que le estoy construyendo algo a nuestra hija que no venga directamente de ti. Quiero enseñarle a luchas por sus cosas, que diga que su mami está trabajando para costear sus estudios o salidas, no un ''Le diré a mami que le pida dinero a mamá y después te aviso'' a sus amigos. No quiero vivir de ti.
—No est... — Se calló. — Olvídalo. Haz lo que quieras, Jennie.
—Eso estoy haciendo, Park.
Luego de un rato de no saber qué era lo que la mujer hacía en su propia empresa decidí sentarme en uno de sus tantos muebles de cuero alrededor de su oficina. Comencé a hojear algunas revistas que estaban en la pequeña mesa hasta que una mujer, que al parecer era su asistente, le comunicó por el intercomunicador que alguien había llegado. No le presté mucha atención al nombre, no me interesaba.
A los minutos entró un hombre moreno de traje completamente verde oscuro metálico al que podía jurar que era casi de nuestra edad. Me reí al ver su cabello. Estaba completamente lleno de spray para el cabello, parecía manteca. Rosé me vio por un momento, en su mirada entendí que sabía la razón por la cual me quería reír y ella sonrió un poco.
—Okay, Franklin. Dame el documento.
—Cálmate un poco, Chaeng, cielos. — Gruñó. Le pasó una carpeta a Rosé, quién la acomodó en su escritorio, la abrió y comenzó a firmar después de leerlos. El hombre estaba casi igual que yo hace unos minutos, su mirada dio a mí y comenzó a detallarme. — Mmm ¿Quién es ella? — Preguntó. Rosé se detuvo unos segundos, viéndolo de reojo.
—Ni te atrevas a mirarla más de lo que hiciste. — Habló con voz dura. El hombre se rió y se acercó a mí, me ofreció la mano de saludo y lo acepté un poco incomoda. — ¡¿Qué mierda te dije Franklin?!
—La presidenta de la empresa no debe usar ese vocabulario. Ten un poco de educación. Ella de seguro es la madre de tu hija ¿No? — Miré todo bocabierta. — Hola, por fin veo que Rosé te da a conocer un poco más de su vida. Asentí.
—Ya déjalo, Franklin. Ahí tienes los papeles. Vámonos, Lo.
~~~
Llegamos a casa casi en tiempo record. Martin se ofreció a llevarnos pero Rosé se negó y nos subimos al pequeño auto que siempre usaba para ir al pueblo. Creí que el auto no tenía tanta potencia pero me equivoqué.
En la casa no se escuchaba a Lenna por ningún lado y era raro, es una niña hiperactiva igual a mí de pequeña. Palabras de mi madre, no las mía. Rosé y yo caminamos hasta la cocina de la casa para buscar algo que comer. Hurgué por el refrigerador y ella hurgaba los gabinetes, algo encontraríamos. Vi muchas cosas pero no me parecían apetecibles hasta que encontré algunos slices de pizza.
Saqué el plato con la pizza y lo puse a calentar en el microondas, vi a Rosé abrir unas frituras y me acerqué para robarle un poco. Ella comenzó a jugar conmigo, ya casi le iba a quita la bolsa casi llena cuando sentí sus labios junto a los míos.
Su boca era tan tentadora que me importó muy poco las frituras que tenía en su mano. El beso no era muy sexual pero si con necesidad. Una de sus manos fue a mi cintura, paseando su mano entre mi espalda y esta.
—Jennie. — La escuché entre el beso y solo emití un sonido para que dijera lo que quisiera. — Nos pueden descubrir. — Emití otro sonido de acuerdo pero me importó tanto que metí mi lengua en su boca.
—Es muy tarde para eso. — Nos separamos al oir la voz de mi madre. Me limpié la boca mientras miraba a mi madre parada en la entrada de la cocina con los brazos cruzados. — ¿Me pueden explicar?
—Yo... Eh... Iré a ver a Lenna. — Dijo Rosé. No quería que explicara nada así que estuve de acuerdo. Pasó por el lado de mi mamá y fue escaleras arriba.
—¿Me puedes explicar qué mierda fue eso? — Preguntó mi madre entrando completamente a la cocina.
—Un beso. Funciona cuando dos personas unen su boca y comienzan a moverlas entre sí.
—Deja de burlarte de mí. Puedes tener la edad que sea pero sigues siendo mi hija y me debes respeto. — Me dio un golpe en el hombro y me quejé. — ¡Estás con Julian, Jennie! No puedes hacer lo mismo que te hizo Rosé.
—Lo sé, mamá pero Julian no me estaba complaciendo. Necesitaba liberarme y Rosé estaba ahí ofreciéndome su bello y hermoso pe-
—¡Jennie! — Me regañó. Reí al ver su rostro de espanto. Sé el aprecio que le tenía a Rosé y el cómo le afectaría que le hablara de su miembro. — Espero que sea la primera y última vez. Si quieres seguir teniendo sexo con ella, termina con Julian ¿De acuerdo? — Su ultimátum me hizo pensar mucho.
—Pero tendría lo mejor de ellos. Rosé lo mueve muy bien y Julian lo hace pero trabajando con su tío. Ya sabes, Lenna entraría a sus clases de pintura y-
—Rosé le puede pagar mil clases de pinturas. No metas a la niña en esto.
—Piensalo bien, Jennie.
—¡Pero mamá!
—¡Pero nada! ¡Acabo de terminar esta conversación! — Bufé. Sonó el pitido del microondas. Mi madre lo miró confundido, lo abrió y tomó el plato. — No me importa quién se comería esto. Lo haré yo por el trauma de mi hija hablando del miembro de la madre de su hija.
...
la historia constará de tres capítulos.
Adaptación autorizada por SkyWithEsmeralds
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